El minuto cero de un ¡°mal bicho¡± que cambi¨® nuestras vidas
Cient¨ªficos, sanitarios, autoridades y familiares de v¨ªctimas relatan c¨®mo vivieron las semanas de explosi¨®n de la bomba v¨ªrica llegada desde China
El 6 de enero, en su despacho de San Francisco, el epidemi¨®logo Jaime Sep¨²lveda ley¨® en The New York Times la noticia de una misteriosa enfermedad en China parecida a una neumon¨ªa. Sep¨²lveda, presidente del Consejo de Salud Global de la Universidad de California, pens¨® que se avecinaba ¡°un mal bicho¡±. Desde ese d¨ªa, reuni¨® toda la informaci¨®n en un repositorio de art¨ªculos cient¨ªficos que lleg¨® a hacerse viral. Esa misma semana, recibi¨® una grabaci¨®n de Richard Feachem, eminencia mundial en enfermedades infe...
El 6 de enero, en su despacho de San Francisco, el epidemi¨®logo Jaime Sep¨²lveda ley¨® en The New York Times la noticia de una misteriosa enfermedad en China parecida a una neumon¨ªa. Sep¨²lveda, presidente del Consejo de Salud Global de la Universidad de California, pens¨® que se avecinaba ¡°un mal bicho¡±. Desde ese d¨ªa, reuni¨® toda la informaci¨®n en un repositorio de art¨ªculos cient¨ªficos que lleg¨® a hacerse viral. Esa misma semana, recibi¨® una grabaci¨®n de Richard Feachem, eminencia mundial en enfermedades infecciosas: ¡°Me dec¨ªa que esto iba a ser una pandemia y que habr¨ªa millones de muertes¡±. No hay que ser Casandra, dice al tel¨¦fono Sep¨²lveda. En 2015 ya escuch¨® en persona vaticinar a Bill Gates que la pr¨®xima cat¨¢strofe global ser¨ªa una pandemia y que el mundo no se estaba preparando para ella. ¡°En cuanto escuch¨¦ la grabaci¨®n de Feachem me dije: ¡®Pues aqu¨ª est¨¢¡±.
En el otro extremo de Estados Unidos, en Nueva York, la bandeja de entrada del correo electr¨®nico del vir¨®logo colombiano Javier Jaimes empez¨® a registrar una actividad inusual con noticias de Wuhan. ¡°Se dec¨ªa que era un nuevo virus, que no era SARS [s¨ªndrome respiratorio agudo grave, en sus siglas en ingl¨¦s] pero se parec¨ªa mucho. Algo nuevo y potencialmente peligroso¡±. Ese fin de semana no descans¨®. ¡°Solo hubo correos; iban y ven¨ªan tratando de entender qu¨¦ tipo de virus era¡±. El s¨¢bado 11 de enero, China inform¨® del primer fallecido. El lunes siguiente se reuni¨® el departamento de Microbiolog¨ªa e Inmunolog¨ªa de la Universidad de Cornwell, en la que es investigador, para acordar dejarlo todo y volcarse en la covid-19.
Dos meses antes, el 30 de octubre de 2019, 160 soldados espa?oles hab¨ªan aterrizado en Madrid procedentes de Wuhan, donde hab¨ªan ganado la medalla de bronce en los Juegos Ol¨ªmpicos Militares. El 30 de diciembre, dos meses despu¨¦s, un oftalm¨®logo de Wuhan, Li Wenliang, alert¨® a varios colegas, mediante la aplicaci¨®n de mensajer¨ªa We Chat, de siete casos de SARS; los mensajes trascendieron y Wenliang, de 33 a?os, fue acusado por la polic¨ªa de difundir ¡°rumores¡±. El 31 de diciembre la Comisi¨®n Municipal de Salud de la ciudad china inform¨® de 27 casos de neumom¨ªa de etiolog¨ªa desconocida en un foco detectado en el mercado de pescados, mariscos y animales vivos de la ciudad. Pocas horas despu¨¦s, el mundo empez¨® a celebrar la llegada de 2020, fiesta agitada por el inicio de los llamados felices a?os 20 en referencia a los felices 20 del siglo anterior, que acabaron en 1929 con un crack mundial, el desplome de la Bolsa de Nueva York. En esta ocasi¨®n, al mismo tiempo que el planeta llenaba de buenos deseos el nuevo a?o, se activaba una bomba de relojer¨ªa que no detonar¨ªa al final de la d¨¦cada, sino en cuesti¨®n de semanas. Las que tardaron los soldados espa?oles, tras regresar exultantes de Wuhan con una medalla de bronce, en custodiar ata¨²des y ofrecer acompa?amiento a familiares de decenas de muertos en una morgue improvisada en el Palacio de Hielo de Madrid.
