Un d¨ªa en la vida de un pa¨ªs: San Sebasti¨¢n-C¨¢diz en 16 horas
Viajar por las autopistas, autov¨ªas, carreteras nacionales, comarcales y v¨ªas de servicio, parando 12 veces para observar la fauna y la flora del asfalto espa?ol, no es el viaje m¨¢s usual. Hacerlo permite palpar en bruto el pulso de la piel de toro.
Espa?a se mueve. Mucho. Y no precisamente al comp¨¢s de Mozart. M¨¢s bien se dir¨ªa que la banda sonora del runr¨²n veraniego en el asfalto nacional sugiere un sudoroso reguet¨®n. El directo salvaje de AC/DC en el estadio del River Plate. Siniestro Total en vena. Un rap o un trap de sonsonete ¡°si te he visto, no me acuerdo¡±. Lo menos que puede decirse es que se le ten¨ªan ganas al verano. Cayeron las mascarillas, cayeron los miedos, lleg¨® el far niente, lleg¨® la extra y ¡ªcomo era de prever¡ª estall¨® el corral y rodamos c...
Espa?a se mueve. Mucho. Y no precisamente al comp¨¢s de Mozart. M¨¢s bien se dir¨ªa que la banda sonora del runr¨²n veraniego en el asfalto nacional sugiere un sudoroso reguet¨®n. El directo salvaje de AC/DC en el estadio del River Plate. Siniestro Total en vena. Un rap o un trap de sonsonete ¡°si te he visto, no me acuerdo¡±. Lo menos que puede decirse es que se le ten¨ªan ganas al verano. Cayeron las mascarillas, cayeron los miedos, lleg¨® el far niente, lleg¨® la extra y ¡ªcomo era de prever¡ª estall¨® el corral y rodamos como pollos sin cabeza. As¨ª que la Direcci¨®n General de Tr¨¢fico (DGT) espera este a?o la bonita cifra de 93 millones de desplazamientos por carretera entre julio y agosto. Son unos cuantos, eh. Habr¨¢ quien viaje en pos de las noches sin ma?ana, otros lo har¨¢n en busca de un autolavado personal de cuerpo y mente, habr¨¢ hedonismo, habr¨¢ jaleo, habr¨¢ paz, habr¨¢ amor y habr¨¢ broncas, habr¨¢ placer, habr¨¢ accidentes y habr¨¢ muertes, pongamos cuidado.
El gran guateque celtib¨¦rico se prolongar¨¢ hasta que los cuerpos y las almas regresen, resignados en unos casos, aliviados en otros, a la cadena de montaje. Para que la fiesta fuera total, quiz¨¢ estar¨ªa bien que las comarcales y las nacionales tuvieran menos baches, los antros de carretera m¨¢s higiene, algunos camareros m¨¢s simpat¨ªa, algunos clientes m¨¢s educaci¨®n, algunas se?ales de tr¨¢fico mejor colocaci¨®n, la gasolina y el di¨¦sel precios m¨¢s bajos, que el gran secarral espa?ol se volviera verde y que todos nos volvi¨¦ramos m¨¢s pacientes. Y as¨ª la jaur¨ªa se volver¨ªa ciudadan¨ªa. Para palpar todo eso y para tomar el pulso urgente a todo un pa¨ªs plagado de hechizos y contradicciones y de luces y sombras, hemos cruzado Espa?a en una traves¨ªa expr¨¦s de 17 horas. Un paseo. San Sebasti¨¢n-C¨¢diz en un d¨ªa. Con sus idas y venidas, alegr¨ªas y miserias. Bienvenidos a Espa?a por la v¨ªa de servicio.
