Agon¨ªa flamenca: sin comida, sin guitarra, sin casa
¡°A m¨ª esto me ha destruido¡±, lamenta un cantaor que ha trabajado con grandes figuras y que ahora recibe ayuda de un banco de alimentos organizado por otros artistas
Atr¨¢s han quedado d¨¦cadas junto a Joaqu¨ªn Cort¨¦s, Eva la Hierbabuena, Cristina Hoyos, El G¨¹ito, Sara Baras, Farruquito¡ Viajes y m¨¢s viajes de uno a otro extremo del mundo formando parte del elenco que rodeaba a las grandes figuras. ¡°He recorrido la pelota entera m¨¢s de dos veces¡±, cuenta un conocido cantaor al que la pandemia ha silenciado. De ¨¦l dependen 10 personas entre los que est...
Atr¨¢s han quedado d¨¦cadas junto a Joaqu¨ªn Cort¨¦s, Eva la Hierbabuena, Cristina Hoyos, El G¨¹ito, Sara Baras, Farruquito¡ Viajes y m¨¢s viajes de uno a otro extremo del mundo formando parte del elenco que rodeaba a las grandes figuras. ¡°He recorrido la pelota entera m¨¢s de dos veces¡±, cuenta un conocido cantaor al que la pandemia ha silenciado. De ¨¦l dependen 10 personas entre los que est¨¢n sus hijos, sus parejas y sus nietos. Ni galas, ni giras, ni contratos en el ¨²ltimo a?o. ¡°A m¨ª esto me ha destruido. Me ha partido por la mitad¡±.
Hay artistas flamencos que se han reinventado para tratar de sortear la crisis con opciones como clases a trav¨¦s del ordenador. Otros combaten la asfixia econ¨®mica con ahorros, mud¨¢ndose a casa de sus padres y hasta vendiendo una guitarra. Pero algunos, como este cantaor que vive en Madrid y que prefiere mantenerse en el anonimato, no han podido aguantar el golpe solo con los 430 euros de subsidio estatal. Para poder salir adelante, ¨¦l y su familia reciben ayuda de un grupo de compa?eros.
El movimiento Soy cultura, soy flamenco se gesta el a?o pasado en un grupo de WhatsApp del que forman parte unas 200 personas. Empiezan dando cobertura jur¨ªdica a otros artistas con un abogado, pero pronto ven que eso solo no es suficiente. Algunos no es que no act¨²en, es que tienen la nevera tiritando. As¨ª es como nace Dona flamenco, una iniciativa para conseguir alimentos y productos de primera necesidad con los que echar un cable a los que han ca¨ªdo en el pozo. Hoy mantienen despensas solidarias en Madrid, Granada, M¨¢laga y Sevilla. Una realidad que dista mucho del programa de grandes escenarios como el Teatro Real.
Un sonoro taconeo da la bienvenida a la escuela Amor de Dios, un templo del flamenco en el centro de Madrid. Por aqu¨ª han pasado en el ¨²ltimo medio siglo algunas de las citadas estrellas y muchas otras. El estudio n¨²mero 7 ha sido habilitado como almac¨¦n para el improvisado banco de alimentos, una peque?a estancia en la que conviven pasado y presente. Sobre la pared destaca una fotograf¨ªa a la que el tiempo ha comido intensidad. Es una estampa a?eja, impostada y en blanco y negro. A sus pies, como s¨ªmbolo de ese flamenco herido de estos d¨ªas, se amontonan pa?ales, leche, potitos, aceite, legumbres, miel, caf¨¦¡ Todo aparece multiplicado por dos por obra y gracia del acad¨¦mico espejo de la sala.
Miriam Reim¨²ndez La Arquilleja acaba de preparar los alimentos y productos de primera necesidad que van a entregarle en un barrio del sur de la capital a ese cantaor y su numerosa familia. Esta bailaora explica que la covid-19 ha supuesto un mazazo para un sector que se asentaba sobre unos cimientos d¨¦biles. Se refiere a ¡°las malas condiciones en las que a veces -y recalca este a veces- somos contratados en los tablaos¡± sin dar de alta, con contrato de camarero o sin cumplir el r¨¦gimen laboral del artista. Todo eso dificulta el acceso a ayudas, comenta. La situaci¨®n se agrava especialmente para aquellos que viv¨ªan al d¨ªa.
