Copenhague: la capital del cielo verde
Arquitectos, bi¨®logos, antrop¨®logos, fil¨®sofos, ingenieros, paisajistas, abogados y pol¨ªticos se unen en Copenhague para erigir una nueva ciudad en busca de la biodiversidad. Retomando el concepto de ¡°quinta fachada¡± de Le Corbusier, recuperan los tejados como h¨¢bitat de felicidad. En ellos proliferan huertos, jardines y criaderos de conejos, gallinas y abejas.
No es ecopostureo ni greenwashing, en Copenhague mucha gente parece interesada en sembrar sus propios tomates, en fabricar su miel, en cultivar hongos comestibles en sus cocinas y en comer lo que den de s¨ª unas semillas que compran en sobres de papel reciclado. Volver a meter las manos en la tierra y conocer el r¨¦gimen de riego de los calabacines es all¨ª un c¨®digo de inteligencia y de saber estar en el mundo. Tambi¨¦n lo es ense?ar a los ni?os los tiempos de la naturaleza, y que...
No es ecopostureo ni greenwashing, en Copenhague mucha gente parece interesada en sembrar sus propios tomates, en fabricar su miel, en cultivar hongos comestibles en sus cocinas y en comer lo que den de s¨ª unas semillas que compran en sobres de papel reciclado. Volver a meter las manos en la tierra y conocer el r¨¦gimen de riego de los calabacines es all¨ª un c¨®digo de inteligencia y de saber estar en el mundo. Tambi¨¦n lo es ense?ar a los ni?os los tiempos de la naturaleza, y que las zanahorias no salen de la tierra grandes, alineadas y metidas en cajas.
La gente parece verdaderamente implicada en salvar su ciudad, o al menos en hacerla fuerte ¡ªresiliente, dicen¡ª ante el cambio clim¨¢tico. Y eso que all¨ª las estaciones a¨²n est¨¢n en su sitio. En marzo, la primera vez que viajamos a Copenhague para este reportaje, todav¨ªa era invierno cerrado. Tuvimos que volver porque los tejados verdes que ¨ªbamos buscando a¨²n no hab¨ªan brotado, y las abejas que quer¨ªamos fotografiar dorm¨ªan profundamente y no las iban a molestar por unas fotos. La naturaleza va primero. Y as¨ª nos lo hicieron saber.
Es dif¨ªcil determinar si estas conjunciones ocurren de modo natural o si se conjuran desde alg¨²n poder, pero en Copenhague se han juntado arquitectos, bi¨®logos, antrop¨®logos, fil¨®sofos, ingenieros, abogados, pol¨ªticos y paisajistas para hacer las cosas de otra manera. Y de momento han demostrado que no es del todo imposible. Una tormenta repentina en julio de 2011 caus¨® m¨¢s de 1.000 millones de d¨®lares en da?os a la ciudad, seg¨²n la Administraci¨®n T¨¦cnica y Ambiental de Copenhague, y este podr¨ªa haber sido el detonante, la evidencia de que estas cat¨¢strofes podr¨ªan ser cada vez m¨¢s frecuentes.
Cuenta Kika Krista Kj?rside, arquitecta del Centro de Arquitectura Dan¨¦s, que Copenhague siempre tuvo una fuerte conexi¨®n con el mar. Hist¨®ricamente, las iglesias antiguas se constru¨ªan en una peque?a colina, alejadas de la fuerza arrasadora de las aguas. Pero las cosas cambiaron y en el ¨²ltimo siglo la ciudad creci¨® en torno al puerto, donde se establecieron las zonas industriales con los barcos entrando, saliendo y contaminando. En los a?os ochenta se restauraron los sistemas de agua subterr¨¢neos y la zona portuaria se convirti¨® en la ribera donde ver y ser visto: la gente se encuentra, anda, nada, va a los parques o a un concierto. Toda la vida pasa junto al agua. ¡°Con el cambio clim¨¢tico y el riesgo de inundaciones, hemos decidido cambiar nuestra relaci¨®n con el mar y sembrar ¨¢rboles y crear zonas verdes para que la ciudad pueda absorber el exceso de agua¡±, dice la arquitecta.