6.15. San Sebasti¨¢n. Peine del Viento.
El imaginario canto del gallo nos pilla en el Peine del Viento, el conjunto de granito, rocas, bronce oxidado y mar que el arquitecto Luis Pe?a Ganchegui y el escultor Eduardo Chillida plantaron hace 46 a?os aqu¨ª, rematando el costado oeste de la playa de Ondarreta. Amanece. Soledad c¨®smica, solo interrumpida por el tapatapa de las zapatillas de deporte de alg¨²n korrikalari madrugador. Un mercante gigantesco atraviesa la silueta de un sol naranja chill¨®n que va asomando junto a la punta de Momp¨¢s. Nuestro querido fot¨®grafo se embelesa ante la apabullante belleza del momento y del escenario-en-el-marco-incomparable. Como este sea el ritmo, llegaremos a C¨¢diz en cosa de tres o cuatro d¨ªas. Urge un caf¨¦. Los txakolis de la v¨ªspera se dejan notar. En Ondarreta, Donostia, Euskadi, arranca, pues, esta traves¨ªa por Espa?a. Perdonen la expresi¨®n nacionalistas irredentos y otras especies susceptibles. En caso de duda, consultar el mapa pol¨ªtico en vigor.
8.20. Santuario de Nuestra Se?ora de Ar¨¢nzazu, O?ati (Gipuzkoa).
Bruma, humedad y sirimiri coronan El nombre de la rosa de los franciscanos guipuzcoanos. Pero no aparece Guillermo de Baskerville encarnado en Sean Connery. De hecho, no aparece nadie. De hecho, estamos nosotros y las ovejas, y abajo, los barrancos de Aizkorri. Todo cerrado. ¡°La taberna, hasta las nueve y media, nada¡±, informa sol¨ªcito el recepcionista del Sindika, el hotelito de arriba. De repente, un ser humano en medio de la nada, un cura joven con prisa abriendo la puerta del centro espiritual y desapareciendo en su interior antes de que se le pueda preguntar nada; por ejemplo, a ver si es que Dios a¨²n no se ha levantado hoy, aunque creemos que s¨ª.
Los 12, perd¨®n, los 14 ap¨®stoles de piedra de Jorge Oteiza miran desde el friso que corona la puerta de acceso a la bas¨ªlica. El genio cascarrabias de Oteiza esculpi¨® 14 ap¨®stoles -¡±y porque no me caben m¨¢s, sol¨ªa decir- m¨¢s que nada por tocar las narices al personal, en concreto a la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica de cuando entonces (o sea, primeros a?os cincuenta; o sea, franquismo puro y duro). El ¡°no¡± inicial de la Comisi¨®n Diocesana de Arte Sacro a las esculturas y pinturas del nuevo santuario, el cuarto tras los incendios de 1553, 1622 y 1834, envi¨® directamente las esculturas de Oteiza a dormir a una cuneta de la carretera, donde permanecieron arrumbadas desde 1954 hasta 1969, cuando el relativo cambio de sensibilidades dio lugar a la resurrecci¨®n de los pobres ap¨®stoles y su instalaci¨®n definitiva en la fachada. Oteiza (ap¨®stoles y Virgen de la fachada), Chillida (puertas), S¨¢enz de Oiza y Luis Laorga (edificio, construido en punta de diamante), Lucio Mu?oz (pinturas del ¨¢bside), N¨¦stor Basterretxea (decoraci¨®n de la cripta), fray Javier Mar¨ªa ?lvarez de Eulate (vidrieras) y Xabier Ega?a (pinturas del camar¨ªn de la Virgen) conforman la constelaci¨®n de gal¨¢cticos presente en el sobrecogedor conjunto art¨ªstico de Ar¨¢nzazu.
10.30. ?rea de servicio La Pausa / Desfiladero, kil¨®metro 63,5 de la autopista AP-1. Ameyugo (Burgos).
