En la granja de Wes Gordon, el dise?ador que viste a la reina Letizia para las citas importantes
A dos horas de Nueva York, el creador y su marido, el artista del vidrio Paul Arnhold, viven en un entorno donde todos sus animales viven como mascotas y con su propio gallinero de dise?o
Cuando Wes Gordon y Paul Arnhold se casaron en 2017, ten¨ªan todo preparado para que fuera la boda perfecta que se espera de una pareja de guapos y exitosos: en Las Vegas y con concierto de Britney Spears incluido. Gordon era un prometedor dise?ador de moda. Arnhold, un artista del vidrio e inversor inmobiliario. Nada pod¨ªa salir mal¡, hasta que, unos d¨ªas antes de que comenzaran los festejos, Arnhold se rompi¨® un pie y acab¨® ll...
Cuando Wes Gordon y Paul Arnhold se casaron en 2017, ten¨ªan todo preparado para que fuera la boda perfecta que se espera de una pareja de guapos y exitosos: en Las Vegas y con concierto de Britney Spears incluido. Gordon era un prometedor dise?ador de moda. Arnhold, un artista del vidrio e inversor inmobiliario. Nada pod¨ªa salir mal¡, hasta que, unos d¨ªas antes de que comenzaran los festejos, Arnhold se rompi¨® un pie y acab¨® llegando a la ciudad del pecado en silla de ruedas. Wes, que todav¨ªa no hab¨ªa sido fichado oficialmente como director creativo de Carolina Herrera, vio ah¨ª una ¡°fashion opportunity¡± y se fue corriendo al Garment District de Nueva York a buscar todos los complementos posibles para convertir todos los accesorios del lesionado (de la escayola a las muletas) en piezas de dise?o. ¡°Antes de todas las celebraciones, recuerdo que estuvimos una hora tumbados en la cama, yo con el pie en alto, mientras Wes intentaba crear algo divertido para m¨ª. Hab¨ªamos preparado todo para que fuera perfecto, pero ese acab¨® siendo el momento m¨¢s m¨¢gico y memorable de toda la celebraci¨®n¡±, explica Arnhold.
Gordon (Chicago, 36 a?os) y Arnhold (Nueva York, 38 a?os) reciben a El Pa¨ªs Semanal en su casa de campo en Roxbury, Connecticut (EE UU), una granja de madera estilo cottage ingl¨¦s construida en 1790, que adquirieron hace ahora m¨¢s de 10 a?os y que entronca con esa lecci¨®n aprendida. Seg¨²n el dise?ador, ¡°siempre hay algo en el suelo que no est¨¢ recto, las esquinas nunca est¨¢n en ¨¢ngulos de 90 grados, y eso te hace o aceptarla y amarla, entender lo rom¨¢ntico y lo po¨¦tico de la imperfecci¨®n, porque la otra opci¨®n es derribarla y empezar de cero¡±. Adem¨¢s de la poes¨ªa, esta casa de dos pisos llena de rincones y ¨¢ngulos est¨¢ a prueba de todas las bombas prosaicas. La m¨¢s notoria, sus dos hijos: Henry, de dos a?os, y Georgia, que naci¨® 10 d¨ªas antes del ¨²ltimo desfile de Carolina Herrera, a los que hay que sumar a la perrita instagrammer Bird, que tiene 1.700 seguidores en la red social.
Y hablando de animales, esta casa es, principalmente, una utop¨ªa granjera con caballos, vacas y ovejas que viven en una dolce vita permanente de crines perfectas y lanas esponjosas. ¡°Su objetivo en la vida es disfrutar, no producir, y aqu¨ª no vamos a sacrificar a ning¨²n animal ni orde?ar a ninguna vaca¡±, explica Arnhold. Solo consumen de sus animales los huevos de diferentes colores de gallinas de diferentes razas, alojadas en un corral blanco ¡°by Wes Gordon¡±, aunque las aves no son sus clientas m¨¢s agradecidas. ¡°No son muy limpias, no, ya no est¨¢ tan blanco como al principio¡±, bromea Arnhold, que narra c¨®mo cada fin de semana el peque?o Henry se despierta con la ilusi¨®n de ir a recoger personalmente los huevos para el desayuno, llamando a cada gallina por su nombre. Gordon, m¨¢s serio, asegura: ¡°Si algo bueno puede hacer un padre por su hijo es ense?arle empat¨ªa y amabilidad, y los animales son un buen lugar por el que empezar. Desde el primer d¨ªa tienes en tus manos un pollito tan fr¨¢gil al que tienes que tratar y hablar con cari?o. Si eso traspasa su manera de tratar a los dem¨¢s, creo que ser¨¢ un ser humano amable¡±.
