Arturo P¨¦rez-Reverte: ¡°No perdurar¨¦. Cuando muera, nadie me recordar¨¢¡±
A punto de cumplir 70 a?os y con su novela ¡®El italiano¡¯ reci¨¦n aparecida este oto?o, Arturo P¨¦rez Reverte repasa los episodios que han marcado su vida y su carrera
Sali¨® con 20 a?os de Cartagena para vivir las historias que le hab¨ªan contado los libros. Pero lo hizo sin la menor intenci¨®n de convertirse en escritor. Arturo P¨¦rez-Reverte cumpli¨® con lo primero y adem¨¢s se forj¨® un destino no buscado que le condujo a lo otro. Un oficio para el que se hab¨ªa curtido como reportero en el diario Pueblo y con su experiencia en Televisi¨®n Espa?ola pero tambi¨¦n a base de hurgar en las bibliotecas de su abuelo paterno y su abuela materna. Dos mundo...
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Sali¨® con 20 a?os de Cartagena para vivir las historias que le hab¨ªan contado los libros. Pero lo hizo sin la menor intenci¨®n de convertirse en escritor. Arturo P¨¦rez-Reverte cumpli¨® con lo primero y adem¨¢s se forj¨® un destino no buscado que le condujo a lo otro. Un oficio para el que se hab¨ªa curtido como reportero en el diario Pueblo y con su experiencia en Televisi¨®n Espa?ola pero tambi¨¦n a base de hurgar en las bibliotecas de su abuelo paterno y su abuela materna. Dos mundos de tendencias dispares en tinta que le sirvieron para hacerse un autor de ¨¦xito: de su debut con El h¨²sar a su primer superventas internacional, La Tabla de Flandes, de sus entregas del capit¨¢n Alatriste o Falc¨® sin olvidar El club Dumas, La reina del sur, Cabo Trafalgar, su puesta al d¨ªa de leyendas como el Cid en Sidi o los h¨¦roes del Dos de Mayo en Un d¨ªa de c¨®lera, la guerra civil en L¨ªnea de fuego, su homenajea a la Real Academia Espa?ola en Hombres buenos a su libro m¨¢s personal, como ¨¦l reconoce que es El pintor de batallas, hasta la ¨²ltima novela que ha publicado, El italiano (Alfaguara)¡ Una larga lista en la que se reconoce a un autor ajeno a corrientes: ecl¨¦ctico y curioso. Tambi¨¦n bronco, seco y crudo, notario de horrores con escasas esperanzas en la especie ¨Csalvo excepciones-, dispuesto a la pol¨¦mica y a la provocaci¨®n. Hoy, dice envejecer asumi¨¦ndolo, pero eso s¨ª, sin renunciar a perderse en su barco por el Mediterr¨¢neo, su patria.
Pregunta. 70 a?os cumple. ?Hora de hacer balance?
Respuesta. Pas¨¦ toda la vida dando tumbos, carezco de sentido de celebraci¨®n. Los cumplea?os no marcan nada para m¨ª.
P. ?Lleva alg¨²n tiempo pensando m¨¢s en el pasado que en el futuro?
R. Sal¨ª de casa con una mochila muy joven y eso me dio una mirada, con esa mirada me manejo ahora. La que me dej¨® la vida n¨®mada, pero no soy nost¨¢lgico. Asumo la edad que tengo quiz¨¢ porque le¨ª a S¨¦neca muy pronto y me siento muy pr¨®ximo a los estoicos porque ayudan a envejecer.
P. Y un estoico con un hombre de acci¨®n, ?c¨®mo se combinan?
R. Perfectamente. Sin estoicismo, la acci¨®n se puede convertir en perturbaci¨®n. Si no tienes las dosis que te dan las lecturas y una formaci¨®n, ese aplomo de una formaci¨®n cl¨¢sica, el desorden te puede arrastrar. Yo lo he visto en otros. El libro ha sido mi analg¨¦sico y mi calmante. Sin eso, me habr¨ªa perdido con 20 a?os en cualquier lugar de ?frica. F¨ªjate, entonces, no exist¨ªa ni el sida. Sin esa formaci¨®n cl¨¢sica, yo estudi¨¦ lat¨ªn y griego, sin esa serenidad, ahora, en la vejez, no encontrar¨ªa calma interior.
