Misi¨®n: proteger el bosque
Nos adentramos en las historias y los sonidos de tres bosques que fueron salvados y que hoy se enfrentan a nuevas amenazas, como la despoblaci¨®n o el cambio clim¨¢tico.
Su realidad pod¨ªa haber sido muy diferente. Pero estos tres enclaves naturales extraordinarios en la sierra de Guadarrama, el Pirineo navarro y los Montes de Toledo sobrevivieron gracias al empe?o de personas que supieron apreciar y defender su valor ecol¨®gico.
Pinar de los Belgas: ¨¢rboles en peligro
Al final de una empinada escalera de metal con 23 pelda?os de subida se llega a una solitaria caseta de vigilancia en lo alto de una loma, cerca del pueblo madrile?o de Rascafr¨ªa. Desde aqu¨ª arriba, a unos 1.680 metros de altura, se abre una vista espectacular: un agitado mar de ¨¢rboles cubre de verde las monta?as, entre las cumbres de la sierra de Guadarrama. Es el Pinar de los Belgas, un bosque ¨²nico, justo fuera de los l¨ªmites del parque nacional. A esta misma atalaya, pero sin escalera, sub¨ªa trepando por la roca en los a?os ochenta el escritor y naturalista Julio V¨ªas (Madrid, 1957), cuando de joven trabajaba en verano como guarda para controlar los incendios. Pasaba en este puesto de vig¨ªa 10 horas al d¨ªa, sin hablar con nadie, solo pendiente del bosque. Eran unas interminables jornadas en las que los sonidos del pinar se mezclaban con m¨²sica cl¨¢sica y canciones de Alaska y Dinarama. Ver de pronto a pocos metros un ¨¢guila real o un buitre negro era la recompensa. ¡°Haber trabajado siete veranos aqu¨ª es algo que se lleva en la mochila toda la vida¡±, afirma m¨¢s de tres d¨¦cadas despu¨¦s en la misma caseta. Pocos conocen estos pinos tanto como su antiguo guarda.
Hace unas semanas, un grupo de cient¨ªficos, acad¨¦micos y conservacionistas ¡ªentre los que se incluye V¨ªas¡ª lanzaron un manifiesto pidiendo al Gobierno que compre este pinar para incorporarlo al parque nacional. Es un bosque de propiedad privada, una circunstancia bastante com¨²n en Espa?a, donde esto ocurre con el 69% de la superficie forestal arbolada. Lo que no resulta tan habitual son las extraordinarias cualidades del lugar. Este espacio de 2.054 hect¨¢reas, en el que ya crec¨ªan pinos en el siglo XIV, primero perteneci¨® a la Comunidad de la Ciudad y Tierra de Segovia en tiempos de la Reconquista y luego a los monjes del cercano monasterio del Paular. Pero en 1840, tras la desamortizaci¨®n de Mendiz¨¢bal, fue adquirido por un grupo de empresarios y banqueros belgas que constituyeron la Sociedad Belga de los Pinares del Paular, compa?¨ªa maderera con sede en Bruselas que explota desde entonces este bosque. Se considera que durante todo este tiempo la gesti¨®n forestal del pinar fue mod¨¦lica: extra¨ªan la madera de forma selectiva y no repet¨ªan las cortas en una misma zona hasta pasado m¨¢s de un siglo. Como destaca V¨ªas, otros lotes de los pinares del Paular comprados en la misma ¨¦poca por propietarios espa?oles fueron talados a matarrasa, sin dejar nada en pie, para conseguir beneficios inmediatos. A comienzos del siglo XX, el entonces director de la sociedad, Henri Dubois, salv¨® el pinar al rechazar cuantiosas ofertas de Francia por grandes cantidades de madera para reconstruir ciudades destruidas en la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, las dificultades actuales por las que pasa el negocio de la madera, un material mucho menos usado que antes, han complicado la gesti¨®n del enclave. De ah¨ª, la alerta lanzada ahora. ¡°Este es un bosque en venta¡±, incide el naturalista, que asegura que ya no se est¨¢ cuidando como antes.