¡°Tropel¨ªas se han hecho siempre (en los tablaos), pero es cierto que algunos no quieren ser dados de alta¡±
Su diagn¨®stico es compartido en parte por otros artistas que prefieren comentarlo sin que figure su nombre. ¡°Tropel¨ªas se han hecho siempre, pero es cierto que algunos no quieren ser dados de alta¡±, ilustra uno de ellos. La Arquilleja, de 38 a?os, detalla que empez¨® a bailar con 16 a?os, que ha pasado largas temporadas en Jap¨®n y que ahora se encuentra con menos de siete a?os cotizados. ¡°El tablao es el flamenco sin trampa ni cart¨®n y yo soy tablaera de toda la vida, pero que reconozcan la verdad¡±, lanza con rabia y consciente de que sus reivindicaciones no van a gustar a una parte del sector. Lleva un a?o sin bailar y teme que no va a volver a hacerlo en breve.
La Cueva de Lola, en el centro de Madrid, reabre en diciembre de 2019 con el br¨ªo juvenil de cuatro amigos y artistas que deciden hacerse con este local y lavarle la cara. No sab¨ªan estos peque?os empresarios que su ilusi¨®n iba a quedar sepultada por la pesada losa del coronavirus. Si hoy est¨¢n funcionando es gracias al tradicional `Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como?. Son ellos mismos los que act¨²an mientras los tres contratados, en cocina, barra y sala atienden a la clientela durante el espect¨¢culo. Agradecen, adem¨¢s, que la empresa propietaria del local no les ha apretado. Es s¨¢bado y el ¡°no hay entradas¡± significa 28 personas, medio aforo por imposiciones de la covid. Aun as¨ª se permiten el lujo de contratar una bailaora extra, Paca Rodr¨ªguez, para completar el cuadro. Casi todos los que asisten son espa?oles. La necesidad es tal que con seis espectadores les basta para montar el show. Pero muchas noches no logran ni eso y han de cancelar, explica el bailaor Rub¨¦n Puerta, uno de los cuatro aventureros.
Con el sudor todav¨ªa fresco, Sara P¨¦rez, de 32 a?os, se ha despojado de los volantes, el mantoncillo y los tacones y, embutida en unos vaqueros y con zapatillas de deporte, se ha transformado en camarera. ¡°Este no era mi plan cuando montamos esto¡±, asume con pand¨¦mica resignaci¨®n esta licenciada en Periodismo y Comunicaci¨®n Audiovisual instantes despu¨¦s de ser ovacionada por el p¨²blico. Algunos de los espectadores ni la reconocen detr¨¢s de la barra. Sus socios hacen lo mismo, atender y sacar adelante el negocio.
¡°Antes pod¨ªa bailar 30 d¨ªas al mes. Ahora llevo seis en un a?o¡±.
Solo en Madrid funcionaban 21 tablaos hasta que aterriz¨® el coronavirus. Todos tuvieron que cerrar en el primer estado de alarma, pero las restricciones y la falta de p¨²blico, que era extranjero aproximadamente en un 90%, mantienen sin actividad a todos salvo a media docena. En julio, el Ayuntamiento los declar¨® locales de inter¨¦s general y se anunciaron diversas ayudas que no se han visto reflejadas en la recuperaci¨®n generalizada de la actividad. La sede del Ministerio de Cultura fue en diciembre escenario de un acto de protesta. Tres meses despu¨¦s, el 16 de marzo pasado, una representaci¨®n del sector fue recibida en un acto en el que no estaba el ministro. ¡°Cada uno que interprete¡±, se?ala Juan Manuel del Rey, presidente de la Asociaci¨®n Nacional de Tablaos Flamencos y responsable de El Corral de la Morer¨ªa, otro m¨ªtico establecimiento de la capital que sigue con la persiana echada.
Algunos de los que forman el n¨²cleo duro para mantener viva la despensa solidaria son al mismo tiempo tambi¨¦n v¨ªctimas de la crisis. La cantaora Cristina Soler y su pareja, el guitarrista Alejandro Moreno, se han visto obligados a dejar su piso en Ant¨®n Mart¨ªn e instalarse en uno de los padres de ¨¦l en Santa Mar¨ªa de Ti¨¦tar (?vila), a un centenar de kil¨®metros de la capital. En una carambola profesional impropia de estos tiempos, Moreno enlaza dos fines de semana seguidos en el tablao Torres Bermejas, el primero que se lanz¨® a la reapertura en pandemia a finales de septiembre.
