El lunes ya no es lo peor: ?qu¨¦ ha pasado para que el domingo nos resulte el d¨ªa m¨¢s triste de la semana?
Los especialistas apuntan a la ansiedad, el estr¨¦s y a la costumbre de vivir con la vista puesta en el futuro al hecho de que la tristeza de domingo sea centro de las fobias que, a modo de terapia, compartimos en las redes
El odio a los lunes est¨¢ m¨¢s que asentado en la cultura occidental. El gato Garfield, entra?able mis¨¢ntropo creado por Jim Davis, lo argumentaba con elocuencia: es un odio atroz que vuelve semana tras semana y solo se supera con ¡°caf¨¦, comida y muchas horas de sue?o¡±. Se le han dedicado novelas como la m¨¢s bien discreta Odio los lunes, de Vicente Trigo Aranda, canciones como la enso?aci¨®n homicida de Bob Geldof...
El odio a los lunes est¨¢ m¨¢s que asentado en la cultura occidental. El gato Garfield, entra?able mis¨¢ntropo creado por Jim Davis, lo argumentaba con elocuencia: es un odio atroz que vuelve semana tras semana y solo se supera con ¡°caf¨¦, comida y muchas horas de sue?o¡±. Se le han dedicado novelas como la m¨¢s bien discreta Odio los lunes, de Vicente Trigo Aranda, canciones como la enso?aci¨®n homicida de Bob Geldof I Don¡¯t Like Mondays. Universidades como la de Flinders, Australia, o consultoras tan sesudas como Gallup han intentado atribuirle una base racional relacionada con factores como la discontinuidad en los niveles de sue?o o las estrategias que nuestro cerebro adopta para tolerar el estr¨¦s.
M¨¢s a¨²n, tambi¨¦n Robert Smith odiaba el primer d¨ªa de la semana con toda su alma g¨®tica y los Easybeats ya nos advirtieron que en la ¡°horr¨ªsona¡± ma?ana del lunes todo resulta molesto. Una campa?a publicitaria de Sky Travel nos convenci¨®, ya en 2005, de que un lunes, el tercero de enero, es el d¨ªa m¨¢s deprimente del a?o. Y el American Journal of Preventive Medicine fue un paso m¨¢s all¨¢ al establecer que el odioso lunes es el d¨ªa en que m¨¢s probable resulta sufrir un accidente cardiovascular.
Pese a todo, a estas alturas de la pel¨ªcula, el odio al lunes se ha convertido ya en una pasi¨®n peque?oburguesa y perfectamente trivial, un sentimiento de desaz¨®n pasajera al que estamos m¨¢s que acostumbrados y que se diluye en cuanto te duchas y asumes de nuevo, como dir¨ªa, Immanuel Kant, el imperativo de lo real. En los ¨²ltimos a?os, la diana del odio (al menos para aquella supuesta ¨¦lite de los que tienen trabajo estable y pueden permitirse el lujo de interrumpirlo durante el fin de semana) se ha seguido desplazando hacia el domingo.
Lo que m¨¢s se odia ahora mismo en las redes
Echen un vistazo, si no, a un par de hilos gemelos en Reddit. El titulado Mondays Are the Worst (¡±Los lunes son lo peor¡±) es un despliegue de animadversiones rutinarias, expresadas sin la menor convicci¨®n por el mismo tipo de gente que se tomar¨ªa la molestia de constatar con desgana que el agua moja o que el Real Madrid tiene el mejor palmar¨¦s de la historia del f¨²tbol. En cambio, I Hate Sundays and I Think They¡¯re Depressing (¡±Odio los domingos y creo que son deprimentes¡±) es una obra maestra del odio refinado, elevado a la categor¨ªa de arte. Y qu¨¦ decir de sus sucesores, Sundays Are Worse than Mondays (marcado a¨²n como opini¨®n impopular por los usuarios de la comunidad, tal vez el mundo de 2019 no estaba preparado para acabar de asumir una verdad tan inc¨®moda), I Hate Sundays, Does Anyone Hate Sundays y I Seriously Hate Sundays.
