Lo bueno, lo malo y el sol
Hace an?os entendi? que dejar que el sol roce los libros y los muebles era darles vida
Conviene no olvidarlo: lo bueno y lo malo se redefinen constantemente a lo largo de una vida. Pensemos en el sol. Los pediatras recomiendan proteccio?n ma?xima. Pero advierten de lo contrario: desde que las pantallas han sustituido a las pelotas el de?ficit de vitamina D se ha extendido entre los nin?os. El inclasificable Jean Cocteau admitio? que no podi?a estar sin e?l. Puede que porque vivi?a en Pari?s. ¡°Solo tengo como amigos a mujeres riqui?simas y a chicos muertos de hambre¡±, se lamentaba. Segu?n Truman Capote, el poeta, dramaturgo y cineasta era ce?lebre por su habilidad para no pagar l...
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Conviene no olvidarlo: lo bueno y lo malo se redefinen constantemente a lo largo de una vida. Pensemos en el sol. Los pediatras recomiendan proteccio?n ma?xima. Pero advierten de lo contrario: desde que las pantallas han sustituido a las pelotas el de?ficit de vitamina D se ha extendido entre los nin?os. El inclasificable Jean Cocteau admitio? que no podi?a estar sin e?l. Puede que porque vivi?a en Pari?s. ¡°Solo tengo como amigos a mujeres riqui?simas y a chicos muertos de hambre¡±, se lamentaba. Segu?n Truman Capote, el poeta, dramaturgo y cineasta era ce?lebre por su habilidad para no pagar la cuenta en los restaurantes: ¡°Estaba convencido de que ya habi?a pagado su parte con su brillante conversacio?n¡±. Coco Chanel habi?a contribuido a malcriarlo. En su impagable La novela de la Costa Azul (Perife?rica) Giuseppe Scaraffia escribe que, al ejercer con la modista de ¡°gigolo? sin sexo¡±, Chanel le pagaba ¡°tanto las drogas como las cli?nicas en las que perio?dicamente ingresaba para desintoxicarse¡±. Lo dicho: bueno y malo se redefinen.
Jean Cocteau crecio? en casa de su abuelo, sobreprotegido por su madre desde que, con 10 an?os, su padre se disparara una bala en la cabeza. Paso? de mal estudiante a nin?o-poeta, es decir a nin?o-prodigio. Y esa infancia le ensen?o? dos cosas: era necesario huir de lo fa?cil; habi?a que hacerlo buscando el sol. El calor lo encontro? a veces en el ve?rtigo de la vanguardia (trabajando con Picasso, Satie, Diaguilev o Stravinsky). Durante pocos an?os, en la mente y el cuerpo de su amado Raymond Radiguet, que murio? a los 20 de fiebre tifoidea: ¡°Su muerte fue como una operacio?n de corazo?n sin anestesia¡±, escribio?. Otras veces en la cura ¨Cdesintoxica?ndose escribio? Los nin?os terribles¨C e incluso, en ocasiones, en el catolicismo: dedico? sus u?ltimos di?as a pintar iglesias. Con todo, donde siempre encontro? consuelo Cocteau fue en el sol. Estaba convencido de que le dari?a la energi?a necesaria para trabajar. Nos ha hecho falta algo muy grande para pararnos a valorar las pequen?as cosas. Y no es que el sol sea pequen?o, claro, es que rara vez nos paramos a reconocer su papel sustancial en nuestra vida cotidiana. En la peli?cula de Vittorio de Sica Milagro en Mila?n esta? explicado gra?ficamente: aparece el sol, se detiene el mundo y llega el buen humor. Este oton?o, como Cocteau y como esos milaneses, necesitamos ma?s sol para entender nuestro papel anecdo?tico en brazos de la naturaleza.
Nuestra normalidad ha quedado redefinida. El tedio de ver pasar la vida desde la ventana ha sustituido a la posibilidad de toparnos con lo inesperado. Una de las consecuencias de esta pandemia es que ahora lo inesperado es el miedo. Solo el miedo. La covid-19 es tan dura con los mayores como con los jo?venes. A los primeros los sepulta bajo el temor y a los segundos no les permite sentir que tienen la eternidad por delante. Ese sentimiento ya no volvera?. ¡°Vivir en el Sur significa que, al amanecer, la casa respira abierta... y que cuando el sol luce en su plenitud, la casa se cierra como una flor ofendida, calla, pierde la conciencia para despertarse cuando ese sol la deja en paz¡±. Colette pasaba en Saint-Tropez el mayor tiempo posible cuando alli? habi?a ma?s tabernas que restaurantes de lujo. La escritora, que desayunaba siempre higos, estaba convencida de que un jardi?n debi?a servir para comer. Hoy los jardines urbanos ¨Cuna conquista ciudadana que paso? de pertenecer a unos pocos a compartirse entre todos¨C nos devuelven la ilusio?n de la libertad cuando sentimos el sol en nuestra piel.
¡°Pasados los 40 es necesario estar el mayor tiempo posible bajo el sol. No hay una medicina que sirva para tanto. Ya estari?a muerto si no hubiera entendido la sabiduri?a de las golondrinas, que cambian de lugar segu?n la estacio?n¡±. Ahora es Me?rime?e quien habla. Aunque a Virginia Woolf nunca le gusto? la Costa Azul ¨Cal sol teni?a calor y a la sombra fri?o¨C, Cocteau si? describio? su amor por los veranos de playas con algas y alpargatas: ¡°Me gustan esos lugares mediocres que no atormentan a quien los disfruta¡±. Hace an?os entendi? que dejar que el sol roce los libros y los muebles era darles vida. Es bonito que nos acompan?en y envejezcan con nosotros. Disfrutemos del sol, deje?moslo entrar por la ventana.