P. La vejez es algo dif¨ªcil de asumir. ?Usted se siente viejo?
R. Yo soy viejo. Quien diga que con 70 a?os no lo es me parece idiota.
P. No todo el mundo lo admite.
R. ?All¨¢ ellos! Mi trabajo me ha costado llegar hasta aqu¨ª. La vejez viene asumida cuando vives como has querido vivir. No tiene nada de vergonzoso. Yo tengo 70 a?os y estoy orgulloso de haber llegado hasta aqu¨ª. Adem¨¢s, un viejo no puede ser contempor¨¢neo. Debe vivir su tiempo e intentar comprenderlo pero no puede adaptar su biograf¨ªa a otro tiempo. Yo soy perfectamente consciente de eso.
P. Esa formaci¨®n cl¨¢sica y lectora en un principio se la debe a la biblioteca de su abuelo. ?C¨®mo era?
R. Grande, era una biblioteca grande. Tuve la suerte, adem¨¢s de que mi abuelo paterno era un hombre de lecturas cl¨¢sicas: Homero, Stendhal, Gald¨®s, Balzac, Blasco Ib¨¢?ez... Pero mi abuela materna, por otra parte, era una lectora moderna y con ella me acerqu¨¦ a Hemingway, a Frank Slaughter, Frank Yerby, a la novela policiaca negra: Hammett, Chandler, Agatha Christie. Eso me dio un contacto doble que me ha servido a partes iguales. Yo aprend¨ª tanto de los autores de la biblioteca de mi abuela materna como los de mi abuelo paterno. Me form¨¦ con esas dos patas. Los trucos, la estructura narrativa se la debo m¨¢s a ella que a ¨¦l.
P. Por no hablar de Dumas y Los tres mosqueteros¡
R. S¨ª, claro. Eso fue lo primero y me sirvi¨® para toda la vida. Lo habr¨¦ le¨ªdo 10 o 12 veces.
P. Leer y, ?qu¨¦ m¨¢s? Habla poco de esa parte de su vida.
R. Leer e ir al cine. He visto estrenarse Ben-Hur, R¨ªo Bravo, Los diez mandamientos. Sal¨ªa de Moby Dick y jugaba a que era arponero. Ve¨ªa un w¨¦stern y me hac¨ªa pistolero.
P. Y de Cartagena, ?qu¨¦ m¨¢s le qued¨®?
R. Tuve suerte. En mi infancia se cruza todo lo que hemos hablado y el mar, el puerto, los barcos, la familia de marinos. En la de mi padre hubo muchos capitanes de la marina mercante. Me pas¨¦ la vida escuchando hablar de naves, naufragios, buques torpedeados. Todo eso m¨¢s el barrio de Escombreras, donde crec¨ª al aire libre, jugando, se mezcla y me conforma una manera de ver la vida, claro. Tuve muchos est¨ªmulos y ahora sigo aprendiendo. Por ejemplo, a ser viejo.
P. Para eso le sirve, sin duda, lo que dice usted de su padre: la dignidad que mostr¨® para vivir y para morir.
R. S¨ª. Mi padre era un hombre silencioso. Lo que entonces se dec¨ªa un caballero. Un tipo muy digno. Muy silencioso, como digo: un hombre de actitudes.
P. ?Le preguntaba muchas cosas a su padre?
R. No. Hay personas que te educan con su actitud, no con palabras.
P. ?Y a su madre?
R. Mi madre si era m¨¢s de palabras. Una gran lectora, hab¨ªa viajado a Argelia de peque?a cuando pertenec¨ªa a Francia y s¨ª, era m¨¢s de palabras.
P. Se fue pronto de su casa¡ ?Qu¨¦ quer¨ªa ser?
R. Escritor, no. Quer¨ªa buscar lo que hab¨ªa le¨ªdo en los libros. Tener amigos divertidos, conocer chicas guapas, pegarme en un burdel de Bangkok, dormir en una pensi¨®n de Per¨², cruzar el desierto con guerrilleros. Y lo hice. He tenido la suerte de que toda mi vida he alcanzado aquello que so?¨¦ conocer. Pero escritor no quise ser. Lo soy como consecuencia de eso. Hay un momento en mi vida importante. Al empezar a ver que no se puede ser reportero todo el tiempo.
P. ?Cu¨¢ndo ocurre eso?
R. Me di cuenta de que envejec¨ªan muy mal. Hemingway dec¨ªa que este trabajo estaba muy bien si lo sabes dejar a tiempo.
