Contra Mourinho viv¨ªamos mejor
El forofo, ya sea en el f¨²tbol como en la pol¨ªtica, prefiere tener en contra a alguien a quien sea f¨¢cil profesar inquina
Pepe, el hincha, personaje de los tebeos de los a?os sesenta, era un se?or de bigotillo fino, corbata, sombrero y puro los domingos, que solo viv¨ªa para el f¨²tbol y que cuando se enfurec¨ªa con los ¨¢rbitros les llamaba ¡°berzotas¡± y ¡°langostino¡±. Aunque el prop¨®sito de las tiras del dibujante Pe?arroya fuese humor¨ªstico, Pepe ten¨ªa un componente tr¨¢gico. Como esos h¨¦roes ca¨ªdos de la mitolog¨ªa griega, el forofo era v¨ªctima de una condena repetida sin descanso. Su equipo, el Pedrusco FC, jugaba siempre contra...
Pepe, el hincha, personaje de los tebeos de los a?os sesenta, era un se?or de bigotillo fino, corbata, sombrero y puro los domingos, que solo viv¨ªa para el f¨²tbol y que cuando se enfurec¨ªa con los ¨¢rbitros les llamaba ¡°berzotas¡± y ¡°langostino¡±. Aunque el prop¨®sito de las tiras del dibujante Pe?arroya fuese humor¨ªstico, Pepe ten¨ªa un componente tr¨¢gico. Como esos h¨¦roes ca¨ªdos de la mitolog¨ªa griega, el forofo era v¨ªctima de una condena repetida sin descanso. Su equipo, el Pedrusco FC, jugaba siempre contra su gran adversario, el Menisco FC, y siempre sal¨ªa derrotado. Un eterno rival en el sentido m¨¢s estricto de la palabra, frente al que Pepe, pese a su incesante fracaso, nunca desfallec¨ªa.
Para el hincha, tan indispensable es tener un equipo como un eterno rival en que volcar todas sus inquinas. Uno elige unos colores por los motivos m¨¢s diversos -porque representa a su ciudad puede ser el m¨¢s obvio, pero tambi¨¦n porque de ni?o qued¨® fascinado con un jugador, porque un t¨ªo le regal¨® una camiseta, porque un primo le contagi¨® su pasi¨®n- y al momento elige tambi¨¦n un adversario. Alguien es el del Madrid, del Betis o del Deportivo porque nunca ser¨¢ del Barcelona, del Sevilla o del Celta. Y as¨ª queda marcado para toda la vida.
Mantener viva esa llama requiere que el hincha se convenza de que sus colores representan los del Bien y que el eterno adversario no es sino una manifestaci¨®n del Mal mismo. Tengo amigos antimadridistas que nunca fueron tan felices como cuando Jos¨¦ Mourinho dirigi¨® al equipo blanco. Frente a un tipo as¨ª, capaz de meter un dedo en el ojo de un entrenador rival, que viv¨ªa de disparar sin descanso a todo el mundo y cuya ¨²nica divisa era ganar por lo civil o por lo criminal, les resultaba muy f¨¢cil convencerse de que se hab¨ªan alistado a un combate contra un trasunto de Darth Vader. Cuando se fue Mourinho y lleg¨® Carlo Ancelotti, un exquisito caballero italiano, mis amigos sufrieron un peque?o trauma. Sin un supervillano enfrente, resultaba m¨¢s dif¨ªcil agitar el combustible emocional de la animadversi¨®n.
Las cosas fueron a peor con Zidane: ni una mala palabra ni un gesto inconveniente con un rival. Tan irreprochable era su comportamiento que hasta se atrevi¨® a defender a Guardiola, a su vez supervillano del madridismo de l¨ªnea dura. Su despedida result¨® un alivio para mis amigos, expectantes ante la posibilidad de que llegase un tipo al que se pudiera profesar inquina sin ninguna mala conciencia. Para su desgracia, ha vuelto Ancelotti.
Se dice a menudo que la pol¨ªtica de hoy ha copiado lo peor del forofismo futbolero. El caso es que en el f¨²tbol ¨²ltimamente abundan m¨¢s los ancelottis y los zidanes que los mourinhos. En la pol¨ªtica sucede al rev¨¦s: la especie en boga son los mourinhos. Si alguien lo duda, que recuerde las elecciones madrile?as.