Verg¨¹enza
Lo que est¨¢ sucediendo en Madrid es un esc¨¢ndalo. En mi barrio hay tres lugares que no solo no se vac¨ªan, sino que cada vez albergan m¨¢s gente
Qu¨¦ verg¨¹enza, Madrid. Qu¨¦ bochorno m¨¢s grande. Qu¨¦ est¨¢s haciendo, en qu¨¦ te has convertido. Por qu¨¦ le das la mano a quien te arrastra al suelo. Por qu¨¦ permites la humillaci¨®n. Por qu¨¦ no te plantas. Por qu¨¦ no te cuidas.
Lo que est¨¢ sucediendo en Madrid es un esc¨¢ndalo. En mi barrio hay tres lugares que no solo no se vac¨ªan, sino que cada vez albergan m¨¢s gente. El primero es el centro de salud, por el que he de pasar obligatoriamente a recoger mis medicinas. La enfermera que atiende en la puerta no abandona la sonrisa. Trata a la gente con suavidad, casi parece que acaricia con los...
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Qu¨¦ verg¨¹enza, Madrid. Qu¨¦ bochorno m¨¢s grande. Qu¨¦ est¨¢s haciendo, en qu¨¦ te has convertido. Por qu¨¦ le das la mano a quien te arrastra al suelo. Por qu¨¦ permites la humillaci¨®n. Por qu¨¦ no te plantas. Por qu¨¦ no te cuidas.
Lo que est¨¢ sucediendo en Madrid es un esc¨¢ndalo. En mi barrio hay tres lugares que no solo no se vac¨ªan, sino que cada vez albergan m¨¢s gente. El primero es el centro de salud, por el que he de pasar obligatoriamente a recoger mis medicinas. La enfermera que atiende en la puerta no abandona la sonrisa. Trata a la gente con suavidad, casi parece que acaricia con los ojos. Le hace una broma a una ni?a que espera con su padre delante de m¨ª. No parece que le suponga un esfuerzo ser amable, pero intuyo que es pura supervivencia. La ternura frente al caos como manual de resistencia. Ojal¨¢ le funcione. Otro de los lugares que no se vac¨ªan son los bancos. Acudo al m¨ªo tambi¨¦n por obligaci¨®n salt¨¢ndome el regimen de semiconfinamiento que me he impuesto a m¨ª misma ya que los que deben hacerlo no lo exigen y vuelvo con ansiedad a casa. Una experiencia horrible: no por los trabajadores, sino por los que acuden, desesperados, a que les resuelvan dudas que no tienen una respuesta correcta. Por el tercero paso cada d¨ªa en mi ¨²nica salida con mis perros. En su puerta cada vez m¨¢s personas: hay discusiones, llantinas, s¨²plicas. Es la Oficina de Empleo. Y mientras estos tres lugares explotan, los contagios se multiplican, los muertos se amontonan, el sistema colapsa, el virus crece, crece, crece. Nada cambia.
No s¨¦ como est¨¢ el resto de la ciudad. S¨¦ lo que hay en mi barrio porque alguna tarde salgo a pedalear. Huele a enfermedad, pero ya no huele a miedo: no s¨¦ si ha desaparecido o es que nos hemos acostumbrado. Y eso, acostumbrarse a una emoci¨®n tan poderosa como el miedo, es un error, un fracaso absoluto. El miedo nace para ayudarnos, para sacudirnos, para que recuperemos el movimiento, para que no vivamos est¨¢ticos esperando qui¨¦n sabe qu¨¦. El miedo nace para que vivamos alerta porque el mundo, aunque trabajemos por lo contrario, no es un lugar amable. El miedo existe para que las cosas cambien. Nos obliga a cuidarnos, a buscar refugio. Es una emoci¨®n particular. El miedo existe para que lo derrotemos, pero para eso debemos tenerlo.
Por eso, no existe nada ahora mismo que me averg¨¹ence m¨¢s que un pol¨ªtico sin miedo. Una cabeza al mando a la que nada le atemoriza. Una mente temeraria. Un responsable sin necesidad de encender la luz porque la oscuridad no le asusta. No hay nada m¨¢s peligroso que una persona sin miedo.
Y esa es la mano a la que te est¨¢s agarrando, Madrid. Esa es la persona con la que te acuestas cada noche. Por eso me das verg¨¹enza. Pero m¨¢s verg¨¹enza me da que me hagan sentir verg¨¹enza de ti.
Madrid me mata.