P¨¦gatela con ¡®superglue¡¯
He aqu¨ª el lado oscuro de Errej¨®n. Su sombra. No sabemos si en el momento de fotografiarla el expol¨ªtico se encontraba cerca de ella, y sometida a su control, o si el personaje y la persona andaban cada uno por su lado: el primero hablando sensatamente en la tribuna del Parlamento sobre el problema de la salud mental y la segunda cometiendo tropel¨ªas en una pensi¨®n de los suburbios. Tampoco sabr¨ªamos decir a ciencia cierta qui¨¦n representaba a la persona y qui¨¦n al personaje, tal vez intercambiaban sus lugares, pues no hay personaje al que no le guste, de vez en cuando al menos, ejercer de persona y viceversa. Todos en alg¨²n grado experimentamos esa confusi¨®n: el problema es cuando alcanza niveles patol¨®gicos.
En cualquier caso, a la sombra hay que tenerla atada y bien atada. Conviene, para ello, moverse por espacios soleados, pues en la oscuridad se pierde. En la oscuridad, no tenemos ni idea de aquello a lo que se dedica nuestra sombra. De ah¨ª que a mister Hyde, que era el doble perverso del se?or Jekyll, le gustaran los callejones menos iluminados del Londres de la ¨¦poca. La sombra se mueve como pez en el agua en la estrechez de las habitaciones sin ventilar, en la angostura de los ascensores cerrados, en el interior maloliente de los aseos p¨²blicos. El cuento de Peter Pan empieza con el empe?o del cr¨ªo en coserse la sombra a los pies. No conf¨ªes en que vaya a tu lado de forma voluntaria: p¨¦gatela con superglue, que se rompa las piernas al huir. Mejor que se destroce ella que t¨². Y procura no ser muy normal porque ese exceso, el de la normalidad, suele amparar las condiciones m¨¢s oscuras.
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