La historia de este pinar se concentraba en un ¨¢rbol colosal escondido en una rec¨®ndita ladera. Sostiene V¨ªas que ten¨ªa cerca de 500 a?os y que era el pino silvestre m¨¢s viejo de la sierra de Guadarrama. El antiguo guardabosques trat¨® de salvarlo con unos amigos colocando mortero para consolidar el tronco, inclinado y afectado por la pudrici¨®n, pero acab¨® desplom¨¢ndose en las duras tormentas del invierno de 1996. Aunque el bosque perdi¨® a aquel patriarca, gan¨® a otros gigantes. En la actualidad, uno de los sonidos t¨ªpicos es el de los buitres negros cuando pasan volando cerca con sus enormes alas desplegadas, como si fueran buques que hacen silbar el mar. Estas rapaces se han multiplicado en las ¨²ltimas d¨¦cadas, formando una de las mayores colonias de la Pen¨ªnsula. Son una prueba m¨¢s de la riqueza del Pinar de los Belgas, junto a sus m¨¢s de 700 variedades de plantas y el centenar de especies de aves nidificantes. ¡°El valor de un bosque as¨ª es incalculable. Durante mucho tiempo las arboledas se valoraban solo por la madera, pero hoy se sabe que cumplen unas funciones esenciales, como la conservaci¨®n de la biodiversidad, la protecci¨®n del suelo frente a la erosi¨®n o el mantenimiento del ciclo del agua¡±, dice V¨ªas. Tal es as¨ª que, a menos de dos kil¨®metros de la caseta de vigilancia, canturrea el arroyo que luego se convertir¨¢ en el r¨ªo Lozoya, el principal suministro de agua de la ciudad de Madrid.
¡°Dentro de la gesti¨®n privada, la sostenibilidad tiene que ser tambi¨¦n econ¨®mica. No estoy hablando de ganar mucho, sino de cubrir las n¨®minas¡±, comenta Nicol¨¢s Lecocq, actual director de la Sociedad Belga de los Pinares del Paular, que defiende el manejo que se hace del bosque. ¡°El contexto del mercado de la madera es dif¨ªcil, el valor forestal de los montes se ha devaluado¡±, especifica el responsable de la compa?¨ªa, que se muestra dispuesto a sentarse con la Administraci¨®n si surge alguna oferta de compra. Sin embargo, otras voces rechazan esta opci¨®n. ¡°Para que no se especule con el precio libre, la figura m¨¢s adecuada es una expropiaci¨®n forzosa¡±, opina Nuria Hijano, jurista especializada en medio ambiente y gu¨ªa en estas monta?as, que cree que este bosque deb¨ªa haberse incluido desde el principio dentro del parque nacional: ¡°El Pinar de los Belgas y la Cinta de Cabeza de Hierro quiz¨¢ sea lo que tiene m¨¢s valor ambiental de toda la sierra de Guadarrama¡±, recalca.
En las largas guardias, a cada hora V¨ªas deb¨ªa coger la emisora y, si no hab¨ªa ocurrido nada, repetir el mismo aviso: ¡°Atenci¨®n, Rascafr¨ªa; aqu¨ª, Cabeza Mediana, sin novedad¡±. Ahora s¨ª hay problemas. Mientras camina bajo los pinos silvestres de corteza anaranjada, pisando una crujiente alfombra de ac¨ªculas y pi?as secas, a cada rato mueve la cabeza y se?ala un ¨¢rbol muerto, un esqueleto gris todav¨ªa en pie. ¡°Antes esto era impensable, en cuanto empezaba a cambiar de color, se bajaba la madera para evitar que se propagaran plagas¡±, destaca el profesor, que asegura que los pinos se est¨¢n muriendo a un ritmo inusual, debilitados por las sequ¨ªas. ¡°Esto est¨¢ relacionado con el cambio clim¨¢tico, si tuviera hijos me preocupar¨ªa; yo no los tengo, mis hijos son estos pinos¡±.