Dinamarca tiene una pol¨ªtica coherente de arquitectura. ¡°El ministro de Cultura pidi¨® opiniones y recomendaciones para construir un futuro sostenible. Empezamos a preguntarnos si se necesitaba tener naturaleza dentro de una ciudad o si era suficiente con salir al campo los fines de semana; si podr¨ªamos hacer crecer la biodiversidad teniendo m¨¢s verde en las zonas urbanas o si esa lucha deb¨ªa librarse en el campo. Y es una discusi¨®n que no ha terminado. Los bi¨®logos dicen que la crisis de la biodiversidad no la vamos a resolver desde las zonas urbanas, pero que nuestro bienestar como seres humanos crece si estamos en contacto con la naturaleza¡±, dice Kj?rside, que detecta un cambio en su profesi¨®n. ¡°Somos m¨¢s abiertos, hol¨ªsticos, curiosos, todos nos escuchamos. Ahora trabajamos con paisajistas porque hemos entendido la importancia de integrar la naturaleza en las zonas urbanas¡±.
En ese contexto surgi¨® la idea de trabajar la ¡°quinta fachada¡±. El concepto, creado por Le Corbusier a mediados del siglo XX, buscaba recuperar los tejados como una superficie ¨²til para mejorar la vida de los vecinos, creando jardines, huertos y zonas de encuentro. Pero no se puede montar un huerto en cualquier tejado. Kj?rside recuerda que se necesitan unas ¡°estructuras s¨®lidas¡± que soporten el peso de varias capas de suelo, de sustrato, y de las plantas y los ¨¢rboles. Las instrucciones del Ayuntamiento especifican que los tejados verdes deben tener sobre su superficie una capa protectora, una drenante, una de filtro, el sustrato y finalmente la tierra donde crecer¨¢n las plantas. En Copenhague, desde 2010, los tejados verdes son obligatorios en los edificios comerciales de nueva construcci¨®n que tengan una pendiente de techo menor de 30 grados.
Entre las ventajas que enumera el Ayuntamiento para seducir a los vecinos est¨¢n la absorci¨®n del agua de lluvia, la creaci¨®n de un h¨¢bitat biodiverso, la reducci¨®n de la temperatura de la ciudad, la mejora de las funcionalidades de los edificios y el incremento de su valor patrimonial. En un documento, el Consistorio sugiere que en los tejados verdes se cultiven algunas especies de cactus, ¨¢rboles, arbustos y musgo.
Sin embargo, uno de los primeros ciudadanos de Copenhague que se puso a plantar en un tejado no escogi¨® arbustos ni plantas perennes, sino tomates. Sucedi¨® en 2011. A Mads Boserup Lauritsen, un arquitecto aburrido con su trabajo, se le ocurri¨® fabricarse un jard¨ªn, pero era ¡°imposible¡± en Copenhague. Entonces empez¨® colocando sus semillas en cinco cajas de madera que convirti¨® en contenedores de autorriego. Llam¨® a su proyecto TagTomat y lo coloc¨® en la azotea del basurero de su comunidad de vecinos. El primer a?o cosech¨® flores amarillas y algunos tomates. Al a?o siguiente, con una ayuda p¨²blica de 10.000 coronas danesas ¡ªunos 1.500 euros¡ª, compr¨® materiales para otras 50 cajas y se le unieron cinco vecinos. Entre todos recogieron 2.000 tomates. Su hija era entonces muy peque?a, iban juntos en bici y ¨¦l cultivaba tomates en la azotea. Encarnaba al hipster perfecto y sali¨® en todos los peri¨®dicos de Dinamarca. ¡°Me convert¨ª en una celebrity y todo el mundo empez¨® a copiarme¡±, recuerda Mads con una sonrisa.
