Fracaso total
El caso de la persecuci¨®n y el acoso a Pablo Iglesias, Irene Montero y sus tres hijos se ha convertido en algo desgraciadamente paradigm¨¢tico
El verano de la familia Iglesias Montero no ha sido ideal. De Asturias tuvieron que salir huyendo en plenas vacaciones a su domicilio de Galapagar amedrentados por insultos, amenazas y acosos. Pero ah¨ª, dentro de su casa, tampoco duermen tranquilos. M¨¢s all¨¢ de la pol¨¦mica falta de protecci¨®n o los o¨ªdos sordos que algunas autoridades prestan a su caso, m¨¢s all¨¢ de las invocaciones a los penosos escraches alentados por Podemos no hace tanto...
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El verano de la familia Iglesias Montero no ha sido ideal. De Asturias tuvieron que salir huyendo en plenas vacaciones a su domicilio de Galapagar amedrentados por insultos, amenazas y acosos. Pero ah¨ª, dentro de su casa, tampoco duermen tranquilos. M¨¢s all¨¢ de la pol¨¦mica falta de protecci¨®n o los o¨ªdos sordos que algunas autoridades prestan a su caso, m¨¢s all¨¢ de las invocaciones a los penosos escraches alentados por Podemos no hace tanto tiempo, de ese perverso ojo por ojo que implican como punto de partida de una espiral que resulta hoy siniestra, la noticia continua de esta persecuci¨®n es una de las m¨¢s tristes que se han producido en este pa¨ªs en d¨¦cadas: la evidencia de una grieta no s¨®lo en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica, la seguridad o la protecci¨®n jur¨ªdica. M¨¢s bien la constataci¨®n de un fracaso civil y ciudadano. De un fracaso total.
Vivimos tiempo de debacles. El palpable fin de una ¨¦poca. A d¨¦cadas de integraci¨®n hasta finales del siglo XX le siguen desde 2008 a?os de desintegraci¨®n. Pero si adem¨¢s de los entramados econ¨®micos, sociales e institucionales, caen por el barranco los pocos valores de tolerancia y convivencia que aprendimos en cuatro d¨¦cadas de democracia, apaga y v¨¢monos.
?Queremos formar parte de en un pa¨ªs de perseguidos, de se?alados o establecer y enriquecer un espacio de libertad y respeto mutuos m¨¢s all¨¢ de discrepancias ideol¨®gicas, sean marcadas o no?
El caso de Pablo Iglesias, Irene Montero y sus tres hijos de dos y un a?o se ha convertido en algo desgraciadamente paradigm¨¢tico. Desata la furibundia exacerbada de una minor¨ªa de cavern¨ªcolas en la misma medida que la frustraci¨®n e impotencia racionales y c¨®mplices de una mayor¨ªa civilizada. Pero ha pasado de la intenci¨®n al hecho y ah¨ª radica precisamente su gravedad. El conflicto se ha trasladado de la cobarde esfera virtual en redes a la crudeza de lo real a la puerta de su domicilio. En la primera se se?ala, en la segunda, ya no hay salvaci¨®n si unos pocos deciden actuar.
Una perversa voluntad de acoso sin fin lo acent¨²a cada d¨ªa con un mensaje inequ¨ªvoco: no os queremos aqu¨ª. Fuera. ?Qui¨¦n delimita y determina d¨®nde y c¨®mo queremos vivir en paz? Cada esquina, cada calle, cada plaza de este pa¨ªs tiene que valer para cualquiera de nosotros. De lo contrario andamos a las puertas del totalitarismo civil. ?Queremos formar parte de en un pa¨ªs de perseguidos, de se?alados o establecer y enriquecer un espacio de libertad y respeto mutuos m¨¢s all¨¢ de discrepancias ideol¨®gicas, sean marcadas o no? Cuando estas rebasan el ¨¢mbito del debate incluso subido de tono para caer en el insulto, la amenaza y la violencia saltan resortes que nos retrotraen a lo peor de nosotros mismos. Realmente, pregunto, ?no hemos aprendido nada?
Una familia se?alada y despu¨¦s perseguida por razones pol¨ªticas en mitad de un vecindario es la evidencia de una asignatura suspendida, de una incapacidad manifiesta para entendernos en lo b¨¢sico y poder convivir en paz. Cuando el odio es el motor y el rechazo a la persona un desahogo palpable con intenciones violentas quedamos a un paso de la barbarie. Si cruzamos esa l¨ªnea estamos perdidos.