El cuerpo
Esa falta de identificaci¨®n entre quienes somos por dentro y nuestra envoltura carnal puede tener consecuencias terribles |?Columna de Rosa Montero
Ay, el cuerpo. Qu¨¦ mala relaci¨®n tenemos con el cuerpo. Noqueada en cama por segunda vez con el coronavirus, reflexiono sobre esta carnalidad que me aprisiona. El desacuerdo entre el yo (o el alma, o la consciencia, o como quieras llamarlo) y la envoltura f¨ªsica es uno de los mayores conflictos del ser humano. No hemos escogido el cuerpo en el que vivimos, una carne necesitada y d¨¦bil pero tambi¨¦n tir¨¢nica, que nos enferma y ...
Ay, el cuerpo. Qu¨¦ mala relaci¨®n tenemos con el cuerpo. Noqueada en cama por segunda vez con el coronavirus, reflexiono sobre esta carnalidad que me aprisiona. El desacuerdo entre el yo (o el alma, o la consciencia, o como quieras llamarlo) y la envoltura f¨ªsica es uno de los mayores conflictos del ser humano. No hemos escogido el cuerpo en el que vivimos, una carne necesitada y d¨¦bil pero tambi¨¦n tir¨¢nica, que nos enferma y al final nos mata. La l¨®gica me dice que lo que llamamos yo tambi¨¦n es cuerpo, y que probablemente la consciencia no sea m¨¢s que la tormenta el¨¦ctrica que originan nuestras c¨¦lulas al interrelacionarse; pero, aunque pienso que es as¨ª, no lo siento de ese modo. Mi sensaci¨®n es la tradicional, la habitual, la de quien est¨¢ atrapada dentro de su organismo.
A lo largo del tiempo, las religiones han intentado poner orden en esta dualidad tan dolorosa; algunas, como la cat¨®lica, condenando lo carnal y procurando disciplinarlo con ayunos y cilicios; otras, por el contrario, potenciando lo sensorial, como el tantrismo. Pero el problema sigue ah¨ª. De hecho, creo que este desasosiego est¨¢ en la base de nuestra antiqu¨ªsima tradici¨®n de intervenciones sobre el cuerpo. Desde tiempos remotos los humanos hemos alterado nuestra apariencia f¨ªsica de manera m¨¢s o menos dolorosa. Hemos horadado orejas, narices, labios; hemos alargado cuellos con anillos y aplanado cr¨¢neos; hemos modificado nuestra piel con una infinidad de escarificaciones (cicatrices controladas) y tatuajes. Ya sabes lo que dicen: que cuando empiezas a tatuarte ya no quieres parar. Y es verdad que produce una exaltaci¨®n extraordinaria. Supongo que la mayor parte de la gente no se detiene a pensar en el porqu¨¦ de esa euforia, pero para m¨ª est¨¢ clara; cuando me hice el primer tatuaje, una salamandra, lo que sent¨ª fue algo parecido a este mensaje: Muy bien, cuerpo maldito, no te he escogido, no puedo librarme de ti, me llenas de problemas, me envejeces y enfermas y acabar¨¢s mat¨¢ndome, pero t¨² morir¨¢s marcado con este lagarto que he decidido yo.
Por eso nada de lo que nos sucede en el cuerpo es banal. Y por eso es tan dif¨ªcil de manejar, y tan penoso. Esa falta de identificaci¨®n entre quienes somos por dentro y nuestra envoltura carnal (a¨²n peor: ni siquiera estamos hablando del cuerpo real, sino de c¨®mo creemos que los otros nos ven) puede tener consecuencias terribles. Muchos adolescentes, sobre todo ni?as, han tenido problemas para quitarse la mascarilla en el colegio porque pensaban que eran feos. Por no hablar de esa reciente encuesta aparecida en TopDoctors seg¨²n la cual el 82% de los espa?oles se averg¨¹enzan de su cuerpo al ir a la playa o a la piscina. Es peor para las mujeres, desde luego: en las menores de 30 a?os, la cifra asciende a un escalofriante 92%. Pienso en esos datos mientras contemplo en televisi¨®n las atiborradas playas y piscinas de esta reci¨¦n estrenada temporada y me estremezco. Mira a todas esas personas (m¨ªrate): la inmensa mayor¨ªa sufre al mostrarse, al moverse; la inmensa mayor¨ªa siente que su f¨ªsico es inadecuado, una de esas peque?as burlas de la vida. Observamos nuestras carnes con el rabillo del ojo, como quien mira con desconfianza al enemigo: uno no se identifica con su cuerpo, sino que carga con ¨¦l. Y, aunque sabemos que los modelos de hombres y mujeres que los medios idealizan no existen, que estar tan tersos y macizos es a menudo producto del Photoshop y, en cualquier caso, algo extremadamente inusual y ef¨ªmero, actuamos como si eso fuera lo normal y nosotros la aberraci¨®n. Es una perversi¨®n cognitiva extraordinaria.
La guapa, joven (25 a?os) y rutilante estrella musical cubanoestadounidense Camila Cabello acaba de sufrir un repugnante linchamiento p¨²blico tras publicarse unas fotos de ella en biquini que mostraban su rotunda anatom¨ªa: ¡°Gorda¡±, ¡°celul¨ªtica¡±, ¡°asquerosa¡±, bram¨® la marabunta. Otras veces he escrito sobre casos as¨ª, resaltando que quienes insultan, muchos hombres pero tambi¨¦n mujeres, suelen ser personas f¨ªsicamente horribles, con barrigones cerveceros y pellejos vencidos, y atribuyendo su ferocidad al peso del machismo. Y s¨ª, sin duda el sexismo influye, pero hoy a?adir¨ªa que en ese odio explosivo y delirante subyace tambi¨¦n una ¨ªntima angustia, la patol¨®gica imposibilidad de reconocer y aceptar tu propio cuerpo.