A¨²n no
Siempre me he preguntado por el fuego de esa chimenea que tan familiar resulta ya a los consumidores de los telediarios. ?Ser¨¢ realmente de le?a o lo provoca un chorro de gas productor de esas llamas que abrazan una pila de troncos falsos? Soy un experto en fuegos de chimenea y no me parece que esa le?a est¨¦ bien apilada. De ser aut¨¦ntica, podr¨ªa desmoronarse en cualquier momento y caer sobre la alfombra provocando un incendio de horribles consecuencias. Dudo, en fin, de la sinceridad de ese hogar. Hay maneras incre¨ªblemente realistas de imitar las llamas y su movimiento en apariencia err¨¢tico. Acuda usted a una gran superficie de mobiliario dom¨¦stico y lo comprobar¨¢.
Afirm¨¦moslo, pues, sin temor: estamos ante un fuego de atrezo. Un fuego que trata de parecer lo que no es y que quiz¨¢ lo consiga. Tal vez toda la habitaci¨®n sea un plat¨®. Tal vez las personas que act¨²an en ella sean meros actores. El mundo como representaci¨®n. Observen, si no, la naturalidad teatral con la que Trump se inclina hacia Biden, haci¨¦ndole un comentario que obliga a sonre¨ªr a ambos. ?Qu¨¦ cort¨¦s resulta todo! No ya la chimenea hogare?a, con sus adornos vegetales (quiz¨¢ de pl¨¢stico), sino la atm¨®sfera genuinamente civilizada con la que estos dos sujetos se muestran ante la doliente humanidad. Me pregunto hasta qu¨¦ punto este planeta en v¨ªas de extinci¨®n no es ya un set donde cada uno de nosotros representa, sin ser conscientes de ello, un papel en apariencia inocente, como ese fuego que pese a mentir sobre su origen, abrasa lo mismo que si procediera de un tronco de roble. La cosa es que no es lo mismo. A¨²n no.