Una empleada atiende la cola de 15 clientes de diversas nacionalidades. La espera para un cortado sin alma y un donut de chocolate revenido se hace eterna. Queda clara, ya de entrada, la falta de personal de hosteler¨ªa de la que tanto se viene hablando de cara a este verano. No se sabe si es por carencia real de personal cualificado, como se viene diciendo por activa y por pasiva, o directamente porque el propietario prefiere contratar escaso personal cualificado en lugar de personal suficiente o incluso numeroso. Uno se teme que es por lo segundo.
De repente, una ni?a de unos dos a?os de pelo negro ensortijado embutida en un pijama amarillo y pantuflitas de casa corretea como un ratoncillo de campo por el local y ya est¨¢ en la puerta a punto de saltar al aparcamiento, donde entran y salen coches sin parar. Detr¨¢s, a distancia, viene la madre despavorida dando gritos. Procedemos cuales superh¨¦roes de andar por casa a la operaci¨®n rescate de la criatura, que se llama Jahid y es adorable. La mam¨¢ nos da las gracias desde debajo del hiyab verde que le cubre la cabeza y el pecho. Son marroqu¨ªes, viven en B¨¦lgica y viajan a T¨¢nger en una furgoneta Volkswagen para visitar a la familia. Dos mil trescientos kil¨®metros les contemplan. Si les para la Guardia Civil, habr¨¢ bronca e incluso multa: llevan tan hasta arriba la furgo que la visibilidad por la luna trasera equivale a cero. ?Arak qariban, Jahid!
11.30. Traves¨ªa del Mercado. Burgos.
Entre estruendo de charangas, pa?uelos de las pe?as en los balcones de la plaza Mayor con motivo de las fiestas de San Pedro y San Pablo y banderones de Espa?a proliferando como champi?ones (qu¨¦ man¨ªa, qu¨¦ afici¨®n ha surgido de un tiempo a esta parte en este santo pa¨ªs, como se comprobar¨¢ a lo largo de todo el viaje, a la exhibici¨®n agotadora de la ense?a nacional en banderas, pulseras, adornos de coche, contenedores, balcones, m¨¢stiles de viviendas privadas, alpargatas, polos y se supone que hasta calzoncillos, aunque lo mismo puede decirse de las otras ense?as en Euskadi o Catalu?a, qu¨¦ cansancio), el editor burgal¨¦s Juan Jos¨¦ Garc¨ªa exhibe orgulloso sus nuevas criaturas: el Museo Voynich y el reci¨¦n reabierto Museo del Cid. Garc¨ªa y su socio Pablo Molinero son los fundadores y propietarios de Silo¨¦, Arte y Bibliofilia, y los mayores especialistas en Espa?a en edici¨®n de facs¨ªmiles de libros antiguos. Su labor de investigaci¨®n y su pericia t¨¦cnica y artesanal, reflejadas en vol¨²menes de tirada reducida para coleccionistas que suelen costar entre 2.000 y 4.000 euros (Beato de Ginebra, Libro de horas de Luis de Laval, Cartulario de Valpuesta, etc¨¦tera), les han hecho merecedores ya de 18 premios del Ministerio de Cultura. Pero no solo se dedican a la edici¨®n.
En esta traves¨ªa del Mercado inauguraron en 2010 el Museo del Libro Fadrique de Basilea, dando forma a un viejo sue?o: exponer sus propias obras, en las que suelen trabajar una media de 20 gremios diferentes. Uno de los museos m¨¢s curiosos de Espa?a, por cierto: todo lo que en ¨¦l estaba expuesto se pod¨ªa comprar. Repetidos desacuerdos con el Ayuntamiento de Burgos y con la Junta de Castilla y Le¨®n hicieron que, hace apenas un mes, trasladaran el Museo del Libro a la localidad burgalesa de Covarrubias. Pero ahora no solo han reabierto y mejorado el Museo del Cid, en un edificio estrecho de la propia traves¨ªa del Mercado, sino que han abierto otro: el Voynich Museum. En ¨¦l se muestra con lujo de detalle la rocambolesca aventura del Manuscrito Voynich, un libro ilustrado de 240 p¨¢ginas supuestamente editado en el siglo XV, lleno de contenidos misteriosos y escrito en un idioma a¨²n sin descifrar, y cuyo original duerme en la Biblioteca ?Beinecke de la Universidad de Yale (EE UU). Garc¨ªa y Molinero editaron en 2017 el facs¨ªmil del Voynich, del que tiraron 898 ejemplares que se agotaron en un suspiro.
