Ciudad segregada: el trazado de la desigualdad en Madrid
Un estudio publicado en la ¡®Revista Espa?ola de Sociolog¨ªa¡¯ determina que el puente de Vallecas y otras fronteras f¨ªsicas perpet¨²an las diferencias entre barrios
El suelo vibra por un instante. Como si un temblor s¨ªsmico hubiera sacudido fugazmente la casa y el cuerpo de Jan Sanz (38 a?os). El fen¨®meno se hace sentir cada noche, y su origen no es geol¨®gico, sino que se debe al ir y venir de los camiones sobre el puente de Vallecas, un paso elevado de la M-30 con medio siglo de historia. La junta del distrito reclam¨® la semana pasada el desmantelamiento de esta frontera de hormig¨®n, una de las barreras f¨ªsicas ...
El suelo vibra por un instante. Como si un temblor s¨ªsmico hubiera sacudido fugazmente la casa y el cuerpo de Jan Sanz (38 a?os). El fen¨®meno se hace sentir cada noche, y su origen no es geol¨®gico, sino que se debe al ir y venir de los camiones sobre el puente de Vallecas, un paso elevado de la M-30 con medio siglo de historia. La junta del distrito reclam¨® la semana pasada el desmantelamiento de esta frontera de hormig¨®n, una de las barreras f¨ªsicas que perpet¨²an las diferencias econ¨®micas, seg¨²n un estudio publicado en el ¨²ltimo n¨²mero de la Revista Espa?ola de Sociolog¨ªa (RES). ¡°De este lado estamos los pobres, y del otro, los ricos¡±, sentencia Sanz, se?alando hacia el barrio de Adelfas, donde la renta anual media es 10.000 euros superior.
Cauces socioespaciales: la segregaci¨®n y el arraigo en Madrid, elaborado con financiaci¨®n del Fondo Social Europeo por los soci¨®logos Daniel Sorando (Universidad de Zaragoza) y Jos¨¦ Ariza de la Cruz (Universidad Complutense), sirve para revelar secretos que la ciudad esconde. Algunos pueden identificarse con tan solo mirar un mapa, como el hecho de que el mayor desequilibrio social entre barrios contiguos se produzca all¨ª donde median infraestructuras viarias. Es el caso de San Diego y Adelfas, pero tambi¨¦n de Legazpi y Entrev¨ªas o Palomas y Canillejas, donde se da la mayor diferencia de renta de la capital, unos 14.900 euros anuales. Otras realidades permanecen todav¨ªa m¨¢s ocultas: solo el 3% de los residentes en uno de los cinco barrios m¨¢s ricos de Madrid se desplaza cotidianamente a uno de los cinco m¨¢s empobrecidos.
¡°Las barreras crean guetos. Cuando esas fronteras desaparecen, la tendencia siempre ser¨¢ a mezclarse y las rentas se parecer¨¢n m¨¢s¡±, reflexiona Ariza de la Cruz. Formulada por M¨¢s Madrid, la propuesta del derribo del puente de Vallecas ya cont¨® hace dos a?os con el respaldo un¨¢nime del pleno de Cibeles. Sin embargo, el anteproyecto encargado en su momento por el Ayuntamiento fue descartado en ¨²ltima instancia. La delegada de Obras, Paloma Garc¨ªa Romero, argument¨®: ¡°Se trata de una inversi¨®n muy grande para que el peat¨®n gane poco espacio. No compensa¡±. La postura del equipo consistorial no ha cambiado desde entonces. ?lvaro Fern¨¢ndez, ingeniero de caminos y concejal de M¨¢s Madrid, sostiene: ¡°Esa cerraz¨®n viene de querer soterrar el trazado del escal¨¦xtric, manteniendo el volumen de veh¨ªculos, pero eso generar¨ªa un elevado coste en afecciones a las infraestructuras de Metro y Adif que no est¨¢n dispuestos asumir. La clave es reducir el n¨²mero de coches y redirigir el tr¨¢fico¡±.
Una fina capa de holl¨ªn cubre la terraza de Sanz, y las incansables luces del tr¨¢fico se cuelan dentro del domicilio. Este celador barcelon¨¦s, que se mud¨® hace seis a?os a Madrid, explica que escogi¨® el piso por su precio moderado: ¡°Los propietarios siempre se han portado muy bien conmigo, pero es duro, no puedo abrir las ventanas casi ni para ventilar por el ruido y la contaminaci¨®n. En esta casa, el aire acondicionado est¨¢ puesto desde mayo¡±. Y agrega: ¡°Si el puente va a quedarse, que al menos se cuide como es debido. Tiene much¨ªsimos nidos de palomas, que lo ensucian todo, e infinidad de goteras. Pero esto es Madrid sur, ?a qui¨¦n le importamos?¡±. En la calle se suceden los locales comerciales cerrados: una carnicer¨ªa halal, bares, tiendas de ultramarinos, mercer¨ªas. Tras ellos refulgen los bloques de oficinas y un Corte Ingl¨¦s.
