Uno de los episodios m¨¢s extraordinarios de la historia moderna, la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn, fue fruto de un error causado por la dejadez de los m¨¢s destacados jerarcas de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA). Lo recuerdan ahora, 30 a?os despu¨¦s, protagonistas de aquel 9 de noviembre que cambi¨® el destino de Europa y del mundo.
Corr¨ªa el oto?o de 1989 y las manifestaciones que exig¨ªan reformas democr¨¢ticas y libertad para viajar se multiplicaban por toda Alemania oriental. Miles de personas hac¨ªan colas en embajadas de pa¨ªses del Este para tratar de cruzar el tel¨®n de acero. Dentro del pa¨ªs, la presi¨®n popular hab¨ªa hecho mella y Erich Honecker, el secretario general del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED), hab¨ªa sido reemplazado el 18 de octubre por Egon Krenz, considerado m¨¢s moderado y reformista. Pero la presi¨®n no amainaba.
El deseo de viajar m¨¢s all¨¢ del muro de cemento que encerraba la RDA era a esas alturas casi irrefrenable. El Gobierno checoslovaco amenazaba con cerrar la frontera si no hac¨ªan algo. Los jerarcas sab¨ªan que la olla a presi¨®n pod¨ªa acabar estallando y el comit¨¦ central del partido comunista opt¨® por abrir un poco la v¨¢lvula, pero pens¨® que ser¨ªa de manera controlada. El plan, sin embargo, se les fue de las manos.
As¨ª era el muro de Berl¨ªn
Berl¨ªn
Oriental
Berl¨ªn
Occidental
Muro
exterior
Muro
interior
Dunas
Zanjas
y fosos
Iluminaci¨®n
y control
policial
Alambradas,
vallas y
trincheras
Berl¨ªn
RFA
RDA
Alemania
Berl¨ªn
Berl¨ªn
Oriental
Berl¨ªn
Occidental
5 km
Fuente: elaboraci¨®n propia.
EL PA?S
As¨ª era el muro de Berl¨ªn
Berl¨ªn
Occidental
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Oriental
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RDA
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Fuente: elaboraci¨®n propia.
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As¨ª era el muro de Berl¨ªn
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Dunas
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Berl¨ªn
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Fuente: elaboraci¨®n propia.
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As¨ª era el muro de Berl¨ªn
Berl¨ªn
Oriental
Berl¨ªn
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Occidental
5 km
Fuente: elaboraci¨®n propia.
EL PA?S
"Hab¨ªa que hacer una pol¨ªtica comprensible para la gente y la gente no entend¨ªa por qu¨¦ no pod¨ªa viajar. La presi¨®n era enorme", rememora Peter Steglich, exembajador de la RDA, en su apartamento en Alexanderplatz. Ese noviembre de 1989, Steglich trabajaba en la sede de Exteriores y en su ministerio formaron un grupo de trabajo, en el que particip¨®, para buscar f¨®rmulas que permitieran las salidas.
La idea era que la gente pudiera empezar a viajar de forma ordenada en torno a la Navidad, aseguran conocedores de los planes de aquellos d¨ªas. Werner Kolhoff, entonces mano derecha del alcalde de Berl¨ªn occidental, Walter Momper, recuerda ahora c¨®mo el propio G¨¹nter Schabowski, el miembro del politbur¨® que se convertir¨ªa en el protagonista indiscutible de la jornada, se lo cont¨® diez d¨ªas antes de la ca¨ªda del muro. Kolhoff asegura que ¨¦l y el alcalde se reunieron con Schabowski para preparar las masivas llegadas ¡ªentre 50.000 y un mill¨®n de personas, seg¨²n sus c¨¢lculos¡ª que se supon¨ªa se producir¨ªan a finales de a?o. ¡°Hab¨ªa que preparar alojamiento en albergues para quien se quedara, ampliar el transporte p¨²blico, organizar un servicio para ni?os perdidos, un dispositivo por si estallaba la violencia. No sab¨ªamos qu¨¦ iban a hacer los soldados rusos¡±, cuenta Kolhoff ahora en su despacho del Saarbr¨¹cker Zeitung, donde trabaja como corresponsal en Berl¨ªn.
