El robo fiscal de las grandes tecnol¨®gicas
La propuesta de adoptar un impuesto de sociedades m¨ªnimo global que impida a las multinacionales eludir impuestos es solo el primer paso. El siguiente debe ser abolir los para¨ªsos fiscales
Finalmente no ser¨¢ la crisis financiera de 2008 sino el coronavirus de 2019 el que propicie un reset capaz de reformatear la econom¨ªa global. Los ministros de Econom¨ªa del G-7 acaban de acordar un impuesto m¨ªnimo de sociedades a escala global que, si no se tuerce, ser¨¢ aprobado en la cumbre del G-20 prevista en julio en Venecia. La OCDE lo plante¨® en 2019 como el primer paso para construir una nueva arquitectura tributaria internacional y esta vez parece que no se va a torcer pues uno de sus principales valedores es el...
Finalmente no ser¨¢ la crisis financiera de 2008 sino el coronavirus de 2019 el que propicie un reset capaz de reformatear la econom¨ªa global. Los ministros de Econom¨ªa del G-7 acaban de acordar un impuesto m¨ªnimo de sociedades a escala global que, si no se tuerce, ser¨¢ aprobado en la cumbre del G-20 prevista en julio en Venecia. La OCDE lo plante¨® en 2019 como el primer paso para construir una nueva arquitectura tributaria internacional y esta vez parece que no se va a torcer pues uno de sus principales valedores es el presidente de Estados Unidos, Joe Biden. En 2008, tras el desastre financiero que sigui¨® a la quiebra de Lehman Brothers, muchos gobernantes se asustaron hasta el punto de que el presidente franc¨¦s Nicol¨¤s Sarkozy lleg¨® a proponer la refundaci¨®n del capitalismo. Pero en cuanto lleg¨® la recuperaci¨®n, tras sucumbir Europa a unas pol¨ªticas de austeridad que agravaron las consecuencias de la crisis y aumentaron las desigualdades, todos volvieron a sus negocios y nadie m¨¢s se acord¨® de refundar el capitalismo.
Hasta que lleg¨® el coronavirus y en dos meses paraliz¨® la econom¨ªa mundial. La pandemia puede convertirse ahora en el gran acelerador de las transformaciones que el mundo necesita. De entrada, aquellos que siempre clamaban por adelgazar el sector p¨²blico y se?alaban al Estado como la causa de todos los males, corrieron a pedirle que saliera al rescate de la econom¨ªa. Pero ning¨²n Estado puede hacer frente a una crisis como esta sin una estructura s¨®lida de ingresos fiscales. Por mucho que legislen, poco pueden los Estados si una parte cada vez mayor de la econom¨ªa, y especialmente la que m¨¢s crece, que es la vinculada a la revoluci¨®n digital, no contribuye. Se da la paradoja de que la sociedad pide a los gobernantes que intervengan para amortiguar los efectos de la crisis, pero estos tienen cada vez menos capacidad de actuaci¨®n porque una parte crucial de la econom¨ªa escapa de su jurisdicci¨®n.
Si con la globalizaci¨®n las fronteras se volvieron l¨ªquidas para las transacciones financieras, con la revoluci¨®n digital las grandes multinacionales tecnol¨®gicas se han vuelto gaseosas. Las nuevas econom¨ªa digital ha propiciado la aparici¨®n de gigantes que obtienen una rentabilidad exponencial gracias a su posici¨®n dominante y a su capacidad de perturbar sectores estrat¨¦gicos de la econom¨ªa. El actual sistema tributario internacional les otorga un poder discrecional que les permite escapar a las exigencias tributarias de cada pa¨ªs. Operan en todo el mundo pero pueden asignar sus ganancias en las jurisdicciones m¨¢s ventajosas fiscalmente y minimizar as¨ª la tributaci¨®n por los beneficios que obtienen, una potestad de la que carecen el resto de las sociedades, especialmente las peque?as y medianas empresas, que acaban soportando el grueso de la carga tributaria de cada pa¨ªs.
El primer paso de una reforma fiscal global es lograr que estas multinacionales sean consideradas una empresa ¨²nica y tributen all¨ª donde generan los beneficios. Hace unos d¨ªas se supo que una filial de Microsoft radicada en Irlanda hab¨ªa conseguido no pagar ning¨²n impuesto por los 260.000 millones de euros de beneficios que hab¨ªa obtenido gracias a este sistema de elusi¨®n fiscal. Obviamente, si hab¨ªa elegido Irlanda para ubicar su sede fiscal es porque ese pa¨ªs es, con Chipre, el que tiene el impuesto de sociedades m¨¢s bajo de Europa (12,5%), pero adem¨¢s porque el sistema tributario le permite practicar lo que se denomina ¡°el doble irland¨¦s¡±, es decir, la posibilidad de facturar a trav¨¦s de un para¨ªso fiscal en el que no se paguen impuestos, en este caso, las Bermudas.
En un principio se hab¨ªa planteado que el impuesto m¨ªnimo de sociedades fuera del 25%. En su propuesta inicial Joe Biden propuso situarlo en el 21% pero finalmente parece que va a quedar en ¡°un m¨ªnimo del 15%¡±. Las presiones son brutales. El ¨²ltimo informe del Consejo Nacional de Inteligencia de EE UU, publicado en abril pasado, se?alaba que la pandemia ha mostrado la debilidad del orden mundial porque las instituciones de que disponemos son inadecuadas para coordinar una respuesta global a los nuevos desaf¨ªos. Y uno de los elementos de peligro que se?ala para las pr¨®ximas d¨¦cadas es la desconfianza hacia las instituciones porque cada vez hay m¨¢s distancia entre las demandas de la ciudadan¨ªa y la capacidad resolutiva de los gobiernos. Antes de que eso se convierta en un c¨¢ncer que alimente el monstruo de la extrema derecha, hay que actuar. El paso que acaban de dar los ministros de Finanzas va en la buena direcci¨®n pero es insuficiente. El siguiente paso debe ser una embestida contra los para¨ªsos fiscales.