Barack Obama: ¡°Trump ha hecho mucho da?o en EE UU y en el resto del mundo¡±
En una conversaci¨®n con el director de EL PA?S, el expresidente reflexiona sobre el momento actual y la pandemia, los cuatro a?os de Trump en el poder, la polarizaci¨®n en su pa¨ªs y tambi¨¦n el futuro con Biden al frente de Estados Unidos. Su conclusi¨®n es optimista, un optimismo ¡°cauto¡±
Estados Unidos vive d¨ªas extra?os. Los protocolos para el traspaso ordenado del poder, tan venerados como la propia Rep¨²blica americana, se ven ahora en peligro por la negativa del actual ocupante de la Casa Blanca a reconocer su derrota. Se trata de un rito laico, una liturgia democr¨¢tica por la que el perdedor no s¨®lo admite su derrota, sino que, al aceptar el triunfo de su rival, le entrega la legitimidad para que prosiga, como en una carrera de relevos, la b¨²squeda de esa ¡°uni¨®n m¨¢s perfecta¡± que prescribe la Constituci¨®n. Es tambi¨¦n un mensaje a todos los ciudadanos, especialmente a los que estuvieron en el bando perdedor, de que lleg¨® el tiempo de sanar heridas. En el libro que acaba de publicar, Una tierra prometida (Editorial Debate), el expresidente Barack Obama recuerda la impresi¨®n que le caus¨® la elegancia con la que Bush y su familia oficiaron ese deber. ¡°Me promet¨ª a m¨ª mismo¡±, escribe, ¡°que cuando llegara el momento tratar¨ªa a mi sucesor de la misma forma¡±. Su sucesor fue Donald Trump. As¨ª que, en una conversaci¨®n que mantuvimos el domingo pasado en Washington, le pregunt¨¦ si, efectivamente, as¨ª lo hizo, con elegancia.
¡ªS¨ª, lo hice.
¡ª?Fue duro?
¡ªUn poco¡ s¨ª. [Obama no puede evitar una sonrisa de admisi¨®n c¨®mplice en este momento]. Pero aun as¨ª llam¨¦ a Donald Trump la noche de su elecci¨®n para felicitarle, cuando el margen de su victoria con respecto a Hillary Clinton era el mismo que el margen que tiene Joe Biden en estas elecciones. No retras¨¦ la llamada durante semanas ni fing¨ª que no hab¨ªa pasado lo que hab¨ªa pasado. Unos d¨ªas despu¨¦s, invit¨¦ a Trump y a Melania a la Casa Blanca. Ped¨ª a todos mis equipos y departamentos que prepararan los manuales de transici¨®n. Pero parece que no se los leyeron. Uno de ellos versaba sobre c¨®mo abordar una posible pandemia. Ese traspaso pac¨ªfico de poder entre partidos es parte de lo que hace funcionar a una democracia.
¡ªLo que nos lleva a lo que est¨¢ pasando ahora. No es que Trump no haya invitado a Joe Biden a la Casa Blanca, es que ni siquiera ha reconocido su derrota. ?Se hubiera imaginado que algo as¨ª pudiera ocurrir? ?En su pa¨ªs?
¡ªNi me lo hubiera imaginado hace cuatro a?os. Me entristece reconocerlo, pero no me sorprende que Donald Trump se est¨¦ comportando as¨ª al final de su presidencia. Michelle y yo hemos hablado mucho al respecto, especialmente durante las ¨²ltimas cuatro semanas. Ella es m¨¢s pesimista sobre la naturaleza humana. Pero yo tiendo a ser m¨¢s optimista. E intento recordarle que, cuando nac¨ª, en gran parte de Estados Unidos, en este hotel, por ejemplo, no hab¨ªa clientes afroamericanos. Si usted y yo hubi¨¦ramos estado juntos, lo m¨¢s probable es que yo hubiera cargado con sus maletas. Eso lo he visto yo. Y, sin embargo, aqu¨ª est¨¢ usted sentado con un expresidente de Estados Unidos. Por muy frustrantes y descorazonadoras que puedan resultar a veces las noticias, 59 a?os en la historia de la humanidad es un parpadeo. Y eso es progreso. Tambi¨¦n en otras partes del mundo. Cuando nac¨ª, Espa?a no era una democracia y Europa a¨²n se estaba reconstruyendo tras una guerra en la que hab¨ªan muerto m¨¢s de 60 millones de personas.
