Nacionalismo en Catalu?a y en Ucrania: diferencias y semejanzas
Si la democracia catalana pasa por Espa?a para llegar a Europa, en Ucrania debe eludir forzosamente a Rusia para alcanzar la libertad europea
Hay comparaciones odiosas y otras ¨²tiles, o al menos sugerentes. Pudiera serlo la que cabe hacer entre Ucrania y Catalu?a, donde lo m¨¢s clarificador no son las obvias semejanzas, sino las diferencias.
En ambos pa¨ªses una parte de la poblaci¨®n, m¨¢s o menos notable cuantitativamente y m¨¢s o menos constante en su evoluci¨®n, considera que pertenece a una naci¨®n ...
Hay comparaciones odiosas y otras ¨²tiles, o al menos sugerentes. Pudiera serlo la que cabe hacer entre Ucrania y Catalu?a, donde lo m¨¢s clarificador no son las obvias semejanzas, sino las diferencias.
En ambos pa¨ªses una parte de la poblaci¨®n, m¨¢s o menos notable cuantitativamente y m¨¢s o menos constante en su evoluci¨®n, considera que pertenece a una naci¨®n con derecho a gobernarse ella misma e incluso establecerse como estado independiente reconocido internacionalmente. En los dos hay quien lo impugna, tanto entre sus propios ciudadanos como en el exterior, hasta negar incluso su existencia diferenciada y su identidad.
Veamos las diferencias. De territorio, delimitado y antiguo como principado medieval el de Catalu?a, fluctuante e incluso innominado hasta el siglo XVIII el de Ucrania. De poblaci¨®n: hay catalanes desde hace siglos, mientras que los ucranianos lo son recientemente; antes fueron cosacos, rusinos, rutenos, peque?orusos, sovi¨¦ticos... La lengua catalana persiste y se ha recuperado a partir de su rica literatura medieval, mientras que la ucraniana no toma cuerpo hasta el despertar de los pueblos en el siglo XIX. Catalu?a surgi¨® de un condado medieval con dinast¨ªa propia, barcelonesa primero y luego aragonesa, mientras que Ucrania jam¨¢s ha pose¨ªdo dinast¨ªa, ni entidad pol¨ªtica, hasta 1918 como resultado de la revoluci¨®n bolchevique. La primera fue uno de los territorios integrados primero en la corona hisp¨¢nica y luego estuvo en la fundaci¨®n del proyecto de Estado liberal en las Cortes de C¨¢diz en 1812, con solo un intervalo bajo soberan¨ªa francesa, entre 1640 y 1652; mientras que la segunda ha sido campo de disputa entre imperios: otomano, ruso, lituano-polaco, sueco, austro-h¨²ngaro, alem¨¢n y sovi¨¦tico. Finalmente, la religi¨®n: ¨²nica y cat¨®lica en Catalu?a desde la expulsi¨®n de los jud¨ªos en 1492 y de los moriscos en 1610, y variada en Ucrania (ortodoxia, catolicismo, islam, juda¨ªsmo) hasta hoy mismo, a pesar del Holocausto y del ate¨ªsmo sovi¨¦tico como religi¨®n de Estado.
Con estos datos, un remoto e ignorante observador no podr¨ªa entender nada de lo que ha sucedido en el siglo XXI. Le faltar¨ªa la historia del siglo XX y la geopol¨ªtica. No es lo mismo un peque?o territorio enclavado entre dos viejas naciones que fueron imperiales y ahora son europeas y democr¨¢ticas, y otro ancho y abierto donde se disputa la hegemon¨ªa sobre el orden centroeuropeo y su poblaci¨®n debe optar entre un imperio federalizante, voluntario y liberal y otro centralista, coactivo y autocr¨¢tico. Nadie se exige sacrificios a s¨ª mismo que no valgan la pena. Si la democracia catalana pasa por Espa?a para llegar a Europa, en Ucrania debe eludir forzosamente a Rusia para alcanzar la libertad europea. No son comparables ni las naciones ni sus nacionalismos y diversos son los caminos de la autodeterminaci¨®n, interna en un caso y externa en el otro, ambas hacia el mismo destino de paz, ciudadan¨ªa, libertad y democracia. El a?o que va a empezar ser¨¢ tanto m¨¢s feliz cuanto m¨¢s cerca se encuentren ambas de este ideal europeo.
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