Hayedo de Zilbeti: un ¡®guernica¡¯ forestal
Hace ocho a?os, vecinos de Valle de Erro, en Navarra, cargaron un generador el¨¦ctrico en un tractor y lo llevaron al hayedo de Zilbeti. All¨ª, de noche, enchufaron un proyector con una imagen del cuadro del Guernica y dirigieron la luz contra los ¨¢rboles. La genial obra de Picasso apareci¨® as¨ª en mitad del bosque, diseminada por una treintena de hayas, en un valioso monte que iba a ser arrasado para abrir una cantera de la empresa Magnesitas Navarras. ¡°Nos dijeron que ten¨ªamos que salir en la prensa, que hab¨ªa que conseguir que esto se viera¡±, cuenta Edurne Errea (Aurizberri/Espinal, 1987), que sin tener mucha idea de dibujar subi¨® al hayedo varias g¨¦lidas noches para pintar el Guernica: ¡°Para nosotros representaba la supervivencia en medio de la destrucci¨®n¡±. Primero dibujaron el contorno de la imagen proyectada sobre los troncos y luego numeraron cada fragmento de la obra seg¨²n el color que deb¨ªa llevar. Cuando lo tuvieron listo, unos cuantos d¨ªas despu¨¦s, llamaron a m¨¢s gente de los pueblos, repartieron pinceles y se pusieron todos a colorear los ¨¢rboles.
En pleno oto?o de 2020, este bosque caducifolio del Pirineo navarro huele a tierra mojada y en el paisaje empiezan a aparecer los primeros amarillos; pronto ir¨¢n encendi¨¦ndose todav¨ªa m¨¢s las hojas, multiplic¨¢ndose las pinceladas de ocres, rojos, naranjas. Aunque la mayor¨ªa de esta masa forestal est¨¢ formada por hayas, tambi¨¦n se pueden encontrar arces, robles, casta?os, alisos, avellanos, bojes¡ Una selva de tonalidades en la que los musgos y acebos aguantar¨¢n verdes aun cuando el resto de hojas muden de color y caigan al suelo. El hayedo de Zilbeti se salv¨® tras una sentencia del Tribunal Supremo de 2017 que tumb¨® el proyecto minero para extraer magnesita. Aunque los promotores defend¨ªan que la cantera afectaba directamente solo a un 0,25% de las m¨¢s de 9.000 hect¨¢reas de la Zona Especial de Conservaci¨®n Monte Alduide, el fallo destacaba que de llevarse a cabo se incumplir¨ªan la mayor¨ªa de los objetivos del plan de gesti¨®n de este valioso espacio protegido de la red europea Natura 2000. Del Guernica ya solo quedan hoy restos descoloridos en algunos troncos, pero estos ¨¢rboles se han convertido en un s¨ªmbolo de resistencia. Con sus pinceles, los vecinos rebeldes de un valle de apenas 800 habitantes consiguieron que su bosque saliera en los peri¨®dicos y que la gente viniera a verlo. Tuvieron que repintarlo de nuevo dos veces m¨¢s. Por la lluvia y por las pintadas encima a favor de la cantera.
¡°En estos valles, el bosque es una parte muy esencial de la vida de las personas¡±, incide Errea. Cada a?o, en estos pueblos se reparte a cada casa un lote de ¨¢rboles, cuatro o cinco ejemplares, unas 10 toneladas de madera. ¡°Las familias tienen que tirarlos y partirlos, pues ser¨¢ con lo que se calienten en invierno¡±, explica esta vecina de Espinal (250 habitantes), que a?ade: ¡°Aparte de los ¨¢rboles y los animales, el hayedo representa un espacio de ocio y nos da hongos en oto?o, pero sobre todo nos hace ser quienes somos, vivimos en un bosque, es nuestra esencia¡±. El proyecto de la cantera surgi¨® en plena crisis econ¨®mica, cuando m¨¢s se necesitaban los puestos de trabajo, por eso hubo mucha tensi¨®n en los pueblos cuando una parte de los habitantes sali¨® en defensa del bosque.