1. Un pa¨ªs dividido
El hotel en el que estamos sentados, el Fairmont, se encuentra en Georgetown, un barrio de la capital federal que acoge a la universidad del mismo nombre. El s¨¢bado por la ma?ana luci¨® soleado y c¨¢lido, un tiempo excepcionalmente acogedor para mediados de noviembre. Los estudiantes abarrotaban las terrazas de caf¨¦s y restaurantes, en calles alineadas con casitas de ladrillo visto, en un ambiente de serena tranquilidad. A pocos kil¨®metros, sin embargo, todo era vocer¨ªo. Miles de partidarios de Trump, venidos de todo el pa¨ªs (en Washington, el 90% vot¨® por Biden), ocuparon el enorme espacio p¨²blico entre la Casa Blanca y el Capitolio, con pancartas que denunciaban un fraude que no existe m¨¢s que en sus cabezas y que anticipaban, ya de paso, el apocalipsis. Derrotado por el sol, un se?or mayor sentado en la acera sosten¨ªa un cartel¨®n que rezaba: ¡°Si Biden llega a la Casa Blanca ser¨¢ el final de EE UU¡±.
Sobre la polarizaci¨®n: ¡°La sociedad norteamericana est¨¢ profundamente dividida¡±
Toda esa crispaci¨®n empez¨® hace cuatro a?os; o quiz¨¢ antes a¨²n. Tras dejar la Casa Blanca, Obama embarc¨®, junto con su esposa, para su ¨²ltimo viaje en el Air Force One. ¡°Rumbo al oeste¡±, sin precisar m¨¢s, escribe en su libro, casi 1.000 p¨¢ginas, el primero de dos, en el que recorre su improbable ascenso de oscuro legislador en Illinois al Senado de Estados Unidos; y de ah¨ª, casi sin soluci¨®n de continuidad, a candidato a la presidencia por el Partido Dem¨®crata, esperanza de millones de estadounidenses en un cambio largamente demorado y, finalmente, tras una explosi¨®n de j¨²bilo como no se hab¨ªa visto en d¨¦cadas, al Despacho Oval. Aquel d¨ªa, a bordo del avi¨®n presidencial, sin embargo, su estado de ¨¢nimo era agridulce ¡°por los inesperados resultados de unas elecciones¡±, escribe, que llevaron al poder a ¡°un sucesor con unas ideas diametralmente opuestas a las nuestras¡±. Lo que vino despu¨¦s no mejor¨® las cosas. As¨ª que le pregunto por su estado de ¨¢nimo esos cuatro a?os.
¡ªNo cabe duda de que Trump ha hecho mucho da?o en Estados Unidos y en el resto del mundo. Si se ignora a la ciencia, si se ignoran los datos, entonces la pandemia se agravar¨¢. Si se alienta o se muestra cierta tolerancia hacia comportamientos racistas, entonces quienes albergan esos impulsos se sentir¨¢n m¨¢s motivados para desplegarlos. Si se recibe a dictadores con los brazos abiertos, entonces el compromiso con la democracia se ver¨¢ disminuido. Durante los ¨²ltimos cuatro a?os, ha habido momentos en los que he sentido frustraci¨®n, en parte porque mi primer mandato comenz¨® en 2008 [tom¨® posesi¨®n en enero de 2009], cuando Estados Unidos comenzaba a sufrir los efectos de una crisis financiera global. Luego estaba la guerra de Irak [que empez¨® con Bush, su antecesor], que dividi¨® a la sociedad estadounidense y aisl¨® a muchos de nuestros aliados. Durante ocho a?os, trabajamos muy duro para recuperar la posici¨®n de Estados Unidos en el mundo y para reconstruir la econom¨ªa. Cuando finaliz¨® mi segundo mandato, el pa¨ªs ocupaba una posici¨®n fuerte. Y luego ves c¨®mo todo ese progreso se disipa sin que haya necesidad de ello. S¨ª, a veces es muy frustrante, sin duda.
