?Estar¨¢n a la altura?
Ximo Puig o Pedro S¨¢nchez todav¨ªa no han reclamado a los ciudadanos el arrojo supremo de ¡°sangre, esfuerzo, sudor y l¨¢grimas¡±. Todo se andar¨¢
Se cumple una semana desde la entrada en vigor del estado de alarma y las previsiones apuntan a una ampliaci¨®n de los plazos inicialmente dictados. Escucho decir a los expertos que las crisis de este calado generan cohesi¨®n social. Debe ser as¨ª. Ah¨ª est¨¢ el balconeo nocturno diario en reconocimiento al esfuerzo de ...
Se cumple una semana desde la entrada en vigor del estado de alarma y las previsiones apuntan a una ampliaci¨®n de los plazos inicialmente dictados. Escucho decir a los expertos que las crisis de este calado generan cohesi¨®n social. Debe ser as¨ª. Ah¨ª est¨¢ el balconeo nocturno diario en reconocimiento al esfuerzo de los profesionales sanitarios o esas decenas de m¨²sicos amenizando desde sus casas la jornada deste?ida y melanc¨®lica de San Jos¨¦. Las ciudades y pueblos se colorean de gestos solidarios. Dif¨ªcil distinguir el buenismo entre tanta bondad.
Y ?qu¨¦ decir de las redes sociales y suced¨¢neos? Echan humo. A ver qui¨¦n dispara m¨¢s r¨¢pido y posiciona mejor su ocurrencia -las hay a raudales- en el podio del ingenio.
Hasta los pol¨ªticos han mudado de discurso. Se han despojado de cinismo y destemplanza. Parecen haber repasado las ense?anzas del gran Lope de Vega. Por primera vez en la historia de la democracia espa?ola se desempe?an en el fuenteovejismo como si no hubiera un ma?ana. Que lo hay. La excepci¨®n a la regla la protagoniza el presidente catal¨¢n Quim Torra: la estulticia hecha carne.
Atiendo las comparecencias diarias de Ximo Puig, presidente del Consell, y contemplo a un hombre de gesto contenido y mirada cansada. No s¨¦ si improvisa o lee lo que alguien le escribe; sea lo que sea, el esp¨ªritu de Winston Churchill parece haberle pose¨ªdo. Tambi¨¦n a Pedro S¨¢nchez. Todav¨ªa no han reclamado a los ciudadanos el arrojo supremo de ¡°sangre, esfuerzo, sudor y l¨¢grimas¡±. Todo se andar¨¢. El escenario despu¨¦s de la batalla, cuando las olas de la pandemia se retiren, ser¨¢ desolador.
Porque esta crisis que estamos viviendo cada uno encerrado en su casa ha puesto el foco en el ¨¢mbito asistencial sanitario. As¨ª deb¨ªa ser. No ha sido f¨¢cil. No est¨¢ siendo sencillo. Los profesionales sociosanitarios -¨¢mbito p¨²blico y privado- se han visto abandonados a su suerte durante d¨ªas, hu¨¦rfanos de los medios m¨¢s b¨¢sicos para confrontar con un enemigo tan microsc¨®pico como letal, un virus ignoto, y otro de mayor tama?o y no menos peligroso: el p¨¢nico.
Garantizada la asistencia sanitaria para quien as¨ª lo precise, en unos d¨ªas, cuando el confinamiento empiece a pesar en el ¨¢nimo y el miedo ante el futuro incierto se abra camino en los hogares golpeados por el desempleo, la sociedad exigir¨¢ algo m¨¢s que unas decenas de millones de euros para apuntalar a los siempre maltratados aut¨®nomos.
Y ser¨¢ en ese exacto momento cuando podremos discernir si quienes nos gobiernan tienen el fuste y el coraje exigibles, o son pol¨ªticos dise?ados para navegar en aguas mansas. No van a existir excusas porque las necesidades golpear¨¢n al coraz¨®n del sistema y no entender¨¢n de demoras, de nuevos modelos de financiaci¨®n, de inversiones territorializadas, ni de deudas hist¨®ricas. Esos recursos dial¨¦cticos caducaron con la pandemia.
Predecir futuros escenarios pol¨ªticos es hoy un esfuerzo aciago; pero no es temerario aventurar que sucumbir¨¢n los pol¨ªticos incapaces de empatizar y aportar soluciones que frenen el descalabro vital de miles de ciudadanos.
La historia ha situado al valenciano Gobierno del Bot¨¢nico ante la tesitura id¨®nea para dise?ar una arquitectura de pol¨ªticas sociales y econ¨®micas que no convierta en burla los principales enunciados de su discurso program¨¢tico. ?Estar¨¢n a la altura?