La solidaridad espont¨¢nea con los refugiados ucranios choca con los cauces oficiales
Los voluntarios se quejan de la inacci¨®n de la Administraci¨®n y esta advierte de la necesidad de ordenar las iniciativas


La prensa regional se ha llenado de los relatos emocionados de decenas de personas que han alquilado un autob¨²s, lo han llevado a la frontera con Ucrania y han vuelto con grandes grupos de refugiados. Los titulares se los disputan ayuntamientos, p¨¢rrocos, futbolistas, empresarios, asociaciones o ciudadanos an¨®nimos que, desde que comenz¨® la guerra, sienten que tienen que hacer algo. Algunos han levantado el tel¨¦fono y se han coordinado con el Ejecutivo central, con su comunidad aut¨®noma o con su municipio. Otros solo han hablado con la Embajada de Ucrania, a la que ya se le ha pedido que informe de cada iniciativa de la que tenga conocimiento. Otros, sin embargo, se han autogestionado el viaje, los fondos y la acogida de los reci¨¦n llegados sin avisar por ning¨²n canal oficial. ¡°En situaciones de emergencia los protocolos sobran¡±, reivindica Vicente Jim¨¦nez, un coleccionista de arte que llev¨® a M¨¢laga a 48 ucranios.
A pesar de que las autoridades insisten en que cualquier iniciativa solidaria tiene que comunicarse a los ¨®rganos competentes, siguen apareciendo autobuses fletados por todo tipo de colectivos que, cuando llegan a Espa?a, no siempre pueden garantizar un alojamiento y la atenci¨®n adecuada a los desplazados. En muchos casos, aunque se instale a los refugiados en familias no hay un seguimiento o un control que garantice que son los lugares y las personas id¨®neas para hacerlo, como pretende el programa oficial de acogida familiar. Si bien, tarde o temprano, los desplazados acaban siendo registrados oficialmente porque es necesario acudir a la Polic¨ªa para obtener los papeles que les permitan vivir y trabajar legalmente, fuentes gubernamentales advierten de que, por ejemplo, a¨²n hay grupos de ni?os tra¨ªdos con la mediaci¨®n de algunas comunidades aut¨®nomas que siguen sin estar inscritos.
Quien ha montado estas operaciones de rescate por su cuenta se queja de la inacci¨®n o de la saturaci¨®n de la Administraci¨®n. O de que no responden sus correos electr¨®nicos. En la Administraci¨®n, por su parte, se advierte: ¡°Solidaridad ordenada, s¨ª. Desordenada, no. La ola de solidaridad se puede convertir en un tsunami que nos arrastre¡±. El reto no es solo controlar y atender a qui¨¦n llega de una forma coordinada, sino evitar que las iniciativas individuales faciliten el trabajo de las mafias que trafican con personas y que ya est¨¢n actuando en las fronteras.
El p¨¢rroco ucranio Dmytro Savchuk, que regenta una iglesia ortodoxa en Huelva, ha sido uno de los ciudadanos que no dud¨® en sacar de los campos de refugiados a decenas de sus compatriotas. Sali¨® en las noticias por haber fletado un autob¨²s. ¡°?Uno? He tra¨ªdo cuatro autobuses y por los menos 15 o 20 furgonetas¡±, replica al tel¨¦fono. Unas 260 personas. Savchuk no se coordin¨® con nadie, m¨¢s all¨¢ de las familias que acoger¨ªan a los desplazados. ?l asegura que s¨ª llam¨®, ¡°al Gobierno¡± y a dos ONG, pero no concreta en qu¨¦ t¨¦rminos ni cu¨¢ndo. Insiste simplemente en que no le ayudaron. Algunos de los refugiados que llev¨® hasta Espa?a no ten¨ªan d¨®nde quedarse y cuenta que un d¨ªa tuvo que meter en su casa 26 personas. ¡°Me han rechazado hoteles y todo. Hay sangre all¨ª y aqu¨ª me dicen que tienen sus horarios. El Gobierno no levanta el culo¡±, afirma.
El Gobierno tiene acogidos en hoteles, albergues, centros y otros recursos a casi 16.000 ucranios y no est¨¢ siendo f¨¢cil abrir plazas nuevas a la velocidad que escala el ¨¦xodo ucranio. Y la llegada inesperada de convoyes de autobuses llenos de refugiados complica a¨²n m¨¢s la acogida, especialmente en sitios donde hay un menor despliegue de camas. El alojamiento en los hoteles (o en otros recursos) que reclama el p¨¢rroco no es algo autom¨¢tico, sino que para gestionarlo hay tres ONG designadas por el Estado. La coordinaci¨®n y comunicaci¨®n previa con estas organizaciones o con la Secretar¨ªa de Estado de Migraciones para que comprueben o garanticen la disponibilidad con cierto margen de tiempo deber¨ªa ser la v¨ªa para evitar la frustraci¨®n de Savchuk.