Sobre Trump: ¡°Si se ignora a la ciencia, si se ignoran los datos, entonces la pandemia se agravar¨¢¡±
¡ª?Y ahora con la elecci¨®n de Biden?
¡ªLo que han demostrado estas elecciones es que la sociedad estadounidense est¨¢ profundamente dividida. Algunas de esas divisiones ya estaban presentes antes de la llegada de Donald Trump, y seguir¨¢n ah¨ª cuando se vaya. Pero lo que s¨ª est¨¢ claro es que Trump ha avivado el fuego de la divisi¨®n. S¨¦ que Joe Biden, por instinto y por car¨¢cter, buscar¨¢ reconectar al pa¨ªs porque es un unificador. Una de las cosas que aprend¨ª siendo presidente es que lo que el presidente dice y c¨®mo lo dice, importa, y mucho. Y aunque un presidente no pueda resolver todos los problemas, algo que la gente casi siempre espera que haga, s¨ª que puede cultivar una manera de interactuar, de promover el civismo y de incentivar la comprensi¨®n hacia los dem¨¢s. En la esfera internacional, puede marcar la pauta a la hora de relacionarse con los pa¨ªses aliados y decidir c¨®mo abordar la diplomacia. Creo que con Biden asistiremos al regreso de algunas de las tradiciones que defend¨ª como presidente.
¡ªEn su libro hay una alusi¨®n a que los ciudadanos supieron ver lo mejor de usted, ¡°una voz que insist¨ªa en que, pese a las diferencias, permanecer¨ªamos unidos como un solo pueblo y que, juntos, hombres y mujeres encontrar¨ªamos un camino hacia un futuro mejor¡±. Luego vinieron los ataques que sufri¨® en sus ocho a?os en la Casa Blanca, la presidencia de Trump y ahora, aunque Joe Biden sea ya el presidente electo, el pa¨ªs sigue dividido, y una parte, francamente enfadada. Lo vimos ayer mismo [por el pasado s¨¢bado] aqu¨ª, en las calles de Washington. ?A¨²n mantiene esa visi¨®n tan optimista?
¡ªS¨ª. Siempre he cultivado un optimismo cauto. La historia no siempre avanza. A veces retrocede o se mueve en otras direcciones. No cabe duda de que la humanidad ha progresado en los ¨²ltimos dos milenios; hay menos violencia, m¨¢s educaci¨®n y disfrutamos de mejores niveles de salud, pero al mismo tiempo persisten la guerra y la crueldad. Hay lugares en el mundo donde las personas carecen de derechos. Lo vemos cada d¨ªa. Y lo mismo ocurre en Estados Unidos, un pa¨ªs que es mejor que hace doscientos a?os, pero donde sigue habiendo racismo y desigualdad. Cuando ocupaba la presidencia, sol¨ªa reunirme con j¨®venes y siempre me sorprend¨ªa su convicci¨®n ¨Cmayor que la de sus padres y sus abuelos¨C de que todos somos iguales, de que las personas deber¨ªan ser juzgadas por su car¨¢cter y no por el color de su piel, por sus creencias religiosas, por su sexo o por su orientaci¨®n sexual. Creen en una humanidad com¨²n, en que somos los custodios de este planeta y en que se deber¨ªan abordar problemas como el cambio clim¨¢tico. Pero quedan a¨²n muchos votantes mayores que se resisten a estos cambios. Por otro lado, est¨¢ el legado de unas instituciones que, si no rotas, s¨ª est¨¢n deterioradas, raz¨®n por la cual el Gobierno y la democracia de Estados Unidos no pueden proporcionar una respuesta r¨¢pida a los problemas. Y cuando los partidos est¨¢n tan polarizados, se llega a un punto muerto, a una situaci¨®n de obstruccionismo que alimenta el cinismo y desalienta a la gente, por eso creo que nos espera un camino bastante arduo. No podemos dar la democracia por sentada porque es, precisamente, la forma de gobierno m¨¢s dif¨ªcil, ya que requiere la atenci¨®n constante de todos los ciudadanos, la exigencia de responsabilidades a los l¨ªderes y el an¨¢lisis cr¨ªtico de lo que se dice, de lo que es verdad y de lo que es mentira. Y eso es m¨¢s dif¨ªcil ahora que antes.