Una cena familiar
Esa Nochevieja de 2019, en un piso del barrio de Zarzquemada de Legan¨¦s (Madrid), cena un exmiembro de la seguridad personal de Franco, uno de los primeros polic¨ªas en llegar al despacho de los abogados de Atocha para atender a los heridos del atentado ultraderechista y agente veterano amenazado por ETA. Se llama Bernardo Caraba?o, es manchego, tiene 74 a?os y de ni?o ayudaba a su padre a labrar la tierra. Muchos a?os despu¨¦s consigui¨® sacar el graduado escolar, el mismo d¨ªa que su hijo mediano, Iv¨¢n, que hoy es m¨¦dico. Esa noche, mientras una m¨ªnima parte de la comunidad cient¨ªfica recib¨ªa un reporte inquietante, Caraba?o tom¨® las uvas con su mujer, dos de sus tres hijos y sus nietos. Al d¨ªa siguiente, 1 de enero, madrug¨® para hacerle el desayuno a los ni?os.
Casi nadie miraba de reojo a Wuhan. El corresponsal de EL PA?S Jaime Santirso, de guardia en Pek¨ªn, fue uno de los primeros espa?oles en enterarse de las neumon¨ªas at¨ªpicas al leerlo en un digital mediano, ¡°ni siquiera un diario grande¡±, dice, a finales de diciembre. ¡°Pens¨¦: ¡®Esto no va a tener mayor historia¡±. Dos semanas despu¨¦s, el Ministerio de Defensa espa?ol ya estaba agitado por la cercan¨ªa de las fechas en las que su delegaci¨®n militar compiti¨® all¨ª en los Juegos. ¡°Ver Wuhan en los titulares me sorprendi¨®¡±, dice la ministra, Margarita Robles. ¡°A causa de aquel desplazamiento hab¨ªamos estado viendo v¨ªdeos de Wuhan, as¨ª que lo comentamos. La cl¨¢sica conversaci¨®n de ¡®qu¨¦ suerte hemos tenido que no nos ha pillado all¨ª¡±. Era algo muy lejano, incluso cuando el 31 de enero aterrizaron en Madrid 21 espa?oles que se hab¨ªan quedado atrapados en la ciudad china, entre ellos Santirso. ¡°Yo me fui el 22 de enero de Pek¨ªn a Wuhan porque ese d¨ªa se anunciaba si se declaraba una emergencia internacional. En el aeropuerto de Pek¨ªn ya flip¨¦: todos con mascarillas y en el avi¨®n solo 12 personas. Llegu¨¦, hice un par de entrevistas y me dorm¨ª. A la hora, anunciaron el cierre de la ciudad. Me despert¨¦ con mil llamadas perdidas pero ya no me daba tiempo a salir¡±.
Ese mismo d¨ªa, Inmaculada Jim¨¦nez dio a luz en el Hospital General de Tomelloso (Ciudad Real). Al ni?o lo llamaron Tom¨¢s y su madre, alcaldesa del municipio, ten¨ªa por delante varios meses de baja. ¡°Durante los ¨²ltimos d¨ªas de embarazo hab¨ªa escuchado en las noticias informaciones del coronavirus. Me parec¨ªa una pel¨ªcula de terror que se rodaba en la otra punta del mundo¡±, dice. El 3 de abril, el diario El Espa?ol bautiz¨® Tomelloso como ¡°la Wuhan de La Mancha¡±.