P. ?En eso primaba m¨¢s un componente f¨ªsico o mental?
R. Un d¨ªa estuve en un burdel asi¨¢tico con un viejo reportero.
P. Voy a ponerlo tal cual, en un burdel asi¨¢tico, para que le fr¨ªan en Twitter.
R. Puedes decirlo¡ ?l era una ruina: putero, drogadicto.
P. O un ejemplo para no llegar a tanto¡
R. S¨ª, exacto. Yo, al aterrizar en los sitios, me pegaba al m¨¢s veterano y dec¨ªa: buenas, quiero aprender. Y me adoptaban. Este, tambi¨¦n. Me dijo: yo no voy a volver a Espa?a. No tendr¨ªa esta vida. Y pens¨¦ que yo no quer¨ªa terminar as¨ª: en un burdel de Bangkok cont¨¢ndole a un periodista joven que no quer¨ªa regresar. Lo tuve en la cabeza. Pas¨® el tiempo y a ra¨ªz de la guerra del Golfo y de Bosnia, cuando vi que la vida cambiaba, el mundo tambi¨¦n, decid¨ª salirme.
P. Antes de en Televisi¨®n Espa?ola estuvo en el diario Pueblo. ?C¨®mo era?
R. Un nido de piratas espectacular: un peri¨®dico extraordinario. Lleno de golfos, tah¨²res, puteros, desaprensivos y desalmados. Pero los mejores periodistas del mundo. Nadie imaginar¨ªa hoy un peri¨®dico como Pueblo. Lo hac¨ªan fascistas, comunistas, socialistas, todo el mundo se llevaba bien. Entr¨¦ siendo un pardillo y aprend¨ª toda la mec¨¢nica del oficio. Dec¨ªa corcholis, como mucho, y sal¨ª siendo un tibur¨®n como todos ellos. Fue la etapa como periodista m¨¢s feliz de mi vida. Con 22 a?os me mandaron a Chipre.
P. ?Qu¨¦ vieron en un chaval de 22 a?os para envirlo a la guerra?
R. No lo s¨¦¡ Me dijeron que si quer¨ªa ir y dije que s¨ª. Bueno, hombre, hablaba idiomas, cosa que no todos los periodistas hac¨ªan en esa ¨¦poca, hab¨ªa sido paracaidista y buzo, navegu¨¦ en petroleros y lleg¨® la crisis del petr¨®leo. Ca¨ªa bien, cre¨ªan en m¨ª y me llamaron para eso.
P. Cierran Pueblo y pasa a la tele. Ah¨ª llega otro ¨¢mbito, el de la popularidad.
R. Yo ya era conocido. Lo que cambi¨® fue que ya no viajaba solo. Hab¨ªa pasado a?os viajando solo. Eso te hace ver la vida de manera muy peculiar. Te obliga a relacionarte y moverte de manera diferente por el mundo. No tienes quien te ayude pero tampoco a nadie que te d¨¦ la brasa. Eres libre e independiente, respondes de ti mismo. Moverte con un equipo de televisi¨®n era otra cosa. Viv¨ªas pendiente del reloj y el tel¨¦fono. Te mov¨ªas con un equipo. Eso me puso a los jefes m¨¢s cerca. Me rompi¨® esa libertad de la que hab¨ªa disfrutado tanto en el diario. Hasta el punto de no poder pararte ante una tragedia porque debes transmitir.
P. Ya¡
R. Una vez, nada m¨¢s transmitir tras un bombardeo en Croacia me puse a rescatar gente en un edificio. Al salir, el m¨ªtico M¨¢rquez, el c¨¢mara, me dijo: ¡°Si quieres ayudar, hazte enfermera¡±. Lo defini¨® bien. Si yo no me dedico a dar im¨¢genes y las da la CNN, me despiden porque yo he ido para all¨¢ a contarlo. Esas situaciones, las hemos vivido muchas veces. M¨¢s en televisi¨®n que en el peri¨®dico. La televisi¨®n me puso sobre el espejo ante esos conflictos m¨¢s hondos y de m¨¢s dif¨ªcil soluci¨®n.