Sobre el futuro: ¡°Las nuevas generaciones me hacen sentir optimista¡±
2. Alertas tempranas
Eso es, efectivamente, m¨¢s dif¨ªcil ahora que antes. La divisi¨®n en la sociedad estadounidense de la que habla Obama viene de antiguo, pero en los ¨²ltimos a?os, sin duda, se ha exacerbado hasta niveles inquietantes. Para cuando lleg¨® Trump, los focos estaban listos, la maquinaria, engrasada. Resulta interesante la forma en la que Obama describe el fen¨®meno de Sarah Palin, la compa?era de John McCain en las elecciones de 2008. Palin se convirti¨® en el hazmerre¨ªr de las ¨¦lites liberales de ambas costas por su ignorancia, su desparpajo en manejar esa ignorancia y su desprecio por una forma de hacer pol¨ªtica hasta entonces impensable. Obama intuy¨® ¨Cy temi¨®¨C otra cosa.
Sea porque lo percibi¨® con claridad en ese momento o porque, en retrospectiva, haya tenido una iluminaci¨®n, Obama escribe: ¡°A Palin no le importaba si el consejo editorial de The New York Times o los oyentes de la radio p¨²blica nacional cuestionaban sus capacidades. Ella ofrec¨ªa esas cr¨ªticas como prueba de su autenticidad, porque hab¨ªa comprendido (mucho antes que sus detractores) que los intermediadores estaban perdiendo relevancia; que se hab¨ªan abierto las compuertas de lo que se consideraba aceptable en un candidato para un cargo nacional; y que Fox News, la radio y el incipiente poder de las redes sociales le pod¨ªan proveer de todas las plataformas que necesitaba para llegar al p¨²blico al que se dirig¨ªa¡±. Est¨¢ describiendo, le digo al presidente, al heraldo de Trump, ocho a?os antes de su entrada en escena. Pero parece que nadie prest¨® atenci¨®n. ?Cu¨¢ndo percibi¨® usted este riesgo?, le pregunto. ?Y qu¨¦ cree que podr¨ªa haberse hecho de manera diferente?
