Una mirada personal de la pandemia
El fot¨®grafo de EL PA?S Samuel S¨¢nchez nos muestra su visi¨®n m¨¢s intima sobre el drama de la covid-19 que ha dejado m¨¢s de 28.000 muertos en Espa?a
Trabajar durante la pandemia de coronavirus ha sido y es muy dif¨ªcil, tanto desde el punto de vista profesional como personal. Los fotoperiodistas nos hemos encontrado con much¨ªsimas trabas e impedimentos para ejercer nuestra profesi¨®n. Pocas veces ha sido tan complicado trabajar en primera l¨ªnea y poder contar lo que pasaba. Muchas veces la impotencia nos ha afectado al no tener acceso a acontecimientos que estaban sucediendo a escasos metros, pero con un muro delante. [A trav¨¦s de este enlace pue...
Trabajar durante la pandemia de coronavirus ha sido y es muy dif¨ªcil, tanto desde el punto de vista profesional como personal. Los fotoperiodistas nos hemos encontrado con much¨ªsimas trabas e impedimentos para ejercer nuestra profesi¨®n. Pocas veces ha sido tan complicado trabajar en primera l¨ªnea y poder contar lo que pasaba. Muchas veces la impotencia nos ha afectado al no tener acceso a acontecimientos que estaban sucediendo a escasos metros, pero con un muro delante. [A trav¨¦s de este enlace puedes ver todas las im¨¢genes]
A su vez, en el terreno personal, he convivido con el miedo de contagiarme y llevar el virus a mi familia, porque el aislamiento en un piso es una quimera, y m¨¢s con un ni?o de cinco a?os. La desinfecci¨®n, el agua con lej¨ªa, los geles hidroalcoh¨®licos han sido una constante. En el umbral de la puerta, zapatos fuera, y nada m¨¢s cruzarla, toda la ropa a la lavadora y directamente a la ducha. Y un intento, aunque s¨®lo fuera eso, de cierto distanciamiento: no dar abrazos, dormir aislado en una habitaci¨®n.
Mentalmente, es complicado trabajar pensando que puedas ser responsable de traer la enfermedad a tu hogar y a tus familiares, y m¨¢s sabiendo que esto no era como una gripe. Nuestra profesi¨®n conlleva algunos riesgos, pero no es tan com¨²n que esos riesgos puedan afectar tan directamente a los tuyos. Lo contradictorio es que a este temor se contrapon¨ªan nuestras ganas de estar ah¨ª, de ser testigos directos y contar con im¨¢genes lo que estaba pasando. Tambi¨¦n se hace dif¨ªcil compaginar mi trabajo como fotoperiodista en la calle, con las labores de edici¨®n, teletrabajando.
El 10 de marzo fue el primer d¨ªa en el que el coronavirus empez¨® a formar parte de mi trabajo. Al principio, se enfoc¨® en el cierre de colegios. Los supermercados y las grandes colas fueron el siguiente nivel. Se empezaban a ver las primeras mascarillas, que en ese momento llamaban la atenci¨®n, mientras ve¨ªamos los primeros signos de desabastecimientos, donde los carros llenos y el papel higi¨¦nico sobresaliendo de ellos, eran lo m¨¢s notable.
Cuatro d¨ªas despu¨¦s, se decret¨® el estado de alarma. Nunca me imagin¨¦ que ver¨ªa las calles de Madrid como las vi esos d¨ªas. Como en una pel¨ªcula apocal¨ªptica. Ten¨ªas la sensaci¨®n continua de caminar por un decorado en el que todo se mov¨ªa a otro ritmo. Las pocas personas que sal¨ªan parec¨ªan sombras protegidas por mascarillas. Se palpaba el miedo.
El silencio y los controles
Espacios tan tur¨ªsticos como la Plaza Mayor, donde las sombrillas recogidas llamaban tanto la atenci¨®n como la estatua ecuestre, parec¨ªan mucho m¨¢s grandes. Impresionaba el vac¨ªo, pero tambi¨¦n y, sobre todo para m¨ª, el silencio. Solo lo romp¨ªan sonidos en los que nunca hab¨ªa reparado, como el del agua en la Puerta del Sol o el de los p¨¢jaros en la Gran V¨ªa. Los comercios cerrados reflejaban la par¨¢lisis de la ciudad.Los controles policiales se convirtieron en una especie de bucle. Tanto los que he pasado, como los que he fotografiado. La mayor¨ªa de las veces converg¨ªan. A los mismos agentes que te paraban les ped¨ªas fotografiarles.
Las labores de desinfecci¨®n de la UME fueron un elemento clave en el quehacer diario; buscar y retratar a esos buzos de blanco limpiando espacios como el aeropuerto, estaciones, o, sobre todo, residencias de mayores, el gran foco de la tragedia, junto con los hospitales. Una tragedia, que inevitablemente nos llev¨® a un siguiente nivel, que fueron y son los muertos. F¨¦retros saliendo de hospitales, morgues como el Palacio de Hielo. Todo con un acceso casi inexistente. Muchas llamadas improductivas, muchos intentos infructuosos.
A principios de abril, tuve la gran suerte, si se puede decir as¨ª, de realizar un reportaje en el hospital La Paz durante tres d¨ªas, junto a mi compa?ero Guillermo Abril. Un privilegio por cuanto hasta ese momento apenas se hab¨ªa podido entrar en uno de los espacios que ha sido fundamental en esta lucha, y m¨¢s con la profundidad que conlleva el estar all¨ª tres jornadas, viendo como todo un hospital de referencia estaba reconvertido en un porcentaje alt¨ªsimo en la covid-19. Salas de espera o el gimnasio como urgencias, UCI improvisadas por todos sitios, con situaciones dram¨¢ticas vistas nada m¨¢s empezar nuestro reportaje. Y, sobre todas las cosas, presenciar el enorme esfuerzo y entrega de esos sanitarios que se han merecido, y mucho, los aplausos que a las 20.00 fotografi¨¢bamos como una rutina de la realidad impuesta. Esa realidad que nos ha hecho mirar a los balcones para retratar el confinamiento, y a fotografiar a nuestra familia como un hecho informativo y no s¨®lo como un recuerdo hist¨®rico.