Para entonces, el cient¨ªfico Javier Jaimes ya ten¨ªa el virus. Literalmente. Su departamento de la Universidad de Cornwell lo hab¨ªa pedido a un repositorio internacional de c¨¦lulas y virus que existe en Estados Unidos, y lo encerraron en una unidad de aislamiento de bioseguridad. ?Qu¨¦ hay que hacer para ver el causante de la covid-19? ¡°Nos rastrean nada m¨¢s entrar en el edificio. Utilizamos unos equipos de protecci¨®n que incluyen una cobertura externa resistente a fluidos, varias capas de guantes y un respirador para la cara de presi¨®n positiva: est¨¢ conectado a una fuente que lanza el aire para que pase por un filtro que est¨¢ en nuestra cabeza, y ese aire es limpio y sale a alta presi¨®n¡±. ?Y el virus? ¡°Solo sale de su frasco para trabajar con ¨¦l dentro de la cabina. Si, por casualidad, alguien destapa un frasco fuera, hay que cerrar la unidad y entra un servicio de emergencia para descontaminar el ¨¢rea¡±.
31 de enero
El 31 de enero, EL PA?S abri¨® por tercera vez su portada con la covid-19: ¡°La OMS declara la emergencia sanitaria ante la expansi¨®n del virus¡±. Es el mismo d¨ªa en que se conocen dos casos aislados en Italia y que el epidemi¨®logo Fernando Sim¨®n, director de Emergencias Sanitarias, dice que en Espa?a no va a haber m¨¢s all¨¢ de ¡°alg¨²n caso diagnosticado¡±. Nadie lo ve venir a esas alturas. La cirujana Soledad Oliart, que un a?o antes colabor¨® como m¨¦dico cooperante en Liberia, trabajaba en los quir¨®fanos del Hospital Cruz Roja de Madrid. Segu¨ªa por los medios lo que estaba pasando en China debido al confinamiento y la persecuci¨®n del oftalm¨®logo Li Wenliang, el m¨¦dico que dio la voz de alerta el 30 de diciembre en Wuhan y fue castigado por ello. Le impactaba la historia de Wenliang, que hab¨ªa enfermado violentamente de coronavirus el 12 de enero. Se supo que hab¨ªa atendido cuatro d¨ªas antes a un paciente con glaucoma que result¨® ser un comerciante del mercado de animales vivos de Wuhan. Seg¨²n la prensa china, ese comerciante ten¨ªa una alt¨ªsima carga v¨ªrica. Wenliang fue uno de los primeros en denunciar la existencia del virus, fue reprobado, no se tomaron medidas, atendi¨® a un paciente contagiado y se contagi¨® ¨¦l mismo. Wenliag muri¨® el 7 de febrero a los 33 a?os. Miles de personas se concentraron en el hospital para hacer sonar silbatos. Oliart, impresionada por la historia, la coment¨® con sus colegas del hospital.
Al doctor Iv¨¢n Caraba?o, hijo de Bernardo Caraba?o, le ten¨ªa fascinado otra historia de China: la construcci¨®n en seis d¨ªas de un hospital. Un d¨ªa de primeros de febrero, cuando el telediario dio la noticia de que el hospital abr¨ªa sus puertas, Iv¨¢n lo habl¨® con su padre. Fue la primera conversaci¨®n sobre coronavirus en casa. Jubilado de la polic¨ªa, Caraba?o viv¨ªa a?os plet¨®ricos: madrugaba y a las 8.50 horas llevaba a sus nietos al colegio con su mujer, Mar¨ªa del Carmen. Luego, dependiendo del d¨ªa, se dedicaba a yoga, pintura, taller literario o teatro. Estaba metido en dos coros. El 15 de marzo sopl¨® velas: 75 a?os. Fue un cumplea?os amargo: la actualidad internacional ya era entonces nacional y local, y millones de espa?oles permanec¨ªan encerrados en sus casas. Las felicitaciones fueron a trav¨¦s de videollamadas. ?Ten¨ªa miedo? ¡°Hab¨ªa sufrido un infarto hace 20 a?os. Sali¨® fuerte, no pensaba en ello. Esos d¨ªas estaba muy preocupado. Dos de sus tres hijos son sanitarios y su nuera¡ Pero est¨¢bamos en contacto diario¡±, cuenta su hijo Iv¨¢n. El 31 de marzo, Bernardo Caraba?o tosi¨®. Sinti¨® un ligero dolor de cabeza y hacia el final del d¨ªa tuvo febr¨ªcula, as¨ª que telefone¨® a su hijo m¨¦dico.