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Suscr¨ªbete aqu¨ª¡ªEn EE UU siempre se ha librado una guerra de relatos entre los documentos fundacionales, que declaran que todos los hombres hemos sido creados iguales y que defienden el imperio de la ley y la libertad de expresi¨®n ¨Ctodos esos maravillosos principios¨C y la realidad de la esclavitud, la aniquilaci¨®n de las tribus nativas norteamericanas y la discriminaci¨®n de distintos grupos sociales. As¨ª, uno de los relatos aboga por defender esas ideas y por hacer a m¨¢s gente part¨ªcipe de ellas, por reducir la influencia de la raza, por sacar a m¨¢s gente de la pobreza y por dar m¨¢s oportunidades a los trabajadores y a la gente sin propiedades. Y luego est¨¢ el relato de los que se niegan a todo esto con el fin de preservar los privilegios y el estatus de ciertos grupos de estadounidenses. Ha habido momentos en nuestra historia, y creo que el hecho de que yo fuera elegido presidente es un ejemplo, en los que el relato de la inclusi¨®n ha prevalecido, y luego otros en los que ha habido un retroceso. Creo que Sarah Palin fue un s¨ªntoma temprano del resurgir de un contrarrelato que buscaba retroceder y cargarse todo lo que mi reelecci¨®n y la alianza de votantes que me hab¨ªan dado la victoria represent¨¢bamos. Tuve que enfrentarme al grado en que los medios de comunicaci¨®n estaban dispuestos a creer a Sarah Palin o al Partido Republicano; y al hecho de que las cr¨ªticas y su resistencia hacia mis pol¨ªticas estaban alimentadas por el deseo de volver a los tiempos en los que no hab¨ªa gente como yo en el Despacho Oval. Ya antes he comentado que ahora hay una multitud de medios de comunicaci¨®n que impiden que muchos votantes republicanos escuchen algo que pueda contradecir a Donald Trump. Para ellos, hay una realidad como la que supuestamente estamos viviendo ahora, en la que Trump a¨²n no ha perdido las elecciones porque ha habido fraude y se han emitido votos ilegales, y todo pese a la ausencia de pruebas. Como periodista, ver¨¢ que no se trata de un fen¨®meno exclusivamente estadounidense, sino que es global. Uno de los mayores retos de nuestras democracias pasa por volver a los tiempos en los que los hechos eran los mismos para todos. Es crucial que podamos debatir ideas y encontrar soluciones para los problemas. Deber¨ªamos poder estar de acuerdo en que el cambio clim¨¢tico es real y en la validez de las estad¨ªsticas econ¨®micas. Deber¨ªamos estar de acuerdo en que despu¨¦s de unas elecciones se acu?an los votos y en qui¨¦n ha ganado y qui¨¦n ha perdido. Todo esto ya se ve¨ªa venir con Sarah Palin, cogi¨® cierto impulso durante mi presidencia y durante los ¨²ltimos cuatro a?os ha empeorado a¨²n m¨¢s.
¡ªEn el libro abunda en esa reflexi¨®n. En un pasaje, afirma: ¡°No pude ver lo maleable que esa tecnolog¨ªa demostrar¨ªa ser y c¨®mo un d¨ªa las mismas herramientas que me condujeron a la Casa Blanca ser¨ªan utilizadas en contra de todo lo que hab¨ªa defendido¡±. ?Cu¨¢ndo se dio cuenta de esos riesgos? ?Hay algo que desear¨ªa haber dicho o hecho durante su mandato para evitar que las redes sociales acabaran desgarrando el tejido de las sociedades modernas como lo est¨¢n haciendo?
