Los hu¨¦rfanos de la guerra de Ucrania
Entre los 25.000 menores que han llegado a Espa?a huyendo de la invasi¨®n rusa, hay m¨¢s de 2.000 que lo hicieron solos o a los que se considera en riesgo
En la zona m¨¢s rural de Salamanca, en un pueblo de 200 habitantes donde los perros duermen la siesta en mitad de la carretera y las persianas permanecen siempre cerradas, vive una mujer ucrania con 85 hijos. Elena Alekseevna, ¡°mami¡± para los peque?os, dirige con disciplina la nueva vida de estos ni?os, que huyeron de las bombas que amenazaban su orfanato, primero en la provincia oriental de Donetsk y, luego en Lviv, al oeste de Ucrania. El grupo lleg¨® a Espa?a a finales de marzo en un avi¨®n fletado por Defensa. ...
En la zona m¨¢s rural de Salamanca, en un pueblo de 200 habitantes donde los perros duermen la siesta en mitad de la carretera y las persianas permanecen siempre cerradas, vive una mujer ucrania con 85 hijos. Elena Alekseevna, ¡°mami¡± para los peque?os, dirige con disciplina la nueva vida de estos ni?os, que huyeron de las bombas que amenazaban su orfanato, primero en la provincia oriental de Donetsk y, luego en Lviv, al oeste de Ucrania. El grupo lleg¨® a Espa?a a finales de marzo en un avi¨®n fletado por Defensa. La mitad de estos ni?os padece alguna discapacidad y, hasta hace pocos d¨ªas, cuando pasaba un avi¨®n o explotaba un globo, corr¨ªan a esconderse debajo de una mesa. ¡°Ahora empiezan a sonre¨ªr poco a poco¡±, cuenta Alekseevna en el internado religioso donde se hospedan.
Es la hora de comer, y mientras la ¨²ltima mesa termina sus platos en silencio, los mayores barren y recogen el comedor. Alekseevna, que lleva 28 a?os trabajando en este orfanato donde apenas tienen contacto con el exterior, no les quita ojo. Los lleva poco despu¨¦s, en fila india, hacia sus dormitorios para que duerman la siesta. Al despertarse, la enorme parcela del colegio, rodeada de encinas, se llena de ni?os por todos los rincones. En el mismo recinto, viven y estudian como internos otro medio centenar de cr¨ªos de or¨ªgenes diversos, la mayor¨ªa de Guinea Ecuatorial.
Entre los refugiados por la guerra en Ucrania hay un chico en silla de ruedas que siempre sonr¨ªe. Le acompa?a a todas horas el mismo amigo, uno de los m¨¢s peque?os, que le lleva, le trae, le cuida y le lanza por una suave pendiente mientras ¨¦l se parte de risa. Tambi¨¦n anda por all¨ª Nikkita, un chico muy alto con d¨¦ficit cognitivo que no se separa de su mochila llena de coches. O Felipe y Bogdan, de 16 y 17 a?os, que se han hecho inseparables de Chimo Luque, un cocinero jubilado de Sevilla reconvertido en pastor que vive en el colegio.
Luque ha incluido a los hu¨¦rfanos en sus tareas diarias. Tiene una decena merode¨¢ndole cada d¨ªa, aunque Felipe y Bogdan son los m¨¢s fieles. ¡°?Vamoooooou!¡±, grita Felipe a las cabras para que se acerquen a la puerta del corral. ¡°Ya controlan. Me ayudan en todo lo que haga falta: vamos al prado con las cabras, van a por las gallinas, se han aprendido la raci¨®n del burro¡¡±, celebra el pastor. La comunicaci¨®n de los ni?os con el se?or, cada uno en su idioma, es asombrosa. ¡°Me comunico perfectamente con ellos, no tenemos secretos¡±, se r¨ªe Luque.
Los ni?os, cuya tutela a¨²n pertenece al Estado ucranio, tienen entre siete y 17 a?os y lograron salir de Lviv gracias a una operaci¨®n organizada por la Fundaci¨®n Madrina y las ONG Coprodeli y Angels¡¯Faces. De momento, hay poca presencia institucional y Conrado Gim¨¦nez, el director de la fundaci¨®n, y un grupo de voluntarios entregados se ocupan de todo: desde la ropa y la comida a los cumplea?os y los cortes de pelo.
