Salvar a Erika Mej¨ªa: ¡°Debe de ser alguien importante¡±
El sistema de salud se moviliza para el dif¨ªcil traslado desde Guadalajara a Madrid para ingresar a una mujer hondure?a de 37 a?os
El sill¨®n de piel azul marino estaba situado en medio del sal¨®n. Desde el principio se convirti¨® en el rey de la casa. La due?a, Milagros Centenera, una mujer de m¨¢s de 80 a?os con principio de p¨¢rkinson, se sentaba en ¨¦l y comenzaba a trastear con el mando que tra¨ªa incorporado. Reclinaba el canap¨¦ hasta ponerlo en horizontal, como una cama, y despu¨¦s, en un juego que se volv¨ªa interminable, activaba el modo vertical. El ocupante del sill¨®n quedaba pr¨¢cticamente de pie, listo para echar a andar. Aquella era otra maravilla m¨¢s de la industria ortop¨¦dica. A menudo, la se?ora le ped¨ªa a su cuida...
El sill¨®n de piel azul marino estaba situado en medio del sal¨®n. Desde el principio se convirti¨® en el rey de la casa. La due?a, Milagros Centenera, una mujer de m¨¢s de 80 a?os con principio de p¨¢rkinson, se sentaba en ¨¦l y comenzaba a trastear con el mando que tra¨ªa incorporado. Reclinaba el canap¨¦ hasta ponerlo en horizontal, como una cama, y despu¨¦s, en un juego que se volv¨ªa interminable, activaba el modo vertical. El ocupante del sill¨®n quedaba pr¨¢cticamente de pie, listo para echar a andar. Aquella era otra maravilla m¨¢s de la industria ortop¨¦dica. A menudo, la se?ora le ped¨ªa a su cuidadora, Erika Mej¨ªa, que se sentara en ¨¦l y se pusiera c¨®moda. La experiencia era similar a subirse en una atracci¨®n de feria. ¡°Jefa, tengo que ponerme a limpiar¡±, le recordaba Mej¨ªa. ¡°Nada, olv¨ªdate. Esto es mucho m¨¢s divertido¡±, le respond¨ªa.
Las dos mujeres convivieron durante un par de meses en un piso de dos habitaciones y dos ba?os en el centro de Guadalajara. Por las ma?anas bajaban a dar un paseo. Mej¨ªa, que ahora dos a?os despu¨¦s de eso est¨¢ sufriendo la agresividad de la covid-19, empujaba la silla de ruedas de Centenera. Acababan en alguna terraza tomando un caf¨¦, al sol. La mayor le ense?¨® a la joven a jugar al domin¨®. Mientras mov¨ªan las fichas se pon¨ªan de fondo m¨²sica de Roc¨ªo D¨²rcal y Julio Iglesias. Cuando se aburr¨ªan se sentaban alrededor de una mesa camilla y pasaban horas cont¨¢ndose la vida la una a la otra. Centenera le hablaba de la Espa?a de antes, de lo distinto que era todo. ?Si la viera ahora no reconocer¨ªa este pa¨ªs! Mej¨ªa, de 37 a?os, le describ¨ªa Omoa, 47.287 habitantes, el pueblo de Honduras donde creci¨®, con su embarcadero, el mar y las casitas de los pescadores en la orilla. All¨ª segu¨ªan viviendo sus tres hijas, a las que crio sola y a las que dio estudios. En la mu?eca llevaba tres palomas tatuadas para tenerlas siempre presentes.
Por las noches dorm¨ªan en habitaciones separadas. Centenera guardaba un m¨®vil en la mesita por si ten¨ªa que avisar a la cuidadora. No hac¨ªa falta. Ella se levantaba a echarle un ojo cuatro o cinco veces durante la madrugada. El trabajo fue m¨¢s breve de lo esperado. La se?ora enferm¨® y muri¨® en cuesti¨®n de d¨ªas. Mej¨ªa asisti¨® al velatorio y al funeral como un miembro m¨¢s de la familia. Ayud¨® tambi¨¦n a los herederos de la anciana a vaciar el piso. Sinti¨® una punzada en el est¨®mago cuando vio el sill¨®n salir por la puerta en volandas.
Erika Mej¨ªa se qued¨® sin empleo en noviembre de 2018. Aunque ese tiempo dur¨® poco. La hija de su antigua empleadora, In¨¦s Samaniego, la contrat¨® en diciembre como asistenta de hogar a media jornada. 20 horas semanales. Un trabajo en el que estaba contenta, seg¨²n sus conocidos, cuando contrajo la covid-19. Al principio, se manifest¨® como un molesto dolor de o¨ªdo. En los d¨ªas siguientes comenz¨® a sufrir dolor de est¨®mago y mareos. La fiebre le subi¨® a 40 grados. Los pulmones dejaron de funcionarle con normalidad. En solo cinco d¨ªas, Erika Mej¨ªa se coloc¨® en el umbral de la muerte.
Al principio, en planta, permanec¨ªa despierta y en contacto con los suyos. Se comunicaba sobre todo con su hermana Alma, la persona que la anim¨® a vivir en Espa?a. Tambi¨¦n se mensajeaba con Samaniego, a quien le confes¨® que estaba muy asustada. Durante esos d¨ªas fue el cumplea?os de uno de sus nietos y a ella se le pas¨® por alto. Su jefa le pidi¨® que no se preocupara, que bastante ten¨ªa ya. Cuando acabara todo esto ir¨ªan las dos a comprar un regalo. Lo enviar¨ªan a Honduras por paqueter¨ªa.
