¡°He perdido a todos mis amigos¡±: ?por qu¨¦ es dif¨ªcil entablar relaciones de amistad tras los 40?
No es solo el trabajo, la familia y las preocupaciones vitales lo que nos hace mucho menos sociables y abiertos a nuevas amistades a partir de la mediana edad. Es tambi¨¦n la p¨¦rdida del m¨²sculo de las relaciones de amistad, que est¨¢ en su apogeo en la adolescencia. ?La buena noticia? Se puede entrenar
Roc¨ªo S., periodista de 43 a?os, se traslad¨® a un pueblo de la Comunidad de Madrid el pasado mes de marzo tras m¨¢s de 20 a?os viviendo en Barcelona. Desde entonces, ha podido constatar que, ¡°por primera vez en la vida¡±, no le est¨¢ resultando f¨¢cil hacer nuevos amigos, pese a que ha ensayado v¨ªas de interacci¨®n social tan contrastadas como apuntarse a ¡°un grupo de danza, un curso de restauraci¨®n de muebles o un par de talleres de escritura creativa en la biblioteca local¡±.
En todos estos ¨¢mbitos, ha encontrado personas ¡°simp¨¢ticas, interesantes y receptivas¡±, pero no ha sido capaz de establecer con ellas ninguna conexi¨®n m¨¢s all¨¢ de lo superficial. Ha compartido ca?as, caf¨¦s y tardes de tapeo, pero a¨²n no ha dado con nadie susceptible de encajar en esa peque?a tribu de almas afines que ha ido siempre su c¨ªrculo de amigos: ¡°Empiezo a asumir que el problema soy yo. Supongo que el m¨²sculo que te permite hacer nuevas amistades se me ha atrofiado por falta de uso¡±. Roc¨ªo se est¨¢ resignando a que su nuevo c¨ªrculo social se nutra de familia directa, compa?eros de trabajo con los que no tiene una afinidad excesiva y los amigos de siempre, transformados hoy en relaciones virtuales o muy espor¨¢dicas.
Esta situaci¨®n de relativo desarraigo ha supuesto una sorpresa para ella: ¡°Siempre hab¨ªa considerado que la amistad era como el agua del grifo, algo siempre a mi alcance y que nunca iba a faltarme. Ahora me doy cuenta de que cada vez me resulta m¨¢s dif¨ªcil sustituir unos amigos por otros, que alcanzar con una persona a la que acabo de conocer el nivel de intimidad, complicidad y cercan¨ªa que tengo (o tuve) con mis amigos de siempre es poco menos que imposible a estas alturas de la vida. Entre otras cosas, porque ya no soy el tipo de persona dispuesta a dedicar el tiempo que sea necesario a consolidar una amistad. Y, adem¨¢s, se me ha olvidado c¨®mo hacerlo¡±.
La amistad es un deporte de equipo practicado, sobre todo, por adolescentes y j¨®venes adultos. En ese sentido, se parece mucho al f¨²tbol. Se empieza a darle patadas al bal¨®n en el patio de la guarder¨ªa, pero no se llega a captar la verdadera esencia del juego y a practicarlo con rigor y una cierta inteligencia hasta pasados los 10 a?os. Entre los 20 y los 25 se alcanza la plenitud y, a partir de ah¨ª, con perseverancia y disciplina, es posible prolongar ese estado de gracia hasta bien entrada la cuarta d¨¦cada de la vida, pero no mucho m¨¢s all¨¢. Rebasados los 40, tanto la amistad como el deporte se convierten en parte del pasado, terreno abonado para la nostalgia.
M¨²ltiples estudios realizados en los ¨²ltimos a?os tienden a confirmar esta un tanto melanc¨®lica cronolog¨ªa de la amistad y su imparable declive en los a?os de madurez. Para Evie Rosset, psic¨®loga cognitiva de la Universidad de Cambridge, la edad id¨®nea para establecer nuevas relaciones amistosas se sit¨²a ¡°entre los 17 y los 23 a?os¡±, coincidiendo con el periodo de formaci¨®n acad¨¦mica superior o el ingreso en el mercado laboral. Rosset explica que se trata de un periodo de la vida en que los individuos suelen caracterizarse por ¡°su curiosidad, su esp¨ªritu de apertura y su predisposici¨®n favorable al aprendizaje¡±. A ello se suele unir un alto grado de ¡°vulnerabilidad emocional¡±, una necesidad de comunicaci¨®n a nivel ¨ªntimo y una ¡°actitud l¨²dica hacia la vida¡±, tres caracter¨ªsticas que suponen excelentes bases para establecer v¨ªnculos personales s¨®lidos.
?D¨®nde est¨¢n mis amigos?
