Las lavander¨ªas autoservicio ya no est¨¢n solo en las pel¨ªculas americanas
Los negocios para hacer la colada est¨¢n en plena expansi¨®n y llegan a todos los barrios de la capital. Los clientes los usan para prendas grandes, para ahorrar en la factura de la luz y tambi¨¦n dan servicio a pisos tur¨ªsticos
Una imagen de un Cristo reposa encima del extintor, mientras una ni?a con unos auriculares con forma de orejas de gato mira la ropa dar vueltas en el tambor de una lavadora. En la misma sala, un actor que fund¨® su compa?¨ªa de teatro en los a?os de la Movida se prepara para sacar su abrigo de la secadora y volver a casa. Es domingo por la noche y esta escena se produce en una lavander¨ªa de autoservicio en el distrito madrile?o de Carabanchel. Espa?a, que tradicionalmente ha sido un pa¨ªs de lav...
Una imagen de un Cristo reposa encima del extintor, mientras una ni?a con unos auriculares con forma de orejas de gato mira la ropa dar vueltas en el tambor de una lavadora. En la misma sala, un actor que fund¨® su compa?¨ªa de teatro en los a?os de la Movida se prepara para sacar su abrigo de la secadora y volver a casa. Es domingo por la noche y esta escena se produce en una lavander¨ªa de autoservicio en el distrito madrile?o de Carabanchel. Espa?a, que tradicionalmente ha sido un pa¨ªs de lavar los trapos sucios en casa, empieza a ver c¨®mo se consolida este sector. En Madrid, la expansi¨®n de los locales para hacer la colada es visible con un simple paseo por cualquiera de sus barrios.
?Qui¨¦n y por qu¨¦ las usan? Los motivos son muchos. Algunos por una cuesti¨®n de necesidad, otros por comodidad a la hora de lavar prendas m¨¢s grandes, otros por una urgencia, como es el caso de la ni?a con orejas de gato. Sus padres, Jennifer Rivas, de 27 a?os y Marni Pineda, de 28, explican que no les hab¨ªa dado tiempo a lavar el uniforme de su hija para que lo llevara al d¨ªa siguiente y necesitaban que estuviera seco lo antes posible. El actor, Ram¨®n Sanz, de 62 a?os saca el abrigo de la secadora. Se le ha quedado una manga mojada porque la ha dejado sin estirar sin darse cuenta. ?l, explica, emplea estos negocios para prendas grandes como esta, tambi¨¦n para edredones o mantas. ¡°Antes he dejado otra lavadora y he subido a casa para que no se me pegaran las lentejas¡±, comenta.
A un par de calles de este local, Cristina Vera, de 58 a?os, venezolana, mira el m¨®vil mientras su ropa da vueltas en una de las m¨¢quinas. Lleg¨® a Espa?a hace cuatro a?os y empez¨® a vivir en el distrito de Usera con m¨¢s familiares, pero hace seis meses se mud¨® a Carabanchel y en su casa nueva no tiene lavadora. ¡°Cuando pueda comprar una casa s¨ª que tendr¨¦, pero estando de alquiler, prefiero venir aqu¨ª una vez a la semana¡±, apunta. En su visita de cada domingo a la lavander¨ªa aprovecha para llamar a su hija, que contin¨²a en Venezuela. La mayor parte de la semana la dedica a trabajar. Tiene un puesto de arepas y empanadas en el mercado Maravillas.
La percepci¨®n de que las lavander¨ªas ya no solo se pueden ver en las pel¨ªculas americanas se confirma con los datos. Dioni Mengual, es gerente de La Colada Express. Hace 10 a?os abri¨® el primer local en el barrio de Tetu¨¢n, hoy son m¨¢s de 110 los negocios que operan en Madrid bajo esta marca. ¡°En los ¨²ltimos tres o cuatro a?os es cuando ha empezado a haber m¨¢s competencia¡±, explica al tel¨¦fono. Muchos de estos negocios siguen el mismo modelo que el suyo: act¨²an como distribuidores de una marca, en su caso, Electrolux. ¡°Nosotros proporcionamos la maquinaria y asesoramos al emprendedor al principio¡±, resume. Esta competencia es evidente: en Madrid operan 20 marcas de lavander¨ªas, seg¨²n fuentes del sector.