P. Contarlo, muchas veces, acelera las decisiones pol¨ªticas.
R. Mira, ?sabes qu¨¦ te digo? Me pas¨¦ tres a?os en los Balcanes contando aquella mierda y nadie hac¨ªa nada. Mostrando muertos, horrores y nadie hac¨ªa nada. Eso de que la televisi¨®n cambia las cosas, no estoy muy seguro. Yo hac¨ªa mi trabajo y otros tambi¨¦n. En aquella guerra murieron 52 periodistas, siete de ellos, amigos m¨ªos. Los conflictos para nuestro trabajo son irresolubles. Cuando paras a ayudar y no encaras tu cometido tienes el remordimiento de no haber cumplido y cuando sigues adelante, te torturas por no haber estado a la altura como ser humano.
P. ?Ese era el principal conflicto?
R. Uno de tantos. La guerra es muy dura. Te deja huellas. Est¨¢n en mis libros. En Territorio comanche pero, sobre todo en El pintor de batallas, libro que deber¨ªas leer.
P. Lo he le¨ªdo. Yo creo que marca un antes y un despu¨¦s en su carrera. ?Es la obra que m¨¢s le define?
R. Es mi novela m¨¢s autobiogr¨¢fica. Cambian detalles, pero es el balance de mi vida como reportero. Muy duro y muy crudo. Si yo tuviera que elegir uno para la tumba, me lo llevar¨ªa conmigo. Ah¨ª liquido las cuentas con el periodismo y desde entonces me dedico sin cargas a escribir novelas. La huella, la marca, el rastro, el peso como reportero se salda ah¨ª. Despertarte por las noches porque escuchas un tubo de escape y te lleva a seg¨²n qu¨¦ lugares me dura hasta que saldo todo con El pintor de batallas.
P. ?A partir de entonces duerme mejor?
R. Mejor, s¨ª. No del todo porque a¨²n me viene, pero no es igual. Ajust¨¦ cuentas con mi memoria. Ojo. Y no siempre estoy orgulloso de mi memoria, eh. S¨ª de muchas cosas, pero de otras que he hecho y no he hecho, tampoco estoy orgulloso.
P. ?Cu¨¢les?
R. Tampoco te las voy a contar. Pero una vida como reportero¡ Yo no era un turista de la guerra. Viv¨ªa all¨ª. Para viajar, pasar fronteras, para sobornar a un aduanero, a una telefonista, para conseguir un pasaje de avi¨®n, una habitaci¨®n de hotel, tienes que hacer muchas cosas. Buenas y malas. Soy un experto en sobornos. He sobornado a todo Cristo en todos los idiomas del mundo. Cosas que aqu¨ª ser¨ªan horribles, ah¨ª resultan naturales. Ten¨ªas que salir de muchas situaciones. Eso te deja buenos y malos recuerdos.
P. ?Ese mal dormir ven¨ªa del remordimiento o del miedo?
R. Yo no he tenido nunca remordimientos.
P. ?Seguro?
R. Bueno, no es verdad¡ Miedo s¨ª, todo el rato. A que te vuelen un brazo o los huevos, a que te quedes inv¨¢lido. Tienes miedo, pero p¨¢nico, no, porque te descompone.
P. ?No se ha descompuesto nunca?
R. Jam¨¢s. Ah¨ª est¨¢n mis compa?eros, para contarlo.
P. ?Y del remordimiento?
R. Por cosas que hice y que no hice. Porque ten¨ªa que transmitir, porque no pod¨ªa parar. Recuerdo dos momentos especialmente. Uno cuando una bomba revent¨® a un ni?o de 11 a?os, ten¨ªa la edad de mi hija entonces. Iba moribundo, manch¨¢ndome la camisa y las u?as de sangre. No llegamos a tiempo al hospital. Muri¨®. No hab¨ªa agua y llev¨¦ la sangre del ni?o durante d¨ªas encima. Otra fue en Chipre, mi primera guerra. Hu¨ªamos y en la carretera vimos a una familia con un ni?o y un oso de peluche que nos hac¨ªa se?ales para parar. El conductor era ingl¨¦s y pas¨® de largo. Recuerdo el pu?o del ni?o se?al¨¢ndonos. Podr¨ªa pintarlo ahora mismo. De ese tipo de cosas, tienes miles. Para eso escrib¨ª El pintor de batallas.
P. ?Ese libro es el que tambi¨¦n le hace ganar confianza como gran escritor?
R. Yo no soy gran escritor. Soy un tipo que cuenta historias. Lo mejor que puedo. Cuando yo desaparezca nadie me va a recordar.