Parte de ese estado de alta receptividad y fluidez relacional se va perdiendo, de manera progresiva, en cuanto se empiezan a asumir responsabilidades laborales, familiares y afectivas. Para Jeffrey Hall, profesor de Comunicaci¨®n de la Universidad de Kansas, la principal variable que irrumpe en la ecuaci¨®n a partir de los 30 a?os es la falta de tiempo disponible para actividades sociales. La f¨®rmula de la amistad, tal y como ¨¦l la concibe, vendr¨ªa a ser ¡°afinidad + tiempo¡±. Hall considera que hacen falta alrededor de 90 horas de interacci¨®n m¨¢s o menos estrecha para que un simple conocido se convierta en un amigo y al menos 200 para que esa conexi¨®n incipiente se transforme en una amistad ¨ªntima. Eso explicar¨ªa lo que Hall describe como ¡°el alto grado de promiscuidad emocional de los j¨®venes adultos¡±: solo ellos disponen del tiempo necesario para completar desde cero ese largo proceso de establecimiento de una relaci¨®n significativa no ya con una persona, sino con varias a la vez.
¡°Esfu¨¦rzate en identificar a tus verdaderos amigos y en dedicarles tiempo de calidad. Una hora es mejor que diez minutos, pero diez minutos son mucho mejor que nada¡±
Hall precisa, adem¨¢s, que esas 200 horas deben ser, en la medida de lo posible, ¡°tiempo de calidad¡±, dedicado a actividades que respondan a intereses comunes y a conversaciones intensas y sinceras. La amistad es, en ¨²ltima instancia, el resultado de una inversi¨®n a medio o largo plazo, el fruto del tiempo compartido. Y, a partir de una cierta edad, el tiempo se convierte en un bien muy escaso que ya no puede invertirse con la prodigalidad y el abandono de la primera juventud.
Esto no supondr¨ªa un problema grave si las verdaderas amistades, tal y como reza el t¨®pico voluntarista, fuesen ¡°para toda la vida¡±. En ese caso, la econom¨ªa de la amistad responder¨ªa a una l¨®gica impecable: se invierte en amigos en la fase de la vida en que se dispone de tiempo para ello y, a partir de ah¨ª, el bien adquirido se disfruta sin l¨ªmites, porque no vas a perderlo nunca.
Sin embargo, tal y como afirma el soci¨®logo neerland¨¦s Gerald Mollenhorst, solo el 48% de las personas a las que consideramos amigas lo seguir¨¢n siendo transcurridos siete a?os y menos del 30% sobreviven al tr¨¢nsito de la primera juventud a la madurez tard¨ªa. Como consecuencia de todo ello, nuestro c¨ªrculo de conexiones humanas tiende a ampliarse en la fase inicial de la vida y a contraerse sin remedio una vez dejado atr¨¢s su ecuador.
En la amistad no hay ruedas de recambio
En una encuesta reciente de Sigma Dos, un 49% de los espa?oles afirmaba tener entre cinco y diez amigos cercanos. Entre los mayores de 65, el porcentaje se reduc¨ªa al 28,9%. Las cifras resultan muy similares en otras latitudes: todas apuntan a una contracci¨®n notable y muy dif¨ªcil de revertir llegado un cierto punto.
Otro estudio, esta vez elaborado por las universidades de Oxford y Aalto (Finlandia), constat¨®, partir de m¨¢s de 3,5 millones de llamadas telef¨®nicas, que las amistades empiezan a perderse a partir de los 25 a?os. Kunal Bhattacharya, uno de los coordinadores del trabajo acad¨¦mico, lo atribuye a que ¡°se trata de un punto de inflexi¨®n vital decisivo, ya que, en torno a esa edad, la mayor¨ªa de las personas se asoman a las responsabilidades y compromisos de la vida adulta y se ven obligados a reevaluar de manera dr¨¢stica sus prioridades, optando, en la mayor¨ªa de los casos, por la pareja, la familia y el trabajo en detrimento de la amistad¡±.
Las mujeres, seg¨²n Bhattacharya, tienden a cruzar ese punto de no retorno un poco antes. Entre los 23 y los 25 a?os, ellas reducen el n¨²mero de personas con las que tienen largas conversaciones mensualmente de alrededor de 20 a menos de 17, es decir, proceden a una primera criba selectiva de amistades que, en el caso de lo hombres, tiende a aplazarse otro par de a?os. El resultado es que, llegada la treintena, ellas conservan un n¨²mero algo menor de amistades cercanas que ellos, pero se sienten, en general, m¨¢s satisfechas con la cantidad y calidad de sus interacciones con amistades. Esto puede deberse, en opini¨®n de Bhattacharya, a que las amistades femeninas suelen encontrar su fundamento ¡°en la comunicaci¨®n emocional¡±, mientras que las masculinas se basan m¨¢s en aficiones e intereses compartidos. Como consecuencia, las segundas resultan ¡°m¨¢s frecuentes y m¨¢s f¨¢ciles de mantener, dado su comparativamente bajo nivel de exigencia afectiva, pero tambi¨¦n m¨¢s superficiales y menos satisfactorias¡±.
