Dar positivo
Es extra?o tener dentro de las c¨¦lulas el virus que ha cambiado el mundo
La voz al tel¨¦fono: ¡°Pues, lamentablemente, ha salido positivo¡±. Dos d¨ªas antes una enfermera me hab¨ªa introducido ese palito blando por la nariz, hasta los abismos de mi sistema respiratorio, para tomar muestras. Yo ya me hab¨ªa metido cosas por la nariz sin mayor problema (hace unos meses, una c¨¢mara para investigar un dolor persistente de garganta), pero esta vez me hab¨ªa resultado molesto, doloroso, se me hab¨ªan humedecido los ojos. Me hac¨ªa la prueba porque un amigo con el que hab¨ªa paseado por Las Vistillas hab¨ªa dado positivo. La PCR detect¨® que yo tambi¨¦n ten¨ªa el virus.
Estaba asintom¨¢tico, pero tener dentro el virus era extra?o. El famoso virus, el virus que nos tiene ocupados desde principios de a?o, el gran acontecimiento de nuestra ¨¦poca. Era como ser parte de la Historia, de la peor manera posible. Me miraba la piel frunciendo los ojos, tratando de hacer zoom a una c¨¦lula, sin ¨¦xito. Y me imaginaba al famoso SARS-CoV-2, celebrity de la microbiolog¨ªa, utilizando mis ribosomas para replicarse. Esa cosa tan microsc¨®pica que tiene unas consecuencias tan macrosc¨®picas, esa conexi¨®n entre el microcosmos y macrocosmos propia de la filosof¨ªa herm¨¦tica.
Sent¨ªa miedo, claro, y estaba muy atento a la aparici¨®n de cada s¨ªntoma. Hubo momentos en los que me faltaba el aire, pero era sugesti¨®n, ansiedad: la falta de aire es f¨¢cilmente reproducible por la propia mente. Hay gente que acude ahogada al hospital y solo son nervios. (Record¨¦ cuando tuve mi primer reflujo gastroesof¨¢gico, hace 20 a?os, y pens¨¦ que era un infarto). Hay gente a la que le dicen que son nervios, y resulta que tiene neumon¨ªa. Yo me imaginaba ingresado, pasando esos infiernos que cuentan los que han pasado por el ventilador, d¨ªas y d¨ªas inm¨®vil, al borde de la muerte, boca abajo. Toda la iconograf¨ªa de la enfermedad que hemos ido generando.
Al final lo pas¨¦, afortunadamente, sin notarlo. Antes tuve que regresar al confinamiento y le volv¨ª a sacar provecho en cuesti¨®n de paz mental y concentraci¨®n, aunque esta vez fuera diferente: no es lo mismo aislarse cuando lo hace toda la poblaci¨®n que cuando la calle est¨¢ llena de gente en las terrazas. Es menos hist¨®rico, m¨¢s molesto y ruidoso.
Crece la impresi¨®n entre la gente de que hay muchos contagios y pocos fallecidos (aunque cualquier muerto ya es mucho). Eso es bueno, claro, pero tambi¨¦n puede consolidar la idea de que esta enfermedad ya no tiene peligro y conducir a un relajo en las medidas de prevenci¨®n. Incluso a una mayor tasa de desconfianza en las instituciones y en la ciencia. Hay gente m¨¢s proclive a pensar que todo es una exageraci¨®n o un invento. Al final, el resultado puede ser que la cosa se desmadre hasta tal punto que la desconfianza en la letalidad del coronavirus desaparezca por completo, por su obviedad. Eso s¨ª, a un alto precio.
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