Una pizarra con los nombres de las v¨ªctimas del maltrato
As¨ª es el d¨ªa a d¨ªa de un grupo de agentes de la Guardia Civil en Madrid dedicados a acompa?ar a las mujeres que han sufrido violencia de g¨¦nero con las que llegan a establecer lazos de por vida
El despacho es muy peque?o. Apenas hay espacio libre cuando los cuatro agentes de la Guardia civil en el puesto de Majadahonda, dos hombres y dos mujeres, ocupan sus lugares de trabajo. Entre las mesas, los ordenadores y los tel¨¦fonos, no hay mucho sitio disponible. Destaca una pizarra blanca amplia en la que est¨¢n escritos, en columnas, nombres de mujeres (no m¨¢s all¨¢ de una treintena) junto a fecha y horas. Los nombres pertenecen a mujeres sometidas a vigilancia; los d¨ªas y las horas, el momento en el que deben recib...
El despacho es muy peque?o. Apenas hay espacio libre cuando los cuatro agentes de la Guardia civil en el puesto de Majadahonda, dos hombres y dos mujeres, ocupan sus lugares de trabajo. Entre las mesas, los ordenadores y los tel¨¦fonos, no hay mucho sitio disponible. Destaca una pizarra blanca amplia en la que est¨¢n escritos, en columnas, nombres de mujeres (no m¨¢s all¨¢ de una treintena) junto a fecha y horas. Los nombres pertenecen a mujeres sometidas a vigilancia; los d¨ªas y las horas, el momento en el que deben recibir una llamada telef¨®nica para verificar si todo est¨¢ en orden y nada a su alrededor, por insignificante que pueda parecer, es motivo de preocupaci¨®n. De estos cuatro agentes depende la seguridad de 384 v¨ªctimas de maltrato, de las 9.069 que actualmente cuentan con ese tipo de vigilancia en la Comunidad de Madrid, seg¨²n datos de la Delegaci¨®n del Gobierno. Es el sistema VioG¨¦n.
Fernando y Laura son dos de estos guardias civiles. Llevan a?os dedicados a esta tarea y confirman algo que ha quedado constatado desde hace tiempo: que la violencia de g¨¦nero no entiende de clases, de educaci¨®n, ni de origen. Lo saben bien ellos que operan en algunos de los municipios de Espa?a con mayor renta econ¨®mica. En su demarcaci¨®n se encuentran tres de los que est¨¢n entre los 10 m¨¢s ricos: Boadilla del Monte, Villanueva de la Ca?ada y Majadahonda. ¡°Aqu¨ª nos encargamos de v¨ªctimas que tienen miedo porque sus maridos son muy poderosos y de las que han venido aqu¨ª y trabajan como empleadas del hogar, algo habitual en esta zona¡±, cuenta Fernando. De hecho, la nacionalidad que predomina en sus archivos es la espa?ola, pero seguida muy de cerca por algunas de Centroam¨¦rica y de Rep¨²blica Dominicana, de donde suelen provenir las mujeres que se encargan de la limpieza de los hogares de lujo. El temor se puede infundir de muchas formas, no solo con golpes. Tambi¨¦n con la amenaza de que con unos contactos influyentes, tu vida puede quedar arruinada. ¡°S¨ª, puede haber un coche de vigilancia a las puertas de un chal¨¦, igual que de un piso humilde¡±, puntualiza Laura.
El equipo que trabaja junto a esa pizarra con nombres azules forma parte del Sistema de Seguimiento Integral en los casos de Violencia de G¨¦nero (Sistema VioG¨¦n), que aglutina a todos los actores involucrados en la protecci¨®n de la v¨ªctima de maltrato. En Madrid, 29 de los 77 municipios est¨¢n integrados en ¨¦l y la Delegaci¨®n de Gobierno aspira a que lo hagan todos ellos, porque muchas veces son los agentes municipales los que m¨¢s cerca est¨¢n de lo que pasa en sus localidades. La semana pasada, se incorpor¨® Las Rozas, incluido en el territorio en el que operan Fernando y Laura. En otras muchas comisar¨ªas y comandancias habr¨¢ otras pizarras con los nombres de las 69.391 v¨ªctimas incluidas en este sistema en todo el pa¨ªs.
