Escribir una novela de seducci¨®n y pasiones a los 96 a?os
El barcelon¨¦s Jorge de Pallej¨¢, autor de libros cl¨¢sicos de viajes y cacer¨ªas nacido en 1924, sorprende al publicar 'Martina', una historia con ribetes er¨®ticos
No es que Jorge de Pallej¨¢ (Barcelona, 1924) haya pasado de Las nieves del Kilimanjaro a Cincuenta sombras de Grey, pero el cambio es sorprendente. El famoso autor de los cl¨¢sicos del viaje, la aventura y la caza Simba, Al sur del lago Tchad y Los b¨²falos del Okavango, del arrepentido No matar, la opci¨®n de un cazador, de los cuentos Los hijos de Cam, con mambas y tigres, o la novela Tres amigos y el azar, en la que ...
No es que Jorge de Pallej¨¢ (Barcelona, 1924) haya pasado de Las nieves del Kilimanjaro a Cincuenta sombras de Grey, pero el cambio es sorprendente. El famoso autor de los cl¨¢sicos del viaje, la aventura y la caza Simba, Al sur del lago Tchad y Los b¨²falos del Okavango, del arrepentido No matar, la opci¨®n de un cazador, de los cuentos Los hijos de Cam, con mambas y tigres, o la novela Tres amigos y el azar, en la que aparec¨ªa un elefante asesino (similar a alguno que conoci¨®), sorprende ahora publicando a los 96 a?os otra obra de ficci¨®n, Martina (Universo de Letras), con ingredientes er¨®ticos. Se trata de una nueva novela centrada en una mujer seductora y una intensa relaci¨®n pasional y en la que no salen ?frica ni animales salvajes, dos de los elementos a los que nos tiene acostumbrados. ¡°Que nadie crea que se va a encontrar con sexo expl¨ªcito a lo Michel Houellebecq¡±, advierte Pallej¨¢, ¡°es simplemente una novela sobre la fascinaci¨®n por una mujer, y a los 96 a?os, la verdad, no eres muy libidinoso¡±, a?ade con una sonrisa p¨ªcara en su expresivo rostro patricio.
Jorge de Pallej¨¢, viudo desde hace tres a?os, ha pasado el confinamiento como un se?or en su torre de Pedralbes y ha aprovechado para escribir. Es consciente de lo privilegiada que ha sido su situaci¨®n ¡°comparada con la de una familia con dos ni?os en un piso peque?o del centro¡±. Desde el porche de su vivienda estilo ¡°yo ten¨ªa una casa en ?frica¡± versi¨®n alta burgues¨ªa barcelonesa, tomando el aperitivo, Pallej¨¢ observa con cari?o y cierta identificaci¨®n personal a las dos arrugadas tortugas terrestres que atraviesan el c¨¦sped atra¨ªdas por el excelente jam¨®n ib¨¦rico y las aceitunas. Como si supieran de qu¨¦ va la conversaci¨®n, una de ellas se encarama trabajosamente sobre la otra.
Un encuentro en avi¨®n
Martina arranca cuando un escritor, David, y la escultural mujer del t¨ªtulo coinciden en business, por supuesto, en un vuelo de Air France de Dub¨¢i a Londres. En asientos contiguos, entre atenciones de las azafatas y compartiendo una botella de Dom P¨¦rignon y luego unos bloody mary, intiman (no, no tanto como Emmanuelle en el Concorde, aunque ¨¦l observa que por la forma de manejar los cubiertos y comer ¡°aquella chica en la cama deb¨ªa ser una bomba¡±). La pareja se dedica a contarse sus vidas, incluidas las relaciones sentimentales, con la sinceridad que les otorga el ser unos completos desconocidos. La relaci¨®n contin¨²a en Londres, con una escena en el hotel Savoy que nos permite avizorar el ¡°cuerpo desnudo, tostado, perfecto¡± de Martina, descubrir que usa sujetador negro de Versace talla cuarenta y que tiene una morbosa liaison con Saud, un jeque ¨¢rabe. La historia se ti?e de thriller cuando ella le pide al escritor que la ayude en los l¨ªos en que anda metida y que incluyen a un siniestro mafioso chino, Wung (que la acosa sexualmente), y tambi¨¦n de metaliteratura al planear ¨¦l, David, escribir una novela sobre la mujer. Los personajes se citan en la finca del escritor en el Empord¨¤, adonde Martina llega en coche con un remolque con un caballo de regalo. El argumento se complica con una trama paralela de terrorismo isl¨¢mico¡
¡°Parece que lo haya escrito un chaval, ?verdad?¡±, r¨ªe complacido Pallej¨¢, que tira balones fuera caballerosamente cuando se le pregunta si ese inesperado entusiasmo sensual que respira el libro lo ha disparado alguna circunstancia concreta en este tramo de su vida, un romance, vamos. ¡°En esta ¨¦poca tan conflictiva da alegr¨ªa leer algo as¨ª, aunque no sea alta literatura¡±, soslaya. ¡°Me divierte escribir de gente joven. La juventud es importante. A mi nieto de 17 a?os le digo que cuando tenga novia tiene que leerle los versos de Neruda de Veinte poemas de amor y una canci¨®n desesperada. Lo de la sabidur¨ªa de los viejos es solo un truco para conformarse con ser viejo. La sabidur¨ªa de verdad es crear, y los viejos crean poco. No es f¨¢cil, la verdad¡±. Pallej¨¢ da un sorbo de su coca-cola zero y palmea el flanco de su fiel perra Vera. ¡°Hay solo dos escritores que me gustan ahora, Houellebecq, que es un animal, y Carofiglio, que es como me gustar¨ªa escribir a m¨ª. El otro d¨ªa intente leer Lolita de Nabokov: aburrid¨ªsima¡±.