Es esa convivencia entre la ¨¦lite y lo terrenal la que sirve de factor com¨²n entre el esp¨ªritu tanto de la casa como el de la labor de Gordon para Carolina Herrera, ep¨ªtome del clasicismo neoyorquino del Upper East Side y que renov¨® radicalmente su savia al nombrar en 2018 a un milenial como director creativo. ¡°Creo que la transici¨®n de la marca ha sido exitosa porque, aunque soy joven y tengo amigos j¨®venes y una vida juvenil, siempre he sido un poco nost¨¢lgico. Amo y respeto las cosas del ayer. Por el hecho de ser una persona de mi generaci¨®n, mi interpretaci¨®n de eso que amo es naturalmente moderna, pero sin sentir la necesidad de demoler lo anterior, algo que creo que sucede demasiado a menudo. Me encantan las cosas que tienen un alma y siento cierta alergia por todo lo que siente corporativo, desalmado¡±, asevera.
De la misma manera, cuando sali¨® a la venta en 2012 esta propiedad por primera vez en 95 a?os, Gordon y Arnhold la entendieron como una especie de herencia, no solo porque est¨¢ a escasos metros de la casa donde Arnhold pas¨® su infancia (y que todav¨ªa poseen y habitan sus padres), sino porque hab¨ªa pertenecido durante generaciones a la misma familia y se vend¨ªa con opci¨®n a mantener muebles, libros y hasta el ganado que all¨ª ten¨ªan. Contrataron a la arquitecta Charlotte Worthy para hacer una reforma ¡°lampedusiana¡±: cambiarlo todo para que nada cambie.
Para el paisajismo ficharon a Janice Parker, que dise?¨® un jard¨ªn de tradici¨®n brit¨¢nica, y para la decoraci¨®n, al prestigioso interiorista y amigo de Karl Lagerfeld Stephen Sills, que tuvo que ejercer de ¡°¨¢rbitro¡± entre los gustos m¨¢s rom¨¢nticos de Gordon y la tendencia m¨¢s contempor¨¢nea de Arnhold. Encontr¨® el punto medio en los cuadros del pintor estadounidense Andrew Wyeth. ¡°Hay algo severo y muy bello en el paisaje de esta zona de Connecticut, en sus colinas y en sus robles, que fue la visi¨®n que tuvo para esta casa. La belleza del cambio de estaci¨®n durante el a?o, la fluctuaci¨®n de la luz durante el d¨ªa, c¨®mo cae sobre los muebles antiguos y, sobre todo, el di¨¢logo con el exterior¡±, explica Gordon. El cuadro m¨¢s famoso de Wyeth, Christina¡¯s World, es de hecho una muchacha tumbada en el c¨¦sped y con la casa a varios metros de distancia, algo que habla de c¨®mo la principal estancia de la casa es, en realidad, el campo. Ese lugar en el que ¡°procesar y digerir todo el sobreest¨ªmulo al que te somete la vida en la moda y, en general, la vida en Nueva York¡±, dice Gordon.
¡°Este es un lugar m¨¢gico. Lo que es especial sobre esta casa, y hay que dar cr¨¦dito a Stephen, es que ha evolucionado de manera org¨¢nica mientras nuestras vidas tambi¨¦n evolucionaban, se ha adaptado a la llegada de ni?os que corretean y crecen, y algunos salones se han convertido en habitaciones de manera f¨¢cil y sencilla. Hace poco instalamos una casa de juegos y un columpio en el jard¨ªn¡±, explica el dise?ador, y de hecho la sesi¨®n de fotos se ver¨ªa luego interrumpida por un repartidor que tra¨ªa la alfombra para el suelo de esa peque?a caba?a. ¡°Nuestro hijo es mucho m¨¢s atl¨¦tico que nosotros. Le encantan los camiones, acaba de descubrir la pelota de f¨²tbol. Es un peque?o hombre salvaje y feliz. Yo de peque?o estaba todo el d¨ªa dibujando y pintando¡±, dice Wes Gordon con cierta sorna. ¡°Un d¨ªa de lluvia s¨ª que se puso a pintar, y canta muy bien, entona perfectamente¡±, a?ade tambi¨¦n entre risas Paul Arnhold, cuyas colecciones de vasijas y jarrones creadas por ¨¦l mismo tambi¨¦n son parte del universo familiar.
Paul Arnhold aprendi¨® la t¨¦cnica de soplar vidrio en un campamento de adolescencia y durante su juventud lleg¨® a vivir en Madrid, donde curs¨® en la Universidad Complutense estudios en Historia del Arte. Pero para describir el estilo de la casa (y de sus vidas) no utiliza mucha jerga art¨ªstica, sino que resume en dos palabras: ¡°Felicidad visual¡±. ¡°Somos una pareja naturalmente alegre y esta es una casa de risas. Lo m¨¢s maravilloso de tener hijos es que te da gran perspectiva, y algo que siempre he admirado de la se?ora Herrera es que tiene hijos, nietos, bisnietos, perros¡, y eso ha enriquecido sus dise?os. Cuanto m¨¢s entiendes y amas a la vida en su totalidad, mejor trabajas¡±, concluye Wes Gordon.