14.30. Estaci¨®n de servicio La Loba 2000. Kil¨®metro 169,6 de la autov¨ªa A-62. Nava del Rey (Valladolid).
Berlanga, el motel de Norman Bates en Psicosis, la familia Monster y los Ozores, Landa y Esteso de las pelis de los setenta se dan cita en este lugar irreal surgido de la nada. Una vez que se deja la rampa de acceso desde la autopista, el coche avanza por un h¨¢bitat viscoso hecho de toda la gama de basura y detritos varios que quepa imaginar. Botellas rotas, compresas, restos de comida, bolsas de pl¨¢stico, latas, cagadas, meadas y un indescriptible olor a vaya usted a saber pueblan la explanada. Dentro, la franca antipat¨ªa del local y de sus tres pobladoras no mejoran la cosa.
- Hola, buenas. Un bocadillo de tortilla francesa y otro de tortilla de at¨²n, una ca?a y una coca-cola zero, por favor.
- (Sin mirarnos) Piden en la ventanilla de ah¨ª y me traen el tique. ?Oye, Puri, ?ir¨¢s esta noche de fiesta?.
Procedemos, mientras contemplamos el paisaje. Es una barra redondeada con vitrinas que alojan tapas y montaditos que parecen elaborados en ¨¦pocas remotas. Enfrente, una puerta de colorines con un cartel que reza ¡°Luckia¡± y que da acceso ¡ªdaba, al parecer¡ª a un local de apuestas. Tan prestigiosa firma gallega de juegos de azar tiene presencia, sostiene la Wikipedia, adem¨¢s de en Espa?a, en Per¨², Colombia, Chile, Portugal, Malta y Croacia. Hagan juego. En un ¨¢ngulo superior est¨¢ el televisor y debajo, solito, un microondas encima de una peana negra con patas. V¨¢yase a saber. Al fondo de la sala hay un billar polvoriento. En el otro lado hay m¨¢quinas tragaperras ¡ª?m¨¢s apuestas, esto parece el Las Vegas de Castilla y Le¨®n¡ª y, m¨¢s all¨¢, expositores con juguetes de hace mucho, pero mucho mucho. Y unas cuantas botellas de vino malo y bolsas de peladillas y chucher¨ªas diversas. Todo tiene un irremediable aire de mugre. El broche llega cuando, para entrar al retrete, surge un torno y un letrerito donde pone ¡°50 c¨¦ntimos¡±. Nos colamos, evidentemente.
Despu¨¦s de compartir el bocadillo con las simp¨¢ticas e innumerables moscas del lugar, salimos y nos encontramos con un matrimonio ingl¨¦s, los Ritchie. Andrew y Cherry llevan 50 a?os casados, viven en Mombasa (Kenia) desde hace 19 y est¨¢n celebrando sus bodas de oro con un viaje por Europa en su fabuloso Jaguar 40 XK descapotable de 1954, con el que posan orgullosos. Vienen de pasar unos d¨ªas en San Sebasti¨¢n, hoy dormir¨¢n en Ciudad Rodrigo (Salamanca), ma?ana en el parador de Gredos (?vila) y pasado en Lisboa. Despu¨¦s dar¨¢n la vuelta rumbo a Italia, y en Verona se pegar¨¢n un homenaje como colof¨®n. Ah¨ª los tenemos, comiendo un bocadillo sentados en un trozo de hierba junto al aparcamiento, y espantados con lo que Cherry califica de ¡°pesadilla de suciedad¡± cuando habla de las ¨¢reas de servicio en las que ha parado, y de esta en concreto. ¡°?Es que el presidente de este Gobierno no hace nada contra la basura?¡±, pregunta. Se r¨ªe cuando se le contesta que la culpa de la guarrer¨ªa la tienen los guarros, y no tanto quienes les gobiernan, sea cual sea el color pol¨ªtico de turno. Espa?a, en general, est¨¢ sucia, y eso no depende de las urnas, sino de lo que se les cuenta en casa a los churumbeles. La porquer¨ªa asfixiante de La Loba 2000 de Nava del Rey ser¨¢ una de las im¨¢genes que estos ingleses encantadores se llevar¨¢n de este pa¨ªs. L¨¢stima.
