Pesadilla en el Palacio de Linares
Los sue?os v¨ªvidos han reemplazado a aquello que antes llam¨¢bamos ¡°salir¡±
No s¨¦ si les pasa a ustedes con el teletrabajo, el paro telem¨¢tico, la escolarizaci¨®n virtual, los grupos de WhatsApp, los chats en Slack, las cuarentenas traicioneras, los encuentros por Zoom o la que quiera que sea la circunstancia claustrof¨®bica que haya irrumpido en sus vidas por culpa del Sars-Cov, pero a m¨ª me ocurre que desde que todo est¨¢ mediado por una pantalla, dominado por el lenguaje escrito, apretujado en canales de comunicaci¨®n virtuales, me cuesta mucho distinguir lo que he dicho de lo que pensado, lo que he escrito de lo que he hablado, lo que ha pasado realmente de lo que sol...
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No s¨¦ si les pasa a ustedes con el teletrabajo, el paro telem¨¢tico, la escolarizaci¨®n virtual, los grupos de WhatsApp, los chats en Slack, las cuarentenas traicioneras, los encuentros por Zoom o la que quiera que sea la circunstancia claustrof¨®bica que haya irrumpido en sus vidas por culpa del Sars-Cov, pero a m¨ª me ocurre que desde que todo est¨¢ mediado por una pantalla, dominado por el lenguaje escrito, apretujado en canales de comunicaci¨®n virtuales, me cuesta mucho distinguir lo que he dicho de lo que pensado, lo que he escrito de lo que he hablado, lo que ha pasado realmente de lo que solo he so?ado.
Porque hablando de sue?os, desde que empez¨® el pandemiato, los sue?os son cada vez m¨¢s v¨ªvidos y en ellos se me aparecen personas con las que hace mucho que no hablo, en unos casos porque no debo y en otros simplemente porque ya no est¨¢n. Es m¨¢s, es como si ahora fuese capaz de aprovechar a tope los momentos on¨ªricos para hacer lo que nunca me atrev¨ª cuando tuve la oportunidad. Al principio de todo esto me costaba mucho dormir en aquellas noches siniestramente silenciosas en las que el murmullo de la ciudad viva hab¨ªa desaparecido, pero ahora que ya he normalizado la idea terrible de que cada d¨ªa haya cantidades intolerables de muertos, no es que duerma mejor pero s¨ª vivo con cierta ilusi¨®n el momento de ir a la cama, entrar en fase REM y despu¨¦s viajar por mundos que esta nueva vida nos tiene vetados.
Es como si so?ar hubiese reemplazado aquello que antes llam¨¢bamos ¡°salir¡±: emocionarse ante la incertidumbre, encontrarse con desconocidos, exponerse a situaciones inesperadas. Por eso, antes de quedarme dormida, me acurruco entre las s¨¢banas, me regodeo en la suavidad de la tela que plancha mi oreja y esbozo una sonrisa. A veces no se obra la magia y el sue?o es solo una continuaci¨®n de escenas donde tambi¨¦n hay pantallas, malentendidos inevitables, tareas que no se cumplen por mi culpa, traves¨ªas por el desierto con una cantimplora llamada smartphone.
Pero otras noches hasta disfruto de las pesadillas: una muy recurrente es que vuelo sobre un Madrid nocturno en el que me cuelo a placer en edificios que siempre he querido explorar, por ejemplo, el palacio de Linares, ese casopl¨®n ubicado en Cibeles, donde Berlanga rod¨® la pel¨ªcula Patrimonio nacional y en el que, en la vida real, unos marqueses crueles emparedaron o enterraron ¡ªno est¨¢ muy claro¡ª a su hija Raimunda, quien desde el siglo XIX vaga por sus estancias atrapada a medio camino entre el m¨¢s ac¨¢ y el m¨¢s all¨¢. Por supuesto, en mi paseo por los salones nobles me encuentro a Raimundita, una chica educad¨ªsima que con toda la calma del mundo me sirve un vasito de Oporto y con mucha sorna, despu¨¦s de un sorbito que parece saberle a gloria me dice: ¡°?A que es un aut¨¦ntico co?azo vivir en el limbo?¡±.