Adi¨®s, Xefo
Sin ¨¦l nos quedamos viudas y viudos, no tan s¨®lo de ¨¦l, sino tambi¨¦n de una Barcelona creativa y cosmopolita que se ha ido definitivamente con ¨¦l, para no regresar
Se fue Xefo, dejando viuda a una Barcelona de artistas, bohemios, alternativos y viejos hippies que sin ¨¦l ya no existe. Era un hurac¨¢n. Desde principios de los setenta estuvo metido en todas las salsas underground de la ciudad. Fue entonces cuando lo conoc¨ª. Tuve el privilegio de convivir con ¨¦l varios meses durante un viaje a la India en un destartalado Land Rover, en 1973.
Aquel viaje nos cambi¨® radicalmente a los cinco amigos...
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Se fue Xefo, dejando viuda a una Barcelona de artistas, bohemios, alternativos y viejos hippies que sin ¨¦l ya no existe. Era un hurac¨¢n. Desde principios de los setenta estuvo metido en todas las salsas underground de la ciudad. Fue entonces cuando lo conoc¨ª. Tuve el privilegio de convivir con ¨¦l varios meses durante un viaje a la India en un destartalado Land Rover, en 1973.
Aquel viaje nos cambi¨® radicalmente a los cinco amigos que lo emprendimos: Xefo Guasch, Carlos Mir, Manuel Pijoan, Paco Escud¨¦, que nos dej¨® poco despu¨¦s, y quien esto escribe. Hasta el ¨²ltimo minuto, Xefo estuvo dudando entre viajar a Oriente o a Nueva York. Los dos polos de atracci¨®n para los hijos d¨ªscolos de la burgues¨ªa de aquella ¨¦poca, que quiz¨¢ no sab¨ªan exactamente lo que quer¨ªan, pero ten¨ªan muy claro por lo que no estaban dispuestos a pasar. Finalmente, tras debatirse en una especie de match point consigo mismo, se decidi¨® por el viaje a la India: el Grand Tour de la segunda mitad del siglo veinte. As¨ª como los hijos ilustrados del norte de Europa viajaron en otros tiempos a Grecia e Italia en busca de cultura e inspiraci¨®n, las ovejas negras de la Europa y la Norteam¨¦rica acomodadas, imbuidos de la contracultura y las ideas de Jack Kerouac, Erich Fromm, Alan Watts, Allen Ginsberg, Jiddu Krishnamurti, o del Mayo del 68, buscaron en La India respuestas a su malaise, que muy pocos hallaron.
Mientras atraves¨¢bamos las estepas de Ir¨¢n, o recorr¨ªamos las carreteras del Himalaya, o la Grand Trunk Road, que desde Peshawar, en Pakist¨¢n, llegaba hasta Calcuta, o mientras conduc¨ªamos de noche en convoyes para protegernos de los ataques de los naxalitas, los guerrilleros mao¨ªstas del estado de Bihar, tuvimos tiempo para sincerarnos y maquinar c¨®mo romper¨ªamos con nuestras familias y con el mundo que nos ten¨ªan asignado. Aunque todos and¨¢bamos despistados, elucubr¨¢bamos sobre los proyectos art¨ªsticos y culturales que emprender¨ªamos. Fue realmente un viaje inici¨¢tico, porque volvimos transformados por completo. Claro que vivimos aventuras. En la frontera entre Ir¨¢n y Afganist¨¢n nos encerraron en un calabozo porque nos tomaron por esp¨ªas afganos, convivimos con guerrilleros del Baluchist¨¢n, armados hasta los dientes, e incluso estuvimos en un tris de ser violados en un lugar remoto de la India, camino de Bombay, por un cacique y sus secuaces, que nos hab¨ªan puesto alg¨²n tipo de droga en el aguardiente casero con el que nos tentaban. Jam¨¢s hubo el m¨ªnimo roce entre los cinco amigos, y la personalidad arrolladora de Xefo limaba cualquier aspereza. Era un b¨¢lsamo para todos nosotros.
Aquel viaje nos uni¨® para siempre, y nos constituimos en una suerte de hermandad llamada Los supervivientes del Land Rover, que se reun¨ªa, cada vez con mayor frecuencia, para rememorar batallitas. Era como si cada uno conservara un pedazo de un espejo roto que cuando nos junt¨¢bamos logr¨¢bamos recomponer por entero.
