Infrabarrios, guetos, pobres y okupas
El problema de las infraviviendas y la segregaci¨®n afloran en la crisis v¨ªrica
En lo m¨¢s grave de la can¨ªcula, cuando el calor derret¨ªa los engranajes del cerebro, descubr¨ª nuevas dimensiones del barrio. Por las calles menos transitadas se abr¨ªan nuevos ventanucos para aliviar la temperatura: dentro hab¨ªa un laberinto de literas, un Tetris de cuerpos sudorosos, un submarino nuclear. Son los pisos patera en los que se hacinan muchos inmigrantes, con sus camas calientes y sucias, y sus sue?os venidos a menos. Hay gente a la que le parece mal que los pobres se metan en pisos patera, como si fuera de su gusto, como si fuera un vicio y no una necesidad. Pero es que hay gente ...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
En lo m¨¢s grave de la can¨ªcula, cuando el calor derret¨ªa los engranajes del cerebro, descubr¨ª nuevas dimensiones del barrio. Por las calles menos transitadas se abr¨ªan nuevos ventanucos para aliviar la temperatura: dentro hab¨ªa un laberinto de literas, un Tetris de cuerpos sudorosos, un submarino nuclear. Son los pisos patera en los que se hacinan muchos inmigrantes, con sus camas calientes y sucias, y sus sue?os venidos a menos. Hay gente a la que le parece mal que los pobres se metan en pisos patera, como si fuera de su gusto, como si fuera un vicio y no una necesidad. Pero es que hay gente que es gilipollas.
La ciudad contempor¨¢nea tiene muy buena pinta por fuera pero luego se abren estas ventanas a la realidad de las cosas. No son las ¨²nicas infraviviendas: tambi¨¦n esos cuartuchos en el bajo, que muestran peluches viejos, bicicletas amontonadas y estampas de la Virgen Mar¨ªa, esos sotanillos opresivos donde se ve, en un plano picado propio de Orson Welles, una cocina diminuta, y en la cocina una sart¨¦n, y en la sart¨¦n unas croquetas congeladas que llenan todo de humo.
Hay infraviviendas hipsters, muy bien distribuidas, aprovechando todo el espacio con maestr¨ªa, con su altillo para dormir y sus muebles de Ikea. Como se trabaja todo el d¨ªa, solo se usan para dormir, y no entra la luz ni corre el aire, pero luego los creativos publicitarios o los analistas de datos se ven enterrados vivos cuando se decreta un confinamiento. Yo los he visto, iluminados por la pantalla de su MacBook, arrojados al Instagram, tristes como en una madriguera.
En los infrabarrios los servicios p¨²blicos son peores, la gente vive m¨¢s junta y no puede teletrabajar, y usa m¨¢s el transporte p¨²blico, as¨ª que el virus salta a sus anchas de un cuerpo a otro como un acr¨®bata. El confinamiento de los barrios obreros no es m¨¢s que el preludio de lo que vendr¨¢ en el futuro de las ciudades hipersegregadas: muros que separan los barrios ricos de los barrios pobres, como en las gated communities, igual que ya hay muros que protegen los pa¨ªses ricos y contra los que los pobres se dan cabezazos. Al final los pudientes se van a otro planeta, porque pueden. Los humildes, si consiguen superar esos muros, se meten en pisos m¨¢s peque?os que nuestra verg¨¹enza, y nos parece fatal.
Pero nos preocupa m¨¢s la teor¨ªa de la conspiraci¨®n (seg¨²n la cual sales a comprar el pan, se te mete un ocupa (con k es otra cosa) y se come tus bocadillos de chopped), que el hecho de que haya m¨¢s de 30.000 personas viviendo en la calle y m¨¢s de tres millones de viviendas vac¨ªas. Lo que dice muy poco de nuestra capacidad de atar cabos. Tampoco nos queda espacio mental.