Estopa: cuando lo normal es extraordinario
Unos emocionados hermanos Mu?oz montaron su barrio en el Estadio Ol¨ªmpico de Barcelona ante 60.000 personas rendidas y exultantes
El barrio, con su ¨¦tica, est¨¦tica, valores y sentido del humor, vino a la capital para decir que tambi¨¦n existe, que puede no ser cosmopolita, sofisticado, sutil, menos a¨²n tur¨ªstico y exportable, pero que es una realidad m¨¢s tangible que un bloque de granito en la autopista: se puede simular que no se ve, pero si no se maniobra estamparse contra su realidad resulta impepinable. ...
El barrio, con su ¨¦tica, est¨¦tica, valores y sentido del humor, vino a la capital para decir que tambi¨¦n existe, que puede no ser cosmopolita, sofisticado, sutil, menos a¨²n tur¨ªstico y exportable, pero que es una realidad m¨¢s tangible que un bloque de granito en la autopista: se puede simular que no se ve, pero si no se maniobra estamparse contra su realidad resulta impepinable. El barrio, los barrios de toda Catalu?a y en especial los de la zona metropolitana que David Mu?oz list¨® en un momento de su concierto, esos barrios en los que suena la rumba y el flamenco ante una tapita de rejos, en un bar que perfectamente puede llamarse La Espa?ola, como en el que crecieron, son el humus del que hace 25 a?os surgi¨® Estopa, que se coronaron en el Estadio Ol¨ªmpico este mi¨¦rcoles en un concierto cuyo significado permanecer¨¢ en la memoria musical de Barcelona. Hubo mucho de reivindicaci¨®n no manifestada como agravio, sino como celebraci¨®n, hubo un mirarse al espejo y verse guapo, lucir hermosa en el hormig¨®n y decir con alegr¨ªa que esos lugares en los que se habla de ¡°racholas¡± forman parte de lo que somos.
Fue por lo tanto un concierto de emocionante autoafirmaci¨®n. En todo. David, el de verbo m¨¢s fluido de la pareja, siempre secundado por la sonrisa de sabia aprobaci¨®n de Jose y su sempiterna coletilla colgando de la nuca, se puso humor¨ªsticamente a la altura de Springsteen mientras se beb¨ªa una cerveza en escena, ¡°Bruce no tiene huevos de tomarse una birra aqu¨ª¡±, y de Rammstein (reyes del fuego), ¡°esos no encendieron el pebetero, nosotros lo quer¨ªamos hacer y nos dijeron que no hab¨ªa gas, vaya excusa de gilipollas¡±, dijo entre risas. Incluso al final parec¨ªa achispado, aunque deb¨ªa ser la emoci¨®n. Se rieron tambi¨¦n de manera impl¨ªcita de los efectos especiales, pues la aparici¨®n de un Seat Panda en Camiseta de rockanrol se hizo empuj¨¢ndolo, pura tracci¨®n animal, e incluso que s¨®lo funcionara un mustio limpiaparabrisas denotaba la palmaria ancianidad del veh¨ªculo. En pantalla obras, andamios, zanjas, bloques de periferia, trenes de cercan¨ªas ¨Cparados- y viaductos, paisajes reales que suelen esconderse y que en el Ol¨ªmpico se lucieron. En la boca bares, alegr¨ªa, cervecita fresca y la celebraci¨®n de la proximidad, ese concepto preexistente a su moderna utilizaci¨®n. Todo era n¨ªtido, no hab¨ªa segundas lecturas. S¨®lo les falt¨® decir ¡°vimos eso de las pulseritas con lucecitas de Coldplay y pensamos, ?qu¨¦ guapo!, lo haremos tambi¨¦n nosotros¡±. Lo hicieron. No pareci¨® una copia, sino el uso de un recurso que quiz¨¢s no vieron y menos a¨²n vivieron bastantes de los all¨ª presentes, parte activa de aquel tapiz de luci¨¦rnagas.
Una treintena de temas sellaron el pacto de fidelidad entre Estopa y su parroquia, toda local. Rumba y rumba rock como men¨² de un concierto que tuvo un sonido m¨¢s bien deficiente, aunque puestos a tirar de barrio podr¨ªa decirse que el de los autos de choque en fiestas, o el de la disco m¨®vil puede ser peor y est¨¢ asumido. Lo popular puede tener un punto de cacofon¨ªa que se asocia a la imposibilidad de regular la fiesta, espacio abierto a lo imposible, ¨¢mbito que inspira temor en el poder. Ese poder que en otro sentido vivieron Estopa, estupefactos al comprobar que cualquier sugerencia -mover los brazos, agitar las manos, hacer palmas, corear cuando no directamente cantar estrofas de sus canciones-, era obedecida por la masa. Bien es cierto que siempre ha pasado en sus conciertos, pero jam¨¢s con tanto personal sol¨ªcito. Esa sorpresa genuina es lo que diferencia a los hermanos Mu?oz, sin duda hijos de una esforzada educaci¨®n de antes, de otros y de otras. En su caso la vida ha funcionado como antes se dec¨ªa que la vida funcionaba. Y probablemente eso ven en ellos quienes ayer se derret¨ªan con sus cl¨¢sicos, se met¨ªan en el cuerpo solo de bater¨ªa o parones aflamencados a base de caj¨®n: ve¨ªan gente sin doblez, de fiar. Tanto fue as¨ª que hasta David explic¨® que hacer la lista de invitados le cost¨® un horror, pidiendo disculpas por si se hab¨ªa olvidado de alguien. ?A alguien se le ocurre que una estrella se ocupe de la lista de invitados y de hacer llamadas para confirmar asistencias?
En el sumun de la reivindicaci¨®n perif¨¦rica, David apareci¨® en Partiendo la pana abrazado a una farola en movimiento, ese mudo c¨®mplice de borracheras y de moraos de hach¨ªs, que en esos casos y por fortuna permanece inm¨®vil. Y aunque la clase obrera como tal est¨¦ m¨¢s desdibujada que la impresi¨®n del sol naciente de Monet, se entendi¨® perfectamente, como a Monet, qu¨¦ quer¨ªa decir cuando le dedic¨® Pastillas de freno. Tambi¨¦n lo que hab¨ªa tras la dedicatoria de Ojitos rojos a ¡°Lamine Yamal y a su pap¨¢¡± o esa conexi¨®n que sugiere un himno sin letra cada vez que una masa, como ayer, cantaba un ¡°lo lo lo lo lo lo¡± de alegr¨ªa beoda que despidi¨® Paseo, como en el tema protagonizado por ellos mismos, borrachos de cerveza. Si es que hasta el bater¨ªa se fumaba un cigarrillo mientras tocaba. Los barrios tambi¨¦n cambian, pero hay en ellos algo inmutable que David y Jose han sabido captar y representar con su nada forzada normalidad, esa que les mantiene a¨²n hoy haciendo vida de barrio y prefiriendo la comida de su madre a la de los restaurantes de post¨ªn. Que el ¨¦xito no les haya convertido en unos cretinos alejados de s¨ª mismos es una de las explicaciones de ese mismo ¨¦xito. Proximidad de la de antes, normalidad hoy extraordinaria.
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