El mismo Xefo reconoce en sus memorias autoeditadas que aquel viaje fue uno de los puntales de su vida y que lo cambi¨® para siempre. ?l era, entre muchas otras cosas, un arquitecto original, pero destac¨® sobre todo como promotor y agitador cultural. En la transici¨®n, fund¨® Video Nou junto a Luisa Ort¨ªnez, Pau Maragall y otros. Filmaban las condiciones de vida de los barrios marginales, las manifestaciones y los acontecimientos sociales de aquella ¨¦poca convulsa. A petici¨®n del Sindicato de Espect¨¢culos de la CNT, grababan las intervenciones de los encuentros en el sal¨®n Diana y a continuaci¨®n cruzaban la ciudad a toda velocidad para proyectar aquellos debates durante las famosas Jornadas Libertarias del Parque G¨¹ell. Tambi¨¦n filmaron el arte emergente: las exposiciones de la rompedora galer¨ªa Mec Mec, de Mariscal o de Robert Llim¨®s y las movidas de Camilo, Oca?a y Nazario. Por aquel tiempo, junto a Manuel Pijoan, alquilaron un palacete que se ca¨ªa de viejo en el barrio de El Born, entonces llamado La Ribera. Aquel lugar era un desfile continuo de gente creativa donde pod¨ªas cruzarte con multitud de personajes, desde la familia Montoya de Lole y Manuel, a los hijos de Robert Graves, o a un jovenc¨ªsimo Miquel Barcel¨®, reci¨¦n desembarcado de Mallorca, o a los componentes del rompedor Living Theatre de Nueva York, que se establecieron por una temporada en Barcelona, que en aquella ¨¦poca s¨ª era la ciudad de los milagros. En el palacete de la calle Blanquer¨ªa se aloj¨® un joven Pedro Almod¨®var, que por aquel entonces conoci¨® a Pep¨®n Coromina, otro asiduo del lugar, quien le producir¨ªa Pepi, Luci, Bom, su primera pel¨ªcula comercial.
Aquella ¨¦poca fren¨¦tica y viva acab¨® hace muchos a?os, pero Xefo, incansable, sigui¨® ejerciendo de arquitecto y recomponiendo la noche barcelonesa, hu¨¦rfana de Zeleste, en la Ceca, un maravilloso local en una antigua f¨¢brica de moneda de El Born, que cerr¨® por las quejas de los vecinos. Nada pod¨ªa parar a Xefo, y al poco cre¨® Turmix. Cada semana anunciaban por sorpresa el local, a cu¨¢l m¨¢s original y exc¨¦ntrico, donde se celebrar¨ªa la fiesta. Luego vendr¨ªa Bikini, un anticuado sal¨®n de baile reconvertido por un tiempo en el nuevo templo de la noche barcelonesa. A?os m¨¢s tarde, Xefo se convertir¨ªa en restaurador, lanzando con Teresa Reyes el Margarita Blue y otros locales tex-mex, lugares de encuentro en los que se escuchaba buena m¨²sica. Los dos hab¨ªan contra¨ªdo matrimonio en Las Vegas el d¨ªa de San Valent¨ªn de 1992, con ocasi¨®n del proyecto Honeymoon de Miralda, en el que la estatua de Col¨®n de Barcelona se esposaba con la de la Libertad de Nueva York.
A?os m¨¢s tarde, con el dinero de una indemnizaci¨®n que le pag¨® el hotel Soho por su piso de renta antigua en la plaza Medinacelli, se compr¨® un amplio local con vivienda y terraza en el Poble Nou, que convirti¨® en Chez Xefo, una galer¨ªa de arte tan ecl¨¦ctica y maravillosamente dispersa como ¨¦l, donde se realizaban performances, cinef¨®rums y se colgaban fotograf¨ªas, collages y pinturas. La ¨²ltima vez que lo vi fue precisamente en aquel lugar con ocasi¨®n de la boda de Jos¨¦ Mar¨ªa Mart¨ª Font, otro de sus grandes amigos y c¨®mplices, con Isabel Valverde.
Xefo se fue pl¨¢cidamente la v¨ªspera del primero de a?o, en el Delta del Ebro, mientras dorm¨ªa la siesta con su compa?era, la escultora Curra Mart¨ªn. La fuga de una nevera de butano fue la culpable. La multitudinaria despedida a nuestro amigo tuvo lugar en Chez Xefo, donde se volvieron a colgar los cuadros de la exposici¨®n que hab¨ªa realizado un mes antes con el premonitorio nombre de Post mortem. Toda la Barcelona superviviente de aquellos fruct¨ªferos a?os y parte de la nueva, no hay que olvidar que era una mente abierta como ninguna a los nuevos tiempos, estaba all¨ª. Sin Xefo, como afirmaba al comienzo del art¨ªculo, nos quedamos viudas y viudos, no tan s¨®lo de ¨¦l, sino tambi¨¦n de una Barcelona creativa y cosmopolita que se ha ido definitivamente con ¨¦l, para no regresar.
Jordi Esteva es escritor y fot¨®grafo.
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