¡ªLa tecnolog¨ªa es un ejemplo de lo r¨¢pido que cambian las cosas. El iPhone no lleg¨® al mercado hasta 2007, hace poco m¨¢s de diez a?os. Al principio pensamos que [las redes sociales] solo iban a traer cosas buenas, pero luego empezamos a ver su lado oscuro. Durante la Primavera ?rabe, la gente se convocaba en la plaza de la Liberaci¨®n a trav¨¦s de Facebook y Twitter para protestar contra la represi¨®n del r¨¦gimen de Mubarak y pedir m¨¢s democracia, pero tan solo unos a?os despu¨¦s, el ISIS comenz¨® a usar la misma tecnolog¨ªa para reclutar terroristas. De repente, te das cuenta de que la herramienta que pueden usar los ni?os en una remota aldea de ?frica para acceder a bibliotecas de todo el mundo es la misma que se usa en Myanmar para promover la limpieza ¨¦tnica y la opresi¨®n contra los rohingyas. Debemos encontrar un equilibrio, aprovechar lo bueno que tienen las redes sociales y reducir sus efectos adversos. Hacerlo en democracias liberales es m¨¢s dif¨ªcil porque defendemos la libertad de expresi¨®n. Creo que la respuesta se encuentra en una combinaci¨®n de legislaci¨®n y pr¨¢cticas corporativas que ayuden a minimizar los da?os. Pero tambi¨¦n hay que tener en cuenta otras cosas. Una de las cosas que hemos aprendido con Trump es que muchos de los valores que mantienen unida a una sociedad no est¨¢n codificados, no est¨¢n sujetos a sanciones penales; se trata de expectativas, de valores que se van transmitiendo de una generaci¨®n a otra y de tradiciones que ahora debemos reconstruir y ense?ar a nuestros hijos. Michelle y yo hablamos mucho sobre c¨®mo crear un sistema educativo que promueva el pensamiento cr¨ªtico de los ni?os y que ense?e que existen las verdades objetivas, y que ciertos valores de la Ilustraci¨®n, como la l¨®gica, la raz¨®n, los hechos, la objetividad y la confirmaci¨®n de hip¨®tesis, contribuyen a formar la vida moderna. Creo que tanto usted como yo crecimos creyendo que estas ideas eran incuestionables. Pero, visto lo visto, vamos a tener que defenderlas todo el tiempo porque, de lo contrario, regresar¨¢n los viejos esp¨ªritus de las edades oscuras para imponerse de nuevo.
Sobre la tecnolog¨ªa: ¡°Hay que aprovechar lo bueno de las redes sociales¡±
3. La herencia
En su rese?a de Una tierra prometida para The New York Times, la prominente escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie acu?a una expresi¨®n cuyo origen est¨¢ en la tendencia de Obama ¨Cque ¨¦l mismo reconoce en su libro¨C a darle incontables vueltas a las cosas, ponderar lo ponderable, lo imponderable y acabar por no tomar una posici¨®n firme: ¡°Hacer un Obama¡±. Tanto en la escritura como en la presidencia. Para muchos progresistas, que Obama hiciera un Obama en cuestiones en las que deseaban y esperaban pronunciamientos rotundos como el racismo, las desigualdades, la inmigraci¨®n o la pol¨ªtica exterior o militar (el presidente mantuvo en el cargo a Robert Gates, el secretario de Defensa de George Bush), supuso una enorme decepci¨®n.
Usted se present¨® a la presidencia, le digo a Obama, con la idea de cambio. De un cambio sustancial. Pero una y otra vez, en su libro, justifica por qu¨¦ ese cambio no pod¨ªa ir m¨¢s all¨¢ de lo que usted propuso, acept¨® o legisl¨®, tanto en la reforma sanitaria como en otros asuntos. ?Sigue creyendo que lo intent¨® hasta el l¨ªmite?, le pregunto, ?que Estados Unidos no hubiera podido digerir m¨¢s cambio? ?Nunca reconsider¨® el asunto?