Asegura Kolhoff que mantuvieron incluso conversaciones con los pa¨ªses aliados para ver si pod¨ªan organizar puentes a¨¦reos para llevar a gente a otras ciudades de Alemania y que Berl¨ªn no se colapsara. Abrir¨ªan adem¨¢s 12 pasos en el muro para que la gente pudiera salir sin agobios. ¡°Publicamos un comunicado de prensa con el contenido de la reuni¨®n con el objetivo de hacer presi¨®n para que realmente sucediera¡±, asegura Kolhoff, quien recuerda que el clima pol¨ªtico y social era complicado tambi¨¦n en el oeste. ¡°La gente ten¨ªa miedo de que viniera la gente del otro lado del muro y se quedara con su trabajo. Era un clima que recuerda a lo que pasa ahora con los refugiados¡±.
Pero todos aquellos minuciosos preparativos saltaron por los aires el 9 de noviembre. Kolhoff recibi¨® una llamada al mediod¨ªa en la que le soplaban que hab¨ªa una nueva ley en marcha. A las seis de la tarde, el comit¨¦ central comunista hab¨ªa convocado a los periodistas extranjeros en el este para informarles de una nueva ley de viajes.
El d¨ªa anterior se hab¨ªa celebrado la primera conferencia de este tipo y a la segunda los periodistas no quisieron faltar porque sab¨ªan que por la ma?ana se hab¨ªa celebrado una importante reuni¨®n del comit¨¦ central. A cuatro altos mandos, incluido el funcionario del Ministerio del Interior Gerhard Lauter, les hab¨ªan encargado redactar un borrador con el objetivo imposible de estabilizar la situaci¨®n permitiendo algunos viajes. Lauter y sus colegas fueron en su texto mucho m¨¢s all¨¢ y lo entregaron a sus superiores esperando una respuesta que nunca lleg¨®.
Durante la reuni¨®n, la nueva regulaci¨®n fue un tema al que no se le dedic¨® excesiva atenci¨®n, detalla Mary Elise Sarotte en su libro El colapso, La apertura accidental del muro de Berl¨ªn. Despacharon el borrador d¨¢ndolo por bueno, despu¨¦s de que Krenz lo compartiera en una pausa de la reuni¨®n. Ese d¨ªa se comunicar¨ªa a la prensa y a partir del d¨ªa siguiente, el d¨ªa 10 por la ma?ana, la gente podr¨ªa ir a solicitar su permiso. Calculaban que en torno a Navidad miles de alemanes orientales podr¨ªan disfrutar de una apertura de fronteras como no se hab¨ªa visto hasta entonces. Pero siempre bajo el control de la RDA y sin que ello implicara la ca¨ªda del muro.
El plan estaba listo y Schabowski ser¨ªa el miembro del politbur¨® que lo presentar¨ªa a la prensa internacional. Peter Brinkmann, corresponsal en la RDA del Bild, uno de los periodistas que acudi¨® a la conferencia de prensa y que hizo una pregunta crucial para el curso de la historia, explica que ¡°quer¨ªan dar la imagen de que eran profesionales. Por eso organizaron esa conferencia para periodistas extranjeros¡±. Brinkmann estaba invitado porque al ser del oeste, proced¨ªa t¨¦cnicamente de un pa¨ªs extranjero. El lugar elegido fue el Centro de Prensa Internacional, hoy sede del Ministerio de Justicia, en la Mohrenstra?e, en el coraz¨®n de Berl¨ªn.
Lo que nadie previ¨® es que Schabowski comparecer¨ªa ante los periodistas sin haberse preparado el tema y sin haberse le¨ªdo las notas, ni que acabar¨ªa haciendo el papel¨®n de su vida. ¡°Schabowski no estuvo en la reuni¨®n de la ma?ana y no se sab¨ªa los papeles. Ten¨ªa que haber estado, pero no estaba¡±, asegura Brinkmann. ¡°Poco antes de las cinco de la tarde, Schabowski lleg¨® y Krenz le dio los papeles¡±, a?ade. As¨ª lleg¨® al centro de prensa. Al fin y al cabo, estaba acostumbrado a transmitir a los reporteros lo que ten¨ªan que escribir y probablemente no anticip¨® la lluvia de preguntas a la que le someter¨ªan minutos m¨¢s tarde.