P. ?No cree que perdurar¨¢? Despu¨¦s de morir, ?piensa que le seguir¨¢n leyendo?
R. Yo estoy seguro de que no, de que a los dos o tres a?os estar¨¦ olvidado, nadie me recordar¨¢, como a tantos otros. Yo solo quer¨ªa contar historias. Cuando decido dedicarme a ello pienso: ?qu¨¦ hago yo ahora con mi vida, con todo el bagaje, con la imaginaci¨®n y la biograf¨ªa acumulada? Decido as¨ª continuar la aventura de mi vida. Ya que no pod¨ªa seguir viajando lo cambio al contar historias. Lo que ocurre para mi sorpresa es que mis novelas se empiezan a leer no s¨®lo en Espa?a, tambi¨¦n en 40 pa¨ªses. Y que puedo vivir de ello. Eso me da una libertad y una independencia que me permiten subsistir. Hay gente que lo persigue y lo merece mucho m¨¢s que yo y no lo ha logrado. En ese sentido, soy muy afortunado.
P. El fen¨®meno empieza con La tabla de Flandes, que le publican en Alfaguara Luis Su?¨¦n y Manuel Rodr¨ªguez Rivero, su tercera novela despu¨¦s de El h¨²sar y El maestro de esgrima.
R. S¨ª, yo me voy a la Guerra del Golfo sin ver el libro editado y a la vuelta es un best seller en ocho o 10 pa¨ªses. Ya hab¨ªa resuelto el dilema. Ya no ten¨ªa que acabar en un burdel de Bangkok. Y as¨ª fue. Pillo una ¨¦poca buena. Cuando alg¨²n colega se queja de que ahora vendemos menos, que es verdad, las ventas han ca¨ªdo mucho, le recuerdo que en los a?os ochenta y los noventa, fueron extraordinarios, que llegu¨¦ a vender 800.000 ejemplares en un a?o, cosa ahora impensable.
P. No le voy a preguntar cuanto ha ganado.
R. No, no me lo vas a preguntar.
P. Ni tampoco cu¨¢nto han ganado sus editores con sus libros.
R. Tampoco me lo vas a preguntar.
P. Con hacer el c¨¢lculo, vale, pero¡ Y ahora, ?por qu¨¦ cree que cayeron las ventas?
R. Porque ahora, en el tren o en un aeropuerto, cogen esta mierda del m¨®vil y ya, lo que el libro cubr¨ªa o llenaba como tiempo, ahora lo cubre el m¨®vil o internet.
P. Pero ah¨ª tambi¨¦n se lee.
R. Mucho menos, est¨¢n con el whatsapp, con el correo, con Twitter y as¨ª¡
P. Y no hemos hablado de Alatriste. Seg¨²n usted, a Falc¨®, de quien cree que podr¨ªa hacerse amigo, no le confiar¨ªa su vida. Pero a Alatriste, s¨ª.
R. Yo he conocido muchos Falc¨®s y Alatristes. Puedo elegir entre varios perfiles pero yo ni soy ni digo lo que son y dicen ellos. Los buenos son m¨¢s aburridos que los malos. Yo me tomo una copa con san Francisco de As¨ªs y me aburro en media hora del hermano lobo. En cambio me topo con un francotirador o un torturador, como me ha pasado en Angola, y me puedo tirar toda la noche: aprendes que el inteligente confiesa antes que el est¨²pido, que hay gente para la que ni sirve la violencia, quien es ruin y cobarde. ?Me dio una serie de claves! El t¨ªo era un psic¨®logo. Conoc¨ªa al ser humano porque lo torturaba. Hay que saber comportarse con los hijos de puta y claro, a eso, lo aprendes con los hijos de puta. No te lo ense?an en el colegio.
P. Pese a su fascinaci¨®n por el mal, escribi¨® usted una novela como reivindicaci¨®n de la bondad, Hombres buenos, que le debe mucho a la Real Academia Espa?ola (RAE), de la que es usted miembro. ?Fue un cambio en quien se empe?a en tratar malotes por doquier?
R. Yo no desprecio el bien. Lo que s¨¦ es que en la vida que llev¨¦ como reportero aprend¨ª m¨¢s de los malos que de los buenos. Ahora, sin duda, pasa al contrario. De los malos ya tuve mi sobredosis. De hecho, mis amigos, ahora, todos son buenos. Ahora puedo elegir mis compa?¨ªas. Cuando estaba cubriendo la guerra, no pod¨ªa.