A principios de febrero, la alcaldesa de Tomelloso se recuperaba tras una semana en el hospital por un parto con ces¨¢rea. Ten¨ªa un pleno importante el 15 de marzo, en el que deb¨ªa aprobar una modificaci¨®n de plantilla y planes de obras, El lunes 9, sin embargo, son¨® su tel¨¦fono: ¡°Inmaculada, tenemos un caso de un vecino con covid-19¡±. Esa misma ma?ana, con la ciudad patas arriba, el director de Salud P¨²blica de Castilla y La Mancha, Juan Camacho, anunci¨® que en Tomelloso hab¨ªa un foco especialmente virulento. No era un caso, eran varios. ¡°Me entero por la televisi¨®n. Y empieza una pesadilla¡±, recuerda Inmaculada Jim¨¦nez. El mi¨¦rcoles 11 clausur¨® la ciudad. ¡°Lo precintamos todo¡±, dice. ¡°Nadie te ense?a a cerrar tu ciudad. Ve¨ªamos lo que se hac¨ªa en Italia, sent¨ªamos que ten¨ªamos que actuar ya¡±. Pero el reguero de muerte ya se hab¨ªa puesto en marcha.
El hospital tuvo que triplicar su capacidad con donaciones de camas de vecinos y del Ayuntamiento; el ala de Maternidad en el que la alcaldesa hab¨ªa dado a luz acog¨ªa ahora a enfermos, muchos de los cuales fallec¨ªan. Lleg¨® a haber 11 entierros diarios; un periodista de la agencia internacional AFP, Laurence Boutreux, escribi¨® una pieza que se public¨® en diarios de medio mundo: ¡°En la tierra del Quijote, el coronavirus se ensa?a con un pueblo¡±, dando cuenta de entierros como el de Jes¨²s, de 80 a?os, ¡°inhumado sin flores ni familia. Solo el cura y tres empleados f¨²nebres rodeaban el ata¨²d para una r¨¢pida bendici¨®n¡±. La alcaldesa reaccion¨®: ¡°La transparencia exige valent¨ªa, y yo publico los datos del cementerio municipal. No tengo otros. El cementerio tiene su propio libro donde el facultativo escribe la causa de la defunci¨®n como ¡®covid¡¯ o ¡®posible covid¡¯, porque hay mucha gente que ha fallecido sin que se le hiciese un test. Y esos datos son los que doy, los confirmados y los que no: cifras muy elevadas que provocan a nuestro alrededor el catastrofismo y el amarillismo. Pretendiendo estigmatizar a una ciudad, con ese sobrenombre de Wuhan de La Mancha; ya me gustar¨ªa a m¨ª saber cu¨¢ntos Wuhanes habr¨ªa si diesen todos las cifras de sus cementerios¡±.