Para la psic¨®loga sanitaria Cristina Berzosa, hay que asumir que la amistad, ¡°como cualquier otro aspecto de las relaciones humanas¡±, evoluciona y se transforma a lo largo de la vida. En una primera etapa, la infancia, depende de factores estrictamente circunstanciales, como ¡°las actividades compartidas, la proximidad geogr¨¢fica o los intereses comunes¡±. En la adolescencia, se empiezan a desarrollar v¨ªnculos de una mayor profundidad emocional, relacionados ¡°con la voluntad de pertenecer a un grupo y de encontrar nuestra propia identidad¡±, con lo que nuestros amigos pasan a ser ¡°personas que nos representan o nos hacen sentirnos representados¡±.
¡°Cualquier persona nueva que irrumpa en nuestra vida tendr¨¢ que competir con la gran cantidad de tiempo y energ¨ªa que dedicamos a nuestro trabajo, familia y pareja¡±
Esta fase de las afinidades ¨ªntimas acaba dando paso a un largo periodo en que la amistad se concibe de manera mucho m¨¢s sutil y flexible, pero dando, por lo general, cada vez m¨¢s valor ¡°a la calidad de los v¨ªnculos por encima de su cantidad¡±. Cada vez nos volvemos m¨¢s exigentes y selectivos y tendemos a buscar en el amigo a alguien con quien compartir valores y metas comunes.
Eso hace que lleguemos a la frontera de los 40 con el proceso de selecci¨®n gradual ya muy avanzado: conservamos relativamente pocas relaciones de amistad, pero estas son cada m¨¢s ¡°significativas y profundas¡±. Y es, en opini¨®n de Berzosa, esa exigencia de profundidad lo que hace que nos resulte complicado establecer nuevas relaciones. Cualquier persona nueva que irrumpa en nuestra vida tendr¨¢ que competir ¡°con la gran cantidad de tiempo y energ¨ªa que dedicamos a nuestro trabajo, familia y pareja¡±. Sencillamente, no encontramos la manera de hacerle hueco a nuevas relaciones profundas e intensas y las superficiales han dejado de interesarnos. En realidad, tal y como apunta Berzosa, la edad tiende a incrementar, no a reducir, nuestras habilidades sociales. En general, nos vuelve m¨¢s tolerantes, flexibles y vers¨¢tiles y nos permite acumular sin apenas esfuerzo conocidos, compa?eros y colegas con los que compartir intereses comunes. Lo que se resiente es esa capacidad de creaci¨®n de conexiones profundas, lo que Hall define como el ¡°largo proceso¡± de consolidaci¨®n de una verdadera amistad.
Para el psic¨®logo consultor Tom¨¢s Santa Cecilia, ¡°todos somos animales sociales, aunque nuestro nivel de sociabilidad var¨ªe mucho de un individuo a otro, y hacer amigos es una de las principales maneras de saciar nuestra necesidad biol¨®gica de seguridad y afecto¡±. La edad de las grandes amistades, ese periodo que va de la adolescencia a los 25 a?os, ¡°viene muy determinada por el proceso de consolidaci¨®n de una identidad m¨¢s all¨¢ de nuestra familia, y en ella juegan un papel determinante esos individuos que percibimos como afines, los que constituyen el grupo humano del que queremos formar parte¡±.
En la madurez, ese imperativo biol¨®gico de reconocerse en el otro pierde peso en cuanto nuestros proyectos vitales, laborales y sentimentales se consolidan. Soltamos lastre, prescindimos, en ocasiones con cierto dolor y sensaci¨®n de p¨¦rdida, de personas que nos acompa?aron en un trecho del camino, pero tendemos a conservar a aquellas ¡°m¨¢s afines, m¨¢s cercanas y que mejor nos ayudan a conservar la memoria de lo que fuimos y queremos seguir siendo¡±.
La falta de amistad causa estragos
Santa Cecilia tiene un consejo pr¨¢ctico para aquellos que conciben la amistad como un tesoro, el oro negro de las relaciones humanas, y se resisten a perderlo: ¡°Esfu¨¦rzate en identificar a tus verdaderos amigos y en dedicarles tiempo de calidad. Una hora es mejor que 10 minutos, pero 10 minutos son mucho mejor que nada. Cuando est¨¦s con ellos, ve al grano. No pierdas el tiempo con trivialidades, prioriza la comunicaci¨®n emocional. Preg¨²ntales como est¨¢n, esc¨²chales de manera activa, comun¨ªcate con la sinceridad, la intensidad y la falta de reservas que caracterizan a un verdadero amigo. Suena muy solemne, pero es algo que puede hacerse de manera natural, sin renunciar a la complicidad y al sentido del humor¡±.
El tiempo ¡°es un dato de la experiencia, pero tambi¨¦n una actitud: depende de c¨®mo queramos emplearlo y qu¨¦ sentido seamos capaces de darle¡±. Diez minutos dedicados a restablecer el contacto emocional con un amigo ¡°nunca son tiempo perdido¡±. Para Santa Cecilia, ¡°la amistad es un arte¡±. Y tambi¨¦n, en efecto, ¡°un m¨²sculo que se atrofia si no se ejercita, tanto a los 30 como, con mayor motivo, a los 40 o lo 60¡å. ¡°Si algo nos ense?¨® la pandemia¡±, remata el psic¨®logo, ¡°es el terrible impacto psicol¨®gico de la falta de interacciones sociales significativas¡±.