La Wash o La Casa de la Colada son dos de ellas. La primera cuenta con 500 lavander¨ªas en Espa?a y Portugal, de las que 275 est¨¢n en la Comunidad de Madrid. ¡°Abrimos entre 25 y 30 locales al a?o¡±, especifican desde la compa?¨ªa en un correo electr¨®nico. La segunda ya ha inaugurado siete locales en la regi¨®n, aunque suelen ser m¨¢s grandes que los de sus competidores. Mercedes Calleja es directora comercial de La Casa de la Colada. ¡°Est¨¢ cambiando la mentalidad y las costumbres y la gente ya no ve raro utilizar este servicio. Lo usa mucha gente joven, m¨¢s din¨¢mica, que prefiere ahorrar tiempo y saber que en una hora su ropa estar¨¢ limpia y seca¡±, se?ala. Esta empresa lleva 20 a?os dedic¨¢ndose a las lavander¨ªas industriales y fue hace cuatro cuando dio el salto los locales en la calle. ¡°Cada vez hay m¨¢s emprendedores interesados, porque es un negocio que se abre con una inversi¨®n inicial para instalar las m¨¢quinas, pero luego funciona solo¡±, a?ade.
Uno de sus locales est¨¢ a escasos metros de Gran V¨ªa, en la calle del Desenga?o. Apurando el ¨²ltimo lavado permitido, rozando las diez de la noche de un s¨¢bado de diciembre, se encuentran cuatro clientes. Representan m¨¢s cartas en la baraja de motivos por los que usar estos establecimientos. Scarevna Svetlana, moldava de 46 a?os, lava ropa de cama de la casa en la que trabaja como limpiadora antes de volver a su casa en San Fernando de Henares. Luc¨ªa Barros, brasile?a de 58 a?os, explica que tiene que usar este servicio porque ahora est¨¢ viviendo en una pensi¨®n. Marcos P¨¦rez, venezolano de 50 a?os, cuenta con una sonrisa que prefiere lavar y secar en estos sitios ¡°porque en casa me da la flojera y lo acabo dejando¡±, dice. Son cuatro en casa, as¨ª que lo utiliza tres veces por semana.
Al lado est¨¢ su compatriota, ?ngel Herrera, de 40 a?os, que lleva tres viviendo en el centro de Madrid. ¡°Los que tenemos que economizar cada euro, tenemos estas cosas en cuenta. He echado c¨¢lculos y mi factura de la luz bimensual ha bajado de 97 a 68 desde que vengo a la lavander¨ªa. Si tienes que costear tu vida y mandar dinero a casa, ahorras por donde puedes¡±, explica. Las tarifas var¨ªan poco y dependen de la carga y el tiempo que se quiera tener. Una colada en una lavadora de m¨¢s de 10 kilos oscila en torno a los cinco euros y el secado est¨¢ sobre los tres. Se pueden a?adir monedas de 50 c¨¦ntimos cada 10 minutos que incrementa el tiempo dentro del tambor.
Estos negocios tambi¨¦n se extienden como franquicias. Seg¨²n el primer recuento de estos locales por parte de la Asociaci¨®n Espa?ola de Franquiciadores, en la capital hay 85 establecimientos con este r¨¦gimen. ¡°Como es un sector incipiente, antes se inclu¨ªan en el apartado de tintoter¨ªas¡±, indican. Ahora ya cuentan con su propio recuento, lo que tambi¨¦n da una idea del peso que est¨¢n ganando. Eduardo Abad¨ªa, director ejecutivo de esta asociaci¨®n confirma que ¡°es un negocio emergente en plena expansi¨®n¡±. No solo se lo indican los datos, tambi¨¦n experiencias recientes: ¡°Un elemento muy significativo es ver los stands en las ferias, siempre hay alg¨²n sector que copa m¨¢s. En las ¨²ltimas, eran los de empresas de lavander¨ªas autoservicio¡±.