¡°No s¨¦ en qu¨¦ d¨ªa vivo¡±
En febrero a¨²n hab¨ªa una perspectiva de legislatura en Espa?a. Se llevaban temas a los Consejos de Ministros. Cada departamento manejaba su agenda. Dos meses despu¨¦s, la ministra de Defensa no sabe en qu¨¦ d¨ªa vive. ¡°No s¨¦ qu¨¦ d¨ªa de la semana es, no te lo puedo decir¡±, comenta Robles. ¡°Vamos todos los d¨ªas a La Moncloa las cuatro autoridades decretadas por el estado de alarma. Todos, no hay un corte en ning¨²n momento, no hay noci¨®n de fin de semana. Me est¨¢n recordando ahora que ma?ana hay Consejo de Ministros, as¨ª que s¨¦ que es jueves¡±. Tras el runr¨²n de las semanas anteriores que acab¨® explotando pol¨ªticamente el domingo 8 de marzo con la manifestaci¨®n feminista, a la que no acudi¨®, Robles recibi¨® una llamada el viernes 13: el Gobierno iba a declarar el estado de alarma, el Ej¨¦rcito se movilizar¨ªa y la ministra de Defensa ser¨ªa una de las autoridades que gobernar¨ªa Espa?a durante ese tiempo. ¡°Esa tarde reun¨ª al secretario de Estado y a los mandos militares y se dio forma a la Operaci¨®n Balmis¡±, dice. ¡°Los mandos han hecho un planeamiento riguroso y rapid¨ªsimo, est¨¢n volcados y solo les puedo dar las gracias¡±. El mi¨¦rcoles 22 de abril, Robles clausur¨® la morgue del Palacio de Hielo de Madrid con un discurso que levant¨® un aplauso un¨¢nime. ¡°Lloro muchas veces al llegar a casa¡±, dice.
La sanidad madrile?a empez¨® a convulsionar en la primera semana de marzo. ¡°La situaci¨®n explota con pacientes ya ingresados. Nosotros tuvimos los quir¨®fanos trabajando con normalidad hasta el 12¡±, dice Oliart, la cirujana del Hospital Cruz Roja. Los hospitales comenzaban a recibir llamadas de pacientes con cita para operarse que prefer¨ªan retrasarlo. ¡°Hab¨ªa mucho movimiento, mucha agitaci¨®n, y en las operaciones menos urgentes la propia gente te llamaba para decirte, oye, mejor no¡±, cuenta Oliart. Los hospitales, con plantas todav¨ªa sin cerrar y sin las medidas de seguridad adecuadas, eran el lugar en el que uno pod¨ªa sanarse de su enfermedad y contagiarse del virus. El infierno para el personal sanitario, sin medios, y el m¨¢s afectado del mundo, con 36.000 infectados y cerca de 40 fallecidos. Uno de los ¨²ltimos, el m¨¦dico de la UVI m¨®vil de Tomelloso, Jos¨¦ Manuel Iriarte, de 63 a?os. ¡°En la primera semana de marzo ya llam¨¦ a todos los pacientes de consulta mayores de 65 para decirles que, si no era algo urgente, no viniesen¡±, relata Oliart. Tres quir¨²rgicos, entre ellos Oliart, se fueron el d¨ªa 15 a las plantas de Medicina ¡°a aprender¡±. ¡°Si iba cayendo nuestra gente, ten¨ªamos que saber al menos lo que ten¨ªamos que hacer¡±, dice. Una semana m¨¢s tarde, efectivamente, se empezaron a pedir refuerzos y Oliart y sus compa?eros empezaron a trabajar con pacientes de coronavirus. ¡°Al principio hubo una enorme percepci¨®n de cat¨¢strofe, los pacientes muy solos, muy perdidos. Y con cierta sensaci¨®n de apestados, que eso ha ido ya cambiando. Y nosotros tambi¨¦n hemos aprendido mucho¡±. En el Cruz Roja se pas¨® de tener unas 30 camas con infectados a 180. En un hospital de 190 camas.
