La resistencia de La Catrina, el bar con alma
Caim¨¢n Montalb¨¢n, experto en mezcal, cumple 21 a?os al frente de la cantina en Malasa?a y reedita su novela ¡®Bar¡¯
Caim¨¢n Montalb¨¢n tambi¨¦n fue ni?o y sinti¨® el misterio de los bares, que observaba desde fuera sin llegar nunca a entrar. ?Qu¨¦ pasar¨¢ ah¨ª dentro? Cuando se hizo mayor, de tantas ganas acumuladas, los explor¨® hasta la saciedad, y escribi¨® sobre ellos, y hasta mont¨® uno: la cantina La Catrina, que ha cumplido recientemente 21 a?os en el coraz¨®n de una Malasa?a que ha cambiado mucho ...
Caim¨¢n Montalb¨¢n tambi¨¦n fue ni?o y sinti¨® el misterio de los bares, que observaba desde fuera sin llegar nunca a entrar. ?Qu¨¦ pasar¨¢ ah¨ª dentro? Cuando se hizo mayor, de tantas ganas acumuladas, los explor¨® hasta la saciedad, y escribi¨® sobre ellos, y hasta mont¨® uno: la cantina La Catrina, que ha cumplido recientemente 21 a?os en el coraz¨®n de una Malasa?a que ha cambiado mucho en ese tiempo.
Montalb¨¢n, madrile?o de 54 a?os, con dos hijos de doce, recibe en su cantina ofreciendo at¨²n a la diabla, tacos de guisado, sabrosas quesadillas y una nutrida selecci¨®n de mezcales artesanales. Al hablar del mezcal, tema en el que es experto, se pone po¨¦tico: ¡°El mezcal es libre y salvaje¡±. Recuerda que los chamanes de los zapotecos y los mixe usaban esta bebida m¨¢gica para viajar y pensar, que en el M¨¦xico actual todav¨ªa se utiliza de manera ritual, que durante la ¨¦poca colonial fue prohibido por su conexi¨®n con las fiestas paganas. ¡°Es toda una experiencia sensorial: sin ser un c¨®ctel es el c¨®ctel perfecto, por todos los aromas y sabores que contiene¡±, dice. ¡°Eso s¨ª, hay que beberlo con responsabilidad¡±.
El mezcal ha sido una bebida muy tradicional en las profundidades de la sociedad mexicana, muy humilde, obtenida laboriosamente del agave, pero no se puso de moda de forma generalizada hasta que, como ocurre tantas veces, lo comenzaron a beber los vecinos estadounidenses, alrededor del a?o 2005. Montalb¨¢n hab¨ªa sabido de esta bebida fabulosa mucho antes, por la lectura de El tesoro de Sierra Madre, de Bruno Traven, y tambi¨¦n ¨¦l tuvo demasiada prisa. En su primer encuentro, en la ciudad de San Luis Potos¨ª, yendo de mochilero, acab¨® perjudicado. ¡°Fue un encuentro maldito, perd¨ª el autob¨²s, casi me roban¡±, cuenta. Pero a beber mezcal tambi¨¦n se aprende, y Caim¨¢n aprendi¨®.
Montalb¨¢n, bigote negro, pelazo cano, camisa estampada con cactus, tuvo una juventud loca en los a?os 90 y entonces public¨® la novela Bar, un ejercicio de realismo sucio, de noche, de bares, de sexo, droga y rock ¡®n roll, te?ida del pesimismo l¨²cido de su protagonista, Lobo Tirado, y de las lecturas de Bukowski, de Fante o de Saroyan. Era la ¨¦poca de otros escritores del estilo, como Jos¨¦ ?ngel Ma?as o Ray Loriga, que exploraron el ¨¢nimo destructivo y algo rom¨¢ntico de aquella mocedad. El texto sali¨® en 1995 dentro de la colecci¨®n Los libros del cuervo, que llevaban Alberto Garc¨ªa-Alix y Borja Casani, y permanec¨ªa inencontrable hasta que recientemente ha sido reeditado por la editorial Harkonnen.
¡°La Malasa?a de antes era salvaje: hab¨ªa violencia y hab¨ªa mucha droga¡±. En el famoso bar rocker King Creole, muy cerca, ahora el Freeway, el pinchadiscos llevaba casco por si le tiraban objetos, relata este cantinero. La aleda?a Chueca era territorio comanche de la hero¨ªna. Pero dentro de esa oscuridad nocturna hab¨ªa tambi¨¦n algo luminoso que se ha perdido. ¡°Los bares eran todos diferentes, con personalidad, y de ellos surg¨ªan cosas, hab¨ªa creatividad, se cerraban tratos culturales en las barras¡±. Ahora, relata, mucha de la gente creativa del barrio ha tenido que irse a otro lugar por los precios de los alquileres y la presi¨®n tur¨ªstica. Y los bares son todos iguales, con su mesa de madera r¨²stica, su bombilla vintage y sus azulejos blancos. Pero La Catrina trata de conservar las esencias de la Malasa?a cl¨¢sica, pregentrificada y preturistificada. Montalb¨¢n sigue siendo vecino del barrio, aunque reconoce que su p¨²blico se ha vuelto en gran medida tur¨ªstico. Es el ocaso de los parroquianos.
¡°Ya no hay bares con alma¡±, apunta enmarcado en la muy particular decoraci¨®n de su local, que mezcla los motivos mexicanos, las luces coloridas y la buena m¨²sica en todo su espectro: del jazz al rock, del blues hasta la m¨²sica cl¨¢sica, si le da la gana. ¡°Me interesa que haya un aire intemporal en los bares, como en las tabernas de mezcal de Oaxaca¡±, dice, y piensa que los bares tienen una funci¨®n social muy importante, por mucho que ahora haya redes sociales en Internet. ¡°Madrid corre el riesgo de convertirse en una ciudad cl¨®nica, sin ning¨²n car¨¢cter diferenciador¡±, se?ala el cantinero, ¡°eso es muy triste, y es no tener ninguna visi¨®n de futuro¡±.
Para colmo, la pandemia tambi¨¦n ha estado a punto de llevarse el alma de su cantina por delante. ¡°Si me llegan a decir que iba a ser as¨ª de largo hubiera tirado la toalla al principio, pero decid¨ª resistir y ahora no pienso tirarla¡±, afirma el cantinero. Uno de sus h¨¢ndicaps es que no tiene terraza, pero se ha beneficiado de algunas ayudas y tiene a la mitad del personal en ERTE. Cree que, a pesar del agujero, saldr¨¢n adelante, aunque echa de menos poder usar la barra de nuevo: ¡°Es el coraz¨®n del local¡±. Es bueno visitarle a la tarde noche, cuando va cayendo el sol, y est¨¢ m¨¢s agradable en domingos y d¨ªas de diario. Para los m¨¢s noct¨¢mbulos: se puede cenar hasta la una. Y, por cierto, si se consume con tino, asegura Montalb¨¢n, el mezcal no da resaca. Como suele decirse: para todo bien y para todo mal, mezcal.
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