Cuento de Catherine del Biombo 3
Una vez abierta la espita de los defectos reales o inventados, no logr¨® evitar figurarse lo que ser¨ªa un matrimonio con ella | Columna de Javier Mar¨ªas
A Brend¨¢n God¨ªnez lo perd¨ªan sus modales finos, por no copiar a Rimbaudo y decir su delicadeza. Era de esas personas ¡ªmuy infrecuentes en Espa?a, donde a la mayor¨ªa le importa una higa quedar como un pat¨¢n o como un bruto, porque siempre habr¨¢ otros que les jaleen la elecci¨®n tosca¡ª a las que preocupa sobremanera que alguien pueda hablar mal de ellas en el futuro o cuando hayan muerto. Como si cuidaran su biograf¨ªa en todo instante y ante cualquier testigo, ignorando que ya s¨®lo son bi¨®grafos los rencorosos, los oportunistas y los chismosos. Una puta, amiga de un amigo, se lo hab¨ªa resumido un...
A Brend¨¢n God¨ªnez lo perd¨ªan sus modales finos, por no copiar a Rimbaudo y decir su delicadeza. Era de esas personas ¡ªmuy infrecuentes en Espa?a, donde a la mayor¨ªa le importa una higa quedar como un pat¨¢n o como un bruto, porque siempre habr¨¢ otros que les jaleen la elecci¨®n tosca¡ª a las que preocupa sobremanera que alguien pueda hablar mal de ellas en el futuro o cuando hayan muerto. Como si cuidaran su biograf¨ªa en todo instante y ante cualquier testigo, ignorando que ya s¨®lo son bi¨®grafos los rencorosos, los oportunistas y los chismosos. Una puta, amiga de un amigo, se lo hab¨ªa resumido una vez as¨ª: ¡°A ti, para ser arrebatador, te falta un poco de vulgaridad¡±.
A Brend¨¢n le habr¨ªa salido contestar ¡°Ni lo sue?es¡±, pero no quiso mostrarse adusto con Del Biombo: ¡°Bueno, habr¨ªa que pens¨¢rselo mucho, apenas nos conocemos¡±. Para su sorpresa, ella contest¨® con desparpajo: ¡°Bueno, est¨¢ bien. Tampoco esperaba otra cosa¡±; y son¨® como si le hubiera reprochado: ¡°Los hombres siempre rehu¨ªs vuestras responsabilidades¡±. Luego a?adi¨®: ¡°No importa. Lo dar¨¦ en adopci¨®n¡±. Aquello le hel¨® la sangre a God¨ªnez m¨¢s que si le hubiera anunciado un segundo aborto seguido de excomuni¨®n segunda. ¡°?Un hijo m¨ªo, una hija m¨ªa? ?Sin saber en qu¨¦ manos va a caer ni qu¨¦ vida le tocar¨¢ en suerte? Antes me lo quedar¨ªa yo¡±. Eso no le pareci¨® mala perspectiva. Se vio con una ni?a que le ayudar¨ªan a cuidar sus hermanas, su cu?ada y sus amigas, y que lo querr¨ªa a ¨¦l incondicionalmente. Y con alivio pens¨®: ¡°Y adem¨¢s esta loca estar¨ªa fuera de juego¡±. En seguida se arrepinti¨® de calificarla as¨ª para sus adentros, como si ella pudiera o¨ªrle y encontrar pretexto para contar que Brend¨¢n la hab¨ªa despreciado con una asquerosa f¨®rmula paternalista. ¡°?Te lo quedar¨ªas? Pero ser¨ªa espa?ol, entonces¡±, adujo Catherine, y en su voz hab¨ªa un dejo de superioridad, como si creyera que el americano m¨¢s ¨ªnfimo ser¨ªa mejor que cualquier espa?ol, por educado que fuera. Brend¨¢n opinaba lo mismo, pero al rev¨¦s. En el fondo, los de las antiguas colonias le parec¨ªan gente rudimentaria. ¡°?Ves algo malo?¡± ¡°No no. Es s¨®lo que tendr¨ªas que costearme los viajes cuando viniera a visitarlo. No ser¨¦ nunca lo bastante rica para semejante gasto¡±. God¨ªnez se llev¨® las manos a la cabeza mentalmente: ¡°De esta mujer va a ser dif¨ªcil deshacerse, ?qui¨¦n me mandar¨ªa a m¨ª¡?¡± Una vez abierta la espita de los defectos reales o inventados, los encontraba a pu?ados, y no logr¨® evitar figurarse lo que ser¨ªa un largo matrimonio con ella, sobre todo en un Estado sure?o (los americanos cambian de lugar constantemente). Se vio sentado en un porche pasando las horas muertas en una hamaca con latas de cerveza, estragado por la humedad y el calor y con un peto espantoso. A ella la vio con pechos intimidatorios, atendiendo a varios cr¨ªos en una cocina sucia, con sartenes sin fregar. Claro que aquello era un t¨®pico sacado de las pel¨ªculas, pero un escalofr¨ªo le recorri¨® el cuerpo entero.