Lean tambi¨¦n la docta opini¨®n de un tal Leslie Hancock, ciudadano estadounidense de una cierta edad, en Quora: ¡°Odio los domingos desde que entr¨¦ en la madurez¡±. A rengl¨®n seguido, rastrea los or¨ªgenes de ese odio en una infancia en la que los compromisos religiosos y la sombra ominosa del lunes, el d¨ªa en que se iba a consumar la ¡°embrutecedora¡± rutina de volver al colegio, conspiraban para te?ir de pesadumbre el ocio dominical. De poco sirve que psic¨®logos como el doctor Joseph Suglia, que se presenta, tambi¨¦n en Quora, como autor de novelas, pretenda que el domingo ¡°no es m¨¢s que un d¨ªa cualquiera¡± y que puede disfrutarse como cualquier otro ¡°si te mantienes ocupado¡± y no dejas que ¡°el capitalismo y las religiones¡± se apoderen de la jornada atribuy¨¦ndole un sentido y un prop¨®sito que no tiene por qu¨¦ tener. Pero el racionalismo pedestre de Suglia no hace mella en sus interlocutores. Todos detestan el domingo. Algunos, con mucho mayor fervor e intensidad que el lunes.
El domingo es el d¨ªa de la marmota
Rachel Cooke, columnista de The Guardian, ha perpetrado uno de los intentos m¨¢s felices de acotar y cartografiar ese odio. Para Cooke, ¡°no es en absoluto casual que tanto el arranque como el colof¨®n de la cl¨¢sica obra de teatro de John Osborne Look Back in Anger [Mirando hacia atr¨¢s con ira] se desarrollen en domingo¡±. Para cualquiera que pretendiese ¡°estrujarle el pescuezo al tedio, la mezquindad, la estrechez de miras y los deprimentes h¨¢bitos cotidianos de la Inglaterra de 1956, no hab¨ªa mejor momento de la semana por el que empezar y acabar¡±.
El protagonista, otro mis¨¢ntropo de manual, aunque mucho menos entra?able que Garfield, verbaliza su desd¨¦n con virulencia g¨¦lida en uno de los momentos m¨¢s recordados de la obra: ¡°Dios, c¨®mo odio los domingos. Son tan deprimentes. Siempre lo mismo. Nunca somos capaces de ir ni un triste paso m¨¢s all¨¢. Siempre el mismo ritual. Leer el diario, tomar el t¨¦, planchar la ropa. Pasan unas pocas horas y adi¨®s a otra semana. Nuestra juventud se escurre por el desag¨¹e. ?Es eso lo que quieres?¡±.
El Osborne de la d¨¦cada de 1950 pon¨ªa el dedo en la verdadera llaga en la conclusi¨®n de esta deprimente escena. Los tres personajes encerrados en una habitaci¨®n en pleno trance de tedio dominical se planteaban hacer algo distinto, ir al cine, por ejemplo, pero acababan por descartarlo ante la evidente desidia del autor del mon¨®logo anterior, que, despu¨¦s de todo, prefer¨ªa quedarse en casa a apurar las heces del d¨ªa maldito hasta el final.
Qu¨¦ mejor definici¨®n de ese s¨ªndrome del domingo, de esa ventana abierta a la melancol¨ªa. Un d¨ªa en que el ocio degenera en tedio y suscita reflexiones nihilistas, en el que en apariencia no hay nada que hacer, pero lo que en verdad ocurre es que flaquean el ¨¢nimo y la voluntad de hacer cualquier cosa. Cooke se abona a una tesis revolucionaria: ese Sundays blues, la depresi¨®n dominguera, tal vez tuviese todo el sentido en aquella Inglaterra (y, por extensi¨®n, en el conjunto de la Europa Occidental cristiana de hace tres cuartos de siglo) en que los domingos supon¨ªan ¡°pubs y tiendas cerrados, iglesias abiertas y calles vac¨ªas¡±, generando un ambiente premortuorio que invitaba ¡°a angustiarse por la irresistible futilidad de la vida¡±.