Los pisos tur¨ªsticos tambi¨¦n se nutren de estos negocios. Maite Garc¨ªa, de 70 a?os, es la encargada de dos de ellos, uno en ?pera y otro en Tirso de Molina. ¡°Mi jefe presenta presupuestos a los propietarios de estas viviendas, y les ofrecemos servicio de recogida de la ropa, lavado, secado, planchado y entrega de las prendas¡±, detalla mientras saca de la lavadora precisamente varios kilos de s¨¢banas de uno de estos pisos y el chico que se encarga de las entregas sale del almac¨¦n con ropa lista para entregar. Ella, que se ocupa tambi¨¦n de cuadrar las cajas, da una idea de la rentabilidad del negocio: ¡°Ayer hice las cuentas de este, y en cuatro d¨ªas hab¨ªamos hecho 700 euros. En el de ?pera, 1.200 en una semana¡±. En ese momento entra Michelle Ram¨ªrez, de 31 a?os, que explica que viene a hacer la colada de prendas de uno de los pisos tur¨ªsticos de su pareja. ¡°Tenemos una chica de la limpieza, pero cuando ella no puede, echo una mano yo¡±, puntualiza. Los nombres de ilustres escritores de la literatura espa?ola miran desde la pared a estas dos mujeres haciendo la colada. Un homenaje al barrio de Las Letras, en el que se ubica el establecimiento.
Colada y copas
Hace dos a?os abri¨® en Chamber¨ª el Washbar. A la entrada, las lavadoras y secadoras, al fondo, un bar con m¨¢quina de arcade, ofertas de cubos de cervezas y juegos de mesa. Es s¨¢bado por la noche y una pareja toma cervezas mientras su colada gira en el tambor. Ella es Clara Cabeza, sevillana de 27 a?os. ¡°Hemos venido unos d¨ªas a Madrid y antes de irnos quer¨ªamos llevarnos todo limpio, as¨ª que aprovechamos y mientras nos tomamos algo¡±, resume. De fondo suena Julio Iglesias y una bola de disco da vueltas e ilumina la estancia. Jos¨¦ Manuel Romero es el encargado. Hace un recorrido por el extenso abanico de clientes que utilizan el negocio. ¡°Por esta zona viven muchos estudiantes, muchos en un piso peque?o y no siempre tienen tiempo de compartir la lavadora, tambi¨¦n viene la t¨ªpica se?ora mayor que baja con las cortinas, o por ejemplo, hay una familia que viene cada jueves y se deja 30 euros y con eso hace la colada de los cuatro miembros... Por las ma?anas viene m¨¢s gente que deja las cosas y se va a hacer recados y por las tardes s¨ª que vienen m¨¢s relajados y se toman algo mientras esperan¡±. En el bar tambi¨¦n hay wifi, as¨ª que muchos aprovechan incluso para trabajar.
Las lavander¨ªas han llegado a los barrios con m¨¢s nivel econ¨®mico. En una del Retiro, Lola Arribas, de 75 a?os, lucha con su edred¨®n para que entre en una bolsa de tela. ¡°Esto es lo que lavo yo aqu¨ª, este monstruo no se puede lavar en casa, aunque creo que las tarifas han subido con respecto al a?o pasado eh...¡±, desliza antes de irse de vuelta a casa. En una de las sillas en las que se puede esperar, una revista de Lecturas con Bigote Arrocet en la portada descansa por si alguien quiere entretenerse con el cotilleo mientras el tambor da vueltas.
Cuando ella sale, entra Juby Hau, filipina de 48 a?os, que vive en Madrid desde hace 15. Introduce un billete de cinco euros en la m¨¢quina mientras comenta ¡°siempre voy corriendo detr¨¢s de la hora¡±. Ella usa estas lavadoras para la colada de la familia para la que trabaja y tambi¨¦n para la suya propia. En el tiempo de lavado, aprovecha para hacer la compra u otros recados. ¡±Ahora en un rato voy a por los ni?os al colegio¡±, dice. Cierra la puerta de la m¨¢quina y se va corriendo con el carrito en el que llevaba las prendas. No tiene tiempo que perder. La vida sigue girando, al igual que la ropa en el tambor.
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