Este equipo de cuatro personas se encarga de alrededor de 390 casos nuevos cada a?o, una cifra que se mantiene estable desde hace varios a?os. Desde esta peque?a oficina situada al lado de una de las sedes de los juzgados de Majadahonda, se meten cada d¨ªa en las casas de decenas de v¨ªctimas para asegurarse de que el terror no vuelve a entrar por sus puertas. Han visto expedientes duros, que les cuesta olvidar y digerir, incluso a guardias civiles dedicados a esto desde hace una d¨¦cada.
Antes de la pandemia, los agentes las visitaban en persona. Desde las restricciones, cambiaron la rutina y ahora el 90% de los contactos son por tel¨¦fono. Es as¨ª cuando no hay ning¨²n problema, pero est¨¢n al lado de las mujeres si ha habido peligro o si tienen que escoltarlas a alguna parte. Las conversaciones con algunas de ellas son breves, se reducen a monos¨ªlabos. Son las que no han querido seguir adelante con el proceso porque conf¨ªan en que el maltrato alg¨²n d¨ªa acabar¨¢. ¡°Yo s¨¦ manejarlo para que no se enfade¡±, les ha comentado alguna de ellas. ¡°Es un c¨ªrculo que empieza una y otra vez. Est¨¢ la fase de luna de miel, en la que el agresor se muestra m¨¢s entregado que nunca porque sabe que ha hecho algo mal, y poco a poco eso vuelve a degenerar en los golpes e insultos¡±, detalla Fernando.
Especialmente en esos casos, es donde radica la importancia de que las mujeres sientan que no est¨¢n solas desde el principio. El lenguaje t¨¦cnico de los abogados a los que muchas veces acaban de conocer cuando empieza el juicio, las implicaciones de las medidas de protecci¨®n, el r¨¦gimen de custodia en el caso de que haya ni?os... El laberinto en el que se interna una v¨ªctima puede dar v¨¦rtigo y provocar que algunas renuncien. ¡°El primer contacto con la v¨ªctima es muy importante, para que entienda qu¨¦ es lo que viene por delante y siga adelante con el proceso¡±, apunta Fernando.
Hasta septiembre, se estimaba que el 10% de las v¨ªctimas decid¨ªa no declarar contra su agresor, aunque hubieran sido denunciantes. Esto ya no es posible por una modificaci¨®n legislativa. ¡°Recuerdo una mujer con una quemadura enorme en la espalda. Creo que todo hab¨ªa comenzado por una discusi¨®n sobre la cena o cualquier otra tonter¨ªa. Cuando nos encontramos con ella en el juzgado nos cont¨® que hab¨ªa hablado con su suegra y cre¨ªa que era mejor no declarar contra ¨¦l. Y nos lo dec¨ªa con esa herida a¨²n reciente...¡±, relatan los agentes. El riesgo est¨¢ presente incluso cuando no es visible. La ¨²ltima v¨ªctima de un crimen machista fue Claudia, una adolescente de Totana (Murcia) de 17 a?os. Nadie en su entorno sospechaba que su exnovio Johan pudiera matarla.
