150 despidos en un segundo: as¨ª funcionan los algoritmos que deciden a qui¨¦n echar del trabajo
Una empresa de ¡®software¡¯ prescindi¨® el pasado agosto de cientos de empleados siguiendo ¨²nicamente el dictamen de una inteligencia artificial, un caso que podr¨ªa convertirse en lo habitual
A usted le despedir¨¢ un algoritmo. Suena a ominosa profeci?a pero al grueso de los trabajadores por cuenta ajena de este ajetreado primer tercio del siglo XXI le espera ese destino: ser contratados y despedidos por ma?quinas, sin apenas intermediacio?n humana. Es posible que muchos de ellos pasen por este ciclo de destruccio?n creativa en varias ocasiones a lo largo de unas trayectorias laborales que se preve?n convulsas. Es el fin del trabajo...
A usted le despedir¨¢ un algoritmo. Suena a ominosa profeci?a pero al grueso de los trabajadores por cuenta ajena de este ajetreado primer tercio del siglo XXI le espera ese destino: ser contratados y despedidos por ma?quinas, sin apenas intermediacio?n humana. Es posible que muchos de ellos pasen por este ciclo de destruccio?n creativa en varias ocasiones a lo largo de unas trayectorias laborales que se preve?n convulsas. Es el fin del trabajo para toda la vida que era habitual hasta finales del siglo XX.
El pasado agosto, Xsolla, la filial rusa de una empresa de software y servicios interactivos con sede en Los A?ngeles, ejecuto? una vanguardista reestructuracio?n de su plantilla que ha captado el intere?s de medios de comunicacio?n de todo el mundo. Sin previo aviso, decidio? prescindir de 150 de los 450 empleados de sus oficinas de Perm y Moscu? siguiendo u?nicamente el dictamen de un algoritmo de rendimiento laboral que los consideraba ¡°improductivos¡± y ¡°poco comprometidos¡± con los objetivos de la empresa.
Ni el impacto de la pandemia ni las tan socorridas ¡°razones estructurales¡±. Esta vez, la causa esgrimida para justificar despidos masivos ha sido el fri?o dictamen de un programa de inteligencia artificial alimentado con big data. Tan dra?stica y poco frecuente resulto? la medida que el director general y fundador de la compan?i?a, Alexander Agapitov, se apresuro? a declarar a Forbes Rusia que no estaba del todo de acuerdo con el veredicto de la ma?quina, pero se vei?a obligado a acatarlo debido a los protocolos internos consensuados con su junta de accionistas. Incluso se ofrecio? a ayudar a los trabajadores despedidos a encontrar nuevos trabajos lo antes posible porque, en su opinio?n, la mayori?a de ellos son ¡°buenos profesionales¡±.
El de Xsolla es uno de tantos ejemplos de empresa moderna y de vocacio?n disruptiva que esta? incorporando la inteligencia artificial a su proceso de toma de decisiones. Lo que resulta relativamente novedoso es que las funciones que ha asumido la ma?quina en esta ocasio?n son nada menos que las de la direccio?n general de operaciones y las divisiones de recursos humanos y gestio?n del talento.
Que las ma?quinas acabari?an sustituyendo a los trabajadores humanos es algo que ya sabi?an los luditas brita?nicos del siglo XIX y que Charles Chaplin nos mostro? de manera muy elocuente en Tiempos modernos, peli?cula de 1936. Lo que no espera?bamos es que las ma?quinas se convirtiesen en nuestros jefes.
Existe al menos un precedente muy llamativo. En 2019, Amazon, la madre de todas las empresas disruptivas de nuevo cun?o, ya llamo? la atencio?n de la revista Bloomberg por su tendencia a despedir a su personal basa?ndose en criterios informa?ticos. En aquella ocasio?n, uno de los damnificados, Stephen Normandin, fue entrevistado por la cabecera y se convirtio? en si?mbolo de esta manera de proceder en apariencia ge?lida y deshumanizada.
Normandin, veterano del eje?rcito estadounidense de 63 an?os residente en Phoenix, Estado de Arizona, llevaba varios meses ejerciendo de repartidor en plantilla para la compan?i?a de Jeff Bezos cuando recibio? un correo electro?nico en el que se le informaba, sin ma?s, de la extincio?n de su contrato. El algoritmo de rastreo de su actividad cotidiana le habi?a considerado no apto. Una ma?quina acababa de despedirle.
Normandin, que en la revista se defini?a a si? mismo como ¡°un tipo de la vieja escuela¡±, con una e?tica laboral ¡°a prueba de bombas¡±, se lo tomo? como una afrenta personal. En su opinio?n, se trataba de un despido ¡°desconsiderado y abusivo¡±, adema?s de inmerecido. Nadie se dirigio? a e?l para explicarle cua?les eran los criterios que habi?an llevado a la inteligencia artificial a cuestionar su compromiso y su nivel de competencia: ¡°He hecho turnos de 12 horas diarias en un comedor comunitario para refugiados vietnamitas en Arkansas¡±, explicaba. ¡°He demostrado en mu?ltiples ocasiones que soy una persona disciplinada y responsable, no me merezco que se prescinda de mi? sin escucharme, atender a mis circunstancias o darme explicaciones¡±. En su opinio?n, el algoritmo le despidio? por su edad, sin tener en cuenta factores como sus ganas de trabajar y su o?ptimo estado de salud fi?sica y mental, pero sus intentos de demostrarlo acudiendo a un tribunal de arbitraje resultaron infructuosos.
Spencer Soper, que escribio? aquel arti?culo, opina que la de Normandin contra la ma?quina es ¡°una guerra perdida¡±, fruto de un ¡°siniestro equi?voco¡±: ¡°Hombres como e?l siguen apelando a la cultura del esfuerzo y la dignidad del trabajo, mientras compan?i?as como Amazon basan su modelo en una creciente automatizacio?n de los procesos productivos y las rutinas laborales que excluye casi por completo el factor humano¡±.