17.00. Afueras de Salamanca. Autov¨ªa de la Plata.
El viajero contempla de lejos las torres de la catedral Nueva de Salamanca cuando, de pronto, le pilla el toro. El toro de Osborne. Detectado el camino de tierra que puede conducir hasta la mole negra de chapa met¨¢lica Con cuernos, el coche sale de la autov¨ªa y emboca la pista. El bicharraco est¨¢ dentro de un terreno con las puertas abiertas y un cartel de ¡°Prohibido el paso a toda persona ajena a esta finca¡±. Ya estamos dentro. Y ah¨ª est¨¢ el morlaco, expectante, uno de entre los 92 que salpican la geograf¨ªa espa?ola¡, adem¨¢s de otro en Jap¨®n y varios en M¨¦xico. Aunque lleg¨® a haber m¨¢s de 200. Visto a un palmo, resulta enorme (14 metros de altura), y al tocar el metal del que est¨¢ hecho, este del campo de Salamanca hierve bajo al sol.
La valla publicitaria m¨¢s famosa de Espa?a fue parida en 1956 por el dise?ador gaditano Manolo Prieto por encargo de la marca Osborne, que quer¨ªa pasear por todo el pa¨ªs su brandi Veterano. Y vaya si lo pase¨®. El primer ejemplar fue plantado en 1957 en la localidad madrile?a de Cabanillas de la Sierra, era de madera y solo med¨ªa cuatro metros. Pero el toro m¨¢s popular del mundo tuvo una vida azarosa: solo una sentencia del Tribunal Supremo de 1997 logr¨® indultarlo ¡°por formar ya parte del paisaje espa?ol¡±, despu¨¦s de que el reglamento de carreteras promulgado por el gobierno socialista de 1988 lo hubiera condenado a la desaparici¨®n. En 2005 fue declarado patrimonio cultural y art¨ªstico de los pueblos de Espa?a. Su autor, que durante la Guerra Civil hab¨ªa firmado carteles para el bando republicano y que milit¨® en el Partido Comunista, aunque nunca dej¨® de trabajar con ¨¦xito durante el franquismo, siempre lament¨® que el toro de Osborne tapara todo el resto de su vasta obra.
En esta traves¨ªa expr¨¦s vimos cosa de 10 o 12 toros. La carretera espa?ola no ser¨ªa la misma sin ellos, aunque, evidentemente, despiertan por igual pasiones y odios. Como el propio mundo del toro bravo y de las corridas, asunto este que divide a todo un pa¨ªs y cuyo futuro est¨¢ por ver.
18.40. ?rea de servicio El Gallo. Autov¨ªa de la Plata, kil¨®metro 539. Casar de C¨¢ceres.