Horror de puertas adentro
Tambi¨¦n se ocupan de la otra parte, la de los maltratadores, y vigilan que, por ejemplo, no se acerquen a la casa o el trabajo de las mujeres. ¡°Por parte de los agresores sigue funcionando el ¡®mira lo que me has obligado a hacer¡±, se?ala Fernando. Cuando los guardias civiles contactan con ellos para que les queden claras las medidas de alejamiento, se comportan de forma exquisita con los agentes: ¡°Todos nos respetan mucho, todos tienen alg¨²n conocido o familiar guardia civil...¡±. El horror lo guardan de puertas para adentro. En algunos casos, el proceso se inicia aun sin denuncia de la mujer, porque la agresi¨®n ha sido p¨²blica o la causa se ha abierto de oficio por el parte de lesiones de los sanitarios o los agentes. Ah¨ª es cuando m¨¢s riesgo existe de que ella siga atrapada en la espiral de golpes e insultos. ¡°Me han prohibido el contacto con mi mujer, ?pero no le puedo dar un mensaje a trav¨¦s de mi hermano?¡±, les han llegado a preguntar algunos de los denunciados. ¡°Ah¨ª es cuando te toca explicarles que no, y que tampoco pueden ir a tomar caf¨¦ en el bar de al lado de su casa, aunque ella est¨¦ trabajando¡±, se?alan los agentes.
Seg¨²n el nivel de riesgo, el contacto entre los agentes y las v¨ªctimas es m¨¢s o menos frecuente. Si se eval¨²a como alto o extremo, las llamadas son diarias. ¡°Con algunas incluso varias veces al d¨ªa¡±, indica Laura. A veces, van a visitarlas. Lo hacen de paisano. ¡°Ellas tampoco quieren que los vecinos vean guardias civiles cada dos por tres¡±, se?alan. Cuando tienen que acompa?arlas al trabajo, a la compra o al colegio de sus hijos, s¨ª que lo hacen en el coche oficial. ¡°Para que la protecci¨®n sea bien visible¡±, puntualizan. Un marcaje continuo hasta que el agresor desaparece de la vida de la mujer, o se considera que est¨¢ fuera de peligro.
Pero luego est¨¢ otro grupo de mujeres, que en algunas circunstancias terminan siendo casos dram¨¢ticos. Se trata de aquellas que no han querido denunciar, que han tratado de retirar la denuncia, o que minusvaloran el riesgo que est¨¢n corriendo, pero a quienes el juez ha determinado, aun con su oposici¨®n, que deben ser sometidas a una vigilancia. Restan importancia a todo cuanto les sucede. Creen que controlan la situaci¨®n, o que se trata de un caso leve, de un episodio de violencia sin importancia. Todav¨ªa conf¨ªan en su pareja.
La vigilancia no puede ser eterna y, en ocasiones, se determina que hay motivos para suspenderla. En esos casos, la mujer siente alivio porque nunca ha estado plenamente convencida de que necesitaba protecci¨®n. Sin embargo, los agentes conocen cu¨¢l es la cruda realidad: seg¨²n las estad¨ªsticas del Ministerio de Igualdad, el 80% de las mujeres que fueron asesinadas a manos de sus parejas o exparejas en 2021 no hab¨ªan denunciado o hab¨ªan retirado la denuncia.
Entre los centenares de mujeres que han formado parte de la pizarra se paran a hablar de una que crey¨® que iba a engrosar las listas de v¨ªctimas mortales. Su marido lleg¨® a tenerla incluso encerrada en casa. ¡°Hay que verla c¨®mo empez¨® y c¨®mo acab¨®. Es que el cambio se nota incluso f¨ªsicamente. Cuando la conocimos hab¨ªa perdido 30 kilos, estaba encorvada y con el paso de los meses descubrimos a otra mujer¡±, explica Laura. Aquella superviviente celebr¨® despu¨¦s de la pandemia un gran cumplea?os en su jard¨ªn. Ten¨ªa mucho que festejar. Los guardias civiles que formaron parte de su d¨ªa a d¨ªa durante a?os estuvieron invitados. Hab¨ªa vuelto a nacer.
El tel¨¦fono 016 atiende a las v¨ªctimas de violencia de g¨¦nero las 24 horas del d¨ªa, todos los d¨ªas del a?o. El n¨²mero no queda registrado en la factura telef¨®nica, pero se ha de borrar la llamada del dispositivo.
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