Inventario de lugares para llorar
La ciudad, tan inhumana, no est¨¢ preparada para el llanto, aunque la mascarilla ayuda
Me dieron ganas de llorar bajando la calle Embajadores: una presa en mi entrecejo a punto de quebrarse y anegar los pueblos de la comarca. Me sent¨ª c¨®modo: llevaba mascarilla, las gafas empa?adas y la capucha por la llovizna. El llanto callejero pod¨ªa suceder esta vez en una privacidad bastante aceptable: yo estaba en el mundo pero separado del mundo. Pod¨ªa llorar a salvo de las miradas ajenas, llorar, incluso, de manera arrebatada, inundar las veredas y los paseos, y salvarme, a nado, de mi propio llanto, como dec¨ªa ...
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Me dieron ganas de llorar bajando la calle Embajadores: una presa en mi entrecejo a punto de quebrarse y anegar los pueblos de la comarca. Me sent¨ª c¨®modo: llevaba mascarilla, las gafas empa?adas y la capucha por la llovizna. El llanto callejero pod¨ªa suceder esta vez en una privacidad bastante aceptable: yo estaba en el mundo pero separado del mundo. Pod¨ªa llorar a salvo de las miradas ajenas, llorar, incluso, de manera arrebatada, inundar las veredas y los paseos, y salvarme, a nado, de mi propio llanto, como dec¨ªa Oliverio Girondo. Ahora no sabemos si la gente lleva los labios pintados, si le faltan dientes, si se le caen los mocos, si van a quemar contenedores. Tampoco si est¨¢ llorando.
Como sobrevivimos en una sociedad deshumanizada, el llanto se ve como signo de debilidad y, si se da en el espacio urbano, como muestra de locura. El que llora: el outsider, el cenizo, el desequilibrado, el exhibicionista, el loco. El otro d¨ªa vi a una joven pelirroja llorando en el metro, agarrada con fuerza a la barra amarilla, y no supe si acercarme a consolarla o alejarme corriendo, no fuera a apu?alarme. Uno tiene ganas de llorar y busca los rincones ciegos de la urbe, callejones, esquinas apartadas de los parques, aseos de las estaciones de autobuses, marquesinas ventosas, rotondas perif¨¦ricas. Entonces uno piensa en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca, como suger¨ªa Cort¨¢zar.
Llorar en p¨²blico es pornogr¨¢fico. La ciudad es el lugar adecuado para trabajar y consumir (que es trabajar en el tiempo libre), pero no para cuidar y mucho menos para llorar
Llorar en p¨²blico es pornogr¨¢fico. La ciudad es el lugar adecuado para trabajar y consumir (que es trabajar en el tiempo libre), pero no para cuidar y mucho menos para llorar, que es lo que pasa cuando te descuidas o te descuidan. El periodista Dani Keral, ya en prepandemia, cuando no hab¨ªa tanta desesperaci¨®n, cre¨® un mapa de los mejores lugares para llorar en Madrid, se puede ver en Internet. Entre ellos se encuentra la sala 206 del Reina Sof¨ªa, el parque de las Siete Tetas, el caf¨¦ Barbieri o el parque de la Cu?a Verde.
Son pocos, como los lugares propicios al amor de ?ngel Gonz¨¢lez: ¡°El invierno elimina muchos sitios: /quicios de puertas orientadas al norte, / orillas de los r¨ªos, / bancos p¨²blicos. / Los contrafuertes exteriores / de las viejas iglesias / dejan a veces huecos / utilizables aunque caiga nieve¡±.
La ¨¦poca acompa?a al llanto de modo que, igual que nos preparamos (es un decir) para grandes crisis y cat¨¢strofes venideras, tambi¨¦n deber¨ªamos prepararnos para llorar: hidratarnos, llevar pa?uelos suaves, que no irriten los ojos ni las aletas de las narices, y esprai nasal para las congestiones. Excusas por si nos encontramos con amigos demasiado curiosos. Pero, sobre todo, deber¨ªamos habilitar espacios en las ciudades (y en nuestros pechos) para albergar el llanto, ¡°en este tiempo hostil, / propicio al odio¡±.