La muerte en la ¡®zona cero¡¯ de la pandemia
En uno de los reportajes acudimos a un tanatorio -entraba una llamada tras otra¡ª y retratamos los solitarios entierros
Posiblemente nadie habr¨ªa imaginado todo lo que ha ocurrido estos ¨²ltimos meses; ni la mejor y m¨¢s imaginativa pel¨ªcula habr¨ªa superado la realidad con la que hemos convivido desde el mes de marzo. El hecho de tener que recluirnos en casa, alternar el trabajo de editar las secciones del peri¨®dico con los deberes y quehaceres propios del d¨ªa a d¨ªa, convert¨ªa lo cotidiano en algo bastante distinto. La mayor¨ªa de fotos se hac¨ªan en casa; ni?os estudiando, aplausos a las ocho en la terraza, la familia mirando por la ventana, teletrabajo, videollamada con los abuelos, etc, siempre con mi mujer y mi...
Posiblemente nadie habr¨ªa imaginado todo lo que ha ocurrido estos ¨²ltimos meses; ni la mejor y m¨¢s imaginativa pel¨ªcula habr¨ªa superado la realidad con la que hemos convivido desde el mes de marzo. El hecho de tener que recluirnos en casa, alternar el trabajo de editar las secciones del peri¨®dico con los deberes y quehaceres propios del d¨ªa a d¨ªa, convert¨ªa lo cotidiano en algo bastante distinto. La mayor¨ªa de fotos se hac¨ªan en casa; ni?os estudiando, aplausos a las ocho en la terraza, la familia mirando por la ventana, teletrabajo, videollamada con los abuelos, etc, siempre con mi mujer y mis hijas como protagonistas.
Pero el aut¨¦ntico cambio ven¨ªa cuando ten¨ªas que salir a trabajar a la calle. Moverte por Madrid, por sus calles completamente vac¨ªas de tr¨¢fico, silenciosas como nunca y pr¨¢cticamente sin gente, lo convert¨ªa en algo irreal, fantasmag¨®rico. Adem¨¢s del riesgo que entra?aba el hecho de salir de casa y exponerte al contagio y por consiguiente transmit¨ªrselo a tu familia. No hab¨ªa garant¨ªas de que cada vez que volv¨ªas a casa no te hubieras convertido en un foco de contagio. Pero es una de las caracter¨ªsticas de nuestro trabajo, la necesidad de estar donde pasan las cosas, de ser testigo de algo que nunca pens¨¦ que podr¨ªa haber vivido.
Madrid se hab¨ªa convertido en el epicentro de la crisis sanitaria; la ciudad por la que te mueves a diario era un escenario un tanto apocal¨ªptico, sin vida, dist¨®pico. La poca gente con la que me cruzaba le daba un toque todav¨ªa m¨¢s dram¨¢tico a la escena, todos con mascarilla, mir¨¢ndonos con desconfianza, midiendo la distancia cuando coincid¨ªamos en una calle estrecha; me sent¨ªa con una continua sensaci¨®n de estar haciendo algo ilegal. Era extra?o tambi¨¦n caminar por las calles comerciales de Madrid, sin gente, sin atascos, sin p¨²blico pero sintiendo la mirada inquietante de los maniqu¨ªes desde los escaparates. Parec¨ªa que te segu¨ªan con la mirada cuando pasabas delante de ellos.
Recuerdo varias situaciones impactantes en estos meses: la primera fue el d¨ªa que tuve que ir a hacer un reportaje sobre Madrid como ¡®zona cero¡¯ de la pandemia, enfocado sobre todo a los centros donde se trataba directamente con la muerte. Uno de ellos el tanatorio de la M-30.
Mis compa?eros y yo llegamos pronto, antes de la hora a la que nos hab¨ªan citado, estuvimos pr¨¢cticamente una hora esperando en ese tiempo en la recepci¨®n del tanatorio, vac¨ªa. Solo se o¨ªa el sonido del tel¨¦fono, no recuerdo la cantidad de llamadas que pudieron entrar en esa hora. Much¨ªsimas. Todas ellas eran de familiares de personas que hab¨ªan fallecido en sus domicilios.
Funerarias desbordadas
El funcionario municipal que esa tarde estaba en la recepci¨®n del tanatorio, completamente abatido, tomaba los datos y el domicilio y les indicaba que debido a la saturaci¨®n que exist¨ªa en eso d¨ªas en los servicios funerarios se le daba una fecha estimativa de recogida del cuerpo de entre 48 y 72 horas; mientras tanto, les dec¨ªa ten¨ªan que abrir la ventana donde se encontrara el cad¨¢ver, cerrar la calefacci¨®n que hubiese en la habitaci¨®n, cerrar la puerta y esperar a que el servicio funerario se pusiese en contacto con ellos para recoger el cuerpo y trasladarlo a la morgue instalada en el Palacio de Hielo de Madrid, a la espera de que fuese incinerado. Por ¨²ltimo, se le entregar¨ªan las cenizas del fallecido, sin fecha.
Era una llamada tras otra, muchas llamadas en esa hora de espera. Estremec¨ªa pensar en esas familias encerradas en sus casas con sus familiares fallecidos, despu¨¦s de no s¨¦ cuantos d¨ªas agonizando.
Otra situaci¨®n que tengo grabada en esos d¨ªas es una noche volviendo a casa de madrugada. Era viernes, despu¨¦s de estar haciendo otro reportaje: en 20 minutos de trayecto lo ¨²nico que me cruc¨¦ fueron tres coches de la funeraria, un furg¨®n de la UME y un escuadr¨®n de limpieza, con trajes EPI desinfectando la calle. Nadie por la calle, ning¨²n coche circulando. Una sensaci¨®n de vac¨ªo que generaba una atm¨®sfera asfixiante.
Han sido meses extra?os, un cambio total en la manera de trabajar. Dejan en el aire una incertidumbre de saber c¨®mo evolucionar¨¢ nuestro trabajo en eso que llaman la ¡°nueva normalidad¡±. No volver¨¢ a ser como antes de la pandemia, como casi todo, pero esperemos que por lo menos pueda seguir siendo.