Dolores Redondo: ¡°Me repugna el cotilleo, pero he tenido que vivir con ¨¦l haci¨¦ndome invisible¡±
Es una de las autoras espa?olas m¨¢s le¨ªdas del mundo. Ahora regresa con ¡®Esperando al diluvio¡¯, que saldr¨¢ con una primera edici¨®n de 260.000 ejemplares. Se considera escritora de tormentas, las exteriores y las interiores.
El 16 de noviembre se distribuir¨¢n en las librer¨ªas de golpe 300.000 ejemplares de la obra de Dolores Redondo. Un total de 260.000 ser¨¢n de su nueva novela, Esperando al diluvio (Destino), y el resto, de otros t¨ªtulos suyos para reforzar su cat¨¢logo. ?Le pesa esa responsabilidad? ¡°No¡±, dice, as¨ª, sin a?adir apenas razones. En 10 a?os ha vendido m¨¢s de tres millones de ejemplares, sobre todo de su Trilog¨ªa del Bazt¨¢n...
El 16 de noviembre se distribuir¨¢n en las librer¨ªas de golpe 300.000 ejemplares de la obra de Dolores Redondo. Un total de 260.000 ser¨¢n de su nueva novela, Esperando al diluvio (Destino), y el resto, de otros t¨ªtulos suyos para reforzar su cat¨¢logo. ?Le pesa esa responsabilidad? ¡°No¡±, dice, as¨ª, sin a?adir apenas razones. En 10 a?os ha vendido m¨¢s de tres millones de ejemplares, sobre todo de su Trilog¨ªa del Bazt¨¢n, que comenz¨® con El guardi¨¢n invisible, sigui¨® con Legado en los huesos y concluy¨® con Ofrenda a la tormenta. En 2016 logr¨® el Premio Planeta con Todo esto te dar¨¦. Y as¨ª es como se ha colocado en la cumbre superventas en espa?ol. Ya fue bautizada su carrera con ¨¦xito. La primera novela sobre el Bazt¨¢n con su personaje de la inspectora Amaia Salazar lleva 200 reediciones en una d¨¦cada, fue vendida a 15 pa¨ªses antes de su publicaci¨®n en Espa?a ¡ªhoy Redondo est¨¢ traducida a 36 lenguas¡ª y el productor de la saga Millenium, de Stieg Larsson, hab¨ªa comprado los derechos para el cine. Es decir, que ya fueron muchos los que presagiaban lo que esta mujer nacida en Pasajes (Gipuzkoa) hace 53 a?os es hoy: una escritora de car¨¢cter, imaginaci¨®n y rigor capaz de conectar con millones. Pero mientras la autora conoce los resortes que enganchan a la mayor¨ªa, ella es en s¨ª un enigma. Discreta, al¨¦rgica a las redes sociales y a mostrarse mucho en p¨²blico si no es por motivos de trabajo, tiene opiniones fuertes y ra¨ªces que conectan con el mar. Presume de su cara norte, una se?a de identidad que ha usado para el t¨ªtulo de otra de sus novelas, y trabaja a fondo cada uno de los aspectos que trata en sus obras: desde la criminolog¨ªa hasta la medicina, de la navegaci¨®n al nacimiento de cuerpos policiales como la Ertzaintza, que utiliza para una trama situada en las inundaciones que sufri¨® Bilbao en 1983. Todo fluye vertiginosamente ahora en Esperando al diluvio, entre barro, lluvia, pasiones, redenciones y tormentas, las de Noah Scott Sherrington, un detective escoc¨¦s en busca de un asesino en serie que existi¨® y al que dieron en llamar John Biblia.
Pregunta. Dice usted que es una escritora de tormentas.
Respuesta. Es evidente que la climatolog¨ªa anda muy presente en todas y tiene un papel, pero tambi¨¦n me gusta someter a mis personajes a las suyas. Hay tormentas exteriores que acompa?an a las interiores. Llevarlos a la cara norte, a la escalada dif¨ªcil. Ah¨ª encuentran respuestas.
P. En su nuevo libro, aparte de la tormenta y el diluvio, notamos una deriva que da vueltas.
R. El protagonista se llama Noah, es decir, No¨¦, y est¨¢ construido con mucho cuidado. Ya lo present¨¦ en la novela anterior por medio de un conferenciante que hablaba de la victimolog¨ªa y de su precursor, que era este personaje, Noah Scott Sherrington. Lo hice muy por encima, pero¡
P: ?Ya ten¨ªa planeado introducirlo en su pr¨®ximo ?trabajo?