Ahora TagTomat es un proyecto m¨¢s ambicioso. Lo acompa?amos a ver el tejado del basurero donde a¨²n sigue plantando tomates, pero todav¨ªa no hab¨ªa brotado nada verde. En un local cercano, Mads se dedica a vender semillas y objetos reciclados que llevan vida dentro, por ejemplo, un tetrabrik para tener en la cocina, abrir y esperar. Cuando transcurra el tiempo adecuado, Mads asegura que de ah¨ª brotar¨¢ un hongo ?comestible! Su misi¨®n es pedag¨®gica y casi evangelizadora: ¡°La gente tiene que saber de d¨®nde sale la vida¡±, dice. Una sucursal de su tejado de tomates est¨¢ en un colegio, ?restad Gymnasium. All¨ª los ni?os aprenden a cultivar la tierra respetando los tiempos de la naturaleza. Julie Holm, una de sus compa?eras de TagTomat, se encarga de los peque?os de entre seis y siete a?os. ¡°Para ellos es magia sembrar y al cabo del tiempo sacar una patata de la tierra, entonces le ven sentido a todo porque al principio les cuesta, aparecen con zapatillas blancas impolutas, no se quieren manchar con la tierra y les asustan los gusanos¡±.
Los tejados verdes son una oportunidad ¨²nica para convertir cientos de metros vac¨ªos de tejados en oasis de vida y biodiversidad, pues adem¨¢s de absorber el agua de lluvia reducen la temperatura y se convierten en h¨¢bitats perfectos para los animales. Hoy el Ayuntamiento de Copenhague contabiliza m¨¢s de 40 tejados verdes, y calcula que podr¨ªa tener en los pr¨®ximos a?os cerca de 200.000 metros cuadrados instalados.
No es un fen¨®meno exclusivo de esta ciudad. La organizaci¨®n Green Roofs for Healthy Cities (tejados verdes para ciudades saludables), con base en Toronto, calcula que solo en Norteam¨¦rica el n¨²mero de tejados verdes ha crecido un 15% desde 2013. Con el reemplazo del asfalto por el musgo y las plantas, esta organizaci¨®n ha constatado una ca¨ªda de la temperatura del aire circundante y un ahorro de energ¨ªa en las viviendas. Seg¨²n los c¨¢lculos del National Research Council de Canad¨¢, un tejado verde en un edificio podr¨ªa reducir en un 75% el uso de aire acondicionado de sus habitantes, lo que a su vez reducir¨ªa la poluci¨®n del aire y la emisi¨®n de gases de efecto invernadero.
Despu¨¦s de Copenhague, otras ciudades han comenzado a legislar sobre el asunto. En 2016, la ciudad argentina de C¨®rdoba emiti¨® una ordenanza que obligaba a convertir en verdes todos los tejados ¡ªnuevos o existentes¡ª de m¨¢s de 120 metros cuadrados. En Nueva York, el Consejo Municipal aprob¨® un conjunto de medidas para reducir los gases de efecto invernadero, incluyendo un requisito para techos verdes, paneles solares o una combinaci¨®n de ambos en edificios de nueva construcci¨®n.
Oficialmente, el primer tejado verde de Copenhague se construy¨® en el barrio de ?sterbro, una zona industrial donde en 1700 abundaban las f¨¢bricas, las destiler¨ªas y las zonas militares. Hoy se considera el primer distrito del mundo resiliente al cambio clim¨¢tico, con una infraestructura verde ¡ªel 20% de las superficies del vecindario lo son¡ª que reduce el impacto de los eventos clim¨¢ticos extremos. M¨¢s de 100.000 vecinos se implicaron en alguna de las 170 iniciativas que ten¨ªan como prop¨®sito preparar el barrio para la inclemencia clim¨¢tica.
