La palabra cambio
Ahora el cambio ya no mira hacia adelante, sino hacia atr¨¢s: es un gran cambio. Y define nuestra ¨¦poca |?Columna de Mar¨ªn Caparr¨®s
Pocas palabras dan m¨¢s juego: es incre¨ªble la cantidad de cosas que se pueden hacer con el sustantivo cambio y su verbo, cambiar. Se puede cambiar ideas, cambiar de idea, cambiar de nombre, cambiar cromos, cambiar de pa¨ªs, cambiar el pa¨ªs, cambiar de vida, cambiar la vida, cambiar de pareja, cambiar de sexo, cambiar a un beb¨¦, cambiarse, cambiarse de casa, cambiar de rumbo, bajar un cambio, pedir el cambio, pedir cambio, quedarse sin cambio, temer el cambio, agitar contra el cambio o, en cambio, preguntar a cu¨¢nto est¨¢ el cambio; hay lugares, incluso, donde no se permiten cambios. Pero el camb...
Pocas palabras dan m¨¢s juego: es incre¨ªble la cantidad de cosas que se pueden hacer con el sustantivo cambio y su verbo, cambiar. Se puede cambiar ideas, cambiar de idea, cambiar de nombre, cambiar cromos, cambiar de pa¨ªs, cambiar el pa¨ªs, cambiar de vida, cambiar la vida, cambiar de pareja, cambiar de sexo, cambiar a un beb¨¦, cambiarse, cambiarse de casa, cambiar de rumbo, bajar un cambio, pedir el cambio, pedir cambio, quedarse sin cambio, temer el cambio, agitar contra el cambio o, en cambio, preguntar a cu¨¢nto est¨¢ el cambio; hay lugares, incluso, donde no se permiten cambios. Pero el cambio por excelencia es, probablemente, el cambio social: las variaciones que la voluntad de ciertas mayor¨ªas pueden producir en una sociedad. Y esa es la palabra que m¨¢s ha cambiado en las ¨²ltimas d¨¦cadas.
El recorrido de la palabra cambio es un viaje por la historia de la modernidad. La pusieron en marcha las primeras revoluciones burguesas: la francesa, que reemplaz¨® a un rey por un pueblo, hab¨ªa sido sin duda ¡°un cambio de r¨¦gimen¡±. Esa fue la tradici¨®n que las izquierdas del siglo XIX recuperaron y enarbolaron como su signo m¨¢s visible: estaban all¨ª para cambiar aquel mundo injusto y cruel por uno donde la justicia y la felicidad se extendieran a todos. La ilusi¨®n ¡ªy sus efectos pr¨¢cticos¡ª funcion¨®, y hubo, durante buena parte del siglo XX, millones y millones de personas que se dejaron la vida para conseguir ese cambio que por fin llevar¨ªa la humanidad a su mejor versi¨®n. Revoluciones, guerras de liberaci¨®n, grandes movilizaciones ten¨ªan como estandarte ese cambio social que la historia promet¨ªa.
Sus resultados, sabemos, no supieron ser los esperados. Algunos de los reg¨ªmenes que esa ilusi¨®n de cambio hab¨ªa creado se volvieron brutas dictaduras y la idea de cambio empez¨® a aplic¨¢rseles: deb¨ªan ser cambiados. En los a?os ochenta, la vanguardia de la revoluci¨®n neoliberal consigui¨® un gran triunfo: se apropi¨® de la palabra cambio. Ya en los noventa se aceptaba por doquier que, cuando se hablaba de cambio, se trataba de limar el poder de los Estados y entregar al ¡°mercado¡± las riendas de la econom¨ªa ¡ªy la pol¨ªtica y la vida.
Esa revoluci¨®n silenciosa y encorbatada construy¨® el mundo en que vivimos: uno donde la raz¨®n econ¨®mica no tiene rivales, donde las desigualdades son mayores que nunca, donde millones y millones de personas han sido excluidas, privadas de un papel en la sociedad, condenadas a una vida sin garant¨ªas, sin esperanzas. Era, seguramente, la coyuntura ideal para que las izquierdas recuperaran su mayor capital: la idea de cambio. Pero estaban demasiado ocupadas en otros asuntos y la dejaron escapar: permitieron que el cambio siguiera derivando a la derecha.
As¨ª que ahora, curiosamente, en tantos pa¨ªses de Am¨¦rica, Europa, Asia, muchos de esos disconformes, esos desechados que quieren ¡ªque necesitan¡ª un cambio, est¨¢n votando a los que m¨¢s vocinglera y sospechosamente se lo ofrecen: las derechas extremas. Son ellas ¡ªTrumps, Bolsonaros, Orbans, Modis, Putins, Le Pens y compa?¨ªa¡ª los que se presentan como los verdaderos cr¨ªticos del sistema, los que prometen cambiarlo, los que s¨ª asumen los problemas de las mayor¨ªas desde?adas.
Y han cambiado radicalmente el mundo en que vivimos: ahora el cambio ya no significa buscar en el futuro formas nuevas de vivir mejor, sino recuperar en el pasado formas idealizadas en que supuestamente se viv¨ªa mejor. Ahora el cambio es encontrar las formas de rechazar los cambios. Ahora el cambio no supone integrar a todos los hombres y mujeres en una fraternidad global, sino encerrarse en las viejas tribus, resistir a todo lo distinto. Ahora el cambio ya no mira hacia adelante, sino hacia atr¨¢s: es un gran cambio. Y define nuestra ¨¦poca. La batalla por la palabra cambio no est¨¢, por el momento, ni lanzada. Pero yo creo ¡ªcon perd¨®n¡ª que mientras la izquierda no la recupere, la izquierda no existe.
Y eso s¨ª que es un cambio brutal.