¡ªUno siempre reconsidera las cosas. Es normal que cuando terminas algo pienses que podr¨ªas haber hecho m¨¢s. Por ejemplo, gracias a la ley sanitaria que aprobamos, 23 millones de personas pudieron permitirse un seguro m¨¦dico del que antes carec¨ªan. A¨²n hay varios millones de personas que carecen de ¨¦l. Hubiera preferido llegar a todos, claramente, pero me vi limitado por el n¨²mero de votos de los que dispon¨ªa. Es lo que pasa en pol¨ªtica, al menos en una democracia: no importa cu¨¢les sean tus aspiraciones o lo valientes que sean tus propuestas, tarde o temprano tienes que enfrentarte con las matem¨¢ticas y con el n¨²mero de votos necesarios para aprobar una ley. Mientras escrib¨ªa el libro, me di cuenta de que mis propuestas eran todo lo audaces que yo quer¨ªa, y segu¨ª presionando hasta que lleg¨® un momento en el que deb¨ªa tomar una decisi¨®n: ?me conformo con la mitad de lo que quer¨ªa o con nada? A la hora de debatir las decisiones con mi equipo, la pregunta clave era: ?esto va a mejorar lo que ya tenemos? Si es as¨ª, adelante. Lo mejor no puede ser enemigo de lo bueno. Si tuviera que repetir, evitar¨ªa alguno de los errores que comet¨ª al transmitir mis mensajes, al describir mis objetivos y al vender nuestras ideas. Probablemente pulir¨ªa esos mensajes, ser¨ªa m¨¢s consciente de los peligros que acechaban y habr¨ªa tenido m¨¢s cuidado¡
¡ªNunca esper¨® la violenta reacci¨®n que vino despu¨¦s¡
¡ªSiempre cont¨¦ con que habr¨ªa una reacci¨®n fuerte a mi mandato. En el libro explico que nuestra llegada a la Casa Blanca no tuvo nada que ver con la de Franklin Delano Roosevelt tras el mandato de Herbert Hoover. La Gran Depresi¨®n llevaba tres a?os causando estragos y todo el mundo sab¨ªa qui¨¦n era el culpable. Nosotros tuvimos la mala suerte de que, nada m¨¢s entrar, las cosas se pusieron muy feas. La gente no ten¨ªa tan claro qui¨¦n era el culpable de que todo se hubiera ido al traste. Pero tambi¨¦n fuimos capaces de parar la hemorragia y evitar que se llegara a niveles de la Gran Depresi¨®n. Aun as¨ª, la gente se preguntaba con raz¨®n por qu¨¦ hab¨ªamos gastado todo este dinero en programas de est¨ªmulo o por qu¨¦ hab¨ªamos rescatado a los bancos. Y gracias a que las cosas no se pusieron tan mal, entendieron por qu¨¦ dimos algunos de los pasos que dimos. Por eso ten¨ªa claro que toda la alegr¨ªa que hab¨ªa provocado mi elecci¨®n no iba a durar siempre. No me esperaba que Trump saliera elegido. Pero s¨ª que, de ser elegido, lo ser¨ªa por un solo mandato. En eso s¨ª que acert¨¦.
¡°Siempre cont¨¦ con que habr¨ªa una reacci¨®n fuerte a mi mandato¡±
En ese esp¨ªritu de examinar y reexaminar todo, incluyendo sus motivos y sus impulsos, ocultos a veces tambi¨¦n para ¨¦l mismo, Obama describe en su libro una escena reveladora con su esposa, Michelle, quien se hab¨ªa estado resistiendo a la participaci¨®n cada vez m¨¢s intensa de su marido en pol¨ªtica. Para ella, la candidatura a la presidencia era una l¨ªnea roja. Ambos estaban en una habitaci¨®n con los colaboradores m¨¢s cercanos. Y ella le espet¨® a bocajarro: ¡°Mi pregunta es: ?y por qu¨¦ t¨², Barack? ?Por qu¨¦ necesitas t¨² ser el presidente?¡± ?l se perdi¨® en sus pensamientos. Ella insisti¨®: ¡°?Barack?¡±. Obama esboz¨® un par de l¨ªneas de defensa, lo pens¨® de nuevo y dijo: ¡°Hay una cosa de la que no tengo dudas. S¨¦ que el d¨ªa que levante la mano derecha y jure ser presidente de Estados Unidos, el mundo empezar¨¢ a mirar a este pa¨ªs de forma diferente. Y s¨¦ que todos los ni?os de Am¨¦rica (ni?os negros, hispanos, ni?os que no encajan) se ver¨¢n a s¨ª mismos tambi¨¦n de una forma diferente, se expandir¨¢n sus horizontes, se ampliar¨¢n sus posibilidades. S¨®lo por eso¡ merece la pena¡±.