La entrada al bar-restaurante da a un zagu¨¢n con un billar de agujeros, puertas que dan acceso a sucesivas duchas y un aparatoso friso de sillas de madera y cabezas de ciervo colgadas en lo alto (las sillas y las cabezas: m¨¢s Norman Bates). Bien a gusto caer¨ªa una partidita de billar para jugarse la cena (ah, pero ?cenaremos?). No hay tiempo. Espera la reanudaci¨®n de la traves¨ªa celtib¨¦rica. Un cafelito y a seguir. No sin antes departir con Iordan. Iordan es un camionero b¨²lgaro que viene de Plovdiv y va a Algeciras. Nos comunicamos con un cuaderno y un bol¨ªgrafo. ¡°No espainol, no espainol¡±. No es necesario decir que nosotros no b¨²lgaro. As¨ª que no logramos saber qu¨¦ mercanc¨ªa transporta. Nos escribe ¡°4.300¡å cuando le preguntamos con gestos cu¨¢ntos kil¨®metros har¨¢. Bulgaria-Serbia-Croacia-Italia-Francia-Espa?a. M¨¢s los de vuelta. Iordan est¨¢ sentado en una silla plegable de playa, junto al camionazo de la compa?¨ªa Petko Angelov Ltd., friendo unos pimientos morrones en un camping¨¢s. Se r¨ªe todo el rato mientras el fot¨®grafo inmortaliza la escena. Hasta que deja de re¨ªrse y, juntando la punta de los cinco dedos delante de la boca, nos hace saber a las claras que ya, que tiene hambre y que tiene que cenar. ?Priyatno p?tuvane, Iordan, buena ruta!
19.20. M¨¦rida.
Calor, gente y sudor, y cero sitio para aparcar. Vueltas y m¨¢s vueltas por la bella Emerita Augusta, la vieja capital de la Lusitania romana fundada por Publio Carisio en el 25 a. C. Aqu¨ª el peso de la historia retumba en cada calle y en cada plaza y blablabl¨¢, pero, tras atravesar sucesivas rotondas, no se puede aparcar. Nos vamos. ?Pero stop! Por la calle elegida para salir de la ciudad vienen como 200 mujeres y ni?os ataviados con trajes regionales de mil colorines. Llevan estandartes y lucen orgullosos y encantados. Van al Teatro Romano, sede del Festival de Teatro de M¨¦rida, para actuar en un certamen de folclore. La agrupaci¨®n San Juan Bautista viene de la localidad cacere?a de Madrigalejo (¡±?No te olvides de poner que all¨ª muri¨® Fernando el Cat¨®lico!¡±, grita Paqui, una de sus integrantes: dicho queda) y la agrupaci¨®n La Espiga viene de Villar de Rena (Badajoz), dicho queda tambi¨¦n. Y ahora s¨ª: ?Vale, Emerita Augusta!
21.15. Entre Fuente de Cantos y Monesterio (Badajoz).
El coche avanza por entre olivares y vi?edos y entra en el t¨¦rmino municipal de Fuente de Cantos, el pueblo natal del inmenso Zurbar¨¢n (hay casa-museo). Un kil¨®metro antes de la entrada del municipio pacense, un paisaje como espacial irrumpe de la nada. Inmensas placas negras y brillantes apuntan al cielo en grupos desordenados. Sugieren algo parecido a gigantescos ordenadores tratando de enviar no se sabe qu¨¦ se?ales al cielo¡, pero es un inmenso parque fotovoltaico. El fot¨®grafo grita: ¡°?Da la vuelta, da la vuelta!¡±, y una vez ah¨ª aparcados se pierde embriagado por la perspectiva. Y es cierto, el paisaje impacta. Al volver a pasar por el pueblo, cuadrillas de hombres y mujeres charlan en las terrazas bajo el tibio sol que se resiste a irse a la cama.
Un poco m¨¢s adelante, ya cerca de Monesterio (seguimos en Badajoz), en medio de una recta largu¨ªsima, de nuevo la alerta del copiloto: ¡°?Para, para!¡±. Un coche se incendia a escasos metros en el arc¨¦n. El viajero, un se?or de unos 70 a?os con el gesto apesadumbrado, comenta que ya ha avisado a los bomberos. ¡°Ha empezado a salir humo negro, he parado y en pocos segundos, mira¡, qu¨¦ desastre, y cuidado no acercarse porque puede explotar, est¨¢n saltando ya unos chispazos que para qu¨¦¡±.