Pero en el mundo de hoy en d¨ªa, los domingos ya no suponen un corte radical con el resto de la semana. Ya no vivimos atrapados en esa l¨®gica de cinco d¨ªas de trabajo, uno de consumo voraz y ocio desaforado e insalubre y otro de descanso, resaca, beater¨ªa y aburrimiento. Tenemos alternativas. Podemos convertir el domingo en otro s¨¢bado. O en un saludable, industrioso y sensato mi¨¦rcoles.
Recetas para sobrellevar la tristeza dominical
Contra el voluntarismo de Cooke, hay quien opone estad¨ªsticas tan abrumadoras como que el 76% de los estadounidenses y canadienses (un dato, por supuesto, que no se puede extrapolar sin m¨¢s a Espa?a) sufren con cierta frecuencia esos accesos de tristeza inexplicables que conocemos como s¨ªndrome del domingo. Es m¨¢s, cient¨ªficos alemanes y suecos apuntan a que el domingo, no el denostado lunes, es el d¨ªa m¨¢s triste de la semana y el viernes, no el sobrevalorado s¨¢bado, el m¨¢s feliz. Eso, en opini¨®n de la psic¨®loga australiana Marny Lishman, podr¨ªa deberse a que, como criaturas conscientes de nuestra mortalidad y de la fugacidad del tiempo, ¡°vivimos menos en el presente que proyectados hacia un futuro inmediato¡±.
Del viernes, aunque sea un d¨ªa laborable para la mayor¨ªa de los trabajadores asalariados, disfrutamos muy especialmente ¡°la inminencia de la libertad¡± y del ocio. Una expectativa. Y del domingo nos mortifica ¡°la cercan¨ªa del lunes, de la vuelta a la rutina y las obligaciones ingratas¡±, y tambi¨¦n la constataci¨®n de que esa expectativa del viernes no se ha concretado, porque muy rara vez lo hace. Como dice uno de los personajes de la pel¨ªcula del momento, Todo a la vez en todas partes: ¡°He experimentado todas las vidas posibles y tengo una mala noticia: ninguna vale la pena. Nada importa de verdad, todo es igual¡±.
Si es cierto que es la l¨®gica inexorable de la vida proyectada hacia un futuro inminente y de las expectativas nunca del todo concretadas lo que nos convierte a (casi) todos en nihilistas de domingo, el s¨ªndrome tiene muy dif¨ªcil soluci¨®n. A diferencia de los gatos, que ya nos explic¨® John Gray que son fil¨®sofos estoicos que han alcanzado ya la ataraxia, no estamos programados para disfrutar sin interferencias del instante.
Por suerte, especialistas en salud y bienestar psicol¨®gico como Robert Half proponen posibles ant¨ªdotos para contrarrestar la tristeza dominguera, trucos del estilo de ¡°concebir tu fin de semana como un todo compacto y planificarlo ya desde la tarde del viernes, para llenarlo de contenido¡±. Tambi¨¦n ¡°dedicar algo de tiempo a alguna actividad relacionada con tu trabajo que te resulte gratificante¡±, para suavizar as¨ª en cierta medida el aterrizaje forzoso en la rutina del lunes.
Algunas de las obligaciones engorrosas es mejor reservarlas para el s¨¢bado, de manera que no asociemos el domingo solo con quehaceres aburridos, como llamar por tel¨¦fono a ese pariente lejano al que en realidad no tenemos nada que decir. Y, s¨ª, relajarse, dormir bien, leer un libro, ver una buena pel¨ªcula, anticipar los acontecimientos positivos que van a producirse durante la semana laboral. Se supone que todo eso funciona.
Lishman cree tambi¨¦n en las virtudes de recurrir a una cierta disciplina mental como remedio contra ¡°la melancol¨ªa y los estados predepresivos¡±. Si nada de lo apuntado les sirve, consideren por un momento la receta alternativa de Rachel Cooke: ya no vivimos en la Europa de la d¨¦cada de 1950, salgamos a las calles, disfrutemos de nuestro ocio, busquemos algo estimulante que hacer, porque seguro que acabamos encontr¨¢ndolo. As¨ª podremos, tal vez, restaurar el equilibrio de la Fuerza y volver a centrar nuestro odio en el d¨ªa que m¨¢s esfuerzos hist¨®ricos ha hecho para merecerlo: el lunes.
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