P. Lleg¨® a la RAE en 2003, ?en qu¨¦ cambia su vida?
R. Pues en que llevo corbata los jueves y voy mucho. Soy un acad¨¦mico muy activo, muy cumplidor, de los que m¨¢s asistencias han sumado.
P. Aquel episodio que levant¨® escamas cuando sobre el lenguaje inclusivo escribi¨® aquello aludiendo a las de la pepitilla, ?cre¨® mal ambiente?
R. De eso no hablo. Y de la Academia tampoco.
P. ?Tampoco de los problemas de financiaci¨®n que sufrieron en la etapa del PP?
R. Eso preg¨²ntaselo al director, Santiago Mu?oz Machado.
P. Vale... De la bondad, ?qu¨¦ ha aprendido?
R. La palabra bondad no es rigurosa. Prefiero los conceptos de las Meditaciones, de Marco Aurelio: la humanidad, el respeto por la vida, la lucidez. La bondad l¨²cida frente a la bondad est¨²pida, que hace m¨¢s da?o a veces que el mal.
P. ?El buenismo?
R. La filantrop¨ªa de redes sociales, que se da tanto en los ¨²ltimos tiempos, puede llevar a lugares muy peligrosos. Esa la desprecio bastante. Los buenos est¨²pidos te llevan al cementerio.
P. Lo que m¨¢s le sirve a su lado de agitaci¨®n tuitera es la maldad.
R. No, eso no es verdad. Twitter es una herramienta.
P. ?Qu¨¦ le seduce de las redes sociales?
R. Yo detesto Twitter. Pero es de lo m¨¢s ¨²til. S¨¦ que cualquier mensaje m¨ªo llega a millones. Lo uso por divertirme, doy una patada y se agita el avispero. Lanzo la piedra y me largo. No vivo ah¨ª. De eso, no s¨¦, ni entiendo. No lo necesito.
P. Lo que s¨ª necesita es su biblioteca; seg¨²n cuentan por ah¨ª, impresiona. M¨¢s de 30.000 vol¨²menes. ?Atemper¨® su impulso de hombre de acci¨®n?
R. Mi casa la constru¨ª pensando en la biblioteca. Cuando dej¨¦ mi vida de reportero, necesit¨¦ un lugar donde protegerme. Me constru¨ª poco a poco una especie de torre en la que me met¨ª. Con libros le¨ªdos y por leer. Una biblioteca es un proyecto de vida. Consulto, en los maestros encuentro soluciones. Ah¨ª tengo enciclopedias, diccionarios y de Thomas Mann a Agatha Christie, miles de tendencias. Los consulto para que me echen una mano. Todo me es necesario. Eso es importante destacarlo. La ausencia de prejuicios me ha sido muy ¨²til. Cuando a ciertos autores, como a Stephen Crane, se les despreciaba, yo no. Ese eclecticismo, fundamental, viene de ah¨ª. Mi obra se nutre de eso. Reconstru¨ª la biblioteca de mis abuelos, le a?ad¨ª la de mi padre y despu¨¦s la m¨ªa. Quer¨ªa un lugar en el que me sintiera seguro: hice una casa para envejecer y vivir as¨ª. Y en ella envejezco y escribo.
P. ?Qu¨¦ har¨¢n sus libros cuando falte?
R. Seguir¨¢n su vida¡ Yo he visto arder bibliotecas. Muchas. Si ardiera la m¨ªa, no me importa. Puedes empezar otra vez. Comprar¨¦ un Quijote, para empezar, unos Ensayos de Montaigne, unas Memorias de ultratumba de Chateaubriand, una Iliada, una Odisea, una Eneida, a Gald¨®s, Conrad, Stevenson¡ Comenzar¨ªa de nuevo. No ser¨ªa una tragedia, porque la llevo en la cabeza.
P. ?Y el mar, donde lo lleva?
R. Eso es otra cosa. Otro mundo. El mar es distinto. El Mediterr¨¢neo es mi patria, de verdad. Soy espa?ol para lo bueno y para lo malo, pero mi patria, verdaderamente, es el Mediterr¨¢neo: homero, el vino tinto, el aceite de oliva, los piratas berberiscos, el Imperio Romano¡ Y mi barco el medio por el cual navego por mi patria.