Con traje gris y corbata de rayas, Schabowski habla y habla durante cerca de tres cuartos de hora de procesos, de m¨¦todos, de camaradas, de l¨ªneas de partido¡ hasta que llega la primera pregunta sobre los viajes. Riccardo Ehrman, corresponsal de la agencia italiana Ansa, pregunta sobre una ley anterior de viajes que se top¨® con la oposici¨®n de la poblaci¨®n, que la consideraba pura propaganda. Schabowski responde de manera farragosa pero al final, cuando faltan ocho minutos para las siete de la tarde, se produce, o mejor dicho, Schabowski produce ¨¦l mismo la noticia con may¨²scula. Asegura que ¡°hoy se ha adoptado una decisi¨®n [¡] para que la gente pueda abandonar la rep¨²blica¡±. Se genera un peque?o revuelo y los periodistas se interrumpen unos a otros para preguntar. ¡°?Con pasaporte?¡±, pregunta uno. ¡°?A partir de ya?¡±, grita Brinkmann desde la audiencia. ¡°?Tambi¨¦n vale para Berl¨ªn oeste?¡±, a?ade.
Schabowski revuelve sus papeles en busca de una respuesta, se rasca la frente, se pone las gafas de cerca y lee: ¡°Se podr¨¢n solicitar viajes privados fuera del pa¨ªs sin justificaci¨®n, sin razones para el viaje o sin relaciones familiares y ser¨¢n aprobados con brevedad¡±. Un tercer periodista, Ralph Niemeyer, vuelve a preguntar que a partir de cu¨¢ndo. Schabowski vuelve a los papeles sin saber muy bien lo que lee. ¡°Yo entiendo que de manera inmediata, inmediatamente¡±. No lee sin embargo, la siguiente p¨¢gina, donde se dice que la decisi¨®n de expedir visados no se har¨ªa oficial hasta el d¨ªa siguiente.
La grabaci¨®n del ambiente en aquella sala de prensa evidencia el desconcierto y la incredulidad ante lo que estaba pasando. ¡°Yo fui corriendo al hotel en la Friedrichstra?e y me puse encima todo lo que ten¨ªa. Dos camisas y dos jers¨¦is. El conserje me consigui¨® un taxi y le pagu¨¦ 50 marcos, una fortuna, casi la mitad de lo que cobraba en un mes, para que condujera toda la noche conmigo. Fui recorriendo todo el muro¡±, recuerda Brinkmann.
Esa noche, el noticiario de la televisi¨®n occidental, el Tagesthemen, anunci¨® solemnemente que ¡°hoy es un d¨ªa hist¨®rico. La RDA ha anunciado que las fronteras est¨¢n abiertas para todo el mundo¡± y dio paso en directo a un enviado al pie del muro al que la gente empezaba a acercarse. Luego llegaron las l¨¢grimas, la euforia, las masas encaramadas al muro y todo lo dem¨¢s.
¡°Fue un caos total¡±, recuerda Kolhoff. ¡°El alcalde estaba en un plat¨® de televisi¨®n y se levant¨® en directo. En la Invalidenstrasse, junto al muro, se subi¨® a una mesa y con un meg¨¢fono se puso a dirigir el tr¨¢fico humano¡±, recuerda.
Brinkmann, al que todav¨ªa le entra la risa nerviosa cuando lo recuerda y que en el reverso de su tarjeta de visita lleva escrita la famosa pregunta de la conferencia de prensa, sostiene que ¡°todo fue una coincidencia gracias a dos palabras, ab sofort [desde ya, en alem¨¢n]¡±.
Steglich, el embajador, apenas se inmut¨®. Ese d¨ªa no cruz¨® al oeste y al d¨ªa siguiente fue al ministerio como si nada. "Yo era un patriota convencido, no me interesaba lo que pasaba en el oeste", dice ahora este hombre que sostiene que "por una casualidad se escribi¨® la historia del mundo".
Treinta a?os despu¨¦s falta mucho por saber. Schabowski muri¨® en 2015 llev¨¢ndose a la tumba la respuesta a uno de los grandes enigmas de la historia. ?Por qu¨¦ no estuvo presente en la reuni¨®n del comit¨¦ central en la que se decidieron las medidas cuyos detalles desconoc¨ªa? Y sobre todo, ?fueron sus palabras realmente un error?