Amazon, Mahou, Ericsson, la Empresa Municipal de Transporte (EMT) o Repsol han fijado sus flamantes sedes en la orilla opuesta del puente, donde Vallecas pierde su nombre y comienzan los distritos de Retiro y Arganzuela. Las gr¨²as de la inmobiliaria Colonial trabajan sin descanso para terminar antes del verano un campus que fusionar¨¢ 56.000 metros cuadrados de oficinas con 370 estudios, la mayor¨ªa de un solo dormitorio, que ya se ofrecen por 1.200 euros mensuales. La oferta de vivienda nueva no deja de crecer. Y los alquileres se encarecieron en noviembre un 7,5% con respecto al mismo mes del a?o pasado, seg¨²n Idealista. ¡°La zona est¨¢ cambiando mucho¡±, admite Eva Moratalla, una psic¨®loga de 36 a?os, mientras pasea a su perro. ¡°El puente es una barrera mental. Voy al supermercado de este lado, que me pilla m¨¢s lejos, solo por no cruzarlo¡±, admite.
El viaje de Moratalla es el de toda una generaci¨®n. Naci¨® en Adelfas, donde todav¨ªa residen sus padres, pero cuando quiso independizarse tuvo que hacerlo en Vallecas. Solo tras consolidarse profesionalmente ha logrado regresar. La movilidad cotidiana y residencial (cambio domiciliario) est¨¢ fuertemente condicionada por las relaciones familiares, pero tambi¨¦n por la cercan¨ªa espacial, como se desprende de la investigaci¨®n publicada en la Revista Espa?ola de Sociolog¨ªa, basada en la ¨²ltima Encuesta Domiciliaria de Movilidad de la Comunidad de Madrid (2018). No obstante, las barreras f¨ªsicas reducen notablemente los flujos entre barrios, por muy pr¨®ximos que estos se encuentren. Las fronteras urbanas perpet¨²an a su vez el desequilibrio econ¨®mico, indica Ariza de la Cruz. ¡°La contig¨¹idad no garantiza mezcla ni relaci¨®n social¡±, agrega.
La segregaci¨®n se atenuar¨ªa si los diferentes grupos sociales vivieran separados, como pasa en la mayor parte de las ciudades del mundo, pero se relacionasen unos con otros durante sus desplazamientos cotidianos. En cambio, ese contacto se ha roto en una urbe atravesada por costurones. La clase trabajadora realiza un 13% de sus viajes diarios a zonas de rentas altas, el doble de lo que sucede en la direcci¨®n contraria. Esto se debe a que la mayor parte de los empleos se concentran en el norte y la almendra central, pero en todo caso el nivel de interconectividad dentro de Madrid es muy bajo, como denuncia Ariza de la Cruz. ¡°Esto afecta a la cohesi¨®n social. Complica el acceso de los sectores m¨¢s precarios a contactos que brinden oportunidades de empleo. Adem¨¢s, tiene consecuencias pol¨ªticas. ?C¨®mo vas a mostrar empat¨ªa hacia los m¨¢s desfavorecidos si no conoces a ninguno?¡±, se pregunta el investigador.
El puente de Vallecas es un s¨ªmbolo de la verg¨¹enza. ¡°Da cierta sensaci¨®n de exclusi¨®n, de que estamos separados del resto de la ciudad¡±, opina Ana Lorenzo (22 a?os), vallecana de rancio abolengo y estudiante de Biolog¨ªa. La joven teme que desmontar esta infraestructura encarezca todav¨ªa m¨¢s el precio de la vivienda, como algunas asociaciones vecinales denuncian que est¨¢ ocurriendo en Sant Antoni y Poblenou (Barcelona) con las superilles. Promovido por la exalcaldesa Ada Colau, el proyecto consiste en encuadrar varias manzanas en un ¨¢rea urbana mayor, de manera que las calles interiores se peatonalicen, desviando el tr¨¢fico rodado hacia los bordes. La historia de la gentrificaci¨®n se cimienta en mejoras bienintencionadas como esa. Ocurri¨® en los sesenta en el barrio londinense de Notting Hill. Y en los ochenta con la reforma del East Village de Manhattan (Nueva York). Bajo el puente con el que a diario se topa desde peque?a, Lorenzo formula un deseo: ¡°Quiero que Vallecas mejore, pero sin que eso nos expulse de aqu¨ª¡±.
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