La era de la aglomeraci¨®n
La Navidad trae notorias aglomeraciones a los centros de las ciudades
Madrid est¨¢ petadito. La aglomeraci¨®n es una de las cosas t¨ªpicas de Madrid, al nivel del cocido o la baja carga fiscal. Al madrile?o le gusta mucho salir a la calle a juntarse con muchos otros madrile?os, cuantos m¨¢s mejor, salpimentada la reuni¨®n con un pu?ado de turistas. Y cuando digo madrile?o lo digo en sentido amplio, incluyendo a aquellos que nacimos fuera y ahora vivimos aqu¨ª, porque esa aglomeraci¨®n, ese jaleo, ese puzle de cuerpos y salivas es lo que venimos buscando: la orteguiana rebeli¨®n de las masas.
Cuenta el divulgador Steven Johnson en Las buenas ideas (T...
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Madrid est¨¢ petadito. La aglomeraci¨®n es una de las cosas t¨ªpicas de Madrid, al nivel del cocido o la baja carga fiscal. Al madrile?o le gusta mucho salir a la calle a juntarse con muchos otros madrile?os, cuantos m¨¢s mejor, salpimentada la reuni¨®n con un pu?ado de turistas. Y cuando digo madrile?o lo digo en sentido amplio, incluyendo a aquellos que nacimos fuera y ahora vivimos aqu¨ª, porque esa aglomeraci¨®n, ese jaleo, ese puzle de cuerpos y salivas es lo que venimos buscando: la orteguiana rebeli¨®n de las masas.
Cuenta el divulgador Steven Johnson en Las buenas ideas (Turner) que fue en el roce de las primeras ciudades, hace 7.000 a?os, cuando se dio una explosi¨®n de la creatividad, porque las ideas de unos y otros empezaron a rozarse, a hacer el amor, y a parir nuevas invenciones como la rueda, el c¨¢lculo, la escritura, etc. Tener una idea cuando uno est¨¢ solo sirve para poco. En las ciudades grandes hay masa cr¨ªtica para que abunden los colectivos que practican las artes marciales raras, el aeromodelismo, el anarcosindicalismo o la performance sangrienta. Hay gente pa t¨®.
Luego esa abundancia humana se materializa en la calle, celebrando grandes manifestaciones, celebraciones deportivas, disturbios violentos, campanadas de a?o nuevo, caceroladas, verbenas populares, etc. Al madrile?o le hace falta muy poco para pisar el asfalto y ponerse a gritar. En los ¨²ltimos a?os parece que cada vez hay m¨¢s gente en Madrid y en las noches de fin de semana (pre v¨ªricas) ya era imposible cenar en un sitio sin reserva o estar medio a gusto en un bar. Madrid va a morir por met¨¢stasis en la Humanidad.
Ahora estamos tratando de derrocar definitivamente al virus, que por estas fechas debe estar contento como un ni?o, pero las masas zombis del hiperconsumo se han echado a la calle a pasear por debajo del alumbrado navide?o, esquivando terror¨ªficas meninas con una bolsa de Primark en la mano. Si los a?os pasados ya hizo falta regular el tr¨¢fico de personas estableciendo sentidos de circulaci¨®n en cada calle (?libertad!, dir¨¢n los freedom fighters que sufrimos a diario), este a?o igual hay que disolver a las masas con ca?ones de agua a presi¨®n. Pero a los consumidores desbocados, que atentamos contra los l¨ªmites del planeta, se nos suele poner alfombra roja.
El Ayuntamiento dice que esto entra ¡°dentro de lo previsto¡±, lo cual no significa mucho, porque puede preverse mal. En Preciados huele a pl¨¢stico quemado, las m¨¢quinas deseantes babean iluminadas por los escaparates, tocadas con una peluca del mercadillo de la Plaza Mayor, la ansiedad estalla como un fuego artificial. En las redes sociales ya andan haciendo chistes sobre las aglomeraciones, como si fueran el festival Mad Cool (Mad Covid, le dicen) o una manifestaci¨®n del 8M constante que fluye torpe por las calles del centro.