Cosas de familia
Existe un gen reconocible en la primera planta de la calle G¨¦nova. Un gen ganador que se instala en las oficinas regionales del partido y que s¨®lo conoce una palabra: poder
Para quienes ya tenemos cierta edad y hemos visto naves m¨¢s all¨¢ de Ori¨®n, no nos extra?a esta dualidad del PP a cargo de las instituciones madrile?as. Isabel D¨ªaz Ayuso y Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez-Almeida parecieran replicantes calcados a lo que en su d¨ªa representaron Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallard¨®n.
Existe un gen reconocible en la primera planta de la calle G¨¦nova. Un gen ganador que se instala en las oficinas regionales del partido y que s¨®lo conoce una palabra por encima de cualquier otra: poder. As¨ª ha sido en la Comunidad de Madrid sin tregua desde que dej¨® el cargo Joaqu¨ªn Leguina. Y lo mismo pr¨¢cticamente en el Ayuntamiento de la capital con el par¨¦ntesis de Manuela Carmena.
Desde la sede del partido se cocinan l¨ªderes para la capital que abarcan a la perfecci¨®n dos almas convivientes. Expresan su gesti¨®n de forma diversa pero evidente. Un abanico de estilos tan amplio que caben en ¨¦l la raz¨®n y la sinraz¨®n, el populismo y el esp¨ªritu de la Transici¨®n, las formas aristocr¨¢ticas y el casticismo, la corrupci¨®n y sus m¨²ltiples formas de mirar para otro lado, la capacidad de acuerdo y la patada a la puerta. Es raro, pero eficaz. Extra?o y a la vez cotidiano.
El problema saltar¨¢ cuando Ciudadanos se retrate. Almeida parece no darles argumentos de peso para romper el pacto. Ayuso, en cambio, ya ha colmado de sobra la paciencia de sus aliados.
Durante varias legislaturas se fueron alternando en sus cargos Aguirre y Gallard¨®n mediante sonrisa y pu?alada por la espalda, odio sin tregua y caricias. Como en cualquier familia que se precie. Pol¨ªticamente, se retroalimentaban en sus polos opuestos. Alcanzaron cierta maestr¨ªa en la din¨¢mica acci¨®n / reacci¨®n hasta el punto que -al no existir alternativa- funcionaban como Gobierno y oposici¨®n all¨ª donde les tocaba ejercer. Se lanzaban de un despacho a otro calderos de veneno y parec¨ªan disfrutar esa competencia en el empleo de formas sibilinas.
De aquella etapa, al menos, los ciudadanos nos quedamos con Madrid R¨ªo. Nuestros bolsillos aun tiemblan, pero la iniciativa se la reconoci¨® a Gallard¨®n hasta Carmena. ?Qu¨¦ sacaremos de estos dos pipiolos? Resulta curioso observar su actitud. No muestran la beligerancia trasparente de sus antecesores. Volaban por libre y ni siquiera se preocupaban de los problemas que pudieran provocar ante los l¨ªderes nacionales de su partido. La guerra era la guerra. Enfrentaba las esencias nacionalcat¨®licas ba?adas en cierto parip¨¦ dem¨®crata de Aguirre contra la complacencia con ramalazos progres de Gallard¨®n. Una manten¨ªa los votos ultras que hoy se han escapado a Vox. El otro ese centrismo que se fug¨® a Ciudadanos.
Sus herederos se muestran m¨¢s cautos. Ocultan rivalidades soterradas pero las hacen patentes al ejercer. Guardan las formas y cada uno emprende su propia carrera por dominar el terreno sin estorbarse. El problema saltar¨¢ cuando Ciudadanos se retrate. Almeida parece no darles argumentos de peso para romper el pacto. Ayuso, en cambio, ya ha colmado de sobra la paciencia de sus aliados. De provocar sus disparates continuos una crisis, entonces veremos hasta qu¨¦ punto es fuerte la siempre dif¨ªcil alianza entre el alcalde y la presidenta de la Comunidad.
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