Debemos tomar precauciones
Pensar que la divisi¨®n y la separaci¨®n entre grupos humanos servir¨¢ para superar un contagio , que no reconoce diferencias ni fronteras, es una gran estupidez y la expresi¨®n de una arrogancia insolidaria
La reconstrucci¨®n nos obligar¨¢ a imaginar c¨®mo queremos que sea el pa¨ªs. Y esta vez tendremos que hacerlo pensando en los intereses de todos nosotros, los ciudadanos, en lugar de los prejuicios ideol¨®gicos, los t¨®picos hist¨®ricos y las ideas recibidas.
No hay duda de que solo unidos podremos vencer la pandemia, una unidad que debe establecerse en todos los niveles, casi desde el rellano de la escalera. Lo han dicho todos los dirigentes sensatos en todos los pa¨ªses democr¨¢ticos y solo gente como Trump o Bolsonaro, ...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
La reconstrucci¨®n nos obligar¨¢ a imaginar c¨®mo queremos que sea el pa¨ªs. Y esta vez tendremos que hacerlo pensando en los intereses de todos nosotros, los ciudadanos, en lugar de los prejuicios ideol¨®gicos, los t¨®picos hist¨®ricos y las ideas recibidas.
No hay duda de que solo unidos podremos vencer la pandemia, una unidad que debe establecerse en todos los niveles, casi desde el rellano de la escalera. Lo han dicho todos los dirigentes sensatos en todos los pa¨ªses democr¨¢ticos y solo gente como Trump o Bolsonaro, entre los de fuera, y Ortega Smith o Laura Borr¨¤s, entre los de dentro, han osado se?alar el camino contrario. Pensar que la divisi¨®n y la separaci¨®n entre grupos humanos servir¨¢ para superar un contagio devastador, que no reconoce diferencias ni fronteras, es una gran estupidez y la expresi¨®n de una arrogancia insolidaria e incluso inhumana.
La unidad pol¨ªtica e institucional hay que empezar a buscarla en el nivel municipal, seguir por las instituciones del autogobierno catalanas, continuar con las espa?olas y culminar en las europeas. Sin olvidar nuestras obligaciones y responsabilidades para con los pa¨ªses m¨¢s fr¨¢giles de ?frica, Am¨¦rica Latina y Asia, que deber¨¢n expresarse pol¨ªticamente y con solidaridad econ¨®mica en la acci¨®n de las oeneg¨¦s y los gobiernos en Naciones Unidas y en otras instituciones internacionales.
El coronavirus ha transfigurado de golpe, y con gran dolor, los debates envenenados sobre las soberan¨ªas que ten¨ªan paralizado medio mundo, desde el Brexit hasta el proceso independentista. Ante la pandemia, los muertos que se cuentan en centenares de miles y la segunda pandemia de miseria y hambre que espera a buena parte de la humanidad, solo se levanta la idea fr¨¢gil y precaria de una ¨²nica solidaridad y una ¨²nica naci¨®n, la que incluye a todos los seres humanos.
Ahora sabemos, desde hace pocos meses, que la salud de todos, incluidos los m¨¢s ricos, depende de que haya salud para todos, tambi¨¦n los m¨¢s pobres. El coronavirus todo lo iguala y s¨®lo es el tratamiento de la enfermedad y las f¨®rmulas que elijamos para enfrentar sus consecuencias econ¨®micas donde pueden volver a salir las diferencias. No debemos permitir que la fabricaci¨®n y venta de los medicamentos y las vacunas se haga bajo una discriminaci¨®n injusta. Ser¨ªa escandaloso pero tambi¨¦n temerario. Vendr¨¢n m¨¢s pandemias y si no aprendemos la lecci¨®n de la primera, la que luego venga ser¨¢ todav¨ªa peor.
?Queremos reconstruir Catalu?a seg¨²n unos principios diferentes? De entrada, no valen las visiones pol¨ªticas que excluyen a una parte de los catalanes, minorizados en nombre de un impreciso y discutible principio democr¨¢tico nunca aplicado con rigor. Tampoco se puede reconstruir Catalu?a desde un proyecto que quiere la unidad con Europa e incluso con toda la humanidad y a la vez la separaci¨®n y la denigraci¨®n del resto de Espa?a. No son aceptables los proyectos pol¨ªticos que s¨®lo cuentan con los catalanes supuestamente aut¨¦nticos y denigran al resto como ciudadanos de segunda.
No quiere decir esto que haya que aparcar los programas secesionistas en nombre de una repentina unidad provocada por la pandemia. La nueva ¨¦poca que est¨¢ empezando plantea dos exigencias al independentismo. La primera es de estricto realismo pol¨ªtico: ni la actual crisis del coronavirus ni el futuro estatus de Catalu?a ¡ªsea el que sea¡ª se resolver¨¢n con los catalanes divididos y con la mitad de los catalanes enfrentados con el resto de los espa?oles y con la humanidad. La segunda es de orden pol¨ªtico y moral, y afecta precisamente a los valores europeos que aparentemente todos dicen defender: no es aceptable ning¨²n proyecto pol¨ªtico ¡ªsea o no independentista¡ª que se fundamente en la descalificaci¨®n, la discriminaci¨®n y el desprecio de una parte de la poblaci¨®n a partir de posiciones de superioridad y hegemon¨ªa cultural, ling¨¹¨ªstica o ¨¦tnica.
El conjunto del independentismo ha incurrido en los ¨²ltimos diez a?os en la primera deficiencia, a la que se deben graves errores en el an¨¢lisis de la correlaci¨®n de fuerzas, la incapacidad para establecer s¨®lidas alianzas internas y externas y la subasta entre radicalismos que llev¨® finalmente al desastre. S¨®lo una parte del independentismo, en cambio, ha ca¨ªdo en la segunda y mayor deficiencia, que es pol¨ªtica, pero tambi¨¦n moral y que descalifica a quienes han sido responsables y la practican.
Los hechos son estos: una parte del independentismo ha ense?ado los dientes de un extremismo excluyente y agresivo, que pone en peligro el conjunto del proyecto secesionista, contamina a todo el nacionalismo catal¨¢n y destroza incluso la imagen de Catalu?a y del catalanismo. Aunque se ampare abusivamente en la historia republicana y antifascista, este proyecto s¨®lo se entiende desde las posiciones de la extrema derecha nacional populista que representan Trump y Bolsonaro, Orban y Salvini, Marine Le Pen y Narendra Modi: Catalu?a primero, Catalu?a por encima de todo, o el hist¨®rico Nosaltres Sols (Nosotros Solos).
Quienes se amparan en propuestas de este tipo creen que todo les est¨¢ permitido, incluida la mentira sistem¨¢tica. La consigna vale en la Casa Blanca como en la plaza de Sant Jaume. Reivindicar todo el poder y no aceptar en cambio ninguna responsabilidad. Apelar a la naci¨®n como suprema excusa, que incluye la deslealtad sistem¨¢tica con las instituciones democr¨¢ticas.
El presidente Torra y sus amigos rinden culto a un personaje brillante como periodista y mediocre como ide¨®logo, muy caracter¨ªstico de los turbulentos y totalitarios a?os 30, hasta el punto de convertir una frase suya llena de sentido de superioridad en sentencia evang¨¦lica a seguir: ¡°Trat¨¢ndose de las cosas de Catalu?a, yo no tomo nunca precauciones¡±. Esta es una propuesta que hay que desmentir solemnemente: los catalanes de hoy tenemos que tomar precauciones, ante el coronavirus y ante el virus del fascismo, para que no crezcan entre nosotros.