Martina obviamente tiene claves personales. ¡°El origen de la novela est¨¢ en un viaje en los a?os setenta de vuelta de Venezuela, donde lo hab¨ªa pasado divinamente con F¨¦lix Rodr¨ªguez de la Fuente, siendo yo entonces vicepresidente de Adena. Regresaba en avi¨®n de Caracas a Par¨ªs en Air France, iba en business y entr¨® una mujer que era un trueno. No, no se sent¨® a mi lado, pero se mov¨ªa mucho por el avi¨®n y me entretuve imaginando que habr¨ªa pasado si se hubiera puesto conmigo. Ese pensamiento ha estado medio siglo enterrado, y un d¨ªa, pensando en las musara?as, se me apareci¨® la imagen de aquella chica. De ah¨ª surge la novela, y esa Martina tan potente, con tanta personalidad, y que nunca miente, esa Martina que se entrega al moro, que tiene que matar, mujer con un cuerpazo¡¡±.
A Pallej¨¢, nonagenario pero siempre elegante, distinguido, pulcro, gallardo y pel¨ªn coqueto, le preocupa que no se le haya ido la mano. ¡°?Crees que hablo demasiado de sujetadores?, me horrorizar¨ªa entrar en la cursiler¨ªa¡±. El personaje de David es bastante autobiogr¨¢fico. La vida de clase alta, la escritura, los caballos, la ONG en la India (Pallej¨¢ llev¨®, conduciendo ¨¦l mismo, una ambulancia a la Fundaci¨®n Vicente Ferrer en Anantapur), incluso el inter¨¦s por Chatwin y Javier Reverte¡ ¡°En realidad no tiene nada que ver con mi vida, aunque hay detalles, claro. Lo llevo al terreno que conozco. Lo biogr¨¢fico siempre sale¡±. Pallej¨¢ ha escrito su novela a mano ¡°y luego me he vuelto loco al pasarla al ordenador, suerte que me han ayudado mi secretaria y mi ch¨®fer¡±. Y afirma que ya est¨¢ pensando en la pr¨®xima, ¡°si tengo tiempo¡±. Ser¨¢ una novela negra, sobre un asesinato, en primera persona, y transcurrir¨¢ en el Querforadat, en la Cerda?a¡±.
?l se encuentra muy bien. ¡°Lo m¨ªo es un misterio, me he hecho un chequeo en la Teknon y me han dicho que estoy estupendo, aunque si camino m¨¢s de un kil¨®metro me canso, y me he quedado sin m¨²sculos. El otro d¨ªa trat¨¦ de bajar una maleta de un altillo y casi me cae encima. Pero sigo haciendo mi vida. En febrero mont¨¦ a caballo, mi yegua, y pronto voy a volver a hacerlo. Y en moto tambi¨¦n¡±. Estos meses de confinamiento no se ha sentido solo aunque no ha podido ver a sus hijos y nietos. ¡°Me sent¨ª solo al morir mi mujer, la casa la tengo igual que cuando ella estaba, no he tocado nada, su ropa sigue en los armarios y hasta hay por ah¨ª una nota de la compra. Me he ido a otro cuarto y sigo escribiendo estas cosas que quiz¨¢ no son muy buenas pero me entretienen¡±. La conversaci¨®n con Pallej¨¢, tras hablar del guion de la pel¨ªcula Los demonios de la noche (no nos ¨ªbamos a quedar sin leones) y de su hermano mayor aviador al que le escamotearon el derribo de un caza republicano en la escuadrilla de Garc¨ªa-Morato, toma un rumbo m¨¢s ¨ªntimo. ¡°No me preocupa la muerte y no creo en el m¨¢s all¨¢, aunque no dejo de sentir cierta curiosidad¡±, apunta. Luego recuerda un reciente viaje a Egipto y la excitante visita a la bell¨ªsima tumba de la reina Nefertari -la vida est¨¢ llena de segundas oportunidades si eres atrevido, incluso pasados los noventa-, y conversa sobre las ideas de los antiguos egipcios acerca de la pervivencia del cuerpo y el alma.
Luego, Jorge de Pallej¨¢ se pone de pie y acompa?a hasta la puerta, atravesando el jard¨ªn. Despide agitando la mano y al cruzar el umbral su invitado dejando atr¨¢s el peque?o Ed¨¦n con sus p¨¢jaros, sus ardillas, sus tortugas, las historias y la amistad, el veterano ex cazador y escritor musita como para s¨ª mismo: ¡°No, no me puedo quejar¡±.