Vicente Jim¨¦nez, un coleccionista de arte antiguo, estaba en su casa de M¨¢laga viendo las noticias cuando estall¨® la guerra. Su vinculaci¨®n con Ucrania es fuerte. Estuvo casado 12 a?os con una mujer de ese pa¨ªs con quien tiene un hijo y vivi¨® en el pa¨ªs durante un tiempo. ¡°A los dos d¨ªas no ten¨ªa como aguantarme, unos amigos me llamaron para intentar sacar a gente de all¨ª y me hice 3.000 kil¨®metros con el coche¡±, relata. Cuando Jim¨¦nez estaba ya de camino a Espa?a, decidi¨® volver a la frontera. ¡°Me dio mucha pena, vi ni?os con la mirada perdida, mam¨¢s¡ Era un caos¡±, recuerda.
Jim¨¦nez alquil¨® un autob¨²s en Cracovia (Polonia) y a trav¨¦s de sus contactos en Ucrania localiz¨® a un grupo de personas a las que traer a Espa?a. Hab¨ªa, sin embargo, m¨¢s gente de la que cab¨ªa en el autocar. Adem¨¢s, Jim¨¦nez recibi¨® la llamada de alguna autoridad de M¨¢laga, no concreta cu¨¢l, en la que le ped¨ªan que desistiese de traer m¨¢s gente. ¡°Me advirtieron de que pod¨ªa ser constitutivo de un delito de tr¨¢fico de personas. Me sent¨® fatal¡±, explica. Aunque el coleccionista no ten¨ªa intenci¨®n de hacer caso a la advertencia, no hab¨ªa ch¨®feres disponibles. Al final, pudo trasladar a 48 personas, pero casi 20 ucranios se quedaron en tierra. Algunos se quedaron con familias y otros fueron alojados en ¡°albergues oficiales¡± con la mediaci¨®n de autoridades locales a las que avis¨® antes de llegar.
Preguntado por si se coordin¨® con las ONG o el Ministerio de Inclusi¨®n, que son los responsables de la acogida, el coleccionista despeja: ¡°Me da igual de quien sea la competencia, pero hab¨ªa que actuar. Lo que no se puede permitir es tener ni?os con mam¨¢s en las calles muertos de fr¨ªo¡±.
Jim¨¦nez, que improvis¨® su misi¨®n durante los primeros d¨ªas del conflicto, defiende ahora que estas acciones solidarias deben organizarse mejor. Y reivindica la presencia del Estado en las fronteras para apoyar y organizar iniciativas como la suya. ¡°Ya ha pasado un mes y es hora de que el Gobierno tome cartas en el asunto¡±, mantiene. Su reivindicaci¨®n es que se creen centros de recogida en las fronteras y que se lleve all¨ª a funcionarios para que identifiquen a las familias que quieran venir a Espa?a. ¡°As¨ª de forma ordenada pueden llegar y que los distribuyan por el territorio¡±. No es un llamamiento para desincentivar m¨¢s acciones solidarias, advierte. Al contrario: ¡°Mi llamamiento es que si el Estado espa?ol no mueve el culo pues que los espa?oles se vayan all¨¢ y se los traigan. Que al menos tengan un lugar calentito donde poder comer¡±.
A Murcia, a bordo de un autob¨²s de autoescuela, llegaron tambi¨¦n 27 refugiados. El viaje lo organiz¨® Mari Luz Mar¨ªn, trabajadora de la Federaci¨®n Regional de Organizaciones y Empresas de Transporte y defensora de la autogesti¨®n. La mayor¨ªa de los ucranios que llegaron en este autocar se han quedado con familiares, pero para una mujer y sus tres hijos y otras dos mujeres, que no ten¨ªan donde vivir, se han alquilado dos viviendas en Caravaca de la Cruz, un municipio de casi 26.000 habitantes. La acogida se gestion¨® a trav¨¦s de un grupo de WhatsApp en el que los 25 vecinos que participan aportan 50 euros al mes para pagar el alquiler. ¡°Me parece mucho mejor, aqu¨ª est¨¢n pendientes de ellas y todas las tardes va alguien a ayudarlas¡±, defiende Mar¨ªn. La mujer asegura que volver¨¢ a hacerlo. ¡°El otro d¨ªa me llamaron desde un b¨²nker para sacar a tres mujeres y sus hijos. ?Qu¨¦ hago? ?Me espero a que la Administraci¨®n se los traiga? Pues no. Me piden ayuda y yo me muevo¡±.
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