Tudora (Moldavia): Dos maletas
Preguntas, confusi¨®n y solidaridad al otro lado de la frontera.
Es imposible no pensar que t¨² podr¨ªas ser una de ellas.
?Qu¨¦ har¨ªas? ?C¨®mo te sentir¨ªas? He conocido en estos d¨ªas un trocito de las historias de las ucranias que han dejado su hogar huyendo de la barbarie de la guerra. Esas mujeres que se hab¨ªan separado de sus maridos y sus mayores hac¨ªa apenas unas horas para emprender el g¨¦lido viaje hasta la frontera m¨¢s cercana. Todas dec¨ªan: ¡°Nunca pens¨¦ que esto me iba a pasar, que acabar¨ªa aqu¨ª¡±. ¡°No me cre¨ª que hubiera guerra¡±. ¡°No me parec¨ªa real¡±.
La guerra es algo irreal. Otros tantos reci¨¦n llegados creen que en una semana podr¨¢n re...
Es imposible no pensar que t¨² podr¨ªas ser una de ellas.
?Qu¨¦ har¨ªas? ?C¨®mo te sentir¨ªas? He conocido en estos d¨ªas un trocito de las historias de las ucranias que han dejado su hogar huyendo de la barbarie de la guerra. Esas mujeres que se hab¨ªan separado de sus maridos y sus mayores hac¨ªa apenas unas horas para emprender el g¨¦lido viaje hasta la frontera m¨¢s cercana. Todas dec¨ªan: ¡°Nunca pens¨¦ que esto me iba a pasar, que acabar¨ªa aqu¨ª¡±. ¡°No me cre¨ª que hubiera guerra¡±. ¡°No me parec¨ªa real¡±.
La guerra es algo irreal. Otros tantos reci¨¦n llegados creen que en una semana podr¨¢n regresar a sus hogares en Ucrania. Como si la guerra se fuera a acabar de un d¨ªa para otro. Como si fuera una pesadilla r¨¢pida. Los hay que se dicen en shock y confiesan que todav¨ªa no se sienten preparados para hablar de ello.
Conoc¨ª a Ilona Moskaliuk, de 45 a?os, y a su hija Bianca Chorba, de 17, en una casa de acogida en Tudora, en la frontera de Moldavia con Ucrania. Una semana antes ambas viv¨ªan en Odesa. La chica hab¨ªa dejado atr¨¢s su idea de estudiar algo relacionado con la medicina; a sus amigos y a su novio. ¡°Mi amor se ha quedado all¨ª¡±, dec¨ªa. La madre segu¨ªa d¨¢ndole vueltas a c¨®mo hab¨ªan acabado con solo dos maletas en otro pa¨ªs.
Ilona era de las que cre¨ªan hasta el ¨²ltimo minuto que Putin no atacar¨ªa Ucrania. Intenta no llorar mientras charlamos y se seca las l¨¢grimas con un pa?uelito de papel. ¡°Los abrigos nos lo ha dado Concordia; los zapatos, la gente¡±. Ambas se visten de la generosidad de las organizaciones y poblaci¨®n locales. En los 20 minutos que tuvieron para empaquetar sus cosas, no les dio tiempo a pensar en mucho m¨¢s que lo imprescindible. ¡°Podr¨ªamos ir a Am¨¦rica, pero no queremos. Preferimos quedarnos¡±. Rechazan alejarse m¨¢s.
Despu¨¦s de escucharlas, respetar su llanto y compartir risas, en las horas que se prolonga mi vuelta en coche al hotel, me es inevitable volver a pensar en ellas y plantearme: ?Y si fuera yo? ?Qu¨¦ meter¨ªa en mi maleta si apenas tuviera media hora para decidir qu¨¦ es lo importante? ?Dejar¨ªa atr¨¢s a mi pareja? ?Me ir¨ªa lejos a construir una nueva vida de la noche a la ma?ana? Huir¨ªa, ?pero con la esperanza de volver? ?Me quedar¨ªa? ?Luchar¨ªa?
Estas dudas no son nuevas. Ya he lidiado con ellas en otras crisis en otros puntos cardinales del planeta. No hay respuestas infalibles a esas preguntas, pero parece que esta vez s¨ª tenemos m¨¢s claro c¨®mo querr¨ªamos que nos tratasen. Solo as¨ª se explica la enorme ola de solidaridad ciudadana con los refugiados. En Moldavia y en toda Europa. Ojal¨¢ el poder que ha demostrado tal empat¨ªa en esta guerra se mantenga y sirva para ver y aliviar el sufrimiento all¨¢ donde sea¡