Las clases, por ahora, corren a cargo de 17 profesores del orfanato, que dejaron a sus familias para seguir ocup¨¢ndose de los ni?os, pero no est¨¢ claro todav¨ªa qui¨¦nes, cu¨¢ndo y c¨®mo podr¨¢n matricularse aqu¨ª. ¡°Dios te da la misi¨®n y luego ayuda. De los pol¨ªticos no espero nada¡±, mantiene Gim¨¦nez, con la estampa de San Miguel Arc¨¢ngel, patrono de Kiev, colgada al cuello.
La guerra de Ucrania ya ha forzado a venir a Espa?a a m¨¢s de 25.000 ni?os y ni?as (m¨¢s del 38% del total de los desplazados registrados). Entre ellos, hay 2.045 considerados menores extranjeros no acompa?ados, seg¨²n fuentes gubernamentales. Una parte, en concreto 604 menores, llegaron completamente solos, como un grupo de 28 jugadores de una escuela de f¨²tbol que han sido acogidos en Catalu?a. Otros 1.441 ni?os son considerados ¡°menores en riesgo activo¡±, una categor¨ªa que incluye a aquellos que o no tienen documentaci¨®n o que la persona que los acompa?a (progenitor o tutor) no acredita esta condici¨®n. Es la f¨®rmula que ha encontrado Espa?a para ejercer algo m¨¢s de control ante la incesante llegada de ni?os que, en muchos casos, escapa de su supervisi¨®n.
Los ni?os de este orfanato, aunque t¨¦cnicamente est¨¢n con sus tutores legales, tambi¨¦n han sido registrados en Espa?a como menores extranjeros no acompa?ados, al igual que se hace con los miles de ni?os solos que llegan en patera y cuya tutela corre a cargo de las comunidades aut¨®nomas. ¡°Es una mayor garant¨ªa, as¨ª se asegura que la acogida y la atenci¨®n es adecuada y hay comunicaci¨®n con el pa¨ªs de origen para cotejar sus identidades¡±, explican fuentes del Ministerio del Interior. En este caso en concreto est¨¢ por ver qu¨¦ papel ejercer¨¢ la comunidad aut¨®noma en la acogida integral de estos ni?os.
En la pizarra de una de las aulas, Susana Sanfiz, una argentina de 55 a?os, ha dibujado un par de relojes para ense?ar las horas a Sasha. El ni?o, de 12 a?os, viv¨ªa en el orfanato desde que era un beb¨¦ y, en 2017, empez¨® a pasar las vacaciones en Buenos Aires con Sanfiz y su marido. La pareja hab¨ªa iniciado los tr¨¢mites de adopci¨®n que acabaron atasc¨¢ndose, primero por la pandemia, y, ahora, por la guerra.
Llevaban dos a?os sin verlo, vivieron con angustia los bombardeos sobre Lviv y al saber que el peque?o se hab¨ªa refugiado en Espa?a, el matrimonio vol¨® sin pensarlo para acompa?arle en sus primeros d¨ªas aqu¨ª. ¡°Vinimos porque necesit¨¢bamos verlo y abrazarlo. Esta es una edad muy dif¨ªcil para los ni?os y quer¨ªamos que sintiese nuestra incondicionalidad¡±, cuenta Sanfiz mientras el peque?o bate r¨¦cords jugando al Candy Crush en el m¨®vil.
Sasha no tiene problemas neurol¨®gicos, pero s¨ª dificultades en el habla y a¨²n no tiene un diagn¨®stico. ¡°Con amor y tiempo, me parece que podemos transformarlo en un adulto completamente adaptado¡±, conf¨ªa la mujer, que volver¨¢ a despedirse de ¨¦l en unos d¨ªas.
Es curiosa la comunidad de voluntarios que se ha formado alrededor de estos ni?os. Aparece Chelo, la cocinera, que irrumpe en el comedor para repasar la lista de ingredientes que necesita para preparar una sopa ucrania. ¡°A ver, patatas tenemos, pero necesito remolacha y lac¨®n ahumado. Llevan pidiendo esa sopa desde que llegaron¡±, anuncia.
Los ni?os est¨¢n admirados con Sof¨ªa, una ni?a dulce de 14 a?os, que ha viajado hasta el pueblo con su madre para ayudar en lo que se pueda. ¡°No te vayas¡±, le piden los cr¨ªos en un grupo que tienen de WhatsApp. La madre, Teresa S¨¢nchez, farmac¨¦utica, ya ha estado dos veces en la frontera con Ucrania para recoger refugiados y decidi¨® despedirse del trabajo para pasar casi dos semanas en el internado. La mujer anda de aqu¨ª para all¨¢ organizando el cumplea?os de una de las ni?as, distribuyendo regalos o yendo a los pueblos m¨¢s cercanos a hacer compras. Este s¨¢bado, finalmente, se volvieron a Sabadell, aunque S¨¢nchez promete estar de vuelta, esta vez con su hija menor, de solo tres a?os, en pocos d¨ªas. ¡°Una vez que los conozco, me veo incapaz de dejarlos solos¡±, cuenta.