R. Por supuesto¡ Y en la novela siguiente y la siguiente¡
P. ?Cu¨¢ntas? ?Tres?
R. No, cuatro.
P. Pues cuenta con tarea para otra d¨¦cada.
R. Qu¨¦ va. Para much¨ªsimo menos. Vosotros lo veis desde fuera, pero yo s¨¦ la velocidad a la que quiero llegar porque conozco el ritmo de mis lectores. No quiero que pasen dos a?os o tres entre esta novela y la siguiente.
P. Usted es una m¨¢quina.
R. Es como lo concibo. No soy partidaria de publicar tres novelas al a?o, pero, si algo lo requiere, ?por qu¨¦ no? Todo depende de qu¨¦ est¨¦s contando. La Trilog¨ªa del Bazt¨¢n la publiqu¨¦ en dos a?os. Pero volviendo a Noah, ¨¦l se basa en las corazonadas. Si el No¨¦ b¨ªblico se inspiraba en Dios y su fe, este lo hace en su corazonada, un aspecto en el que tambi¨¦n se basan muchos principios de la criminolog¨ªa.
P. Tambi¨¦n se lo aconsejan a Amaia Salazar al principio en la Trilog¨ªa del Bazt¨¢n: fiarse de su instinto.
R. Con esta ¨²ltima novela, al estar basada en un hecho real, podemos hacer un recorrido de lo que ha sido la criminal¨ªstica desde hace a?os con el rastro de este asesino, John Biblia, que existi¨®. En 1968 ni siquiera hab¨ªa una mujer en la polic¨ªa escocesa. Los postulados de la investigaci¨®n eran muy b¨¢sicos, muy rudimentarios; ahora casi dan risa. Las v¨ªctimas se encontraban en plena menstruaci¨®n y pensaban que las mataba porque se negaban a sostener relaciones sexuales por ello¡ En los ochenta, el planteamiento fue completamente distinto, y hoy, m¨¢s. La criminal¨ªstica ha ido evolucionando much¨ªsimo con el tiempo. La bal¨ªstica, el ADN han cambiado la perspectiva, tambi¨¦n la psicolog¨ªa del comportamiento de las v¨ªctimas y del agresor. La victimolog¨ªa ha sido uno de los grandes avances; si eres capaz de establecer una pauta en un tipo de v¨ªctima, quiz¨¢s te puedes adelantar a lo que pretende el agresor. Si yo hubiera escrito una novela sobre este asunto en los a?os sesenta, ni mencionar¨ªa la menstruaci¨®n, ni la habr¨ªa escrito as¨ª. Las mujeres tambi¨¦n ¨¦ramos un misterio en muchas cosas porque sencillamente no habl¨¢bamos de seg¨²n qu¨¦ asuntos y, por supuesto, no hab¨ªa investigadoras que aportaran nuevos puntos de vista.
P. No solo se ha convertido usted en una experta en criminal¨ªstica, tambi¨¦n en cardiolog¨ªa para esta novela. ?Le produce m¨¢s placer aprender sobre lo que tiene que escribir que el hecho de escribirlo?
R. No, no, para m¨ª el placer es escribirlo. Yo ni me acerco a los expertos en esa materia. Soy escritora, eso quer¨ªa, mi primer amor y gran amor es la literatura. No he probado otro g¨¦nero porque no se me ha cruzado, pero en el momento que ocurra lo probar¨¦, me documentar¨¦ y lo har¨¦ porque me siento capaz. Pero no soy crimin¨®loga ni polic¨ªa¡ Me aproximo con respeto a todo lo que escribo porque soy consciente de lo poco que s¨¦: a lo policial, la cardiolog¨ªa o el transporte mar¨ªtimo. Tengo el mismo inter¨¦s en un ujier que en un camarero o un criminalista.
P. Dice que sus novelas salen del amor y del odio.
R. No, de la rabia.
P. Eso, de la rabia.
R. S¨ª, la rabia es distinta. El odio es m¨¢s mezquino y oscuro. La rabia es normal: ante la injusticia, ante el dolor.
P. ?Qu¨¦ le produce rabia?
R. Varias de las razones que me han llevado a escribir mis novelas: la injusticia, el da?o hacia las v¨ªctimas indefensas sin un motivo aparente. La violencia hacia los d¨¦biles. Hacia los ancianos, por ejemplo, me repugna, me parece mezquino, me subleva. A una novela, si no la sostiene la rabia por algo que ha ocurrido en ella, le falta algo, un peso. Es lo que creo yo, eh. A m¨ª me importa m¨¢s eso.