23.35. C¨¢diz.
La an¨¢rquica aunque agradecible costumbre de dar de comer al hambriento y de beber al sediento aunque hayan dado las mil y monas encuentra en Andaluc¨ªa su m¨¢xima expresi¨®n. As¨ª que, tras dejar a nuestro amigo azul metalizado en el aparcamiento de Canalejas, delante del puerto, y despu¨¦s de 17 horas al volante, los viajeros est¨¢n a las 23.45 en una terraza del barrio del P¨®pulo zampando jam¨®n y chocos rebozados y trasegando cervezas. C¨¢diz es extraordinaria, as¨ª, a secas. Las casas son preciosas, la gente es graciosa ¡ª?algunos puede que hasta demasiado¡ª, hay playas por todos lados, Camar¨®n de la Isla era de ah¨ª al lado y, por si fuera poco, tienen los carnavales.
A la una de la madrugada, en la playa de la Caleta conviven el rumor de las olas frente al castillo de San Sebasti¨¢n y los canturreos de unos quincea?eros sentados en la arena. Se rozan, se vacilan, se miran, se r¨ªen, luego se levantan y cambian de lugar. Se sientan en los bancos encalados junto a la Puerta de la Caleta, frente a la vieja pe?a flamenca Juan Villar. Sigue la juerga. Una vez tomadas las ¨²ltimas fotos del d¨ªa, Juan, el taxista, presidente de los asalariados del taxi gaditano, nos devuelve al hotel. No sin antes contar su abierto cabreo con el alcalde de C¨¢diz, Jos¨¦ Mar¨ªa Gonz¨¢lez Santos, Kichi, a quien pone verde por su insistencia en peatonalizar el centro de la ciudad. ¡°Soy de izquierdas de toda la vida, pero ese t¨ªo es un neonazi y el otro d¨ªa se lo dije por tel¨¦fono, porque hace en C¨¢i lo que le da la gana¡±, suelta Juan, toma ya con la guasa gaditana en su versi¨®n agria.
Acaba el viaje.
Espa?a expr¨¦s en un d¨ªa es posible, una experiencia agotadora, enriquecedora y divertida, parando aqu¨ª y all¨¢, tomando el pulso a la vida de un pa¨ªs y sus gentes, certificando los contrastes entre el norte y el sur, lamentando sus desastres, gozando de sus alegr¨ªas, pa¨ªs de pa¨ªses, mapa donde hierven mil sociolog¨ªas, el viejo crisol de culturas que siempre fue. Spain, definitivamente, is different. Un pa¨ªs diferente. Qu¨¦ pa¨ªs¡
14.00 del d¨ªa siguiente. Sevilla.
La despedida ser¨¢ en Sevilla y con una copa de palo cortado en los labios. A las dos de la tarde, las calesas, sus caballos y sus caballistas descansan a la sombra de los ¨¢rboles en espera del ansiado turista. Hay un mundo multicolor en la plaza del Triunfo, en Santa Marta y en Mateos Gago, corren el fino y la cerveza, y Pascual, el divertido camarero de Casa Robles, toda una instituci¨®n sevillana desde 1954, nos cuenta que en esta misma mesa en la que despedimos la traves¨ªa cenaron el otro d¨ªa los Red Hot Chili Peppers tras su concierto en La Cartuja. ¡°Oz¨², a punto estuvimos de despacharlos, ni sab¨ªamos qui¨¦nes eran, y con las pintas que llevaban, pues claro¡¡±, reconoce Jos¨¦ Mar¨ªa, el encargado. Pero quien posa para el fot¨®grafo delante del gran botellero es Manuel, otro camarero de la casa. Trabaja aqu¨ª desde hace¡ 40 a?os. Toda una vida. Fin de viaje.