Lo que pasa en Madrid se queda en Madrid
El oasis que quisieron crear Esperanza Aguirre y Ana Botella al fin lo consiguieron D¨ªaz Ayuso y Almeida
Aunque el negro sea la ausencia de luz y el silencio la ausencia de sonido, el silencio de las noches de este Madrid en el que se permiten cosas que en otras ciudades de Espa?a y de Europa est¨¢n terminantemente prohibidas es tan espec¨ªfico que solo se puede definir citando algarab¨ªa, risas, gritos, bombillas tintineantes e incluso llamas que se ven y se escuchan como un zumbido sordo desde las dos Castillas, que permanecen silenciosas y vac¨ªas, all¨¢ en el horizonte, como los desiertos de Nevada.
Hace una d¨¦cada Esperanza Aguirre y Ana Botella so?aron con convertir este poblach¨®n mancheg...
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Aunque el negro sea la ausencia de luz y el silencio la ausencia de sonido, el silencio de las noches de este Madrid en el que se permiten cosas que en otras ciudades de Espa?a y de Europa est¨¢n terminantemente prohibidas es tan espec¨ªfico que solo se puede definir citando algarab¨ªa, risas, gritos, bombillas tintineantes e incluso llamas que se ven y se escuchan como un zumbido sordo desde las dos Castillas, que permanecen silenciosas y vac¨ªas, all¨¢ en el horizonte, como los desiertos de Nevada.
Hace una d¨¦cada Esperanza Aguirre y Ana Botella so?aron con convertir este poblach¨®n manchego en un gigantesco nodo de ocio auspiciado por un magnate de Las Vegas llamado Sheldon Adelson. ?l ofreci¨® a la Comunidad y al Ayuntamiento invertir 16.900 millones de euros para crear 261.000 empleos en un macrocomplejo con 12 hoteles, seis casinos, tres campos de golf y decenas de restaurantes. 36.000 habitaciones, 1.065 mesas, 18.000 m¨¢quinas recreativas. Cifras que llamar¨ªan a la cifra. Pero para dar luz verde a aquel proyecto Madrid hubiese tenido que cambiar o ignorar la legislaci¨®n estatal con el fin de permitir, entre otras cosas, fumar en espacios cerrados.
No solo eso. Aguirre propon¨ªa, adem¨¢s, crear una isla ¡°fiscal¡± cuyo estatus se equiparar¨ªa al de Docklands, la zona financiera de Londres que se rige bajo unas normas diferentes a las del resto del pa¨ªs. Esta hubiese dejado de ser la capital con la mayor pinacoteca del mundo para pasar a ser el mayor centro de juego de Europa. A cambio, El Prado hubiese recibido durante el d¨ªa millones de turistas dispuestos a dejarse cada noche miles euros en timbas o cenorras en las que hubiese corrido m¨¢s champ¨¢n que en La Habana de Batista.
Pero una agencia de calificaci¨®n trunc¨® la fantas¨ªa: en el ¨²ltimo momento Fitch le dijo a Adelson que mejor se llevase su dinero a Jap¨®n. De aquel proyecto solo quedan cientos de salones de juegos esparcidos por la ciudad invitando a la ludopat¨ªa a clientes mucho menos glamurosos y un Casino en Col¨®n donde hay adem¨¢s un restaurante chino donde se puede encontrar lo que a esta ciudad se le da bien de verdad: un men¨² del d¨ªa decente.
El Madrid de Isabel D¨ªaz Ayuso y Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez-Almeida es una isla legal cuya curva de contagios se mantiene mustia sin que la alegr¨ªa de los ciudadanos que frecuentan terrazas hasta las doce y se re¨²nen en casas en n¨²meros y horarios supuestamente legales los s¨¢bados por la noche se resienta. Es un milagro equiparable a construir palacios de ne¨®n con fuentes renacentistas en medio de Mojave. De alguna manera el sue?o de Aguirre y Botella se ha hecho realidad. El silencio de las noches de este Madrid en el que se permiten cosas que se proh¨ªben en otras ciudades es tan elocuente como sus misteriosas cifras. Nadie sabe c¨®mo se consiguen. Lo que pasa en Madrid se queda en Madrid.