P. ?Ha llegado a entender alguna de esas sinrazones de la violencia en sus obras?
R. No. Imposible. Imposible.
P. Entonces, ?por qu¨¦ escribe?
R. Porque me gusta.
P. Entonces, de la rabia hemos aterrizado en el placer.
R. Tiene que ver con estar sola, con el papel, el bol¨ªgrafo, el ordenador.
P. ?Pero sin perder esa rabia al tiempo?
R. Por supuesto.
P. Y en esta novela, ?d¨®nde est¨¢? Porque yo veo m¨¢s nostalgia que rabia.
R. No.
P. Hay mucha nostalgia, much¨ªsima.
R. Pues te aseguro que no soy nada nost¨¢lgica. Yo no volver¨ªa un d¨ªa atr¨¢s, pero ni una hora atr¨¢s. No quiero decir que me gustar¨ªa morir supervieja ni ser abuela de Espa?a, pero no, nada de nostalgia.
P. Y todas estas canciones de su juventud, ?de d¨®nde salen?
R. Bueno, tengo mis canciones ahora. Y alguna es de Rosal¨ªa, eh.
P. ?Ya sali¨®!
R. Creo que me har¨ªa vieja si mis canciones siguieran siendo aquellas. Lo fueron, pero no me qued¨¦ anclada.
P. Usted pas¨® por la ciudad cuando se produjeron las inundaciones del verano de 1983. Y lo cuenta bien, como si lo hubiera sufrido intensamente.
R. Solo pas¨¦. No se pod¨ªa entrar en la ciudad. Conoc¨ªa el Bilbao previo. La primera vez que fui con mis abuelos me pareci¨® negro, gigante y fe¨ªsimo. Yo viv¨ªa en el puerto de Pasajes; tambi¨¦n era entonces feo, feo. Pero hab¨ªa sido construido de una manera natural, con una bocana muy estrecha y los montes al fondo. Bilbao se parec¨ªa a Pasajes, ten¨ªa el ¨®xido de la chatarra, ese olor¡ Y pensar que el gran, poderoso Bilbao quedara destruido me parec¨ªa imposible. Aunque estaba sucio, lleno de yonquis, pintadas. Mi entorno era m¨¢s bello, pero ten¨ªamos cosas en com¨²n, la tensi¨®n policial era la misma, las batallas campales que se organizaban en la Semana Grande¡
P. ?Recuerda aquello tambi¨¦n con rabia?
R. Lo recuerdo con cansancio. Para quienes lo sufr¨ªamos a diario y no particip¨¢bamos ni en pol¨ªtica, ni en los puntos calientes, supon¨ªa un cansancio. Constantemente se retrasaban los autobuses, te ped¨ªan identificaci¨®n, deb¨ªas cambiar planes, todo se cortaba y emborronaba los d¨ªas. Los hab¨ªa felices para gente normal, pero corr¨ªan el riesgo de cancelarse, se ve¨ªan enturbiados por lo que estaba ocurriendo, y eso te golpeaba de lado.
P. ?Resultaba imposible no preverlo?
R. Intent¨¢bamos vivir sin contar con ello, pero visto ahora me da la sensaci¨®n de que lo llegamos a asumir de una manera terrible, terror¨ªfica. Asumir que era normal se hac¨ªa terror¨ªfico. Asumir que hab¨ªa v¨ªas o paradas alternativas para cuando se montaba jaleo, saber por d¨®nde ten¨ªas que pasar para no meterte, aunque te pillaba muchas veces. Muy pesado. Pero pesa m¨¢s ahora.
P. ?Quiz¨¢s ahora se perciba como pesadumbre y antes como resignaci¨®n?
R. No hab¨ªa otra manera, era la vida cotidiana. Pero me pesa m¨¢s ahora que lo vivi¨¦ramos con normalidad. Aunque no pod¨ªamos hacer nada los ciudadanos de a pie: ¨¦ramos las v¨ªctimas propiciatorias.