En una entrevista para la CNBC, Jeff Bezos afirmaba que las u?nicas decisiones empresariales que es imprescindible dejar en manos de seres humanos son ¡°las estrate?gicas¡±. El resto, las decisiones ¡°cotidianas¡±, por trascendentes que resulten, es preferible que las tomen algoritmos de inteligencia artificial, porque actu?an ¡°teniendo en cuenta toda la informacio?n relevante y sin interferencias emocionales¡±. Para el presidente ejecutivo de Amazon, ¡°la inteligencia artificial optimiza los procesos y, a medio y largo plazo, creara? muchos ma?s puestos de trabajo de los que destruya¡±. Casos concretos ma?s o menos lamentables desde un punto de vista humano, como el de Stephen Normandin, no son ma?s que dan?os colaterales de una revolucio?n que avanza imparable.
Para Fabia?n Nevado, experto en derecho laboral y asesor del Sindicat de Periodistes de Catalunya (SPC), ¡°resulta impresentable desde un punto de vista moral que te despida un algoritmo aplicando criterios generales que no atiendan a tus circunstancias personales y, sobre todo, que ningu?n ser humano se tome la molestia de comunica?rtelo en persona con un mi?nimo de respeto y empati?a¡±.
Pese a todo, Nevado no cree que se trate del tipo de acontecimientos que solo pueden producirse en mercados laborales poco regulados, como los de Rusia o Estados Unidos. ¡°Al contrario, en Espan?a, en contra de lo que la gente cree, el despido es libre. Lo que ocurre es que hay que argumentar cua?les son las razones de ese despido y, en caso de que no haya acuerdo, un juez acaba decidiendo si resultan convincentes o no¡±. Pero resulta perfectamente legal que las empresas hagan uso de la inteligencia artificial para monitorizar el rendimiento de sus trabajadores siempre que lo hagan dentro del marco de la Ley Orga?nica de Datos de Cara?cter Personal: ¡°En cualquier caso¡±, explica Nevado, ¡°quien despide va a ser siempre un empleador, un ser humano o un grupo de ellos. Pero la ma?quina podri?a ser la herramienta utilizada para justificar un despido. De hecho, ya esta? ocurriendo en muchos casos¡±.
En u?ltima instancia, decidira? un juez, como ocurre en el fu?tbol profesional con la mayori?a de recomendaciones del videoarbitraje (VAR), esa pole?mica herramienta que iba a revolucionar para siempre la justicia deportiva. Lo que resulta a todas luces inaceptable, segu?n el experto, ¡°es que ni los jefes de a?rea ni los departamentos de recursos humanos asuman la responsabilidad de ese despido, que se escuden en algoritmos y dema?s innovaciones tecnolo?gicas para escurrir el bulto y deshumanizar au?n ma?s las relaciones laborales¡±. Si sigue la tendencia, Nevado augura a los departamentos de recursos humanos ¡°un futuro muy negro¡±.
Tan negro que desaparecera?n a medio plazo si cristaliza la idea de que la gestio?n del talento (contrataciones, despidos, subidas de sueldo, expedientes disciplinarios, incentivos...) puede dejarse completamente en manos de ma?quinas. ¡°Y no solo ese departamento¡±, an?ade. ¡°Tambie?n muchos jefes de a?rea peligrara?n, sobre todo aquellos cuyo sueldo depende de su capacidad para fiscalizar a los trabajadores que esta?n a su cargo¡±. En un mundo de empresarios innovadores, tecnologi?a de gestio?n puntera y fuerza laboral intercambiable, sobran los capataces.
Frank Pasquale, profesor de la Brooklyn Law School de Nueva York, aborda estas cuestiones en su libro New Laws of Robotic (nuevas leyes de la rob¨®tica). En opinio?n de este intelectual que se define como ¡°un humanista con competencias tecnolo?gicas¡±, la inteligencia artificial no debe suplantar nunca a la experiencia y la capacidad de raciocinio humanas en ¡°a?mbitos que tengan claras implicaciones e?ticas¡±. Es decir, una ma?quina nunca puede decidir a quie?n se dispara, a quie?n se atropella ni a quie?n se despide, porque lo hara? atendiendo exclusivamente a criterios de eficiencia. Decisiones asi? no pueden automatizarse. No se pueden disociar de un proceso de ¡°reflexio?n responsable¡±, una herramienta exclusivamente humana. Para el profesor Pasquale, el ¡°jefe digital¡± siempre sera? un tirano, porque deshumaniza a las personas al tratarlas como si no lo fueran, ¡°al convertirlas en meras herramientas y negarles su condicio?n de criaturas racionales y libres¡±.
El dique de contencio?n contra los algoritmos que despiden a personas tiene que ser, segu?n reclama la Unio?n General de Trabajadores (UGT) en su documento de trabajo Las relaciones algori?tmicas en las relaciones laborales, una regulacio?n clara que obligue, en primer lugar, a dar a conocer cua?les son los criterios que maneja la inteligencia artificial utilizada. Lo dice el responsable de digitalizacio?n del sindicato, Jose? Varela: ¡°Hay que aplicar el principio de precaucio?n¡±. Porque los algoritmos, como cualquier producto de la inteligencia humana, se equivocan. Y, adema?s, no se preocupan de si sus decisiones tienen un impacto negativo sobre ¡°la seguridad de las personas o sus derechos fundamentales¡±. Es decir, que si a usted va a despedirle un algoritmo exija?mosle que nos demuestre, en primer lugar, que sabe lo que hace.
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