La situaci¨®n de Erika continu¨® empeorando. Antes de ingresar en la unidad de cuidados intensivos del hospital universitario de Guadalajara, el 12 de abril, le envi¨® un mensaje por WhatsApp a su sobrino: ¡°Dile a tu madre que creo que me van a meter a la UCI y me van a intubar¡±. Los m¨¦dicos llamaron a su hermana Alma por tel¨¦fono y le dijeron que se preparara para lo peor.
A la vez, la direcci¨®n del hospital pidi¨® su traslado urgente al Puerta de Hierro de Madrid, donde podr¨ªan conectarle un Ecmo, un soporte artificial que sustituye la funci¨®n que el pulm¨®n no puede hacer. Solo de esa manera podr¨ªa continuar con vida. En ese momento no fue posible porque los hospitales de Madrid estaban desbordados. Dos d¨ªas despu¨¦s, desde Guadalajara, se insisti¨® en la petici¨®n: o se llevaba a cabo de inmediato o la paciente no aguantar¨ªa m¨¢s.
Se puso entonces en marcha una operaci¨®n a gran escala para rescatar a Erika Mej¨ªa. Se trat¨® de uno de los traslados m¨¢s complejos entre hospitales y comunidades aut¨®nomas de toda la crisis de la covid-19. En medio de una pandemia que ha puesto en jaque a una naci¨®n entera, con m¨¢s de 23.500 muertos en Espa?a hasta este martes, el sistema se puso en marcha para salvarla.
A las ocho de la tarde del pasado 17 de abril, un helic¨®ptero del Summa 112, el servicio de urgencias de la Comunidad de Madrid, se pos¨® en el helipuerto del hospital para recoger a dos m¨¦dicos intensivistas y dos enfermeros perfusionistas. ¡°Hab¨ªa que intentarlo¡±, recuerda el jefe de Servicio de Cuidados Intensivos, Juan Jos¨¦ Rubio, de 67 a?os. A esos cuatro profesionales se sumaron otros dos que viajaban en ambulancia por carretera.
Era la primera vez que el personal de este hospital colocaba un Ecmo fuera de sus instalaciones. En las condiciones de salud de Erika Mej¨ªa, el traslado en ambulancia era muy delicado. Estaba dormida cuando los m¨¦dicos entraron por la puerta. Iban vestidos con trajes especiales. Prepararon las zonas que bordeaban su cama con pa?os est¨¦riles. Despu¨¦s se llev¨® a cabo lo que los profesionales consideran ¡°una agresi¨®n al cuerpo¡±: la introducci¨®n de dos c¨¢nulas gruesas por las venas (la yugular y la femoral) localizadas previamente con un ec¨®grafo. Las v¨ªas se conectaron a la m¨¢quina. Al minuto, su oxigenaci¨®n mejor¨®.
Era de noche cuando sacaron a Erika Mej¨ªa por la puerta, postrada en una camilla. Iba rodeada de cables y tubos. La subieron con cuidado a la ambulancia. ¡°?Muy bien!¡±, dijo en alto una de las m¨¦dicas cuando la paciente qued¨® acomodada en el interior. El veh¨ªculo encendi¨® las luces de sirena y enfil¨® a baja velocidad la carretera oscura. De madrugada, Mej¨ªa qued¨® instalada en la nueva UCI donde se iban a ocupar de ella a partir de ahora. Dos m¨¢quinas, el Ecmo y el respirador, respiran por ella y dan descanso a sus maltrechos pulmones.
A d¨ªa de hoy, permanece en la unidad de cuidados intensivos. Su estado sigue siendo cr¨ªtico. Los sanitarios la colocan bocabajo para mejorar su respiraci¨®n. Creen que la obesidad que padece desde ni?a puede ser uno de los motivos que el virus la haya atacado a ella con tanta dureza. En ocasiones, el doctor Rubio le habla para ver si responde. A veces mueve la cabeza, semiinconsciente.
El m¨¦dico explica que el coronavirus es desconcertante. ¡°Se comporta de forma extra?a. Me sorprende cada d¨ªa. Da miles de problemas. Afecta a la coagulaci¨®n, la piel, genera problemas neurol¨®gicos, trastornos hematol¨®gicos, infartos asociados, ictus, y en pacientes j¨®venes y sanos como Erika no te lo explicas¡±.
¡ªLlevo 40 y pico de a?os en intensivo. He pasado la colza, el sida... Y, sin embargo, esto es lo m¨¢s grave que me he cruzado nunca.
¡ªYo tambi¨¦n, y eso que no llevo tantos a?os, le contesta su compa?era en esta crisis, Ana Gonz¨¢lez, jefa de anestesiolog¨ªa y reanimaci¨®n.
¡ªTodav¨ªa est¨¢s a tiempo de vivir una m¨¢s gorda.
¡ªEspero que no. Esto ha sido dur¨ªsimo.
La noche del traslado de Erika Mej¨ªa, cuatro mujeres con bolsas en las manos observaban la escena en la puerta del hospital. Vieron la ambulancia en la que introduc¨ªan a la paciente, m¨¢s otra de apoyo con material m¨¦dico necesario. A eso se a?ad¨ªan dos veh¨ªculos m¨¢s con profesionales del Summa, por si hab¨ªa alguna complicaci¨®n. Una pareja de guardias civiles en moto escoltaba la imponente caravana.
¡ªDebe de ser alguien importante, dijo una de las mujeres.
Dentro iba Erika Mej¨ªa, hondure?a, 37 a?os, vecina de Guadalajara, asistenta de hogar a media jornada, con el sueldo de quien trabaja 20 horas semanales y no le da m¨¢s que para vivir en un piso que comparte con otras dos familias, donde siguen con entusiasmo las telenovelas turcas en televisi¨®n y salen a bailar ritmo punta, un baile hondure?o, en la sala Rumba, regentada por un espa?ol.
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