La sala se qued¨® en silencio. Michelle se qued¨® mirando un rato que a ¨¦l le pareci¨® eterno. Y finalmente dijo: ¡°Esa respuesta no ha estado nada mal¡±. Obama pudo ver c¨®mo los miembros del equipo ¡°conjuraban en su interior la toma de juramento del primer presidente afroamericano de Estados Unidos¡±.
¡ª?Se cumpli¨® ese objetivo?
¡ªNunca pens¨¦ que s¨®lo por haber sido elegido presidente iba a eliminar la discriminaci¨®n en Estados Unidos, y que los ni?os afroamericanos y los latinos ya no tendr¨ªan que superar m¨¢s obst¨¢culos que los blancos para alcanzar el ¨¦xito. Pero lo que s¨ª cre¨ªa es que ver a alguien como yo ejerciendo el trabajo m¨¢s importante del pa¨ªs, el l¨ªder del mundo libre, enviar¨ªa un mensaje sutil, o no tan sutil, a los ni?os sobre a qu¨¦ pod¨ªan aspirar en su vida. Y tambi¨¦n creo que mi presidencia fue muy exitosa para mucha gente porque cambi¨® c¨®mo los ni?os afroamericanos y los latinos, pero tambi¨¦n los blancos, y las ni?as, y cualquiera que sintiera que no encajaba, se percib¨ªan a s¨ª mismos.
Aunque sale s¨®lo de refil¨®n en el libro, el domingo en Washington Obama explic¨® la siguiente historia al detalle. Trata de un ni?o que visit¨® el Despacho Oval con sus padres, quienes trabajaban para el presidente. Cuando lleg¨® el momento de la foto, el ni?o dijo que ten¨ªa una pregunta. ?Qu¨¦ pregunta?, se interes¨® el presidente. Y el ni?o, afroamericano, de unos cuatro o cinco a?os, le pregunt¨®, se?alando los cabellos ensortijados del presidente, si su pelo era como el de ¨¦l.
¡ªY le respond¨ª: ¡°Claro, ?por qu¨¦ no lo compruebas t¨² mismo?¡± Me agach¨¦, me toc¨® la cabeza y Pete Souza, nuestro fot¨®grafo, sac¨® una foto, una de mis favoritas de todas cuantas se tomaron en el Despacho Oval. Porque ese ni?o pens¨®: vale, este hombre tan importante es como yo. An¨¦cdotas como esta tienen un impacto positivo en la vida de ni?os como ¨¦l. Y en la vida del pa¨ªs.
Los ocho a?os de Obama en la Casa Blanca
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V¨ªdeo de la entrevista ¨ªntegra
Washington DC, 15 de noviembre de 2020
El momento no pod¨ªa ser m¨¢s interesante para entrevistar a Barack Obama, expresidente de Estados Unidos, premio Nobel de la paz 2009, jefe de quien ser¨¢ el pr¨®ximo presidente y una de las figuras pol¨ªticas m¨¢s importantes en lo que llevamos de siglo. El encuentro tuvo lugar el domingo 15 de noviembre en el Fairmont Hotel de Washington DC, con las medidas de seguridad requeridas en la situaci¨®n actual. All¨ª acudi¨® el director de EL PA?S, Javier Moreno, y un equipo de v¨ªdeo que viaj¨® desde Madrid y M¨¦xico para poder ofrecer las im¨¢genes completas de la ¨²nica entrevista que Obama ha concedido a un peri¨®dico en espa?ol desde la victoria de Joe Biden el pasado 4 de noviembre.
[Read this interview in English]
'Una tierra prometida' ('A Promised Land')
En el primer volumen de sus esperadas memorias presidenciales, publicado este martes, Barack Obama narra su evoluci¨®n personal hasta convertirse en l¨ªder del mundo occidental, describiendo con detalle tanto su formaci¨®n pol¨ªtica como los momentos cumbre del primer periodo de su hist¨®rica presidencia, una ¨¦poca de una gran conmoci¨®n y de profunda transformaci¨®n.
Editorial Debate. 928 p¨¢ginas
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