Placeres de verano | Gente encerrada en una puesta de sol
Me gusta la luz del est¨ªo, la luz de las noches que nunca empiezan o empiezan tan pronto que a¨²n es de d¨ªa
Cuando ten¨ªamos 14 a?os y est¨¢bamos en la playa a las 10 de la noche, y era a¨²n de d¨ªa, y empezaba la hora terror¨ªfica del beso, verdad o atrevimiento, se acerc¨® un d¨ªa un hombre del verano, uno de esos hombres bronceados y maduros cargados con una silla y una sonrisa, se?or de pelo pobre, y nos dijo amablemente: ¡°Hay que darles gracias a los nazis¡±.
Nos quedamos petrificados no porque tuvi¨¦semos clar¨ªsimo qui¨¦nes eran los nazis, m¨¢s o menos sab¨ªamos de qu¨¦ iban, sino porque nada hab¨ªa en ...
Cuando ten¨ªamos 14 a?os y est¨¢bamos en la playa a las 10 de la noche, y era a¨²n de d¨ªa, y empezaba la hora terror¨ªfica del beso, verdad o atrevimiento, se acerc¨® un d¨ªa un hombre del verano, uno de esos hombres bronceados y maduros cargados con una silla y una sonrisa, se?or de pelo pobre, y nos dijo amablemente: ¡°Hay que darles gracias a los nazis¡±.
Nos quedamos petrificados no porque tuvi¨¦semos clar¨ªsimo qui¨¦nes eran los nazis, m¨¢s o menos sab¨ªamos de qu¨¦ iban, sino porque nada hab¨ªa en aquella postal magn¨ªfica de finales de junio que a nuestro parecer evocase al nacionalsocialismo. Interrogamos con la mirada al hombre del verano, como ¨¦l pretend¨ªa. Y nos dijo, con las t¨ªpicas maneras de imb¨¦cil que cree que la vida es un concurso de la tele, que si disfrut¨¢bamos de este huso horario que en Galicia era m¨¢s acentuado, un huso horario que permit¨ªa d¨ªas tan largos y noches tan cortas, era gracias a Hitler. Insistimos, entonces. Y nos solt¨® su lecci¨®n (casi todos estos se?ores que se acercan a muchachos adolescentes tienen un motivo avieso que a veces es peor que el sexual: vienen a d¨¢rselas de listos): resulta que Franco hab¨ªa cambiado la hora en su momento para contentar a Hitler y, cuando acab¨® la II Guerra Mundial, media Europa volvi¨® a Greenwich menos la dictadura, que volvi¨® a la suyo. As¨ª que all¨ª est¨¢bamos nosotros en traje de ba?o en medio de una clase de Sociales, flipando con el se?or y flipando con Hitler, sin saber qu¨¦ decir. Supongo que le dimos las gracias, claro. Luego alguien de la pandilla, creo que Coto, sugiri¨® que quiz¨¢ el hombre era nazi, o simpatizaba con ellos, ya que no solo parec¨ªa estar agradecido por las noches blancas, sino que nos animaba a agradecer al F¨¹rher el regalo. Se mont¨® un peque?o debate en el grupo sobre si era peor ser un nazi o un enterado.
Aquello no enturbi¨® mi placer de verano: los atardeceres hasta las 11 de la noche, la luz que se acaba por extinguir del todo cerca de la medianoche. Son tardes de cuento, noches que se resisten a empezar. En alg¨²n momento los espa?oles nos preguntamos qu¨¦ hacer para cenar de d¨ªa, como gente civilizada, y se nos ocurri¨® mover el d¨ªa.
Pero m¨¢s all¨¢ de la cena, sin duda el placer m¨¢s divertido e intenso es el de la playa. La playa es todo un ecosistema en el que merece la pena detenerse. Los ¨ªdolos, los playeros veteranos a los que se les nota el callo y el carisma, son los que ven la etapa del Tour, echan luego la siesta (nunca durante la etapa, eso ya pas¨® de moda) y, finalmente, entre las siete y las siete y media de la tarde, bajan al mar con toda la pachorra. ¡°La noche es nuestra¡±, dicen. Y lo es mientras est¨¢n en la playa aprovechando los mejores rayos de sol, que son los rayos de sol que tardan en despedirse; los rayos en bajada, esos que matizan y suavizan el moreno, no como los rayos que convirtieron en berenjena al filonazi de los husos horarios.
Tengo tres sue?os recurrentes, dos de ellos a causa de un trauma. El primero es que estoy en un examen para el que no he estudiado y el segundo es que estoy en un partido de tenis, pero se me olvid¨® correr, o pegarle a la bola, o simplemente no s¨¦ qu¨¦ hago en la pista. En mi particular psicoan¨¢lisis, los dos sue?os se deben a que yo dej¨¦ de estudiar y de jugar al tenis, despu¨¦s de muchas horas haciendo lo uno y lo otro, de un d¨ªa para otro; de forma abrupta y para siempre (los estudios en sexto de EGB y el tenis a los tres d¨ªas de tener mi primera raqueta ¡ª?se imaginan?¡ª).
Pero el tercer sue?o es el que me preocupa: sue?o que es de d¨ªa, estoy por la calle, miro el reloj y veo que son las dos o las tres de la ma?ana; lo sue?o mucho, constantemente, y no he tenido un reloj en mi vida. Ah¨ª no hay un trauma, sino un placer y muy grande: el momento del d¨ªa en que dices ¡°hoy ya no se acaba nunca¡± y todo, desde las calles hasta la gente, tiene el color de las cosas que por un instante van a durar para siempre. Me gusta la luz del verano, la luz de las noches que nunca empiezan o empiezan tan pronto que a¨²n es de d¨ªa. Y me gusta la gente que a esa hora parece gente atrapada en un ocaso, la puesta infinita del sol, el momento en que el mar tarda tanto en digerir al sol que parece que lo puede vomitar en cualquier momento, y vuelva a empezar el d¨ªa otra vez, atajando.