Con los chicos tambi¨¦n est¨¢ Borja, un joven que trabajaba en Londres en una empresa de nueva creaci¨®n y ahora teletrabaja en el colegio para dedicarles tiempo. Y ?scar, que tiene un club deportivo en Las Rozas (Madrid) y est¨¢ all¨ª para montar canastas, camas el¨¢sticas o redes de voleibol. Los ni?os, coinciden los voluntarios, llegaron cerrados y temerosos. Ahora, piden y reparten cari?o hasta a los desconocidos.
Seg¨²n avanza la jornada, la directora, Elena Alekseevna, va desprendi¨¦ndose de la coraza. Por la ma?ana, hab¨ªa dejado claro que no le hac¨ªa gracia la presencia de periodistas, condicion¨® este reportaje a que a sus superiores en Ucrania aprobasen que se tomaran fotograf¨ªas y desaconsej¨®, o m¨¢s bien prohibi¨®, hablar con los ni?os. ¡°No est¨¢n preparados¡±, zanj¨®. Pero al caer el sol, se muestra dispuesta a hablar. Aunque uno de los chavales puede ayudar a traducir al espa?ol, ella prefiere comunicarse a trav¨¦s del traductor del m¨®vil. En silencio. Y as¨ª, en la cafeter¨ªa m¨¢s cercana al colegio, a media hora de distancia en coche, cuenta un trocito de su historia tecleando con sus largas u?as rojas.
¡°Nuestros hijos [en referencia a los 85 hu¨¦rfanos] han pasado ya dos veces por una guerra [antes de Lviv, en la frontera occidental del pa¨ªs, adonde huyeron tras el inicio de la guerra, el orfanato estuvo en la regi¨®n de Donetsk, donde el conflicto empez¨® en 2014]. En 2014 conseguimos evacuarlos a otra regi¨®n del pa¨ªs, pero esta vez no pudo ser¡±, relata. ¡°Me preguntan todos los d¨ªas cu¨¢ndo volvemos a casa y si ser¨¢ seguro¡±.
¡ª?Qu¨¦ les responde?
Se encoge de hombros. ¡°Tenemos muchas ganas de que esto acabe pronto, pero... Los ni?os deben seguir siendo ni?os el mayor tiempo posible y para eso deben estar seguros¡±, dice.
Sus dos hijos tambi¨¦n est¨¢n con ella. ¡°Cuando huimos, pude traer a mi hija. Pero mi hijo estaba en Mariupol y durante 15 d¨ªas no supe si estaba vivo¡±, escribe.
Al preguntarle si es tan dura como parece, Alekseevna se pone a llorar. No lo es. ¡°Tengo mucho miedo de no poder hacer frente a todo esto, de no poder salvarlos¡±.
Justicia quiere acogimientos transfronterizos
El Ministerio de Justicia lleva semanas trabajando con la Embajada de Ucrania en un protocolo para que, mientras dure la guerra, se activen los acogimientos transfronterizos. Esta figura, recogida en el Convenio de La Haya de 1996, daría una mayor seguridad jurídica al acogimiento de menores que vienen sin sus padres o tutores legales, según un portavoz del ministerio. La acogida de esos niños pasaría a tramitarse de forma individual y teniendo en cuenta las necesidades de cada niño. La gestión de los traslados se organizaría entre instituciones de ambos países sobre la base de un tratado internacional y no de manera improvisada como hasta ahora. Se espera la colaboración de las comunidades autónomas, que son las competentes, pero si estas no respondiesen, el Gobierno buscaría la manera de atenderlos.
Justicia pretende adoptar este régimen en grupos de menores que aún vendrán a petición de la propia Embajada Ucrania. También, según fuentes conocedoras del proceso, se quiere proteger con esta figura a grupos de niños que ya están en España. El Ejecutivo tiene especial interés en que afloren los casos de menores que ya están aquí a cargo de ONG o particulares que tenían vínculos previos con los niños por programas vacacionales, por ejemplo. La idea es reconocer a estos niños bajo el acogimiento transfronterizo, pero no significaría retirar la guarda a sus tutores.