¡°?Ah s¨ª? Si lo entregaras en adopci¨®n ni se te permitir¨ªa visitarlo¡±. ¡°Pero si viviera contigo ser¨ªa distinto¡±. Y a?adi¨®, pasando a un inquietante presente de indicativo: ¡°Al fin y al cabo yo soy su madre¡±. Eso lo hundi¨® del todo. ¡°Bueno, bueno, esperemos a ver qu¨¦ pasa. No eres madre de nadie, y, que yo sepa, puede que ni est¨¦s embarazada¡±. Ella le sonri¨® y esta vez no se bes¨® los incisivos, sino las muelas con el interior de los carrillos. Por guapa y deseable que fuera, Brend¨¢n no podr¨ªa soportar a una mujer que emitiera tantos ruidos bucales. ¡°Vale, esperemos. De momento no nos preocupemos y v¨¢monos a tu casa. Ahora ya no hay riesgo¡±. Brend¨¢n pens¨®: ¡°Ni loco¡±. Pero s¨®lo se le ocurri¨® una excusa m¨¢s bien macabra: ¡°Hoy no puedo. He de levantarme pronto para acompa?ar a mi padre a escoger una nueva l¨¢pida para mi madre, la antigua la han destrozado unos v¨¢ndalos. Y si no voy con ¨¦l, se derrumbar¨¢ en el cementerio¡±. Pese a sonar aquello tan inveros¨ªmil, todo el mundo acepta que los deberes para con los muertos son prioritarios.
Brend¨¢n God¨ªnez necesitaba consejo de alguien m¨¢s experimentado. A su padre no pod¨ªa endilgarle aquella historia. Como Del Biombo, era cat¨®lico practicante y consideraba el aborto imperdonable. Pero s¨ª a Juan Benet, que le hab¨ªa presentado a su tesinanda o como se diga. Lo llam¨® y le pregunt¨® si pod¨ªa recibirlo de urgencia. ¡°Tengo un follet¨ªn que contarte. O quiz¨¢ se convierta en patetismo¡±. Aunque Benet no apreciaba los folletines ni lo pat¨¦tico en literatura (detestaba a Dostoyevski), sab¨ªa que la vida abunda en ambas lacras y lo cierto es que no pod¨ªa resistirse a escuchar un prometedor relato en el que adem¨¢s ¨¦l pudiera meter baza. As¨ª que lo cit¨® en su chalet de la calle Pisuerga a ¨²ltima hora de la tarde, cuando los dos salieran del trabajo. ¡°?Y ahora qu¨¦ te pasa, no tan joven Brend¨¢n?¡±, le solt¨® en cuanto se hubieron sentado. ¡°?Qu¨¦ pata has metido ahora?¡± No era la primera vez que el no tan joven acud¨ªa a ¨¦l con una cuita. God¨ªnez carraspe¨® y se arranc¨® sin m¨¢s: ¡°?Te acuerdas de aquella estudiosa de tu obra con la que coincid¨ª aqu¨ª al principio del verano?¡± ¡°?La erudita Del Biombo?¡±, dijo Benet con sorna. ¡°C¨®mo no voy a acordarme. Me someti¨® a un tercer grado irrepetible. Nunca m¨¢s le har¨¦ el trabajo a nadie. ?Qu¨¦ pasa con ella?¡±