En 2014, tres amigos ¡ªSofie Brincker, Livia Urban Swart Haaland y Kristian Skaarup¡ª se juntaron en el barrio para abrir el primer huerto urbano org¨¢nico en un tejado. Lo hicieron en el n¨²mero 4 de ?bel?gade, un edificio que albergaba una casa de subastas de coches de lujo. La azotea era un parking con ascensor para autom¨®viles. Se cuenta que su due?o, un misterioso multimillonario dan¨¦s, no les cobra el alquiler del tejado. El asunto es que all¨ª empez¨® a crecer una granja urbana org¨¢nica de m¨¢s de 600 metros cuadrados donde se cultivan vegetales y frutas, pero tambi¨¦n se cr¨ªan conejos, gallinas y abejas. El proyecto, llamado ?sterGRO, est¨¢ inspirado en el concepto de CSA (Community Supported Agriculture), un modelo econ¨®mico alternativo y local para la agricultura que conecta directamente a los agricultores con los consumidores. Los fundadores son realistas, no esperan que las ciudades del futuro sean autosuficientes, y prefieren apostar por crear fuertes v¨ªnculos entre la ciudad y el campo. Ellos se conforman con dar la oportunidad a los urbanitas de seguir de cerca el ciclo estacional de un huerto org¨¢nico.
Las tres colmenas de ?sterGRO son un s¨ªntoma de otra obsesi¨®n de la ciudad: las abejas. Detr¨¢s est¨¢ el antrop¨®logo brit¨¢nico Oliver Maxwell, una curiosa mezcla de nerd y hippy, que en 2010 abri¨® una f¨¢brica urbana de miel en un edificio del siglo XIX del distrito de Amager. El proyecto, llamado Bybi, ha obrado el milagro de que cada barrio de la ciudad tenga su propia miel, y que ninguna se parezca entre s¨ª. En los 35 frascos apilados junto a la ventana se puede trazar una ruta por Copenhague. Cada miel adquiere un tono propio con la luz solar, desde un ¨¢mbar transparente hasta un amarillo lim¨®n o un naranja tostado. ¡°Recolectamos la miel en botes porque cada calle y cada distrito tiene flores diferentes que aportan un matiz nuevo al sabor¡±, dice Maxwell. Bybi tiene 100 colmenas, cada una con 30.000 abejas. Las alquila y suelen acabar en las azoteas de la ciudad. Hay panales en el tejado del Ayuntamiento, en el de la cervecer¨ªa Carlsberg, en el del hotel Bella Sky, en la torre LO y en el Tivoli. En Bybi aprenden el oficio de la apicultura personas vulnerables, refugiados, jubilados, desempleados de larga duraci¨®n y enfermos mentales. Para el pr¨®ximo a?o se ha propuesto producir 25 toneladas de miel.
Buena parte de la mutaci¨®n verde de Copenhague lleva la firma de oficinas de arquitectura como SLA, que se define como ¡°un estudio de dise?o basado en la naturaleza que dise?a lugares para la vida¡±. Una de sus fundadoras, Mette Skjold, nos acompa?a a ver uno de sus proyectos, Amager Bakke Copenhill Rooftop Park. Una especie de serpiente verde de 500 metros baja trazando una curva desde una pendiente. Al fondo, una torre industrial despide una larga columna de humo blanco y varios esquiadores se deslizan cuesta abajo. Mientras sube a buen paso, Skjold no para de hablar: ¡°Quer¨ªamos convertir una zona industrial, la nueva planta de conversi¨®n de residuos en energ¨ªa, en un lugar donde viniera la gente a pas¨¢rselo bien. Aprovechamos la altura para hacer una pista de esqu¨ª verde y combinamos senderos para andar, ¨¢reas de juego, muros de escalada y gimnasios urbanos¡±, cuenta. En esta monta?a rocosa, SLA ha plantado 7.000 arbustos y 300 ¨¢rboles de diferentes generaciones. El parque es una bomba verde para la zona industrial aleda?a, donde ahora se puede escuchar trinar a los p¨¢jaros y hay que cuidarse de las picaduras de abejas. Un ecosistema urbano que quiere cambiar la vida de Copenhague, cuyas autoridades quieren declararse en 2025 la primera ciudad del mundo neutra en emisiones de carbono.
La ambici¨®n es grande, y el tiempo, corto. Pero all¨ª piensan que el planeta no puede esperar. Y 2030, cuando el resto del mundo prev¨¦ cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ya les parece demasiado tarde.