El hayedo de Zilbeti suena a agua y madera. Dentro de este bosque m¨¢gico se escuchan el rumor del r¨ªo y las gotas de lluvia al caer sobre las hojas. Pero sobre todo sorprende el repiqueteo de los p¨¢jaros carpinteros contra los troncos. Con unos 25 cent¨ªmetros de tama?o y un llamativo plumaje negro y blanco, el pico dorsiblanco es uno de los carpinteros m¨¢s escasos del pa¨ªs y una de las razones de que los tribunales pararan la cantera. Esta ave en peligro de extinci¨®n vive acantonada en unos pocos bosques del Pirineo navarro, resonando su alegre tamborileo en la misma zona donde estaba proyectado el agujero de la mina a cielo abierto. ¡°?Acaso el p¨¢jaro carpintero no tiene alas para volar si se abriese una cantera?¡±, lleg¨® a decir el alcalde de Valle de Erro, Enrique Garralda, para defender el proyecto minero. As¨ª figura en un art¨ªculo de 2015 recogido en el ¨¢lbum de recortes del que va pasando las hojas Juan Luis Mart¨ªnez Sagard¨ªa en su casa de Zilbeti, una localidad en la que apenas viven 30 personas todo el a?o. ¡°Esta vez ha salido bien, pero no es lo habitual que se salve el bosque¡±, se?ala el presidente de la coordinadora en defensa del monte Alduide, que reclama m¨¢s apoyo para la gente que queda en los pueblos.
Mientras tanto, Magnesitas Navarras ha comenzado los tr¨¢mites para abrir otra cantera en el paraje de Artesiaga, ahora en el valle de Baztan, pero tambi¨¦n dentro de la ZEC Monte Alduide. ¡°Hoy nos quedan de siete a ocho a?os de mineral en el yacimiento que estamos explotando en Eugi y la alternativa es el proyecto en la zona de Artesiaga¡±, afirma Javier Creixell, director general de esta empresa. ¡°En Zilbeti el proyecto era t¨¦cnicamente impecable, pero es cierto que nos llevamos un buen varapalo, de ah¨ª hemos aprendido¡±, subraya. ¡°No supimos explicarlo¡±. La empresa tuvo entonces todos los apoyos de las administraciones locales, pero se top¨® con este pu?ado de vecinos rebeldes, ayudados por la organizaci¨®n SEO/BirdLife. ¡°Ahora siento el bosque como m¨¢s nuestro¡±, comenta Edurne Errea, que asegura que el Guernica no se volver¨¢ a pintar a pesar de las peticiones. ¡°Ya con la sentencia, el hayedo tiene que volver a su ser, que es la idea de todo esto, nosotros nos nutrimos del bosque mientras vivimos aqu¨ª y luego lo dejamos para que puedan seguir us¨¢ndolo las futuras generaciones¡±.
Caba?eros: temor al cambio clim¨¢tico
Un poderoso bramido retumba en la oscuridad de la noche. Entre las encinas y alcornoques del parque nacional de Caba?eros, dentro de un saco de dormir en el suelo, Carlos de Hita (Madrid, 1959) cumpli¨® este oto?o con una tradici¨®n que repite todos los a?os: grabar la berrea, el estruendoso celo de los ciervos. Este especialista en sonidos de la naturaleza lleva 35 a?os escuchando los bosques. Empez¨® por casualidad, estaba grabando documentales con Joaqu¨ªn Ara¨²jo y de pronto hubo que sustituir al t¨¦cnico de sonido; nunca hab¨ªa pensado en dedicarse a esto, pero ya no pudo desengancharse. En su ¨²ltima visita a Caba?eros de este a?o, coloc¨® varios micr¨®fonos para grabar durante toda la noche, cuando el bosque ya no se puede ver con los ojos, pero s¨ª con los o¨ªdos. ¡°La berrea es el sonido m¨¢s espectacular del bosque, resulta hipn¨®tico¡±, dice.
