Canciones para el cierre de una ¨¦poca en el Pav¨®n
La salida de la compa?¨ªa Kamikaze por problemas econ¨®micos deja hu¨¦rfano a un teatro esencial para la vida de Madrid
Cuando algo es maldito, lo es hasta el final. A punto de acabarse, 2020 todav¨ªa ha conseguido deparar m¨¢s malas noticias: inauguramos esta pen¨²ltima semana del a?o conociendo que la compa?¨ªa Kamikaze ha decidido poner el cierre definitivo a su estancia en el Teatro Pav¨®n. Los problemas econ¨®micos, multiplicados por la pandemia, han obligado a sus responsables a abandonar el edificio de la calle de Embajadores, un recinto construido en 1924, que constituye el ¨²nico teatro ma...
Cuando algo es maldito, lo es hasta el final. A punto de acabarse, 2020 todav¨ªa ha conseguido deparar m¨¢s malas noticias: inauguramos esta pen¨²ltima semana del a?o conociendo que la compa?¨ªa Kamikaze ha decidido poner el cierre definitivo a su estancia en el Teatro Pav¨®n. Los problemas econ¨®micos, multiplicados por la pandemia, han obligado a sus responsables a abandonar el edificio de la calle de Embajadores, un recinto construido en 1924, que constituye el ¨²nico teatro madrile?o de estilo Art-Dec¨®.
La simbolog¨ªa de Pav¨®n es indudable. Fue una de las grandes obras del arquitecto Teodoro de Anasagasti, consolidando con este edificio su estilo previamente ensayado en Madrid en el Real Cinema y el Teatro Monumental. La historia del Pav¨®n es la historia de un centro que en sus or¨ªgenes se especializ¨® en revista y teatro de la comedia, ofreciendo a los madrile?os importantes funciones p¨ªcaras y de escape hasta el estallido de la guerra civil. Fue lo que se conoci¨® como ¡°revista verde¡± por la exhibici¨®n de los desnudos y la libertad de temas en los di¨¢logos. El gran ¨¦xito fue Las Leandras, de Jos¨¦ Mu?oz Rom¨¢n y Emilio Gonz¨¢lez del Castillo, con m¨²sica del maestro Alonso. La estren¨® Celia G¨¢mez en 1931.
Fue una obra esencial al incluir dos n¨²meros tan populares como el chotis El Pichi y el pasodoble Los nardos, ambos cargados del machismo imperante de la ¨¦poca, aunque sumamente representativos del folklore urbano y con los que se identific¨® desde entonces a Madrid. G¨¢mez estren¨® tambi¨¦n bajo el techo del Pav¨®n Las tentaciones y Las de Villadiego, funciones todas ellas a las que se las acus¨® de libertinaje y pornogr¨¢ficas. No volver¨ªa pasar: ca¨ªda la Rep¨²blica, la famosa vedete termin¨® adapt¨¢ndose a las exigencias morales del franquismo. Y, mientras el nuevo r¨¦gimen oblig¨® a una revista espa?ola sin descaro ni esc¨¢ndalo, m¨¢s teledirigida a la comedia ligera y con mucho aparato esc¨¦nico, el Pav¨®n se transform¨® en cine y el gris cemento tap¨® los dibujos de Art-Dec¨® de la fachada.
El cine dur¨® hasta que en 2002 se rehabilit¨® con la llegada del Centro Dram¨¢tico Nacional. Volvieron las barandillas, los esgrafiados y la decoraci¨®n detallista a un teatro que tuvo un impulso magn¨ªfico con el desembarco de la compa?¨ªa Kamikaze en 2016. Una compa?¨ªa alternativa, de calidad creativa, que a¨²na pluralidad de voces, mezclando el oficio privado y p¨²blico y consiguiendo un equilibrio que no solo busca la rentabilidad monetaria, sino trascender culturalmente en el discurso. Kamikaze, que no renovar¨¢ su contrato en enero de 2021 al no ser posible la negociaci¨®n del alquiler, buscaba su casa en el Pav¨®n, donde iban m¨¢s all¨¢ de la funci¨®n y daban cabida a talleres, conferencias, presentaciones, tertulias, ensayos... No ha sido posible. Y, como se ha encargado de decir estos d¨ªas uno de los impulsores de la compa?¨ªa, Miguel del Arco, tampoco ha habido una clara vocaci¨®n pol¨ªtica para que lo fuera despu¨¦s de que la financiaci¨®n ha ca¨ªdo en picado con la pandemia.
Podr¨ªa suceder como ya sucedi¨® en el pasado y que el edificio volviese a convertirse en una sala de cine. Pero, entre las muchas cosas que nos est¨¢ dejando claro este a?o aciago para la industria cultural, una de las m¨¢s preocupantes es que las salas de cine est¨¢n en peligro de extinci¨®n. C¨®mo ser¨¢ que la anterior semana, es decir, la antepen¨²ltima de 2020, supimos que Golem Distribuci¨®n ha decidido cerrar, a partir del pr¨®ximo 31 de diciembre, su oficina en Madrid, situada en la planta superior de los cines de la calle Mart¨ªn de los Heros. Por tanto, el miedo es ver al Pav¨®n, ubicado en una arteria clave y viv¨ªsima de Lavapi¨¦s a su uni¨®n con La Latina, convertido en una tienda de ropa, como viene pasando con los edificios cl¨¢sicos de Gran V¨ªa. O en un supermercado. O en cualquier tent¨¢culo de un capitalismo feroz que no ve lo suficientemente rentable la cultura.
En estos d¨ªas se puede ver una obra estupenda en el Pav¨®n. Se trata de Las canciones, de Pablo Messiez, reestrenada hasta el 10 de enero despu¨¦s de su exitoso paso en oto?o de 2019. Una funci¨®n tan reflexiva como vibrante sobre una familia con elementos existenciales muy de Ch¨¦jov, pero incluso planeando el Godot de Beckett en todo un asunto plagado de arrebatadoras canciones como Pour ne pas vivre seul, de Leopoldo Mastelloni, Morgen, de Barbara Hendricks, o My Sweet Lord, de George Harrison, en versi¨®n incendiaria y gloriosamente interminable de Nina Simone. Hay un desnudo en la obra, como si se quisiese conectar con las revistas originales que dieron vida al Pav¨®n. Pero lo que importan son la m¨²sica y las palabras. Olga, la hermana mayor de la familia, dice: ¡°En la vida, hay que saber si se es ¡®de cantar¡¯ o ¡®de escuchar¡¯. Aqu¨ª no se canta. Aqu¨ª se escucha¡±. En Las canciones se escucha. Tambi¨¦n se baila. Mucho.
Quiz¨¢ en una vida en la que hemos perdido la facilidad de antes para bailar, incluso para escuchar, sean m¨¢s necesarias que nunca las canciones, y todas esas iniciativas teatrales, art¨ªsticas, que nos hacen m¨¢s llevadero el paso por este mundo.