P. Su colegio estaba en Pasajes Ancho. ?Qu¨¦ aprendi¨®?
R. Era de monjas, anunciatas. Tengo buenos recuerdos. Aprend¨ª a vestir bien. A ser sobria en la vestimenta, limpia, pulcra. A entregar bien los trabajos, respetar a las compa?eras. Valores importantes que me han marcado.
P. Se da cuenta de que escribe sobre esos valores: la limpieza, la pulcritud que obsesiona a los asesinos. Me cuenta que tiene ya sus pr¨®ximas novelas programadas¡ ?En el colegio, por tanto, aprendi¨® en gran parte a ser usted?
R. Supongo que sacaron cosas buenas de m¨ª. Aunque tambi¨¦n buscaba la independencia, salirme de la fila, vamos. El sistema educativo, antes y ahora, busca que seamos m¨¢s obedientes y no¡
P. ?Escritoras de tormentas?
R. Eso¡
P. ?Y las partes malas o las frustraciones? Su relaci¨®n con la rabia, por ejemplo, ?tambi¨¦n viene de ah¨ª?
R. Las que tienen que ver con un excesivo control que se ejerc¨ªa sobre el alumnado, que es parecido al que quieren someternos los gobiernos. El cotilleo, que siempre me ha repugnado y con el que he tenido que aprender a vivir en etapas de mi vida haci¨¦ndome invisible, por ejemplo. Cuando era jovencita, trataba de ir con cuidado para no dar con las cotillas del barrio. Y ahora, en las redes sociales, mi presencia es anecd¨®tica, salvo si se trata de contactar con los lectores. Exponer mi vida privada no me interesa; si entras, no reporta nada bueno, siempre aparecer¨¢ una vieja del visillo, que las hay por todas partes.
P. ?Qu¨¦ grande es la vieja del visillo! Ese invento de Jos¨¦ Mota.
R. Maravillosa.
P. ?C¨®mo se recuerda de peque?a?
R. Yo era muy solitaria, muy tranquila. Me gustaba mucho pasear y observar.
P. ?Quiso ser escritora pronto?
R. S¨ª, desde que mi madre me revel¨® que los cuentos los escrib¨ªa alguien. Pero fui narradora oral antes, les contaba historias a mis hermanos peque?os. Tambi¨¦n me gustaba escuch¨¢rselas a la gente mayor. Lo que contaban las mujeres¡, crec¨ª en una sociedad matriarcal. Mi padre estaba fuera casi siempre, era marino, contramaestre en un barco de pesca de altura. Iba al Gran Sol. Y a Canad¨¢¡ Todo lo que narro de esa zona en la nueva novela tiene que ver con lo que aprend¨ª de lo que me contaba ¨¦l.
P. ?Se tra¨ªa grandes historias de vuelta a casa?
R. No solo ¨¦l, mi t¨ªo, mi abuelo, todos se dedicaban a lo mismo. Ellos marinos y las mujeres comerciantes. Yo crec¨ª rodeada de madres, t¨ªas, vecinas¡ Como dec¨ªa mi madre: viudas por temporada de hombres que se iban siempre.
P. ?Con la angustia de si volver¨ªan?
R. Otra¡ Como la angustia del problema del terrorismo, con eso tambi¨¦n ten¨ªamos que convivir. Te acostumbras, pero volv¨ªa a ocurrir algo terrible y todo el mundo quedaba acongojado con ese hueco en el mar. En el cementerio de mi zona, la cantidad de j¨®venes muertos era grande.
P. ?Con qu¨¦ comerciaban las mujeres?
R. Ultramarinos y lanas. Pero esa zona, en los a?os ochenta, se fue a pique con la entrada en Europa y la reducci¨®n de las capturas. Fue la primera vez que mi padre qued¨® en paro. Todo se centraba en eso y lo recuerdo en Pasajes como una cat¨¢strofe. Cay¨® todo. Muy triste. Se acab¨® la abundancia y ese dicho de ¡°gastas tu dinero como un marinero borracho¡±. No echo de menos aquel tiempo.
P. Luego se fue a estudiar. Derecho y restauraci¨®n.
R. Me sigue gustando cocinar para mis amigos. Pero hace mucho que no me dedico ya a eso.
P. Lo bordar¨¢¡ ?La escritura tiene algo que ver?
R. Mucho que ver, s¨ª.
P. ?En qu¨¦?
R. Pues igual que un cocinero prepara un plato con mucho cuidado sin que el objetivo sea que se lo coma ¨¦l. Su verdadero placer est¨¢ en que lo disfruten otros, que le digan: ¡°Qu¨¦ bien, c¨®mo me ha encantado¡±.