Caba?eros no es solo la ra?a, la llanura que le ha valido el apelativo del Serengueti espa?ol. Este espacio de excepcional valor entre Ciudad Real y Toledo constituye una de las mejores representaciones de bosque mediterr¨¢neo del pa¨ªs. En su autobiograf¨ªa, R¨ªo arriba, el ecologista Santiago Mart¨ªn Barajas relata c¨®mo en abril de 1987 le cogi¨® prestado un coche Renault 12 a su padre y comenz¨® con otras cuatro personas la ocupaci¨®n de la finca a la que pertenec¨ªan estas tierras para evitar que se convirtiesen en un campo de tiro del Ej¨¦rcito del Aire. Esa loca acci¨®n de unos pocos, a la que se fue sumando mucha m¨¢s gente, tuvo una gran repercusi¨®n medi¨¢tica y un a?o despu¨¦s el Gobierno de Castilla-La Mancha declar¨® Caba?eros espacio protegido. Hoy, este parque nacional integra 40.800 hect¨¢reas, con bosques de encinas y alcornoques, junto a quejigos y robles, una gran extensi¨®n formada en un 45% por fincas privadas. Al igual que el olor a jara y romero lo impregna todo, este ecosistema tambi¨¦n desprende un sonido particular. ¡°Cada bosque tiene su propia banda sonora, que es diferente en cada momento del a?o y en cada momento del d¨ªa¡±, recalca De Hita. Lo que le llega a trav¨¦s de sus auriculares constituye una informaci¨®n muy valiosa, una huella sonora que muestra el valor de cada ecosistema. En las m¨¢s de tres d¨¦cadas que lleva coleccionando registros sonoros, ha percibido de forma clara c¨®mo ha ido cayendo el sonido de los animales silvestres.
Junto a la disminuci¨®n del uso de la madera o la despoblaci¨®n del mundo rural, el calentamiento del planeta es otro de los factores que m¨¢s pueden transformar los bosques espa?oles. En el caso de Caba?eros, ?ngel G¨®mez Manzaneque, director de conservaci¨®n, asegura que en el parque nacional ya lo est¨¢n notando de dos formas muy concretas. En primer lugar, este espacio protegido cada vez dispone de menos zonas con las condiciones de humedad requeridas para uno de sus ¨¢rboles emblem¨¢ticos: el quejigo. Para intentar evitar que esta especie desaparezca del parque, no queda m¨¢s remedio que plantar ejemplares en zonas acotadas. Por otro lado, tambi¨¦n est¨¢n constatando un cambio en el r¨¦gimen de lluvias que est¨¢ alargando la propia berrea. Los ciervos no encuentran ahora la hierba con la que se alimentaban en octubre, en la montanera (una especie de peque?a primavera), por lo que est¨¢n postergando su reproducci¨®n.
?Qu¨¦ va a ocurrir con los bosques ib¨¦ricos seg¨²n vaya aumentando la temperatura? A partir de los datos actuales, se sabe que la masa forestal est¨¢ creciendo y que se est¨¢ produciendo un avance de las especies frondosas (como encinas o hayas) frente a las con¨ªferas (pinos). Jordi Vayreda, investigador del Centro de Investigaci¨®n Ecol¨®gica y Aplicaciones Forestales ?(CREAF, en sus siglas en catal¨¢n), indica que esto no tiene que ver tanto con el cambio clim¨¢tico como con una disminuci¨®n de la intervenci¨®n humana en el campo. Despu¨¦s de estudiar la actual mortalidad de ¨¢rboles por el calor, su conclusi¨®n es que, en un primer momento, ¡°los bosques de la Espa?a verde, como los de Galicia o la cordillera Cant¨¢brica, son los que m¨¢s van a sufrir, pues est¨¢n menos adaptados a la sequ¨ªa¡±. No obstante, lo que ocurra a m¨¢s largo plazo depender¨¢ de cu¨¢nto se deje que se caliente el planeta. ¡°Todo es especulativo, pero es previsible que si los cambios son muy dr¨¢sticos haya hasta especies arb¨®reas muy adaptadas que acaben desapareciendo de algunas zonas¡±, afirma este investigador. ¡°Incluso el pino carrasco, el ¨¢rbol del pa¨ªs que m¨¢s resiste, tiene un l¨ªmite¡±. Como destaca Vayreda, este cambio clim¨¢tico est¨¢ siendo muy r¨¢pido, mientras que las din¨¢micas de un bosque son lentas, por ello considera que los humanos pueden ayudar a que estos ecosistemas est¨¦n mejor preparados por medio de la gesti¨®n forestal, plantando especies m¨¢s resistentes o retirando ejemplares de forma selectiva para reducir la competencia por el agua. El abandono de estos espacios arbolados y la acumulaci¨®n de madera, unido al cambio clim¨¢tico, supondr¨ªa disparar el riesgo de que el bosque termine envuelto en llamas.