Manuela Lorente, la fot¨®grafa de lo que ya no existe
La artista acaba de publicar su primera fotonovela, donde mezcla realidad y ficci¨®n para relatar la cultura popular, las relaciones personales, la tradici¨®n y la identidad del Madrid en peligro de extinci¨®n
Cada vez que pide la cuenta, el camarero coloca otra cerveza sobre la barra y la abre sin rechistar. Como si oyera llover. Manuela Lorente (Madrid, 30 a?os) sonr¨ªe con resignaci¨®n y cari?o, lleva demasiados a?os cerrando, y abriendo, la hamburgueser¨ªa Don Oso para no saber que esto iba a pasar. Su bar de cabecera, un local con solera sin una sola mesa donde la hamburguesa con queso no llega a los tres euros, funciona como emblema de su trabajo: ...
Cada vez que pide la cuenta, el camarero coloca otra cerveza sobre la barra y la abre sin rechistar. Como si oyera llover. Manuela Lorente (Madrid, 30 a?os) sonr¨ªe con resignaci¨®n y cari?o, lleva demasiados a?os cerrando, y abriendo, la hamburgueser¨ªa Don Oso para no saber que esto iba a pasar. Su bar de cabecera, un local con solera sin una sola mesa donde la hamburguesa con queso no llega a los tres euros, funciona como emblema de su trabajo: Lorente es fot¨®grafa del peligro de extinci¨®n madrile?o, retrata a los que acabar¨¢n jubil¨¢ndose en pos de la modernidad, en un intento por reivindicar aquello que hace ¨²nica Madrid y que el capitalismo o los procesos de gentrificaci¨®n y turistificaci¨®n est¨¢n destruyendo. ¡°Madrid tiene a¨²n algo de pueblo, una esencia que sigue existiendo y es lo que rescato en mis fotos: esa idiosincrasia, esos personajes que est¨¢n a punto de desaparecer, un tanto trasnochados¡±, explica. Un intento de rescate antes de que se pierdan sin remedio.
¡°Mira c¨®mo vamos vestidos¡±, resalta como colof¨®n a su argumento. Todos iguales, parece decir. Ella intenta ser fiel a s¨ª misma y a?ade a su indumentaria toques algo anacr¨®nicos: pantalones de campana, botas de cowboy, cintur¨®n con una gran hebilla de serpiente. Un mo?o despeinado que deja ver algunas canas. Con voz grave y en¨¦rgica, Lorente lo despeina un poco m¨¢s mientras recuerda c¨®mo empez¨® todo. Estudiaba arquitectura, sin ganas y en crisis constante. Un d¨ªa se cruz¨® por la calle a la versi¨®n castiza de aquella decadente estrella de cine mudo que fue Gloria Swanson en El crep¨²sculo de los dioses. ¡°Me enamor¨¦, la adul¨¦, le ped¨ª permiso para hacerle un retrato¡±, recuerda. As¨ª surgi¨® la idea de su proyecto fotogr¨¢fico: unir su pasi¨®n por el cine con la fotograf¨ªa para narrar historias a trav¨¦s de la imagen documental, a modo de fotonovelas.
Un a?o y medio despu¨¦s de pisar mucha calle, Lorente ha navegado entre sus millones de fotos para crear seis historias en las que mezcla realidad y ficci¨®n, entrando en juego el costumbrismo, la cultura popular, las relaciones personales, la tradici¨®n y la identidad de Madrid. La fot¨®grafa acaba de publicar la primera de ellas, ?l pone la m¨²sica, nosotros la bailamos (Dalpine), que cuenta la vida de dos delincuentes con aires de mafiosos de medio pelo que sue?an con dar un gran golpe y acaban robando un cargamento de botijos por equivocaci¨®n.
De las descripciones de cada personaje incluidas en el libro se encarga su amigo Pedro Colao. Una amistad fraguada al calor del fuet, las patatas y el cine. Porque, seg¨²n Lorente, el detonante de todo fue la gran pantalla. Las historias que narra funcionan como storyboards de cine mudo al que trata de imitar intercalando entre sus fotograf¨ªas textos a modo de intert¨ªtulos, como di¨¢logos de pel¨ªculas.
Su proceso creativo es sencillo, aparentemente. Lorente camina por el centro de Madrid fotografiando todo lo que le llama la atenci¨®n, luego ya ver¨¢ qu¨¦ hace con ellas. ¡°Son las im¨¢genes ya tomadas las que inspiran posteriormente los relatos, usando la excentricidad y la picaresca como hilo conductor, con el cine cl¨¢sico como referencia, y siempre aterriz¨¢ndolos en mi ciudad, en Madrid¡±, remacha. Sus calles preferidas se encuentran en la almendra central, lugares marcados por el contraste entre turistas y gente ¡°verdaderamente castiza¡±. ¡°Me resulta interesante ver c¨®mo se mezcla la gente joven con las personas que viven en otra ¨¦poca¡±, a?ade.
Retratos sin ¨¦poca
Lorente fotograf¨ªa siempre con flash y siempre planos cerrados, a cara perro y sin compasi¨®n. El resultado endurece las facciones y plastifica los colores. Parecen fichas policiales de criminales detenidos, gente no muy peligrosa pero maltratada por la vida. ¡°Tomar fotos as¨ª distorsiona la realidad, la transforma, la introduce en una atm¨®sfera diferente, crea un ambiente de fantas¨ªa¡±, afirma. Da igual que se trate de retratos hechos a traici¨®n en plena calle o preparados de antemano, de un plato de langosta a medio comer sobre una hoja de lechuga o de unas manos velludas que sujetan un cigarro. Todas comparten ese regusto a impacto.
Los protagonistas de sus historias son personas mayores con un aura destartalada que ella magnifica cuando los lleva a escena y los convierte en personajes trasnochados en sus horas bajas. Mucho humor negro y algo de caspa: son figuras entra?ables. ¡°Me gustan los personajes anacr¨®nicos, tengo fijaci¨®n por la gente mayor, son personas con una expresividad especial¡±, explica. A lo largo de sus seis historias, la fot¨®grafa entremezcla retratos de personas an¨®nimas que encuentra por la calle y que pide mirar a c¨¢mara de una determinada manera, con otras de su propio entorno. Hace los retratos y luego decide qu¨¦ personaje ocupar¨¢ en la historia: una diva del destape venida a menos, un obrero fan¨¢tico del Atleti, un detective a punto de jubilarse, una vendedora del rastro.
A Lorente le gusta fotografiar ¡°de verdad, porque la vida no es id¨ªlica¡±. Retrata los momentos m¨¢s aut¨¦nticos, lo grotesco le divierte. ¡°Me mola lo cotidiano, lo que nos rodea, por eso quien ve mi trabajo empatiza porque trato temas universales que a todos nos afectan¡±. Detr¨¢s del mafioso de medio pelo se mueve la soledad, el envejecimiento, la decrepitud, cierta a?oranza por lo que fue y ya no es. ¡°Me gusta hablar de mi ciudad tratando temas universales y simples que nos interpelan a todos¡±, concluye.
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