Desmenuzar el virus
El mundo trata de contener el virus mediante confinamientos que impidan su transmisi¨®n y, tambi¨¦n, es liberado y animado en los laboratorios para saber c¨®mo neutralizarlo. El vir¨®logo Javier Jaimes trabaja contra reloj en Nueva York. ¡°Hacemos experimentos que no implican ning¨²n componente vivo. Usamos porciones del virus, prote¨ªnas, componentes de su material gen¨¦tico, pero no el virus completo ni nada que implique interacci¨®n con un organismo vivo. Despu¨¦s hacemos lo que llamamos experimentos ex vivo. Son experimentos sobre un sistema que es vivo pero no es un organismo como tal: c¨¦lulas que tenemos en laboratorio, que se consiguen comercialmente o que nosotros hemos cultivado. Y con esas c¨¦lulas, hacemos experimentos. Tenemos una plataforma que nos permite crear un pseudovirus, un virus sint¨¦tico que no tiene capacidad de infecci¨®n pero que permite emular el proceso de ingreso en la c¨¦lula. Todo eso lo hacemos antes de llegar al virus, y luego, cuando llegamos al virus, hacemos de nuevo experimentos ex vivo en cultivos celulares, en c¨¦lulas de laboratorio, evaluando los resultados que ya obtuvimos previamente con los m¨¦todos anteriores, mientras est¨¢bamos con el virus del trabajo final¡±.
?C¨®mo ser¨¢ el mundo? ¡°Espero que al mundo que conoc¨ªamos no volvamos. Que hagamos las cosas diferentes. ?Nos toca esperar a que la vacuna llegue? Creo m¨¢s en una opci¨®n de tratamiento; si lo tenemos, las condiciones van a cambiar, porque ya habr¨¢ un control de los casos positivos. Eso implica tener tambi¨¦n un mecanismo de diagn¨®stico eficiente. Soy optimista: quiz¨¢ en oto?o haya un tratamiento eficiente¡±, afirma Jaimes. ¡°Las normas sociales¡±, dice el epidemi¨®logo Jaime Sep¨²lveda desde San Francisco, ¡°ya han cambiado para siempre. En cuanto haya una vacuna podremos retomar paulatinamente algunos ¡ªpero no todos¡ª de los h¨¢bitos que ten¨ªamos. Vamos a viajar menos, a usar menos el autom¨®vil, a trabajar m¨¢s desde casa. Para el planeta va a ser un alivio¡±.
El viernes 3 de abril, cuatro d¨ªas despu¨¦s de empezar con ligeros s¨ªntomas, Bernardo Caraba?o le dijo a su mujer que se iba con su hijo Iv¨¢n al hospital. F¨ªsicamente estaba bien; an¨ªmicamente ¡°amedrentado¡±. Ya en el centro sanitario, empeor¨®. ¡°Esta enfermedad es como si un cami¨®n te atropella poco a poco¡±, dice Iv¨¢n. El lunes 6, su hijo pudo visitarlo tres horas. Hab¨ªa mejorado un poco, respiraba mejor e Iv¨¢n se fue tranquilo. A la hora y media lo llamaron para decirle que hab¨ªa empeorado ¡°brutalmente¡±, que desestimaban meterlo en la UCI y que lo sedaban. Falleci¨® el s¨¢bado 11. El entierro fue el martes 14 en Villafranca de los Caballeros, su pueblo. Fueron sus tres hijos mientras la viuda se qued¨® en el piso de Legan¨¦s. Los hijos siguieron al coche f¨²nebre hasta que lleg¨® a la puerta del cementerio; all¨ª los trabajadores municipales sacaron el f¨¦retro y lo metieron en el camposanto mientras los hijos se quedaron en la verja. ¡°Nos quedamos mirando la progresi¨®n del cortejo por el cementerio hasta que lo perdimos de vista. No pudimos hacer otra cosa que mirar una verja. El dolor y la impotencia eran insoportables¡±, dice. ¡°La perplejidad de miles de viudas, y digo viudas porque mueren muchos m¨¢s hombres, est¨¢ siendo absoluta. No se digiere el luto. Para mi madre, mi padre desapareci¨®. Sali¨® un d¨ªa de casa por su propio pie y no lo volvi¨® a ver, ni lo enterr¨®, ni nada. Desapareci¨®. Un d¨ªa estaba en casa y al siguiente no estaba, y en eso est¨¢ consistiendo la pandemia: que la gente desaparece de nuestra vista sin m¨¢s¡±.
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