P. ?Y en cuanto a los ingredientes?
R. No s¨¦, no hago paralelismos. Con la comida no se juega.
P. ?Ah¨ª sali¨® la vasca! ?C¨®mo se fue tan tierra adentro y acab¨® en el Bazt¨¢n?
R. Por amor. ?No es lo que nos lleva por el mundo?
P. ?Claro!
R. Por un navarro que era ingeniero mec¨¢nico y ahora es mi asistente personal. Trabajo de riesgo. Fui madre y me dediqu¨¦ a escribir una novela que pas¨® inadvertida y hemos vuelto a reeditar hace casi dos a?os. Se titula Los privilegios del ¨¢ngel y es un ensayo sobre el duelo.
P. ?En qu¨¦ sentido?
R. Tiene que ver con la vida de muerte que ten¨ªamos all¨ª. Por eso, porque era una vida de muerte. Yo viv¨ª el fallecimiento de una hermana, adem¨¢s; ella ten¨ªa tres a?os y yo cuatro. Todo ese ambiente enlutado, las constantes visitas al cementerio. Trata de alguien atrapado en un duelo que no resuelve en 25 a?os.
P. ?Ha vivido eso usted?
R. S¨ª, conozco gente que se ha vuelto loca as¨ª, pero tambi¨¦n el luto fingido, obligado. Mor¨ªa tanta gente que a veces ni se les pod¨ªa identificar. S¨ª, un clima muy curioso.
P. ?Le ha costado hacer la transici¨®n de Amaia Salazar a protagonistas hombres?
R. En los ¨²ltimos tiempos se habla continuamente, sobre todo respecto a los hombres, de explorar la parte femenina. Pero yo tengo una parte masculina que me gusta mucho y la saco. Me siento muy identificada con Noah. Debo adoptar un g¨¦nero neutro. Puedo ser escritor y escritora.
P. Si le digo que a veces la novela parece que la ha escrito un hombre, ?le estoy echando un piropo?
R. Pues supongo que s¨ª. No tengo ning¨²n problema con mi identidad, ni con que esta fluya naturalmente. Cuando hablo del matriarcado en que crec¨ª, hablo de un matriarcado no sometido, sino dominante, que tomaba las decisiones y administraba el dinero. En mi casa he visto toda la vida c¨®mo los hombres desembarcaban, se dirig¨ªan a cobrar un sobre con la pasta, llegaban a casa y se lo entregaban a las mujeres: ¡°Toma, cari?o¡±. Y si se iba con los compa?eros a tomar un vino, cog¨ªa ella y le daba algo de dinero. ?Se lo daba ella! Alguien ten¨ªa que administrar. Pero no solo decid¨ªan de cuestiones econ¨®micas. Sobre m¨¦dicos, estudios, los hijos, no pod¨ªan esperar meses a que volviera el marido. Ellos tra¨ªan el sueldo como quien caza el mamut, pero ellas ten¨ªan el poder. Volver para ellos era dejarse querer, no tomar decisiones.
P. Otro ¨¢mbito masculino en que se mete es el del nacimiento de la Ertzaintza.
R. Eso ha sido muy especial. No estaba planeado as¨ª. Contact¨¦ con los primeros. Me sorprendieron mucho. Se miran ahora y se ven con nostalgia debido al idealismo que sent¨ªan. Ah¨ª s¨ª que not¨¦ nostalgia. Lo mantienen. El hecho de llamarse cuidadores del pueblo marca la diferencia. Eso me encontr¨¦, que todav¨ªa les brillan los ojos, que se sent¨ªan la panacea, la soluci¨®n para relajar aquella presi¨®n policial. As¨ª ocurri¨® con el tiempo, pero tambi¨¦n tuvieron sus problemas.
P. Usted toca de refil¨®n lo que fue el conflicto vasco en algunas de sus novelas. ?Lo afrontar¨¢ alg¨²n d¨ªa a saco en un libro?
R. Si llega el momento, tendr¨ªa que documentarme bien. S¨¦ muy poco. Conozco c¨®mo lo viv¨ªamos en la calle. Adem¨¢s, Fernando Aramburu ya ha escrito la gran novela y lo ha bordado. Yo no imito, me imitan.