La final de Copa desde un bar de barrio, futbolero y valencianista: ¡°?Y ahora qu¨¦?¡±
El gran ambiente, los comentarios jocosos, los piques entre los parroquianos, los nervios y la pena marcan la emisi¨®n de la final de Copa en un local del centro de la ciudad ¡°no turistificado¡±
No solo en las gradas del estadio de la Cartuja de Sevilla se respiraba un ambientazo antes y durante la final de la Copa del Rey entre el Betis y el Valencia; tambi¨¦n en muchos bares en los que se sintoniz¨® el partido. En el centro de Valencia, por ejemplo, hay uno muy futbolero, valencianista, de barrio, de precios no turistificados y parroquianos fieles y vociferantes, dec...
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No solo en las gradas del estadio de la Cartuja de Sevilla se respiraba un ambientazo antes y durante la final de la Copa del Rey entre el Betis y el Valencia; tambi¨¦n en muchos bares en los que se sintoniz¨® el partido. En el centro de Valencia, por ejemplo, hay uno muy futbolero, valencianista, de barrio, de precios no turistificados y parroquianos fieles y vociferantes, decorado con argollas y carteles de los jevilones Motorhead o ACDC, de Mohamed Al¨ª o de pel¨ªculas como Airbag, en el que se mont¨® una buena.
La voz cantante la llevaba el fondo-lateral del Bar Ripalda Boludo, donde suelen cobijarse los pe?istas. Desde all¨ª, un vecino enfundado con una antigua camiseta de la se?era del Valencia con el nombre de Sat¨¢n a su espalda se arranc¨® a cantar la popular La manta al coll i el cabasset... y al instante le secund¨® la numerosa feligres¨ªa que acudi¨® al bareto del barrio del Carmen, valencianista por la clientela y bostero ¡°hasta la muerte¡± (del Boca Juniors) por su propiedad argentina, con d¨¦cadas de arraigo en la ciudad. Nada m¨¢s empezar el partido se sucedieron las burlas y los gritos contra el peinado del ¨¢rbitro, contra el palco (con especial atenci¨®n al presidente de la Federaci¨®n de F¨²tbol, Luis Rubiales) o contra las barbas de alg¨²n contrario, adem¨¢s de formularse todo tipo de peticiones de expulsiones, tarjetas, faltas y penaltis.
Los quintos de cerveza iban y ven¨ªan, mientras los b¨¦ticos se adue?aban del encuentro y marcaban el primer gol. Las iron¨ªas sobre el juego del equipo de casa aumentaron un poquito. Tras una nueva p¨¦rdida, surgi¨® una voz femenina que instaba a la tranquilidad porque ve¨ªa ¡°al equipo bien posicionado¡±. ¡°?Mira mi Diaka c¨®mo abre juego!¡±, a?adi¨® ante un despeje a la banda del central franc¨¦s Diakhaby, al que la mujer estuvo toda la noche defendiendo en las duras y en las maduras. La cosa se estaba poniendo muy chunga.
Con todas las puertas y las ventanas abiertas, un veterano parroquiano con ¨¢nimo zumb¨®n entraba y sal¨ªa del bar profiriendo el ¡°viva er betis manque pierda¡±. Se alternaba con otro habitual, el due?o de un cercano restaurante que insist¨ªa en su hast¨ªo. ¡°Me aburro¡±, afirmaba con una mueca provocadora. ¡°?Que te folle un burro!¡± ¡°?Vete a currar!¡±, ¡°Fuig [huye, l¨¢rgate, en valenciano]¡± fueron algunas de las respuestas. El Valencia no daba pie con bola. Alguien por la barra entonaba el estribillo We are the world, we are the children... sin venir a cuento. La atenci¨®n se dispersaba, las conversaciones se bifurcaban, hasta que Hugo Duro marc¨® un tanto por sorpresa. Todo el mundo, incluso el tipo impert¨¦rrito que jugaba a la tragaperras, salt¨® gritando a coro ¡°gol¡±, a lo que sigui¨® un c¨¢ntico que parec¨ªa improvisado ¡°Duro... Duro, duro, duro¡±.
Hubo un subid¨®n en todos los sentidos: m¨¢s cerveza, m¨¢s palmaditas, m¨¢s abrazos, m¨¢s risas, m¨¢s pullas. Subid¨®n que se mantuvo con el buen arranque del Valencia en la segunda parte. El partido, no obstante, se alargaba y el Betis no bajaba la guardia. La agon¨ªa y los ¡°uys¡± por los palos del Betis hac¨ªan mella. Pasaban los minutos. Hubo un peque?o baj¨®n. Un miembro destacado de la pe?a del bar, un alba?il que se declar¨® ¡°hasta la polla de currar¡± los festivos, apostill¨® que si bien es cierto que el equipe che es el que m¨¢s falta comete, ¡°tambi¨¦n lo es que es el que m¨¢s faltas recibe¡±. Hubo aprobaci¨®n por asentimiento. La clientela parec¨ªa respetar al entrenador Jos¨¦ Bordal¨¢s, al que llamaban ¡°Bordaleta¡± a pesar de que su equipo desplegaba un juego no precisamente vistoso.
El Valencia resist¨ªa, pod¨ªa ganar el partido, si bien el dominio era b¨¦tico. Hab¨ªa que volver a animar el tema y desde el fondo-lateral se pas¨® de cantar La manta al coll a la no menos popular No volem cap que no estiga borratxo... [No queremos a nadie que no est¨¦ borracho..]. La cosa se anim¨® de nuevo de manera un¨¢nime y m¨¢s a¨²n con la salida de ¡°Bryan, Bryan, Bryan Gil¡±.
Antes de la pr¨®rroga, hubo tiempo para engullir alguna sabrosa empanada argentina o para fumar en la calle. All¨ª, frente al grafiti que reza Against all authority except my mom (Contra toda autoridad excepto mi mam¨¢). un cliente ocasional coment¨® el ambientazo y el buen rollo del bar, aunque no suela haber ¡°muchas t¨ªas¡±. Anoche hab¨ªa bastantes mujeres y el local estaba atendido por una, tan firme y resolutiva como respetada. Un vecino apuntaba que lo que mola es que se ha mantenido como un bar de barrio, al que van los vecinos, que no sale en las gu¨ªas, que no est¨¢ ¡°turistificado¡±, como buena parte del centro hist¨®rico.
Arranc¨® la pr¨®rroga y la tensi¨®n lleg¨® a su punto culminante con los penaltis, que algunos vivieron entrelazados por los hombros, como hacen los futbolistas cuando no les toca lanzar la pena. El fallo del jovenc¨ªsimo Yunus Musah provoc¨® lamentos y maldiciones que pronto se disiparon. El Betis gan¨®, pero el Valencia respondi¨®. La gente se fue retirando. ¡°Xe, ?y ahora qu¨¦? Sin Europa y sin nada¡±, se lament¨® uno. ¡°Pues hasta la pr¨®xima¡±, contest¨® otro.