La ¡®Yoko Ono de Utrera¡¯ sale del ERTE
Delante del guitarrista, la bailaora Noem¨ª Ferrer, mantiene boquiabiertos a ucranios, franceses y espa?oles. Entre ellos, las madrile?as Luc¨ªa y Sara, dos amigas que no han encontrado mejor forma de celebrar sus 18 a?os en medio de las restricciones que acudiendo por vez primera a un espect¨¢culo de flamenco. Ignoran que Noem¨ª Ferrer, este cicl¨®n de 23 a?os al que algunos espectadores graban con el m¨®vil, ha tenido que plegar velas y cobijarse bajo el techo de sus padres en Barcelona por falta de trabajo. ¡°Antes pod¨ªa bailar 30 d¨ªas al mes. Ahora llevo seis en un a?o¡±.
Acabados los dos pases, Alejandro Moreno, de 32 a?os, se adentra con su herramienta de trabajo al hombro por una ciudad que no es m¨¢s que recuerdo de aquella impenitente noct¨ªvaga. Con un pitillo de liar en los labios y la mascarilla bajada, cuenta que desde hace pocos meses sus dedos flirtean con una guitarra Ram¨ªrez, marca hist¨®rica madrile?a con casi siglo y medio de existencia. Es, adem¨¢s, una joya que estuvo en manos del m¨ªtico Rafael Riqueni. Una oportunidad irrechazable, dice, que le ha llegado en el peor momento. Para poder adquirirla, Moreno ha vendido una de sus otras dos guitarras y ha pedido un pr¨¦stamo.
En el estudio 11 de la escuela Amor de Dios retumban sobre las tablas los botines de Alejandro Granados durante una de sus clases. Junto a ¨¦l dos alumnas, Luc¨ªa Yenes, espa?ola de 26 a?os, y Barbara Solilovac, checa de 25. Ambas se han sumergido por vez primera en el flamenco en plena pandemia. Les acompa?a con la guitarra Ricardo Garc¨ªa y jalea y da palmas Kei Ooka. Esta japonesa, que asiste por pura afici¨®n a la sesi¨®n de Granados, lleg¨® a finales de los a?os noventa a Espa?a y, tras unos meses en ERTE, se gana de nuevo la vida actuando como cantaora en el cuadro del tablao Ziryab al tiempo que trabaja tambi¨¦n de camarera. ¡°Es la Yoko Ono de Utrera¡±, bromea el guitarrista Alejandro Moreno, que alguna vez coincide actuando con ella.
Lejos de aquellas noches canallas e interminables del Madrid flamenco, los responsables de La Cueva de Lola se ven obligados, muy a su pesar, a alertar a gritos a las 22.50 de que se acerca la hora. Algunos de los presentes son colegas y amigos del mundillo que apuran el cierre con una cerveza en la mano o una tapa apresurada. Un coche de la Polic¨ªa Local est¨¢ apostado a unos metros, en la plaza de Los Carros. A las once ya no hay quej¨ªo que valga.
El reto de ense?ar a bailar 'online'
¡°O te reinventas o te mueres¡±, reconoce la bailaora Elena Ollero. Esta sevillana no tuvo sin embargo una buena experiencia cuando, en los primeros meses de la pandemia, imparti¨® clases a trav¨¦s del ordenador. ¡°Di algunas, pero eran muy fr¨ªas, el sonido llegaba tarde y perd¨ªa muchas energ¨ªas¡±, lamenta. Ahora ha montado un peque?o gabinete de est¨¦tica a la espera de conseguir sacar de nuevo la bata de cola del armario. El bailaor Alejandro Granados tampoco se muestra especialmente c¨®modo con la docencia online. ¡°Las clases por Zoom son horrorosas¡±. Pero no duda en mantenerlas porque las necesita para ¡°sobrevivir¡±. La pantalla le permite tener alumnos de las universidades de Nuevo M¨¦xico y de la George Washington, en Estados Unidos. ¡°A ellos les callo el sonido y nos comunicamos como en la Antigua Roma, pulgar arriba o pulgar abajo¡±, explica haciendo el gesto con su propia mano.